Apocalipsis Capítulo 14
Seguridad de Victoria en el Cordero y Advertencia de Juicio para el Mundo Incrédulo (Ap. 14:1-20)
El capítulo 14 es una descripción de la victoria del Cordero y sus seguidores. Este trozo del Apocalipsis presenta una triple división que, en el texto griego, comienza con la expresión kai eidon: (1) «Después miré... » (Ap. 14:1-5); (2) «vi...» (Ap. 14:6-13); y (3) «miré...» (Ap. 14:14-20). En primer lugar, Juan contempla al Cordero victorioso rodeado de los 144.000 que, sin duda, son los mismos que fueron sellados en el capítulo 7. En segundo lugar, el apóstol escucha cuatro anuncios sobresalientes relacionados con la consumación del plan de Dios para los habitantes de la tierra. Finalmente, el autor ve la dramática escena de la siega y la vendimia judicial de la tierra. El capítulo 14 presenta un enfático contraste con los capítulos 12-13. En los capítulos 12-13, el dragón persigue a los seguidores del Cordero y logra, por un tiempo breve, establecer su reino malvado en la tierra. El capítulo 14, sin embargo, presenta al Cordero victorioso firmemente posesionado del monte Sion y rodeado de sus seguidores.
El cuadro profético del capítulo 14 habla de victoria para los creyentes y de derrota aplastante para los incrédulos. El Cordero ha triunfado sobre la bestia. Los moradores de la tierra reciben el mandamiento de temer y dar gloria al Dios Soberano (Ap. 14:7), la destrucción del sistema idolátrico de Babilonia es anunciado (Ap. 14:8), el juicio contra los adoradores de la bestia se proclama (Ap. 14:8-11), los santos son invitados a aguardar con paciencia la hora de su triunfo (Ap. 14:12-13) y la vendimia judicial de los moradores de la tierra (Ap. 14:18-20), mediante la metáfora de la vendimia final, describe el juicio de Dios sobre sus enemigos. De manera anticipada (prolepsis), el capítulo 14 revela el cuadro estupendo del triunfo del Mesías en su gloriosa manifestación final. El capítulo 14 aporta la respuesta a dos preguntas importantes: (1) ¿Qué les ocurrirá a los que se nieguen a recibir la marca de la bestia y por lo tanto, padecen la muerte?, y (2) ¿cuál será el fin de la bestia y sus seguidores? (14:16-20).
Comentario
14:1
«Después miré, y he aquí el Cordero estaba en pie sobre el monte Sion, y con él ciento cuarenta y cuatro mil, que tenían el nombre de él y el de su Padre escrito en la frente». «Después miré, y he aquí... », mejor, «Y miré, y he aquí... ». De esta manera dramática el apóstol Juan presenta el cuadro profético del capítulo 14. En el capítulo 13 el tema ha sido el reino de la bestia y su cruel persecución de todos los que no adoren su imagen. El capítulo 14 pone de manifiesto que vale la pena seguir al Cordero y mantener el testimonio cristiano. En su acostumbrado estilo, Juan anticipa la bendición y el solaz que los seguidores del Cordero experimentarán con Él en su reino. En los primeros versículos de este capítulo aparecen el Cordero en lugar de la bestia, los seguidores del Cordero mostrando en sus frentes el sello del Mesías y del Padre en lugar de los seguidores de la bestia con su marca, y el monte Sion divinamente controlado, en lugar de la tierra, controlada por demonios.
«El Cordero estaba en pie sobre el monte de Sion». Esta frase presenta un cuadro estupendo del triunfo del Cordero. La expresión «estaba en pie» (hestos) es la traducción del participio perfecto, voz activa de histeimi, que significa «estar o mantenerse en pie». El tiempo perfecto sugiere una acción completada con resultados permanentes y el participio sugiere el carácter continuo de dicha acción. El Cordero está en firme posesión del monte Sion y permanece allí victorioso. Él ocupa el lugar central en la visión. La figura del Cordero fue introducida en Apocalipsis 5:6 en conexión con los siete sellos del rollo de los juicios. Él fue inmolado por los pecados del mundo, pero resucitó de los muertos y es el único digno de romper los sellos. Él vive y tiene toda autoridad para juzgar y reinar (véase Ap. 5:9-14; 7:14, 17; 12:11). El hecho de que el Cordero está de pie forma un contraste con las bestias que se muestran subiendo (anabaíno). La idea es que el Cordero está «firmemente establecido», «firmemente en pie», «manteniendo un territorio», en oposición con «caer» (pipto; véase Ap. 9:1). Tanto en el capitulo 12 como en el 13, Juan ha descrito el carácter feroz del dragón y en el capítulo 13 presenta la naturaleza despiadada de ambas bestias. En el capítulo 14, por el contrario, aparece el Cordero vencedor tanto en su ternura como en su gentileza con sus pies firmemente establecidos sobre el monte Sion.
La identificación del «monte Sion» ha sido tema de discusión entre los comentaristas. Algunos piensan que se refiere a la Sion celestial (Heb. 12:22), es decir, a la Jerusalén de arriba (Gál. 4:26). Otros expositores creen que se refiere a la Jerusalén celestial que ha de descender a la tierra, cuando Dios habitará entre los hombres. En ambos casos, la tendencia es tomar la expresión «monte de Sion» como una figura del cielo, apoyándose en Hebreos 12:22. Identificar el monte de Sion con la Jerusalén celestial o tomarlo como una figura del cielo equivale a otorgarle un significado ajeno al que recibe a través de las Escrituras. Si el monte Sion es la Jerusalén celestial, entonces pertenece a la nueva creación, mientras que en la Biblia Sion, casi en todos sus usos, se relaciona con la ciudad de Jerusalén y la vieja creación.
La postura más sensata es la que otorga a la expresión «monte de Sion» un significado normal tal como se utiliza en el Antiguo Testamento la mayoría de las veces (véanse Sal. 48:1, 2; Is. 24:23; Jl. 2:32). En Apocalipsis 14, el apóstol Juan anticipa la venida en gloria del Mesías para establecer su reino de paz y de justicia. Es preferible, por lo tanto, la interpretación de que Juan describe aquí una visión profética del triunfo final del Cordero después de su segunda venida, cuando se une a los 144.000 en el monte Sion literal. El monte Sion, según Salmo 2:6, es el lugar desde donde el Mesías ha de reinar cuando venga por segunda vez a la tierra. Debe entenderse, por lo tanto, que la referencia es a un lugar concreto en la tierra y no a una figura del cielo.
«Y con él ciento cuarenta y cuatro mil, que tenían el nombre de él y el de su Padre escrito en la frente». Junto con el Cordero aparece un grupo cuyo número concreto es de ciento cuarenta y cuatro mil. De ellos se dice que tienen el nombre del Cordero y el de su Padre escrito en la frente. Es decir, este grupo de individuos ha sido sellado con el sello de Dios. El vocablo «escrito» (gegramménon) es el participio perfecto, voz pasiva del verbo grapho, que significa «escribir». El tiempo perfecto sugiere una acción completada con resultados perdurables. El sello consiste en la inscripción del nombre del Cordero y el del Padre celestial en la frente de cada uno de los componentes del grupo. Dicho sello tiene carácter permanente y sugiere tanto identificación como posesión. Los sellados son identificados como siervos de Dios y como posesión de aquel cuyo sello llevan.
La identificación de los 144.000 sellados también ha sido tema de discusión entre los estudiosos de Apocalipsis. Algunos afirman que 144.000 es el número de lo completo y que se refiere a la totalidad de la iglesia de Jesucristo. Otros entienden que los 144.000 son una figura del conjunto total de los redimidos. No existe ninguna razón determinante para pensar que los 144.000 de Apocalipsis 14:1 sean diferentes de los mencionados en Apocalipsis 7:1-8. Los 144.000 sellados forman un grupo especial dentro de una comunidad más amplia. Apocalipsis 14:4, 5 ofrece detalles adicionales respecto a las características de los 144.000: (1) Son vírgenes; (2) siguen al Cordero; (3) son primicias para Dios y para el Cordero; (4) son fieles en sus testimonios; y (5) son sin mancha delante del trono de Dios.
Los 144.000 sellados no sufrirán daño alguno durante la gran tribulación, sino que son preservados por Dios a través de los terribles días de persecución hasta que aparecen triunfantes con el Cordero en el monte Sion, al principio del reino milenial. Los 144.000 sellados son los principales componentes de la mujer que huye al desierto descrita en Apocalipsis 12, y que es protegida de la persecución del Anticristo. Por lo tanto es improbable que algunos de ellos sufran martirio y otros sean encarcelados y perseguidos, como algunos comentaristas opinan. Este aciago destino está reservado para «el resto de la descendencia de ella» (Ap. 12:17).
Resumiendo. Apocalipsis 14 comienza con la visión del Cordero victorioso que ha regresado a la tierra para establecer su reino glorioso. Juan afirma que «el Cordero estaba en pie sobre el monte de Sion». Eso significa que ha tomado posesión completa y permanente del lugar que será la sede de su reino (Sal. 2:6). Sion, por lo tanto, se refiere al monte situado en el costado oriental de Jerusalén. El monte Sion de Apocalipsis 14:1 es, por consiguiente, un punto geográfico terrenal y no sinónimo de la Jerusalén celestial. En estos versículos de Apocalipsis 14, Juan contempla anticipadamente (prolepsis) la inauguración del reino escatológico del Mesías. Los 144.000 que aparecen junto al Cordero son los mismos mencionados en Apocalipsis 7:1-8. En Apocalipsis 7 se menciona el hecho de que fueron sellados para el servicio a Dios. Esos 144.000 sellados constituyen un grupo especial dentro de una comunidad mayor. Apocalipsis 14:1-5 amplía tanto las características como el servicio que realizan los 144.000 sellados.
