DANIEL 1-2
Estamos en nuestra Biblia en lo que es el cuarto y último de los profetas mayores, Daniel. Esta clasificación sólo tiene que ver con la extensión del libro y no con la importancia de los profetas, pues todos son inspirados de la misma manera por Dios. En la versión original, Daniel está en la sección de los Escritos, pues se le considera como un gobernante más que un profeta. Recordemos que fue un gran estadista en los imperios de Babilonia y Persia.
Al igual que Apocalipsis, este libro está lleno de símbolos y visiones del futuro. Esta clase de inspiración de Dios se llama apocalíptica, y hay cuatro libros en la Biblia con este estilo literario: Ezequiel 37-48; Zacarías 1-7, Daniel y Apocalipsis. Es uno de los estilos que Dios usa para revelar sus verdades que tienen que ver con el porvenir.
Daniel En La Corte
Daniel inicia su relato con la llegada a Babilonia y termina con el inicio del imperio Persa, un período de más de 70 años. Se supone que tenía alrededor de 17 años cuando llegó a Babilonia y murió aproximadamente a los 88 años.
Comienza: “En el año tercero del reinado de Joacim rey de Judá, vino Nabucodonosor rey de Babilonia a Jerusalén, y la sitió. Y el Señor entregó en sus manos a Joacim rey de Judá… Y dijo el rey a Aspenaz, jefe de sus eunucos, que trajese de los hijos de Israel, del linaje real de los príncipes” (Dn. 1:1-4). Esto sucedió en el año 605 a.C. cuando Nabucodonosor conquistó Jerusalén por primera vez. Sin embargo, no la destruyó, sino que se limitó a llevarse al rey y muchos nobles a Babilonia. Puesto que Daniel era uno de esos príncipes, fue también deportado. Como suelen hacer los conquistadores, Nabucodonosor tenía la política de educar y convertir a la clase noble de los países conquistados en sus lacayos al inculcarles la cultura babilonia para luego instalarlos como sus fieles representantes. Ahora les tocó a estos jóvenes hebreos pasar por ese adoctrinamiento intensivo. Nabucodonosor mandó que le trajeran “muchachos en quienes no hubiese tacha alguna, de buen parecer, enseñados en toda sabiduría, sabios en ciencia y de buen entendimiento, e idóneos para estar en el palacio del rey; y que les enseñase las letras y la lengua de los caldeos” (Dn. 1:4).
Esta educación diplomática duraría tres años (Dn. 1:5) y aprenderían el lenguaje babilonio, escribirían en cuneiforme, conocerían las altas matemáticas y todo lo relacionado con la cultura de ese país. Nabucodonosor fue un gran conquistador y constructor. Entre sus obras están los Jardines Colgantes de Babilonia, una de las siete maravillas del mundo antiguo.
Entre los jóvenes que fueron escogidos estaban Daniel, Ananías, Misael y Azarías. Puesto que se incorporarían en los deberes del estado babilonio, se les cambió sus nombres judíos. Se suponía que así también cambiarían su identidad. Daniel (Dios ha juzgado) se convirtió en Beltasar (Protector del rey); Ananías (Dios es propicio) en Sadrac (Temeroso de Dios); Misael (¿Quién es Dios?) en Mesac (Humillado ante Dios); y Azarías (Dios ha ayudado) en Abed-nego (Siervo de Nebo). Tenían nombres babilonios, pero como veremos, ¡seguían fieles a Dios a pesar de Nabucodonosor!
Daniel se presenta con gran confianza ante el rey y le dice: “El misterio que el rey demanda, ni sabios, ni astrólogos, ni magos ni adivinos lo pueden revelar al rey. Pero hay un Dios en los cielos, el cual revela los misterios, y él ha hecho saber al rey Nabucodonosor lo que ha de acontecer en los postreros días” (Dn. 2:27-28). Aquí entendemos que esta profecía que Dios revela no abarca sólo los días de este rey sino hasta el fin de los tiempos, cuando se establezca el reino de Dios.
Daniel comienza: “Estando tú, oh rey, en tu cama, te vinieron pensamientos por saber lo que había de ser en lo por venir; y el que revela los misterios te mostró lo que ha de ser. Y a mí me ha sido revelado este misterio, no porque en mí haya más sabiduría que en todos los vivientes, sino para que se dé a conocer al rey la interpretación” (Dn. 2:29-30).
Ahora Daniel le revela el significado del sueño y de la gran imagen, que representa los reinos sucesivos que estarán sobre la tierra hasta la venida del reino de Dios.
