DANIEL 8
La Visión del Carnero y del Macho Cabrío
Después de que Dios le revelara a Daniel el significado de las cuatro bestias y del cuerno pequeño, dos años más tarde, recibe más detalles sobre estas profecías.
“Vi, pues, en visión, estando junto al río Ulai. Alcé los ojos y miré, y he aquí un carnero que estaba delante del río, y tenía dos cuernos; y aunque los cuernos eran altos, uno era más alto que el otro; y el más alto creció después. Vi que el carnero hería con los cuernos al poniente, al norte y al sur, y que ninguna bestia podía parar delante de él, ni había quien escapase de su poder; y hacía conforme a su voluntad, y se engrandecía” (Dn. 8:2-4).No hay necesidad de especular qué significa este carnero, pues Dios, por medio del ángel Gabriel, lo revela a continuación: “En cuanto al carnero que viste, que tenía dos cuernos, éstos son los reyes de Media y de Persia” (Dn. 8:20). De modo que tenemos más detalles sobre el reino Medo-persa, la parte del pecho y brazos de plata de la imagen; o del oso con un costado más alto que el otro. Ahora es un carnero con un cuerno más alto que el otro. De hecho, al inicio, Media fue mucho más poderosa que Persia. Tenía siglos de haber sido una gran nación mientras que Persia recién había surgido unos 20 años antes bajo Ciro en 559 a.C. No obstante, Persia llegó a ser más poderosa y corresponde al costado superior del oso o el cuerno más alto del carnero. El Imperio Persa se extendió hacia el occidente (Egipto, Israel, Fenicia, Siria, Asia Menor); al norte (Armenia, Escitia); y al sur (Babilonia, Elam). Contaba con un inmenso ejército de dos millones de soldados.
Ahora veamos lo que sigue: “Mientras yo consideraba esto, he aquí un macho cabrío venía del lado del poniente sobre la faz de toda la tierra, sin tocar tierra; y aquel macho cabrío tenía un cuerno notable entre sus ojos. Y vino hasta el carnero de dos cuernos, que yo había visto en la ribera del río, y corrió contra él con la furia de su fuerza. Y lo vi que llegó junto al carnero, y se levantó contra él y lo hirió, y le quebró sus dos cuernos, y el carnero no tenía fuerzas para pararse delante de él; lo derribó, por tanto, en tierra, y lo pisoteó y no hubo quien librase al carnero de su poder. Y el macho cabrío se engrandeció sobremanera; pero estando en su mayor fuerza, aquel gran cuerno fue quebrado, y en su lugar salieron otros cuatro cuernos notables hacia los cuatro vientos del cielo” (Dn. 8:5-8).
Tampoco es necesario especular lo que significa esta visión, pues se la explica de inmediato: “El macho cabrío es el rey de Grecia, y el cuerno grande que tenía entre sus ojos es el rey primero. Y en cuanto al cuerno que fue quebrado, y sucedieron cuatro en su lugar, significa que cuatro reinos se levantarán de esa nación, aunque no con la fuerza de él” (Dn. 8:21-22).
Todo esto se cumplió al pie de la letra a pesar de que Daniel vivió unos 200 años antes de su cumplimiento. Los detalles son tan precisos que los críticos liberales que niegan la inspiración de la Biblia no quieren aceptar que Daniel lo escribió. En vez inventaron una historia de que un autor 400 años después de Daniel lo escribió al haber ya pasado estos acontecimientos. Por lo tanto, tuvo que fingir que era un profeta. Desde luego que no existe ninguna evidencia sólida para esta afirmación. “El cuerno grande era Alejandro Magno”, comenta Halley, “que derrotó al Imperio Persa en 331 a.C. Esta profecía fue escrita en 539 a.C., 200 años antes de que se cumpliese. Es una predicción notable de un choque entre dos potencias mundiales ninguna de las cuales todavía existía, y también del resultado” (p. 312). Es también una gran prueba de la inspiración divina de la Biblia.