14:2
«Y oí una voz del cielo como el estruendo de muchas aguas, y como sonido de un gran trueno. Y la voz que oí era como de arpistas que tocaban sus arpas». Con lenguaje altamente descriptivo, Juan narra lo que acontece en el cielo. La voz que Juan oye no proviene de los mártires que están en el cielo ni de los 144.000 sellados que acompañan al Cordero en el monte Sion. Obsérvese los impresionantes símiles usados por Juan: (1) «Como estruendo de muchas aguas»; (2) «como sonido de un gran trueno»; y (3) «como de arpistas que tocaban sus arpas». Las dos primeras figuras sugieren volumen y fortaleza, mientras que la tercera destaca armonía y dulzura.
La voz que Juan escucha, henchida de fortaleza y firmeza, no proviene de los redimidos, sino de las gargantas de un coro angelical. La existencia de un coro angelical y su cántico de alabanza se muestran en Apocalipsis 5:8-14. La ocasión del cántico angelical es el momento en que el Cordero toma el rollo de los juicios de la mano del Padre. También allí (Ap. 5:9) se dice que «cantaban un nuevo cántico». Dicho cántico está relacionado con el Cordero y su dignidad de ejecutar juicios sobre la humanidad. También se exalta la dignidad del Cordero por su obra redentora y se reconoce su autoridad para reinar como Rey Soberano del universo. El nuevo cántico de Apocalipsis 14:3 no sólo es pleno y potente, sino que también va acompañado de una dulce melodía comparada con la producida por arpistas cuando tocan sus arpas.
14:3
«Y cantaban un cántico nuevo delante del trono, y delante de los cuatro seres vivientes, y de los ancianos; y nadie podía aprender el cántico sino aquellos ciento cuarenta y cuatro mil que fueron redimidos de entre los de la tierra». Este versículo suscita varias interrogantes. Obsérvese, en primer lugar, el verbo «cantaban» (áidousin). Dicho verbo es el presente indicativo, voz activa, tercera persona plural de áidó, que significa «cantar». El tiempo presente sugiere una acción continua. El modo indicativo señala la realidad de dicha acción. También debe destacarse el hecho de que la forma es plural aunque su antecedente, «una voz» (v. 2), es singular. Eso sugiere que la voz es en realidad un coro de muchas voces. Hay quienes piensan que el coro no es angelical, sino que lo constituye los 144.000 sellados. El texto, sin embargo, no dice que los 144.000 sean quienes entonan el cántico, sino que «nadie podría aprender el cántico sino aquellos ciento cuarenta y cuatro mil...». Debe tenerse presente, además, que el cántico es entonado en el cielo, mientras que los 144.000 están en la tierra, en el monte Sion con el Cordero.
Otra cuestión que debe notarse es el hecho de que, quienes cantaban, entonaban «algo así como un cántico nuevo delante del trono... ». El cántico es nuevo porque es entonado por un nuevo grupo y tiene un nuevo tema en su contenido. También es nuevo por el hecho de que nunca antes ha sido escuchado. Puesto que el texto griego no sugiere que los cantores sean los 144.000, sino que dice que sólo ellos pueden aprender dicho cántico, se hace necesario contestar la pregunta: ¿Quiénes son los que entonan dicho cántico? La respuesta a dicha pregunta parece ser ésta.
Los cantores son, evidentemente, una innumerable compañía de ángeles como en Apocalipsis 5:11 y 7:11, aunque su identidad permanece indefinida como en Apocalipsis 11:15; 12:10; 19:16. No incluye a los seres vivientes ni a los 24 ancianos. No pueden experimentar redención, pero están profundamente interesados en todo lo relacionado con la salvación del hombre (Lc. 15:7; Ef. 3:10; 1 P. 1:12), así que se unen en la alabanza del Cordero. La idea de que es teológicamente impropio que los ángeles canten de la salvación no es correcta, porque los seres vivientes y los ancianos cantan acerca de la redención en Apocalispsis 5:9-10.
Resumiendo. El coro que canta el nuevo cántico no parece estar compuesto de los redimidos. Tampoco sugiere el texto que los cantores sean los 144.000, puesto que ellos están en la tierra y el cántico procede del cielo. Ni tampoco parece correcto que los cantores sean los mártires de la tribulación. Lo más congruente es entender que los cantores son ángeles que entonan «algo así como un cántico nuevo». Ese cántico sólo lo pueden aprender los 144.000 sellados, quizá debido a la relación especial que guardan con el Cordero. Estos han sido «redimidos de entre los de la tierra». La expresión «fueron redimidos» es el participio perfecto, voz pasiva de agorádso, que significa «comprar», «redimir». El tiempo perfecto sugiere una acción completada con resultados permanentes. Los ciento cuarenta y cuatro mil son los «que fueron redimidos de entre los de la tierra» o, como afirma el versículo 4, «Estos fueron redimidos de entre los hombres como primicias para Dios y para el Cordero». El fundamento de la redención de los 144.000 es, incuestionablemente, la sangre del Cordero (Ap. 5:9), pero el hecho de que son «primicias para Dios y para el Cordero» sugiere que constituyen un grupo selecto tomado del amplio conjunto de los redimidos. Obsérvese que el coro canta «delante del trono», es decir, en la presencia de Dios y «delante de los cuatro seres vivientes, y de los ancianos», puesto que ambos grupos ocupan un lugar preeminente alrededor del trono (Ap. 4:4-6). En Apocalipsis 5:9, el cántico de alabanza al Cordero por su obra redentora es entonado por los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos. En Apocalipsis 14:2-3 quienes cantan son los ángeles que forman un gran círculo alrededor del trono celestial.
14:4, 5
«Estos son los que no se contaminaron con mujeres, pues son vírgenes. Estos son los que siguen al Cordero por dondequiera que va. Estos fueron redimidos de entre los hombres como primicias para Dios y para el Cordero; y en sus bocas no fue hallada mentira, pues son sin mancha delante del trono de Dios». Estos dos versículos contienen un claro reconocimiento de la dedicación a Dios y de la pureza de los 144.000 sellados. Obsérvese el uso enfático del pronombre demostrativo «estos» (houtoí). Dicho vocablo aparece tres veces en el versículo 4 al comienzo de cada frase y, por lo tanto, en una posición enfática. Los 144.000 son apartados y tenidos como dignos de alto honor por mantener un elevado estilo de vida en medio de la corrupción del ambiente religioso, social y cultural.
Los versículos 4 y 5 describen la vida de santidad llevada por los 144.000 durante los terribles días de la gran tribulación. El uso del tiempo presente «son» (eisin) sugiere la continuidad y constancia del testimonio de los mencionados siervos. Cuatro cosas significativas dice el texto respecto a la vida de los 144.000 sellados.
l. «Estos son los que no se contaminaron con mujeres, pues son vírgenes». El verbo «contaminaron» (emolyntheisan) es el aoristo indicativo, voz pasiva de molyno, que significa «manchar», «ensuciar», «contaminar». El tiempo aoristo contempla la totalidad de las vidas de los 144.000 sellados y afirma que en ellos no hubo mancha ni contaminación. El modo indicativo destaca la realidad de la acción del verbo. Tomada en su sentido llano la frase parece indicar que los 144.000 sellados son hombres que nunca contrajeron matrimonio. Hay expositores que prefieren tomar la frase en sentido figurado. Un autor afirma que «es improbable que la frase no se contaminaron se refiera meramente a relación sexual, ya que en ningún lugar de las Escrituras la relación sexual dentro del matrimonio constituye una contaminación pecaminosa (véase Heb. 13:4)». Quienes toman la frase en sentido figurado se apoyan en el hecho de que muchas veces en las Escrituras se usa la figura de la relación sexual para describir la existencia de la apostasía espiritual.
Una interpretación normal del texto, sin embargo, parece ser más apropiada. Los 144.000 viven durante los años más difíciles de la tribulación. Con toda seguridad tendrán que trasladarse de un sitio a otro con bastante frecuencia y, por lo tanto, ser solteros es mucho más conveniente para el cumplimiento del ministerio que desarrollarán.
La tribulación será un tiempo muy especial en la historia, que requiere un grado de dedicación especialmente alto. Pablo enseñó en 1 Corintios 7 lo deseable del estado de soltero, debido a la naturaleza de los tiempos (1 Cor. 7:26). El soltero está mejor capacitado para rendir un servicio sin distracción al Señor. De modo que en la futura gran tribulación, la virginidad será un requisito para ese grupo especial. El matrimonio es la norma para la vida cristiana durante los tiempos relativamente tranquilos, pero ese reino futuro de la bestia no será nada tranquilo para los fieles.
Evidentemente, los ciento cuarenta y cuatro mil sufrirán las peores persecuciones y los ataques más crueles decretados por el Anticristo. Es por eso que Dios escoge a hombres para dicha tarea y, al mismo tiempo, dichos siervos permanecen solteros. El motivo de esa decisión no es para exaltar el celibato por encima del matrimonio, sino a causa de las críticas circunstancias que tendrán lugar durante la gran tribulación.
Si bien es cierto que la frase «no se contaminaron con mujeres, pues son vírgenes» sugiere una condición espiritual, también es cierto que dicha condición puede muy bien hacerse patente en el hecho de que los 144.000 renuncian a una vida matrimonial con el fin de dedicarse al Señor en los tiempos difíciles de la tribulación escatológica. Es importante recordar que los 144.000 sellados son individuos escogidos por Dios. No representan a la totalidad de los redimidos de Israel, ni tampoco simbolizan la Iglesia como Cuerpo de Cristo. Los 144.000 son individuos salvados y usados por Dios. El servicio de dichos hombres alcanza mayor eficacia «porque son vírgenes» y, por lo tanto, pueden efectuar sus trabajos sin la responsabilidad de cuidar de una familia.