“Tu, oh rey, veías, y he aquí una gran imagen. Esta imagen, que era muy grande, y cuya gloria era muy sublime, estaba en pie delante de ti, y su aspecto era terrible. La cabeza de esta imagen era de oro fino; su pecho y sus brazos, de plata; su vientre y sus muslos, de bronce; sus piernas, de hierro; sus pies, en parte de hierro y en parte de barro cocido. Estabas mirando, hasta que una piedra fue cortada, no con mano, e hirió a la imagen en sus pies de hierro y de barro cocido, y los desmenuzó… Mas la piedra que hirió a la imagen fue hecha un gran monte que llenó toda la tierra” (Dn, 2:31-36).
Luego entrega la interpretación: “Tú, oh rey, eres rey de reyes; porque el Dios del cielo te ha dado reino, poder, fuerza y majestad… tú eres aquella la cabeza de oro y después de ti se levantará otro reino inferior al tuyo; y luego un tercer reino de bronce, el cual dominará sobre toda la tierra. Y el cuarto reino será fuerte como hierro; y como el hierro desmenuza y rompe todas las cosas, desmenuzará y quebrantará todo. Y lo que viste de los pies y los dedos, en parte de barro cocido de alfarero y en parte de hierro, será un reino dividido; mas habrá en él algo de la fuerza del hierro, así como viste hierro mezclado con barro cocido. Y por ser los dedos de los pies en parte de hierro y en parte de barro cocido, el reino será en parte fuerte, y en parte frágil. Así como viste el hierro mezclado con barro, se mezclarán por medio de alianzas humanas; pero no se unirán el uno con el otro, como el hierro no se mezcla con el barro. Y en los días de estos reyes el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido, ni será el reino dejado a otro pueblo; desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre… Entonces el rey engrandeció a Daniel, y le dio muchos honores y grandes dones, y le hizo gobernador de toda la provincia de Babilonia, y jefe supremo de todos los sabios de Babilonia. Y Daniel solicitó del rey, y obtuvo que pusiera sobre los negocios de la provincia de Babilonia a Sadrac, Mesac y Abed-nego; y Daniel estaba en la corte del rey” (Dn. 2:31-49).
Respecto a esta imagen, podemos decir que el mundo ha conocido a cinco grandes imperios que han intentado gobernar a todo el mundo: Babilonia, Persia, Grecia, Roma y el Islam. Ninguno de estos imperios logró consolidar sus ambiciones en su tiempo, pero de todos ellos, fue Babilonia la que tuvo el gobernante más glorioso. Hay quienes dicen que hoy nos encontramos bajo la influencia del cuarto reino, el que proviene de Roma. Roma, dicen, vive en las grandes naciones europeas de hoy: Italia, Francia, Gran Bretaña, Alemania y España son todas partes del antiguo Imperio Romano. Las leyes de Roma continúan vigentes y también su idioma. Aunque nadie habla hoy día el latín, es la base del idioma italiano, francés, portugués y español. También sigue vigente en Europa el espíritu romano de guerra. Europa ha estado en guerras sucesivas desde que se dividió el Imperio en todos esos países. Pero, ¿qué está pasando en Europa hoy día? Una nueva mentalidad ha aparecido. Los jóvenes hoy en día no quieren ser llamados italianos o alemanes, sino europeos. Y Europa está repleta de musulmanes, de mezquitas, de instructores, creyentes y practicantes del Islam. El Islam hoy es un puente que une al Medio Oriente con Europa y con el resto del Occidente. Esta fe formará la base para que un día surja un hombre que unirá el antiguo Imperio Musulmán en una sola entidad [con 10 gobernantes bajo él]. Será el hombre descrito como la “otra bestia” en Apocalipsis 13:11-18. Dios no permitirá que aparezca este hombre hasta que sea el momento preciso. Será un dictador mundial y gobernará con la fuerza brutal que usó Nabucodonosor al principio. La jactancia de este hombre será tal que intentará crear una utopía sobre la tierra, pero terminará en vez provocando la patética destrucción de la civilización tal como la conocemos. Es difícil para la persona común y corriente captar y aceptar todo esto. Pero es un hecho que todo ser humano tendrá que venir y someterse a la roca que va a destruir esta imagen, o la roca terminará destruyéndolo (Mt. 21:44).
Estaremos cubriendo más detalles sobre esta imagen profética que es la base de todas las profecías de los tiempos del fin.