Veamos cómo se cumplió todo esto. El reino Medo-Persa llegó a codiciar las riquezas y el territorio de Grecia. El rey Darío y luego su hijo Jerjes I intentaron conquistar Grecia al enviar su poderoso ejército. “Darío emprendió una campaña europea subyugando a Tracia y Macedonia al norte de Grecia, con poca dificultad”, dice El Diccionario Bíblico Arqueológico. “Él se movilizó contra Grecia, pero la derrota en Maratón (490 a.C.) fue un revés mayor y le privó a Darío del premio que más buscaba” (p. 522). Aunque su hijo Jerjes I logró poner pie en Europa, sufrió unas importantes derrotas a manos de los griegos y tuvo que retirarse. Los persas jamás volvieron. A propósito, la famosa carrera del maratón en las Olimpiadas es en honor a un soldado griego que, luego de pelear durante 2 días contra los persas, corrió 42 kilómetros hasta Atenas para dar las buenas noticias de la victoria griega en el valle de Maratón. Luego de decir las palabras, “Hemos vencido” cayó muerto por el esfuerzo sobrehumano. La carrera se corre en su honor. Desde ese tiempo en adelante, los griegos comienzan a suplantar a los persas. Y con la llegada de Alejandro Magno, el “carnero” persa es derrotado por completo por el “macho cabrío” de gran velocidad y fuerza.
Cuando nació Alejandro Magno, el Imperio Persa estaba en plena decadencia. Alejandro fue educado nada menos que por Aristóteles, el famoso filósofo. Con unos treinta mil soldados de infantería y otros cinco mil de caballería derrotó dos veces a los persas, aunque tenían un ejército tres veces mayor. La primera victoria fue en Issos, Siria en 333 a.C. y dos años más tarde en Gaugemelo. Tenían una técnica superior para guerrear—la falange griega compuesta por soldados fuertemente armados en fila. Fueron sus victorias tan veloces que Dios las describe como un macho cabrío corriendo por el mundo “sin tocar tierra”. En sólo 10 años, Alejandro fundó 70 ciudades, 15 de ellas con su nombre.
Sin embargo, según los historiadores y comentaristas, Alejandro Magno murió súbitamente “de malaria y de complicaciones por el alcoholismo”. Como menciona un comentarista, “Pudo conquistar al mundo, pero no a sí mismo”. El cuerno grande del macho cabrío fue quebrado, que simboliza la muerte súbita de Alejandro en 323 a.C. Luego, como no tenía sucesor, cuatro generales se hicieron cargo del flamante Imperio Griego en 301 a.C. Son representados por los cuatro cuernos que le crecieron después al macho cabrío.
Ahora aparece un nuevo símbolo: un cuerno pequeño que crece de uno de ellos. “Y de uno de ellos salió un cuerno pequeño, que creció mucho hacia el sur, y al oriente, y hacia la tierra gloriosa. Y se engrandeció hasta el ejército del cielo; y parte del ejército y de las estrellas echó por tierra, y las pisoteó. Aun se engrandeció contra el príncipe de los ejércitos, y por él fue quitado el continuo sacrificio, y el lugar de su santuario fue echado por tierra. Y a causa de la prevaricación le fue entregado el ejército junto con el continuo sacrificio; y echó por tierra la verdad, e hizo cuanto quiso, y prosperó. Entonces oí a un santo que hablaba; y otro de los santos preguntó a aquel que hablaba: ¿Hasta cuándo durará la visión del continuo sacrificio, y la prevaricación asoladora entregando al santuario y el ejército para ser pisoteados? Y él dijo: Hasta dos mil trescientas tardes y mañanas; luego el santuario será purificado” (Dn. 8:9-14).