2. «Estos son los que siguen al Cordero por dondequiera que va». Esta frase expresa la lealtad constante de los 144.000 hacia el Cordero. A través de las pruebas y persecuciones de la gran tribulación esos siervos se caracterizarán por ser fieles seguidores del Mesías. Mientras que grandes multitudes se someterán a los dictámenes de la bestia y aceptarán llevar su emblema, los 144.000 seguirán al Cordero y le obedecerán con absoluta devoción. Ellos serán fieles discípulos de Cristo dispuestos a ofrendar sus vidas por el Cordero y por su causa.
3. «Estos fueron redimidos de entre los hombres como primicias para Dios y para el Cordero». El verbo «fueron redimidos» (eigorástheisan) es el aoristo indicativo, voz pasiva de agorádso, que significa «comprar en el mercado», «redimir». El aoristo contempla el acto mismo y el modo indicativo sugiere la realidad histórica de dicho acto. La expresión «de entre los hombres» es partitiva y, en este caso, no denota separación sino extracción. Los 144.000 sellados han sido extraídos de entre un grupo más amplio y son «primicias para Dios y para el Cordero». El sustantivo «primicias» (aparché) aparece en Romanos 16:5 y 1 Corintios 16:15 para señalar a los primeros convertidos a la fe cristiana en Acaya. También se usa en 1 Corintios 15:20, 23 con referencia a la resurrección de Cristo. Su resurrección es la garantía de todas las demás resurrecciones.
En la Septuaginta, versión griega del Antiguo Testamento, el vocablo aparché con frecuencia se usa para indicar una «contribución, ofrenda, que denota la donación de productos naturales o dinero dado a los sacerdotes y levitas para el culto (Éx. 25:2-9; Dt. 12:11, 17; 2 Cr. 31:10, 12, 14), que es similarmente entendido como una ofrenda de gratitud a Jehová. Si se observa cuidadosamente el ambiente del pasaje, no es difícil concluir que los 144.000 sellados son un grupo especial delante de Dios: (1) Han seguido al Cordero con constancia y fidelidad; (2) han «sido comprados de entre los hombres», es decir, han sido extraídos de un grupo mayor; y (3) han sido constituidos una ofrenda para Dios y para el Cordero. Los 144.000 son, por lo tanto, una ofrenda para Dios en el sentido de ser separados para Él y santificados (completamente consagrados) donde no hay añadidura posterior, porque las primicias constituyen el todo (Nm. 5:9; Dt. 18:4; 26:2; Jer. 2:3; Stg. 1:18).
4. «Y en sus bocas no fue hallada mentira, pues son sin mancha delante de Dios». La cuarta cualidad de los 144.000 sellados es su veracidad. Son verdaderos imitadores del Cordero (Is. 53:9). Como fieles profetas, hablarán siempre la verdad (Zac. 13:3) y, como parte del remanente fiel no se hallará en ellos lengua engañosa (Sof. 3:13). A pesar de que vivirán en medio de la apostasía, el engaño y la infidelidad, los 144.000 sellados mantienen una pureza inmaculada que honra y glorifica a Dios. El verbo (precedido por la partícula negativa) está en el aoristo indicativo, voz pasiva: «No fue hallada falsedad» (ouch heuréthei pseúdos). Esta frase sugiere que habrá quienes intentarán encontrar mentira o falsedad en ellos, pero su búsqueda será infructuosa, puesto que los 144.000 serán sin mancha o culpa. Nadie podrá imputarles delito o fraude de clase alguna. Tanto su hablar como su actuar serán irreprochables (véase Fil. 2:15).
14:6, 7
«Vi volar por en medio del cielo a otro ángel, que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los moradores de la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo, diciendo a gran voz: Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado; y adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas».
Como se ha observado repetidas veces, el ministerio de los ángeles es sobresaliente en el Apocalipsis. Dios los usa como mensajeros celestiales, conductores de alabanzas solemnes, ejecutores de juicios, ejércitos para luchar contra Satanás y sus huestes y, finalmente, para advertir a los hombres del juicio inminente. Una mejor sintaxis de la primera parte del versículo podría ser: «Y vi a otro ángel volando en medio del cielo...». El ángel que Juan vio era de la misma clase que los anteriores. Lo clasifica como «otro ángel» en el sentido de que es diferente de los que hasta ese momento han actuado. La expresión «en medio del cielo» significa que el anuncio que está a punto de hacer va dirigido a la mayor audiencia posible con el fin de que todos lo escuchen.
«Que tenía el evangelio eterno», es decir, «teniendo [algo cuya característica es] buena noticia eterna». El verbo «tenía» (échonta) es el participio presente, voz activa de écho, usado con función de gerundio. Este verbo significa «tener», «sostener en firmeza» y aquí debe traducirse propiamente «teniendo». El ángel tiene en su posesión algo que se caracteriza por ser «evangelio eterno». Es el anuncio que tiene vigencia eterna y que debe ser observado u obedecido por todas las criaturas.
«Para predicarlo a los moradores de la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo», es decir, «para evangelizar a los que están sentados sobre la tierra». El propósito del ser angelical es proclamar a los hombres que han sobrevivido los embates de la tribulación la verdad eterna del reconocimiento de la soberanía de Dios y del hecho de que sólo Él es digno de ser adorado y glorificado. La frase «a toda nación, tribu, lengua y pueblo» es epexegética, es decir, amplía el significado de la expresión «los moradores de la tierra». ¡Nadie quedará sin oír la proclamación del ángel!
Obsérvese los tres verbos que aparecen en el versículo 7, tocante a la proclamación del ángel: «Temed», «dad» y «adorad». Estos tres verbos están en el modo imperativo y en el tiempo aoristo. El aoristo imperativo sugiere un mandato urgente. Evidentemente, el evangelio proclamado por el ángel no es una invitación a creer sino un llamado urgente a temer a Dios, darle gloria y adorarlo debido al carácter inminente del juicio divino. Debe notarse que los imperativos «temed a Dios» y «dadle gloria» tienen como razón el hecho de que «la hora de su juicio ha llegado». El verbo «ha llegado» es un aoristo dramático que sugiere una acción que está a punto de realizarse: «La hora de su juicio está a punto de llegar». La expresión «la hora de su juicio» se refiere a un tiempo específico (véase Ap. 6:17). Esta es la última oportunidad para los hombres para cambiar su fidelidad al mundo por fidelidad al Dios del cielo.
El tercer imperativo es un llamado a adorar a Dios porque es el Creador de todas las cosas. El Creador es el soberano sobre su creación y, por lo tanto, el dueño absoluto de todas las cosas. La humanidad ha estado en rebeldía contra Dios. Los hombres han adorado «a las criaturas antes que al Creador» (Ro. 1:25). Los humanistas y racionalistas han atribuido la existencia del universo a causas fortuitas y han negado la misma existencia de Dios. Ahora, en la consumación de los siglos, los hombres son llamados a reconocer y adorar al Soberano Creador del cielo y tierra (Hch. 14:15-17).
14:8
«Otro ángel le siguió, diciendo: Ha caído, ha caído Babilonia, la gran ciudad, porque ha hecho beber a todas las naciones del vino del furor de su fornicación».
Otro ángel de la misma clase que el anterior realiza el dramático anuncio de la caída de Babilonia. Las referencias a Babilonia son abundantísimas a través de las Escrituras. La Babilonia de tiempos remotos fue fundada por Nimrod (Gn. 10:9, 10). Allí se estableció un centro de idolatría y de desafío a la soberanía de Dios. A través de la historia bíblica, Babilonia es contemplada como una ciudad, un reino y un sistema mundial de corrupción e idolatría. En el Antiguo Testamento, Babilonia aparece como el más formidable enemigo del pueblo de Dios (véanse Is. 21:9; Jer. 50:2; 51:1-9, 24). Muchos expositores entienden que Babilonia es, en realidad, una referencia a Roma. Un expositor de esta escuela dice:
«La antigua ciudad mesopotámica de Babilonia se había convertido en la capital política y religiosa de un imperio mundial, notoria por su opulencia y su corrupción moral. Sobre todo era el gran enemigo del pueblo de Dios. Para la iglesia primitiva, la ciudad de Roma era una Babilonia contemporánea».
Nada podría estar más lejos de la verdad. Más congruente con el ambiente del Apocalipsis es entender el significado de Babilonia en su sentido normal, literal natural. Es decir, la referencia es a la ciudad de Babilonia situada junto al Éufrates. Allí nació y se desarrolló un sistema político, económico y religioso totalmente contrario a Dios y por esa causa Dios derramará su ira contra la Babilonia escatólogica (sí, Babilonia será reconstruida, revivida, para así sufrir su última y eterna destrucción en los tiempos del fin). El apóstol Juan anticipa en Apocalipsis 14:8 la caída de Babilonia. Posteriormente, en el capítulo 18, describe con lujo de detalles la manera como Dios juzgará dicha ciudad.
La repetición del verbo «ha caído, ha caído» (épesen, épesen) sugiere el carácter inminente de la destrucción de Babilonia. El aoristo indicativo señala la realidad del acontecimiento. El juicio divino sobre Babilonia se contempla como algo seguro. El vocablo «porque» no aparece en el texto griego. La frase dice, literalmente: «Quien ha hecho beber del vino de la ira de su fornicación a todas las naciones». La declaración sugiere la intoxicante influencia de los vicios de Babilonia sobre las naciones de la tierra (véase Jer. 51:7-9). El poder malvado de Babilonia afecta a todas las naciones de la tierra. Dicha maligna influencia provoca el derramamiento de la ira de Dios y, al final de la gran tribulación, la destrucción tanto de la ciudad como del sistema (religioso, político y económico) representado por Babilonia. Dios dará a Babilonia su justa retribución por haber actuado como un agente anti-Dios en el mundo (véase Ap. 18:1-6).