De nuevo no tenemos que especular para saber el significado del “cuerno pequeño”. Dios ordena que se le entregue a Daniel la interpretación correcta. “Y oí una voz… que gritó: Gabriel, enseña a éste la visión… y me dijo: Entiende, hijo de hombre, porque la visión es para los tiempos del fin… El macho cabrío es el rey de Grecia… y en cuanto al cuerno que fue quebrado, y sucedieron cuatro en su lugar, significa que cuatro reinos se levantarán de esa nación, aunque no con la fuerza de él. Y al fin del reinado de éstos, cuando los transgresores lleguen al colmo, se levantará un rey altivo de rostro y entendido en enigmas. Y su poder se fortalecerá, mas no con fuerza propia; y causará grandes ruinas, y prosperará, y hará arbitrariamente, y destruirá a los fuertes y al pueblo de los santos. Con su sagacidad hará prosperar el engaño en su mano; y en su corazón se engrandecerá, y sin aviso destruirá a muchos; y se levantará contra el Príncipe de los príncipes, pero será quebrantado, aunque no por mano humana. La visión de las tardes y mañanas que se ha referido es verdadera; y tú guarda la visión, porque es para muchos días” (Dn. 8:16-26).
Aquí vemos de nuevo la importancia que tiene este “cuerno pequeño” en los eventos de los tiempos del fin. En el capítulo 7, el cuerno pequeño surge de entre los diez y remueve a tres sometiendo entonces a todos a su voluntad. Este cuerno pequeño es el mismo “hombre de pecado, el hijo de perdición” de 2 Tesalonicenses 2:3 y la “bestia” descrita en Apocalipsis 13:1-18. Todos estos nombres son sinónimos del mismo personaje religioso. Ahora, en este capítulo 8, tenemos a otro cuerno pequeño, que surge del Imperio Griego. Al estudiar lo que hace el “cuerno pequeño” de Daniel 8 en la historia, podremos entender mejor lo que viene en los tiempos del fin. También se le describirá con más detalles en la profecía de Daniel 11.
Veamos cuán precisas son estas profecías acerca de este descendiente de uno de los generales de Alejandro Magno. Se llamó Antíoco IV Epífanes.
“Y de uno salió un cuerno pequeño, que creció mucho al sur, y al oriente, y hacia la tierra gloriosa” (Dn. 8:9). De los cuatro generales, por fin quedaron sólo dos dominando toda la región. La dinastía del general Seleuco dominó la zona norte del imperio, que sería la que “creció mucho al sur, y al oriente, y hacia la tierra gloriosa”.
Dice Keller: “El reino de los Seléucidas se extendía desde Tracia, por Asia Menor y Siria, hasta la frontera de la India. Como capital de este segundo y extenso estado, se fundó Antioquía… al norte de Siria. Casi todos los soberanos seléucidas tomaron su nombre de esta ciudad y se llamaron: Antíoco… Más tarde los seléucidas de Antioquía realizaron la expansión que hacía años tenían proyectada en dirección al sur [hacia la tierra gloriosa-Israel]” (Y la Biblia Tenía Razón, p. 328).
Al sur, la dinastía del general Tolomeo dominaba la región del Egipto. Estos dos reinos se llaman en la Biblia: “el rey del norte” y “el rey del sur”. La dinastía seléucida estaba a cargo de Europa y la parte norte del Medio Oriente, y la de los Tolomeos, el sur del Medio Oriente y África del norte. Las luchas entre estas dos regiones continuarán esporádicamente hasta nuestros días y culminarán con la venida de Cristo.
De la dinastía seléucida sale este “cuerno pequeño”, Antíoco IV [apodado “Epífanes” o “el ilustre”]. “Y se engrandeció hasta el ejército del cielo; y parte del ejército y de las estrellas echó por tierra, y las pisoteó. Aun se engrandeció contra el príncipe de los ejércitos, y por él fue quitado el continuo sacrificio, y el lugar de su santuario fue echado por tierra” (Dn. 8:10-11).
Antíoco comenzó “muy pequeño” al ser enviado como rehén a Roma para garantizar la buena conducta de su padre, el rey Antíoco III. Luego fue liberado y traído a casa. Pero era un hombre cruel y despiadado. Sabía tejer intrigas para obtener ventaja. Al morir su padre, su hermano mayor asumió el trono, pero no por mucho tiempo, pues Antíoco lo hizo asesinar. Tomó el mando en 175 a. C. Sin embargo, no estaba conforme con gobernar la mitad del Imperio Griego; lo quería todo. Pronto invadió a Egipto, derrotó a los Tolomeos y se proclamó como el único rey del imperio. Por eso la Biblia dice que “se engrandeció… y creció mucho al sur” (Dn. 8:10). Judá rechazó su mandato y hubo disturbios. Por eso decidió subyugar a esta “tierra gloriosa”.
Aquí se cumple lo que dice que “por él fue quitado el continuo sacrificio, y el lugar de su santuario fue echado por tierra… hasta dos mil trescientas tardes y mañanas” (Dn. 8:11-14). “Las tardes y mañanas” se refieren a la frecuencia que se ofrecía el sacrificio continuo. El mismo Daniel, en el siguiente capítulo menciona: “...a la hora del sacrificio de la tarde” (Dn. 9:21). En Números 28:3-4 Dios menciona del continuo sacrificio: “Esta es la ofrenda encendida que ofreceréis a Jehová: dos corderos sin tacha de un año, cada día, será el holocausto continuo. Un cordero ofrecerá por la mañana, y el otro cordero ofrecerá a la caída de la tarde”.
Por eso, 2300 tardes y mañanas equivalen a 1150 días. Antíoco cumplió con esta profecía al irrumpir en el Templo de Dios en 167 a.C. “Atacó e incendió a Jerusalén” dice El Comentario del Conocimiento Bíblico, “dando muerte a miles de judíos. Se les prohibió guardar el sábado [un tipo de “la marca de la Bestia”], las Fiestas Santas, los sacrificios, o circuncidar a los niños. So pena de muerte se les obligó comer cerdo, y muchos murieron al negarse. En el 16 de diciembre, 167 a.C., Antíoco puso una estatua de su dios griego, Zeus Olimpo, y sacrificó cerdos en el altar y roció el santuario con caldo de cerdo, profanando el Templo. Esto duró 1150 días hasta que los judíos expulsaron a los griegos y re-dedicaron el templo a fines del año 164 a.C. La fiesta judía de Hanuca se celebra en su conmemoración.
Comenta Keller: “En el Templo de Dios fue implantado el culto a Zeus. Por el ejercicio de todas las ceremonias del culto judío, por las ofrendas, por la celebración del sábado y la circuncisión, había pena de muerte. Las Sagradas Escrituras fueron destruidas. ¡Esta fue en realidad la primera persecución religiosa de la Historia!... Jamás, ni bajo los asirios ni bajo los babilonios, había recibido un golpe como el que le asestó la orden que Antíoco Epífanes publicó y con la cual quería acabar con la fe de los judíos… Y entonces Israel dio al mundo el ejemplo de cómo un pueblo que no quiere entregarse puede y debe reaccionar ante tales intolerancias. Caracteres débiles que siguen el camino de la menor resistencia, también los había entonces. Muchos, sin embargo, “prefirieron morir a contaminarse” (Y la Biblia Tenía Razón, p.332).
Así, Antíoco Epífanes es el precursor o un tipo del rey que se levantará en los tiempos del fin: la bestia, el hombre de pecado, el anticristo. Cumplirá también lo que dice: “Por él fue quitado el continuo sacrificio, y el lugar de su santuario fue echado por tierra”. Antíoco vivió 200 años antes de Cristo, pero cuando el Señor Jesús mencionó la abominación desoladora, lo hizo respecto al futuro y los tiempos del fin. Dijo: “Cuando veáis en el lugar santo la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel… habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá” (Mt. 24:15-21). Se trata del “cuerno pequeño” del futuro.
Para una mejor comprensión de este contenido, léase La Futura Aabominación Desoladora.
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