14:9, 10
«Y el tercer ángel los siguió, diciendo a gran voz: Si alguno adora a la bestia y a su imagen, y recibe la marca en su frente o en su mano, él también beberá del vino de la ira de Dios, que ha sido vaciado puro en el cáliz de su ira; y será atormentado con fuego y azufre delante de los santos ángeles y del Cordero».
La proclamación del tercer ángel es una solemne advertencia a los hombres tocante a las consecuencias de adorar a la bestia y a su imagen (véase Ap. 13:13-17). Durante la gran tribulación, el Anticristo exigirá que los moradores de la tierra le rindan culto divino. A través del tercer ángel, sin embargo, Dios anuncia que quienes se sometan a la voluntad de la bestia serán objetos de su ira. La meta de la advertencia es infundir temor en los potenciales adoradores de la bestia para que crean y motivar a los creyentes a que permanezcan fieles.
La expresión «a gran voz» sugiere que la proclamación del ángel va dirigida a todos los habitantes de la tierra que tienen la capacidad de escuchar el anuncio. Sin duda, un mensaje tan importante debe ser oído por todos. Recuérdese que el primero de los ángeles proclama el evangelio eterno, diciendo: «Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado; y adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra...». Por su parte, el Anticristo o falso profeta llama a los moradores de la tierra para que se sometan al imperio anticristiano representado por la bestia que sube del mar (Ap. 13:1). De modo que los habitantes de la tierra tienen que decidir a quién deben adorar. Negarse a adorar a la bestia les acarrea sufrimientos físicos y la imposibilidad de «comprar» y «vender» si no llevan su marca (Ap. 13:17). Por otro lado, los adoradores de la bestia serán objeto de la misma clase de juicio divino que será derramado sobre el Anticristo. Los sufrimientos que resultan de no adorar al Anticristo son relativamente insignificantes comparados con los que sobrevendrán sobre quienes se niegan a adorar a Dios y darle gloria.
La advertencia divina es rigurosa: «Si alguno adora a la bestia y a su imagen, y recibe la marca en su frente o en su mano, él también beberá del vino de la ira de Dios». Cualquier persona que se someta a la voluntad de la bestia, rinda culto a su imagen y se deje sellar con la marca del Anticristo sufrirá consecuencias devastadoras. La frase «él también beberá del vino de la ira de Dios» es enfática. Literalmente dice: «Esa misma persona también beberá del vino de la ira de Dios». El individuo que rechaza a Dios y se rinde a la bestia, ese mismo, será objeto de la ira de Dios.
Uno no puede beber una copa y no la otra, porque ambas están relacionadas; la consecuencia de beber la copa de Babilonia es la necesidad ineludible de recibir la del Señor (véase Ap. 16:19). Debe observarse los dos verbos utilizados en el versículo 10. Ambos están en el futuro de indicativo («beberá» y «será atormentado») y constituyen el vaticinio del juicio divino sobre los adoradores de la bestia. El texto destaca, además, el hecho de que el vino de la ira de Dios «ha sido vaciado puro». Antiguamente se acostumbraba diluir el vino con agua para suavizar sus efectos. La figura utilizada aquí destaca el hecho de que los adoradores de la bestia serán objeto del juicio de Dios en toda su fuerza. El juicio escatológico se efectuará sin ninguna misericordia ni gracia. Esta es una manera veterotestamentaria de describir lo terrible del juicio futuro de Dios (Sal. 75:8; Jer. 25:25).
El adorador de la bestia será atormentado «con fuego y azufre», es decir, con un juicio similar al que tuvo lugar en la destrucción de Sodoma y Gomorra (véanse Gn. 19:28; Lc. 17:28-30). Dicho juicio tendrá lugar «delante de los santos ángeles y del Cordero». Debe recordarse que en Apocalipsis 5:7 el Cordero recibe el rollo de los juicios de la tribulación «de la mano derecha del que estaba sentado en el trono», simbolizando el hecho de que todos los juicios de ese período serán ejecutados por el Cordero. Los santos ángeles serán los asistentes del Cordero en la ejecución de dichos juicios. El santo entorno de los santos ángeles y del Cordero amplía la miseria del castigo de los malignos, tal como la persecución pública de los fieles en la presencia de sus semejantes aumentó la humillación (véase Lc. 12:8, 9). Debe recordarse, también, que la proclamación de este juicio es anticipado y está relacionado con la venida de Cristo a la tierra. El juicio final tendrá lugar después del reinado glorioso del Mesías (Ap. 20:11-15). El anuncio del juicio en Apocalipsis 14:10 tiene por finalidad dejar a los hombres sin argumento alguno y llevarlos a la comprensión de las eternas consecuencias que se derivan de negar a Cristo, rehusar poner su fe en Él y entregarse a la adoración de la bestia.
14:11
«Y el humo de su tormento sube por los siglos de los siglos. Y no tienen reposo de día ni de noche los que adoran a la bestia y a su imagen, ni nadie que reciba la marca de su nombre». El castigo de los rebeldes que han rechazado a Dios y han adorado a la bestia se describe en este versículo. El texto enseña que «su tormento» no es un hecho momentáneo sino que tiene lugar «por los siglos de los siglos». La frase «y no tienen reposo de día ni de noche» refuerza el carácter eterno y continuo del castigo infligido a los inicuos. El pasaje dice con toda claridad quiénes serán objetos de los juicios divinos antes mencionados. Concretamente, serán los adoradores de la bestia y su imagen, identificados por el hecho de que reciben la marca o sello del Anticristo en la frente o en la mano derecha.
Aunque el apóstol Juan utiliza un lenguaje evidentemente metafórico para describir los juicios divinos sobre los inicuos, dichos juicios deben entenderse como sucesos reales. El apóstol no se refiere a sucesos ficticios ni a meras cuestiones poéticas. La Biblia advierte con mucha frecuencia que Dios ha de juzgar a los rebeldes e inicuos entre los hombres (Hech. 17:30-31; Ro. 2:16; 2 Ts. 1:6-10). Quienes rechazan el amor y la gracia de Dios manifestados a través de Jesucristo tendrán que soportar los tormentos del juicio del Soberano Señor de la Creación. Sólo aquellos que se acogen a la misericordia de Dios y se refugian en Jesucristo serán librados de la condenación eterna (Ro. 8:1). ¡La diferencia entre la vida y la muerte es Jesucristo!
14:12
«Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús». Después de declarar cuál será la suerte de los adoradores de la bestia, el apóstol intercala unas palabras de ánimo para los seguidores del Cordero. La bestia atemorizará a los habitantes de la tierra e intentará por todos los medios conseguir que todos se sometan a su autoridad. Es probable que haya un número de los santos que se sientan tentados a someterse a la autoridad del Anticristo para proteger sus vidas.
El apóstol Juan hace un llamado a los santos para mantenerse firmes y leales al Señor en medio de las persecuciones ordenadas por el Anticristo. El sustantivo «paciencia» (hypomonei) significa «resistencia», «aguante». La idea contenida en dicho vocablo es la de permanecer firme sin claudicar en medio de la prueba. «Los santos» (tón hagíón) de la tribulación serán perseguidos y maltratados por los agentes de la bestia. Es probable que algunos de ellos se sientan tentados a abandonar la fe en el Cordero a causa de la pesada carga de la prueba. Esos creyentes necesitarán «paciencia», es decir, la capacidad para resistir sin abandonar la lucha contra las fuerzas del mal.
La «paciencia» de los santos se pone de manifiesto en la constancia para guardar tanto los mandamientos de Dios como la fe en Jesús. La expresión «los que guardan» (hoi teirountes) es el participio presente, voz activa de teiréo, que significa «guardar», «observar». El participio presente sugiere una acción continua. Los santos constantemente guardan los mandamientos de Dios y la fe en el Cordero. Es ahí, precisamente, donde se pone de manifiesto la paciencia de los santos, puesto que la bestia exige que guarden sus mandamientos y adoren a su persona. La ira del dragón se encenderá contra quienes obedecen los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo (véase Ap. 12:17). Los siervos de Dios podrán vencer la tentación de claudicar y hacer frente a los ataques del maligno mediante «la fe de Jesús» y el testimonio de la fidelidad a los mandamientos de Dios. El hecho de que los santos de la tribulación pasarán por pruebas difíciles fue profetizado por Cristo (véase Mt. 24:9). La fe en Jesús y la confianza en las promesas de Dios serán los pilares de apoyo de los santos.
14:13
«Oí una voz que desde el cielo me decía: Escribe: Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen». La expresión «una voz del cielo» aparece varias veces en el Apocalipsis (véase Ap. 10:4, 8; 11:12; 14:2: 18:4; 21:3). Dicha voz podría ser una comunicación directa de parte de Dios, sin la utilización de un intermediario angelical. La voz del cielo ordena a Juan escribir una de las siete bienaventuranzas mencionadas en el Apocalipsis (véase Ap. 1:3, 16:15; 19:9; 20:6; 22:7, 14). El vocablo «bienaventurados» (makárioi) es el mismo usado por el Señor en Mateo 5. Dicho término significa «más que feliz». El énfasis en este entorno asegura un futuro galardón por la obediencia presente a Dios. La mencionada bienaventuranza proclama como benditos a quienes experimentan la muerte en un estado de unión espiritual con Jesucristo.
«Los muertos que mueren en el Señor» es una referencia a los mártires de la gran tribulación. Su muerte se debe a que se niegan a someterse a la autoridad del Anticristo. Mueren en la fe, su lealtad al Señor es la causa de su muerte. No amaron sus vidas, sino que la menospreciaron hasta la muerte (Ap. 12:11). Con su promoción a una vida superior, el número de los mártires aludidos en Ap. 6:11 es completado. La sintaxis del versículo en la Reina-Valera 1960 no se corresponde con la del texto griego. Sería mejor la siguiente lectura: «Bienaventurados los muertos que mueren en el Señor de aquí en adelante...»
La referencia es, sin duda, a los que mueren debido a la persecución decretada por el Anticristo. Es decir, tiene que ver con los acontecimientos escatológicos que tienen lugar en la gran tribulación. «Sí, dice el Espíritu» (nai, légei to pneuma). Esta frase confirma el hecho de que la declaración hecha desde el cielo proviene del Espíritu Santo. La Persona del Espíritu Santo ha dado fortaleza a los santos para resistir hasta la muerte sin claudicar de su fe. La frase «descansarán de sus trabajos» podría traducirse: «Porque descansarán de sus trabajos».
Los trabajos de los que descansan no son las actividades normales, sino las luchas que han sobrevenido a causa de la firmeza de la fe. Su trabajo supremo es la fidelidad hasta la muerte. Son bendecidos porque sus obras le siguen. Dios no olvidará todo lo que han padecido por la lealtad a la fe. Los siervos de Dios serán perseguidos de manera inmisericorde por la bestia. Llenos de la fortaleza que el Espíritu Santo les dará, resistirán hasta la muerte. Sus obras les seguirán en el sentido de que Dios recompensará su fidelidad. Los santos descansarán de sus trabajos y de sus tribulaciones porque entrarán en el reino del Señor, a quien sirvieron con toda fidelidad. Aquí está, entonces, la tranquilidad de los santos. No importa cuánto sufran, su paz es segura. Incapaces de vivir, la muerte es su bendición. El cielo lo dice. El Espíritu lo confirma. Los apóstoles de Dios lo han escrito. Y de esto emana la consolación.
Los santos sufrirán la muerte física, pero entrarán en el reino eterno y disfrutarán de la perfecta paz. Los perseguidores de los santos, por el contrario, sufrirán el castigo eterno y la justa retribución que recibirán todos los que rechazan la gracia de Dios a través de Jesucristo.
14:14
«Miré, y he aquí una nube blanca; y sobre la nube uno sentado semejante al Hijo del Hombre, que tenía en la cabeza una corona de oro, y en la mano una hoz aguda». Haciendo uso de su fórmula habitual, el apóstol Juan presenta una nueva escena con la frase: «Miré, y he aquí... » Lo primero que Juan ve es «una nube blanca». La escena, sin duda, señala a Daniel 7:13,14, donde el profeta contempla la visión de la venida del Mesías a la tierra. El mismo Señor Jesucristo profetizó su segunda venida en términos similares a los que aparecen en Daniel 7:13 (véase Mt. 24:30; 26:64).
En segundo lugar, dice Juan: «Y sobre la nube uno sentado semejante al Hijo del Hombre». La expresión «Hijo del Hombre» no va acompañada del artículo determinado en el texto griego. Juan vio sentado sobre la nube a un ser cuyas características eran tales que él lo identifica como semejante a «Hijo del Hombre». El título «Hijo del Hombre» es dado a Cristo en el Nuevo Testamento en su relación con la humanidad. Como «Hijo del Hombre», tal como lo presentan los evangelios, Cristo sufre en la cruz, viene a la tierra por segunda vez y tiene toda potestad para juzgar al mundo (véanse Lc. 19:10; Mt. 25:30; Jn. 5:25-27). Algunos expositores interpretan que el personaje referido como «Hijo del Hombre» es un ángel.
Quienes interpretan que se refieren a un ángel se basan en el hecho de que el «Hijo del Hombre» recibe un mandado de parte de «otro ángel» (v. 15), algo que sería impropio si «Hijo del Hombre» fuese Cristo. Por supuesto que el Mesías no recibe órdenes de un ángel. El verbo en el modo imperativo («mete tu hoz») no tiene que ser un mandato. El modo imperativo también expresa ruego. El Mesías no responde a la autoridad angelical para meter su hoz, sino que recibe notificación divina a través del ángel de que el tiempo adecuado para hacerlo ha llegado.
«Que tenía en la cabeza una corona de oro, y en la mano una hoz aguda». Esta frase es una descripción propia del Mesías. El Cristo glorioso aparece en su carácter real de vencedor como Rey-Mesías quien viene para ocupar su trono como el heredero legal de David. Él cumplirá los objetivos divinos expresados en el Salmo 8:6: «Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos; todo lo pusiste debajo de sus pies». El propósito divino de que el reino de Dios se manifieste en el tiempo y en la historia se cumplirá a cabalidad. El Rey-Mesías, como el postrer Adán, regirá a las naciones con vara de hierro (Ap. 19:15). Los hombres colocaron sobre su cabeza una corona de espinas y le condenaron a morir en la cruz. Cuando venga por segunda vez, exhibirá en su cabeza muchas diademas como el victorioso soberano sobre todos sus enemigos.
La frase «y en la mano una hoz aguda» destaca el hecho de que el «Hijo del Hombre» viene preparado para cosechar a los suyos (léase arrebatar y resucitar). El apóstol Pablo advirtió a los atenienses que Dios «ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos» (Hch. 17:31). La expresión «hoz aguda» (drépanon oxy) significa «hoz afilada», lista para efectuar la siega. El «Hijo del Hombre» que fue juzgado por los hombres (Hch. 4:27) está preparado para juzgar a la humanidad que se ha negado a acogerse a la oferta de su gracia, pero antes de hacerlo quitará a los suyos de la tierra.
14:15
«Y del templo salió otro ángel, clamando a gran voz al que estaba sentado sobre la nube: Mete tu hoz, y siega; porque la hora de segar ha llegado, pues la mies de la tierra está madura». El «templo» (tou nao) tiene que ser el templo celestial. El ángel mencionado en este versículo es «otro» (állos) de la misma clase que el mencionado en el versículo 9. Estos ángeles están efectuando las tareas que les han sido asignadas con relación a la tierra. El Dios Soberano ha entregado la administración del mundo presente en manos de ángeles (véase Heb. 1:14; 2:5). El ángel que clama a gran voz no está dando una orden al Hijo del Hombre, sino que está transmitiendo el mensaje del Padre celestial al Cordero tocante al hecho de que la hora de la cosecha ha llegado.
La frase: «Mete tu hoz, y siega», literalmente significa: «Manda tu hoz y siega». Ambos verbos («manda» y «siega») son aoristos imperativos y sugieren urgencia: «Manda de inmediato tu hoz y comienza la siega de inmediato». La urgencia manifestada en la frase anterior es reforzada por la cláusula siguiente: «Porque la hora de segar ha llegado, pues la mies de la tierra está madura». Esta cláusula es enfática. El verbo «ha llegado» (eilthen) es el aoristo indicativo de érchomai y aparece al comienzo de la oración. «Segar» (therísaí) es el aoristo infinitivo de therídso. Ambos verbos apuntan a un acontecimiento concreto. El texto, literalmente, dice: «Porque llegó la hora de segar». La segunda parte de la cláusula dice: «Pues la mies de la tierra está madura». El verbo «está madura» (exeiránthei) es el aoristo indicativo, voz pasiva de xeiraino, que significa «madurar», «secar». En este contexto significa estar lista para la siega. El Juez de la tierra contempla el escenario donde la vida humana se desarrolla y lo considera como un gran campo sembrado de granos que ya está listo para la cosecha. Cristo dijo a sus discípulos: «¿No decís vosotros: Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega? He aquí os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega» (Jn. 4:35).
14:16
«Y el que estaba sentado sobre la nube metió su hoz en la tierra, y la tierra fue segada». ¿Qué es lo que se nos muestra en esta visión: que la consumación del juicio de Dios sobre los habitantes de la tierra se realiza, o es un cuadro del arrebatamiento de los santos?
El Señor introduce la figura de la hoz en Marcos 4:29, en la parábola del crecimiento de la semilla: «Decía además: Así es el reino de Dios, como cuando un hombre echa semilla en la tierra; y duerme y se levanta, de noche y de día, y la semilla brota y crece sin que él sepa cómo. Porque de suyo lleva fruto la tierra, primero hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga; y cuando el fruto está maduro, en seguida se mete la hoz, porque la siega ha llegado». En esta parábola, el hombre que «echa la semilla en la tierra» es el mismo que oportunamente «mete la hoz» y cosecha el trigo—el Señor Jesucristo, el «Hijo del Hombre» de Apocalipsis 14:14-16.
Este es un cuadro del arrebatamiento de los santos. La idea es reforzada por el cuadro siguiente (Ap. 14:17-20) donde vemos a un ángel ejecutando juicio sobre los moradores de la tierra. La secuencia de los eventos es la misma descrita en Mateo 13:38-41, donde se nos describe la parábola del trigo y la cizaña. En dicha parábola el «hombre que sembró buena semilla en su campo» dice: «Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré a los segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero» (Mt. 13:30). Nótese que los ángeles primero atan la cizaña para quemarla. Este acto de atar la cizaña corresponde a la recepción de la marca del Anticristo. Todos los que reciban el 666 han sido atados a su destino final. Luego, en la parábola, los ángeles recogen el trigo en el granero. Este acto corresponde a Mateo 24:31, donde el Señor envia a sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntan a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro. Una vez efectuado el arrebatamiento (y resurrección) de los santos, la cizaña que fue atada y dejada en la tierra es quemada por el juicio divino.
Este cuadro del arrebatamiento aparece aquí a manera de contraste, para resaltar la misericordia del Señor hacia sus escogidos con la severidad de su juicio contra sus enemigos.
El verbo «metió» significa, literalmente, «lanzó». La hoz fue lanzada sobre la tierra «y la tierra fue segada». Obsérvese la repetición del sustantivo «la tierra». Aparece en el versículo 15 y dos veces en el 16. El énfasis claramente está en el hecho de que el acto realizado aquí tiene que ver particularmente con el hecho de que los santos de Dios («la mies») aún están en la tierra. El evento describe, como ya dijimos, el arrebatamiento (y la resurrección) de los santos de Dios realizado por el Señor mismo («Hijo del Hombre»).
14:17
«Salió otro ángel del templo que está en el cielo, teniendo también una hoz aguda». Se ha observado con anterioridad la existencia de una gran actividad angelical con relación a los juicios divinos sobre la tierra. Eso se debe al hecho de que los ángeles son administradores de la tierra por voluntad soberana de Dios. El ángel mencionado en el versículo 17, al igual que el del versículo 15, sale del templo celestial. A semejanza del Hijo del Hombre, este ángel tiene también una hoz aguda o afilada. La «hoz aguda», en este caso, es simbólica de la severidad del juicio que será ejecutado por el ángel. El tiempo ha llegado para juzgar a los corruptores de la tierra. Aunque la escena es de juicio y destrucción, debe observarse que el ángel sale «del templo que está en el cielo». Eso significa que va a actuar con la santidad y la justicia que emanan del mismo trono de Dios.
14:18
«Y salió del altar otro ángel, que tenía poder sobre el fuego, y llamó a gran voz al que tenía la hoz aguda, diciendo: Mete tu hoz aguda, y vendimia los racimos de la tierra, porque sus uvas están maduras». El tiempo de la vendimia judicial ha llegado y otro ángel «salió del altar» para anunciar el inminente juicio de los rebeldes. Juan dice que este ángel «tenía poder sobre el fuego». El verbo «tenía» en el texto griego es el gerundio del verbo «tener». El gerundio sugiere una acción continua con función de presente. Literalmente dice: «Teniendo autoridad sobre el fuego». El fuego es un símbolo del juicio que está a punto de ejecutarse.
La expresión «y llamó a gran voz» expresa el dramático momento en que el ángel que sale del altar comunica al ángel de la hoz aguda (v. 17) que la hora del juicio ha llegado. El ángel da dos mandamientos: «Mete» (pémpson), es decir, «envía» y «vendimia» (trygeison), es decir, «recoge la uva madura». La frase «los racimos de la tierra» en este contexto se refiere a la humanidad rebelde y enemiga de Dios en los tiempos escatológicos.
«Porque sus uvas están maduras». Esta es la explicación del por qué la vendimia ha llegado. El verbo «están maduras» (éikmasan) es el aoristo indicativo, voz activa de akrnádso, que significa «estar maduro», «estar en su punto culminante». Las uvas representan a la humanidad cuya maldad ha llegado a su colmo y, como uvas, está en el grado de máxima madurez para ser objeto del juicio divino.
14:19, 20
«Y el ángel arrojó su hoz en la tierra, y vendimió la viña de la tierra, y echó las uvas en el gran lagar de la ira de Dios. Y fue pisado el lagar fuera de la ciudad, y del lagar salió sangre hasta los frenos de los caballos, por mil seiscientos estadios».
En obediencia a la orden del ángel mencionado en el versículo 18, el «otro ángel» que sale del templo arroja su hoz hacia (eis) la tierra. La tierra es considerada como una gran viña, y los habitantes de la tierra que se han rebelado contra Dios son representados por las uvas de dicha viña. Las uvas están en racimos (staphylai) que han llegado a su plena madurez y que están más que preparadas para la vendimia. Los verbos «arrojó» (ébalen) y «vendimió» (etrygeisen) son aoristos de indicativo. Ambos son usados prolépticamente, es decir, son aoristos proféticos. Aunque las acciones de dichos verbos son futuras, Juan considera que su cumplimiento es rigurosamente cierto y las da por realizadas. La imagen literaria de la viña es el cumplimiento de Joel 3:13, donde dice: «Echad la hoz, porque la mies está ya madura. Venid, descended, porque el lagar está lleno, rebosan las cubas; porque mucha es la maldad de ellos» (compárese con Isaías 63:1-6).
«El lagar» (téin leinon) es el sitio donde antiguamente la uva era echada para ser exprimida con los pies. El apóstol Juan describe aquí la ejecución del juicio de Dios sobre los hombres malvados y «el lagar» es el sitio donde la ira de Dios será derramada sobre los inicuos. La frase «el gran lagar de la ira de Dios» denota el juicio de Dios sobre el mundo rebelde que ha rechazado al Mesías y ha ido en pos del Anticristo.
El versículo 20 describe una escena escalofriante que, sin duda, describe la severidad del juicio de Dios sobre los rebeldes. El verbo «fue pisado» (epatéithei) es el aoristo indicativo, voz pasiva de patéo, que significa «pisar», «aplastar con los pies» . El sustantivo «lagar» es una figura literaria (metonimia), que representa el contenido, es decir, las uvas que son pisadas. En tiempos bíblicos las uvas eran pisoteadas en un recipiente que tenía un conducto que desembocaba en una vasija donde se recogía el jugo de la vid. La figura del lagar es una elocuente descripción del juicio divino (véanse Is. 63:3; Lam. 1:15; Ap. 19:15).
La expresión «fuera de la ciudad» se refiere a un lugar concreto como sugiere el uso del artículo determinado (teis). La ciudad aludida no podría ser otra sino la ciudad de Jerusalén. El Antiguo Testamento predice que la batalla final tendrá lugar cerca de allí, en el valle de Josafat que tradicionalmente está situado en el área del valle de Cedrón, situado en las afueras de Jerusalén (Jl. 3:12-14: Zac. 14:4).
«Y del lagar salió sangre hasta los frenos de los caballos, por mil seiscientos estadios». Esta dramática frase pone de manifiesto la contundencia del juicio de Dios. La mera lectura de dicha frase produce un vuelco del corazón y deja perplejo a cualquier lector. El día terrible del Soberano del universo tendrá las consecuencias tremendas. «Porque he aquí, viene el día ardiente como un horno, y todos los soberbios y todos los que hacen maldad serán estopa; aquel día que vendrá y los abrasará, ha dicho Jehová de los ejércitos, y no les dejará ni raíz ni rama» (Mal. 4:1). La sangre de los que mueren como consecuencia del juicio divino desborda un área designada como de «mil seiscientos estadios», es decir, aproximadamente unos 320 kilómetros. Es importante reiterar que los hombres objetos del juicio de Dios han rechazado la gracia y el amor del Soberano Señor del universo. La paciencia de Dios habrá llegado a su fin. La consumación de la ira de Dios tendrá lugar. El Mesías vendrá con poder y gloria en cumplimiento de la promesa de Dios. Él traerá la liberación definitiva para los suyos y la justa retribución para quienes han rechazado la oferta de su amor (véase Is. 35:4).
Resumen y Conclusión
El capítulo 14 del Apocalipsis puede dividirse en tres partes: (1) La visión del Cordero acompañado de los 144.000 siervos, sellados para un ministerio especial durante el período de la gran tribulación (Ap. 14:1-5); (2) la visión de la proclamación del evangelio ererno y el anuncio del juicio sobre Babilonia y todo lo que ella arrastra (Ap. 14: 6-13); y (3) la visión de la siega y la vendimia judicial de los postreros tiempos (Ap. 14: 14-20). Hay, primero, una siega de la mies que representa el arrebatamiento (y resurrección) de los santos de Dios. También aparece el cuadro judicial ilustrado mediante la figura de la vendimia. Las uvas del juicio están en su grado óptimo de madurez y son arrojadas en el lagar de la ira de Dios (Ap. 14:18-20). Las uvas representan a los perdidos seguidores de la bestia.
Los 144.000 del capitulo 14 son, sin duda, los mismos del capítulo 7. Estos han sido escogidos por Dios de entre los habitantes de la tierra durante los años de la tribulación, después que la Iglesia haya sido arrebatada. Los 144.000 serán perseguidos por decreto del Anticristo. En Apocalipsis 14:12, 13 hay palabras de estímulo para los mártires y una exhortación a permanecer fieles incluso frente a la muerte.
Quienes se sometan a la voluntad de la bestia podrán salvar sus vidas físicas, pero tendrán que enfrentarse al juicio de Dios y beberán «del vino de la ira de Dios» en su pureza más absoluta. Salvarán sus vidas temporales, pero sufrirán el castigo eterno (Ap. 14:9-11). Los escogidos de Dios, por el contrario, podrán perder sus vidas físicas y sufrir el tormento de las persecuciones de la bestia, pero pasarán a la vida eterna y serán ricamente recompensados en la presencia del Señor (Ap. 14:12, 13).
El tercer párrafo de Apocalipsis 14 presenta un cuadro del juicio que el Mesías ejecutará cuando venga por segunda vez a la tierra. El Mesías vendrá con poder y gloria, coronado con una corona de oro. Viene como guerrero divino para derrotar a sus enemigos y juzgar a los rebeldes e inicuos, y a través del uso de dos metáforas («la mies» y «las uvas»), el texto describe el acto judicial de Dios contrastándolo con el acto de misericordia mostrado hacia sus santos por medio del arrebatamiento previamente efectuado. Las frases «...la mies de la tierra está madura» y «sus uvas están maduras» ponen de manifiesto el contraste que existe entre los santos de Dios y los habitantes de la tierra han llegado al colmo de la maldad. La única semejanza que existe entre «la mies» y «las uvas» es que ambas están maduras y, por lo tanto, listas para ser cosechadas.
Concluyendo. Hay dos acciones similares en Apocalipsis 14:14-20. Sólo la primera es llamada siega (cosecha). Los versículos del 14 al 16 describen la cosecha de la tierra, mientras que los versículos del 17 al 20 describen la vendimia de la tierra. Ambas contrastan; la última ilustra el juicio divino sobre los seguidores de la bestia, la primera ilustra el arrebatamiento de los santos de Dios. Usando una parábola diferente, el Señor había dicho, «la siega es el fin del siglo» (Mt. 13:39). El trigo y la cizaña son separados en el fin del siglo. Esta separación la realiza el Hijo del hombre enviando a Sus ángeles para que reúnan a los santos del reino de su Padre (Mt. 13:41-43). Téngase en cuenta que los ángeles están asociados con la cizaña en la parábola de Mateo (13:40-42). Similarmente en el versículo 49 de Mateo 13 se ve a los ángeles separando a los malvados de los santos. En Apocalipsis 14:17-20 el ángel se asocia con la vendimia en el juicio, pero el Hijo del hombre con la cosecha o siega. La primera hoz y la cosecha se relacionan con hombres de fe en la tierra al final de la gran tribulación. La segunda hoz y la vendimia se relacionan con hombres incrédulos de la tierra y con la batalla de Armagedón. La paciencia de Dios se ha agotado y la oferta de su gracia ha sido rechazada. El Mesías se presenta a la humanidad no como el Salvador, sino como el Juez de los hombres.
El capítulo 14 es una descripción de la victoria del Cordero y sus seguidores. Este trozo del Apocalipsis presenta una triple división que, en el texto griego, comienza con la expresión kai eidon: (1) «Después miré... » (Ap. 14:1-5); (2) «vi...» (Ap. 14:6-13); y (3) «miré...» (Ap. 14:14-20). En primer lugar, Juan contempla al Cordero victorioso rodeado de los 144.000 que, sin duda, son los mismos que fueron sellados en el capítulo 7. En segundo lugar, el apóstol escucha cuatro anuncios sobresalientes relacionados con la consumación del plan de Dios para los habitantes de la tierra. Finalmente, el autor ve la dramática escena de la siega y la vendimia judicial de la tierra. El capítulo 14 presenta un enfático contraste con los capítulos 12-13. En los capítulos 12-13, el dragón persigue a los seguidores del Cordero y logra, por un tiempo breve, establecer su reino malvado en la tierra. El capítulo 14, sin embargo, presenta al Cordero victorioso firmemente posesionado del monte Sion y rodeado de sus seguidores.
El cuadro profético del capítulo 14 habla de victoria para los creyentes y de derrota aplastante para los incrédulos. El Cordero ha triunfado sobre la bestia. Los moradores de la tierra reciben el mandamiento de temer y dar gloria al Dios Soberano (Ap. 14:7), la destrucción del sistema idolátrico de Babilonia es anunciado (Ap. 14:8), el juicio contra los adoradores de la bestia se proclama (Ap. 14:8-11), los santos son invitados a aguardar con paciencia la hora de su triunfo (Ap. 14:12-13) y la vendimia judicial de los moradores de la tierra (Ap. 14:18-20), mediante la metáfora de la vendimia final, describe el juicio de Dios sobre sus enemigos. De manera anticipada (prolepsis), el capítulo 14 revela el cuadro estupendo del triunfo del Mesías en su gloriosa manifestación final. El capítulo 14 aporta la respuesta a dos preguntas importantes: (1) ¿Qué les ocurrirá a los que se nieguen a recibir la marca de la bestia y por lo tanto, padecen la muerte?, y (2) ¿cuál será el fin de la bestia y sus seguidores? (14:16-20).
Comentario
14:1
«Después miré, y he aquí el Cordero estaba en pie sobre el monte Sion, y con él ciento cuarenta y cuatro mil, que tenían el nombre de él y el de su Padre escrito en la frente». «Después miré, y he aquí... », mejor, «Y miré, y he aquí... ». De esta manera dramática el apóstol Juan presenta el cuadro profético del capítulo 14. En el capítulo 13 el tema ha sido el reino de la bestia y su cruel persecución de todos los que no adoren su imagen. El capítulo 14 pone de manifiesto que vale la pena seguir al Cordero y mantener el testimonio cristiano. En su acostumbrado estilo, Juan anticipa la bendición y el solaz que los seguidores del Cordero experimentarán con Él en su reino. En los primeros versículos de este capítulo aparecen el Cordero en lugar de la bestia, los seguidores del Cordero mostrando en sus frentes el sello del Mesías y del Padre en lugar de los seguidores de la bestia con su marca, y el monte Sion divinamente controlado, en lugar de la tierra, controlada por demonios.
«El Cordero estaba en pie sobre el monte de Sion». Esta frase presenta un cuadro estupendo del triunfo del Cordero. La expresión «estaba en pie» (hestos) es la traducción del participio perfecto, voz activa de histeimi, que significa «estar o mantenerse en pie». El tiempo perfecto sugiere una acción completada con resultados permanentes y el participio sugiere el carácter continuo de dicha acción. El Cordero está en firme posesión del monte Sion y permanece allí victorioso. Él ocupa el lugar central en la visión. La figura del Cordero fue introducida en Apocalipsis 5:6 en conexión con los siete sellos del rollo de los juicios. Él fue inmolado por los pecados del mundo, pero resucitó de los muertos y es el único digno de romper los sellos. Él vive y tiene toda autoridad para juzgar y reinar (véase Ap. 5:9-14; 7:14, 17; 12:11). El hecho de que el Cordero está de pie forma un contraste con las bestias que se muestran subiendo (anabaíno). La idea es que el Cordero está «firmemente establecido», «firmemente en pie», «manteniendo un territorio», en oposición con «caer» (pipto; véase Ap. 9:1). Tanto en el capitulo 12 como en el 13, Juan ha descrito el carácter feroz del dragón y en el capítulo 13 presenta la naturaleza despiadada de ambas bestias. En el capítulo 14, por el contrario, aparece el Cordero vencedor tanto en su ternura como en su gentileza con sus pies firmemente establecidos sobre el monte Sion.
La identificación del «monte Sion» ha sido tema de discusión entre los comentaristas. Algunos piensan que se refiere a la Sion celestial (Heb. 12:22), es decir, a la Jerusalén de arriba (Gál. 4:26). Otros expositores creen que se refiere a la Jerusalén celestial que ha de descender a la tierra, cuando Dios habitará entre los hombres. En ambos casos, la tendencia es tomar la expresión «monte de Sion» como una figura del cielo, apoyándose en Hebreos 12:22. Identificar el monte de Sion con la Jerusalén celestial o tomarlo como una figura del cielo equivale a otorgarle un significado ajeno al que recibe a través de las Escrituras. Si el monte Sion es la Jerusalén celestial, entonces pertenece a la nueva creación, mientras que en la Biblia Sion, casi en todos sus usos, se relaciona con la ciudad de Jerusalén y la vieja creación.
La postura más sensata es la que otorga a la expresión «monte de Sion» un significado normal tal como se utiliza en el Antiguo Testamento la mayoría de las veces (véanse Sal. 48:1, 2; Is. 24:23; Jl. 2:32). En Apocalipsis 14, el apóstol Juan anticipa la venida en gloria del Mesías para establecer su reino de paz y de justicia. Es preferible, por lo tanto, la interpretación de que Juan describe aquí una visión profética del triunfo final del Cordero después de su segunda venida, cuando se une a los 144.000 en el monte Sion literal. El monte Sion, según Salmo 2:6, es el lugar desde donde el Mesías ha de reinar cuando venga por segunda vez a la tierra. Debe entenderse, por lo tanto, que la referencia es a un lugar concreto en la tierra y no a una figura del cielo.
«Y con él ciento cuarenta y cuatro mil, que tenían el nombre de él y el de su Padre escrito en la frente». Junto con el Cordero aparece un grupo cuyo número concreto es de ciento cuarenta y cuatro mil. De ellos se dice que tienen el nombre del Cordero y el de su Padre escrito en la frente. Es decir, este grupo de individuos ha sido sellado con el sello de Dios. El vocablo «escrito» (gegramménon) es el participio perfecto, voz pasiva del verbo grapho, que significa «escribir». El tiempo perfecto sugiere una acción completada con resultados perdurables. El sello consiste en la inscripción del nombre del Cordero y el del Padre celestial en la frente de cada uno de los componentes del grupo. Dicho sello tiene carácter permanente y sugiere tanto identificación como posesión. Los sellados son identificados como siervos de Dios y como posesión de aquel cuyo sello llevan.
La identificación de los 144.000 sellados también ha sido tema de discusión entre los estudiosos de Apocalipsis. Algunos afirman que 144.000 es el número de lo completo y que se refiere a la totalidad de la iglesia de Jesucristo. Otros entienden que los 144.000 son una figura del conjunto total de los redimidos. No existe ninguna razón determinante para pensar que los 144.000 de Apocalipsis 14:1 sean diferentes de los mencionados en Apocalipsis 7:1-8. Los 144.000 sellados forman un grupo especial dentro de una comunidad más amplia. Apocalipsis 14:4, 5 ofrece detalles adicionales respecto a las características de los 144.000: (1) Son vírgenes; (2) siguen al Cordero; (3) son primicias para Dios y para el Cordero; (4) son fieles en sus testimonios; y (5) son sin mancha delante del trono de Dios.
Los 144.000 sellados no sufrirán daño alguno durante la gran tribulación, sino que son preservados por Dios a través de los terribles días de persecución hasta que aparecen triunfantes con el Cordero en el monte Sion, al principio del reino milenial. Los 144.000 sellados son los principales componentes de la mujer que huye al desierto descrita en Apocalipsis 12, y que es protegida de la persecución del Anticristo. Por lo tanto es improbable que algunos de ellos sufran martirio y otros sean encarcelados y perseguidos, como algunos comentaristas opinan. Este aciago destino está reservado para «el resto de la descendencia de ella» (Ap. 12:17).
Resumiendo. Apocalipsis 14 comienza con la visión del Cordero victorioso que ha regresado a la tierra para establecer su reino glorioso. Juan afirma que «el Cordero estaba en pie sobre el monte de Sion». Eso significa que ha tomado posesión completa y permanente del lugar que será la sede de su reino (Sal. 2:6). Sion, por lo tanto, se refiere al monte situado en el costado oriental de Jerusalén. El monte Sion de Apocalipsis 14:1 es, por consiguiente, un punto geográfico terrenal y no sinónimo de la Jerusalén celestial. En estos versículos de Apocalipsis 14, Juan contempla anticipadamente (prolepsis) la inauguración del reino escatológico del Mesías. Los 144.000 que aparecen junto al Cordero son los mismos mencionados en Apocalipsis 7:1-8. En Apocalipsis 7 se menciona el hecho de que fueron sellados para el servicio a Dios. Esos 144.000 sellados constituyen un grupo especial dentro de una comunidad mayor. Apocalipsis 14:1-5 amplía tanto las características como el servicio que realizan los 144.000 sellados.
14:2
«Y oí una voz del cielo como el estruendo de muchas aguas, y como sonido de un gran trueno. Y la voz que oí era como de arpistas que tocaban sus arpas». Con lenguaje altamente descriptivo, Juan narra lo que acontece en el cielo. La voz que Juan oye no proviene de los mártires que están en el cielo ni de los 144.000 sellados que acompañan al Cordero en el monte Sion. Obsérvese los impresionantes símiles usados por Juan: (1) «Como estruendo de muchas aguas»; (2) «como sonido de un gran trueno»; y (3) «como de arpistas que tocaban sus arpas». Las dos primeras figuras sugieren volumen y fortaleza, mientras que la tercera destaca armonía y dulzura.
La voz que Juan escucha, henchida de fortaleza y firmeza, no proviene de los redimidos, sino de las gargantas de un coro angelical. La existencia de un coro angelical y su cántico de alabanza se muestran en Apocalipsis 5:8-14. La ocasión del cántico angelical es el momento en que el Cordero toma el rollo de los juicios de la mano del Padre. También allí (Ap. 5:9) se dice que «cantaban un nuevo cántico». Dicho cántico está relacionado con el Cordero y su dignidad de ejecutar juicios sobre la humanidad. También se exalta la dignidad del Cordero por su obra redentora y se reconoce su autoridad para reinar como Rey Soberano del universo. El nuevo cántico de Apocalipsis 14:3 no sólo es pleno y potente, sino que también va acompañado de una dulce melodía comparada con la producida por arpistas cuando tocan sus arpas.
14:3
«Y cantaban un cántico nuevo delante del trono, y delante de los cuatro seres vivientes, y de los ancianos; y nadie podía aprender el cántico sino aquellos ciento cuarenta y cuatro mil que fueron redimidos de entre los de la tierra». Este versículo suscita varias interrogantes. Obsérvese, en primer lugar, el verbo «cantaban» (áidousin). Dicho verbo es el presente indicativo, voz activa, tercera persona plural de áidó, que significa «cantar». El tiempo presente sugiere una acción continua. El modo indicativo señala la realidad de dicha acción. También debe destacarse el hecho de que la forma es plural aunque su antecedente, «una voz» (v. 2), es singular. Eso sugiere que la voz es en realidad un coro de muchas voces. Hay quienes piensan que el coro no es angelical, sino que lo constituye los 144.000 sellados. El texto, sin embargo, no dice que los 144.000 sean quienes entonan el cántico, sino que «nadie podría aprender el cántico sino aquellos ciento cuarenta y cuatro mil...». Debe tenerse presente, además, que el cántico es entonado en el cielo, mientras que los 144.000 están en la tierra, en el monte Sion con el Cordero.
Otra cuestión que debe notarse es el hecho de que, quienes cantaban, entonaban «algo así como un cántico nuevo delante del trono... ». El cántico es nuevo porque es entonado por un nuevo grupo y tiene un nuevo tema en su contenido. También es nuevo por el hecho de que nunca antes ha sido escuchado. Puesto que el texto griego no sugiere que los cantores sean los 144.000, sino que dice que sólo ellos pueden aprender dicho cántico, se hace necesario contestar la pregunta: ¿Quiénes son los que entonan dicho cántico? La respuesta a dicha pregunta parece ser ésta.
Los cantores son, evidentemente, una innumerable compañía de ángeles como en Apocalipsis 5:11 y 7:11, aunque su identidad permanece indefinida como en Apocalipsis 11:15; 12:10; 19:16. No incluye a los seres vivientes ni a los 24 ancianos. No pueden experimentar redención, pero están profundamente interesados en todo lo relacionado con la salvación del hombre (Lc. 15:7; Ef. 3:10; 1 P. 1:12), así que se unen en la alabanza del Cordero. La idea de que es teológicamente impropio que los ángeles canten de la salvación no es correcta, porque los seres vivientes y los ancianos cantan acerca de la redención en Apocalispsis 5:9-10.
Resumiendo. El coro que canta el nuevo cántico no parece estar compuesto de los redimidos. Tampoco sugiere el texto que los cantores sean los 144.000, puesto que ellos están en la tierra y el cántico procede del cielo. Ni tampoco parece correcto que los cantores sean los mártires de la tribulación. Lo más congruente es entender que los cantores son ángeles que entonan «algo así como un cántico nuevo». Ese cántico sólo lo pueden aprender los 144.000 sellados, quizá debido a la relación especial que guardan con el Cordero. Estos han sido «redimidos de entre los de la tierra». La expresión «fueron redimidos» es el participio perfecto, voz pasiva de agorádso, que significa «comprar», «redimir». El tiempo perfecto sugiere una acción completada con resultados permanentes. Los ciento cuarenta y cuatro mil son los «que fueron redimidos de entre los de la tierra» o, como afirma el versículo 4, «Estos fueron redimidos de entre los hombres como primicias para Dios y para el Cordero». El fundamento de la redención de los 144.000 es, incuestionablemente, la sangre del Cordero (Ap. 5:9), pero el hecho de que son «primicias para Dios y para el Cordero» sugiere que constituyen un grupo selecto tomado del amplio conjunto de los redimidos. Obsérvese que el coro canta «delante del trono», es decir, en la presencia de Dios y «delante de los cuatro seres vivientes, y de los ancianos», puesto que ambos grupos ocupan un lugar preeminente alrededor del trono (Ap. 4:4-6). En Apocalipsis 5:9, el cántico de alabanza al Cordero por su obra redentora es entonado por los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos. En Apocalipsis 14:2-3 quienes cantan son los ángeles que forman un gran círculo alrededor del trono celestial.
14:4, 5
«Estos son los que no se contaminaron con mujeres, pues son vírgenes. Estos son los que siguen al Cordero por dondequiera que va. Estos fueron redimidos de entre los hombres como primicias para Dios y para el Cordero; y en sus bocas no fue hallada mentira, pues son sin mancha delante del trono de Dios». Estos dos versículos contienen un claro reconocimiento de la dedicación a Dios y de la pureza de los 144.000 sellados. Obsérvese el uso enfático del pronombre demostrativo «estos» (houtoí). Dicho vocablo aparece tres veces en el versículo 4 al comienzo de cada frase y, por lo tanto, en una posición enfática. Los 144.000 son apartados y tenidos como dignos de alto honor por mantener un elevado estilo de vida en medio de la corrupción del ambiente religioso, social y cultural.
Los versículos 4 y 5 describen la vida de santidad llevada por los 144.000 durante los terribles días de la gran tribulación. El uso del tiempo presente «son» (eisin) sugiere la continuidad y constancia del testimonio de los mencionados siervos. Cuatro cosas significativas dice el texto respecto a la vida de los 144.000 sellados.
l. «Estos son los que no se contaminaron con mujeres, pues son vírgenes». El verbo «contaminaron» (emolyntheisan) es el aoristo indicativo, voz pasiva de molyno, que significa «manchar», «ensuciar», «contaminar». El tiempo aoristo contempla la totalidad de las vidas de los 144.000 sellados y afirma que en ellos no hubo mancha ni contaminación. El modo indicativo destaca la realidad de la acción del verbo. Tomada en su sentido llano la frase parece indicar que los 144.000 sellados son hombres que nunca contrajeron matrimonio. Hay expositores que prefieren tomar la frase en sentido figurado. Un autor afirma que «es improbable que la frase no se contaminaron se refiera meramente a relación sexual, ya que en ningún lugar de las Escrituras la relación sexual dentro del matrimonio constituye una contaminación pecaminosa (véase Heb. 13:4)». Quienes toman la frase en sentido figurado se apoyan en el hecho de que muchas veces en las Escrituras se usa la figura de la relación sexual para describir la existencia de la apostasía espiritual.
Una interpretación normal del texto, sin embargo, parece ser más apropiada. Los 144.000 viven durante los años más difíciles de la tribulación. Con toda seguridad tendrán que trasladarse de un sitio a otro con bastante frecuencia y, por lo tanto, ser solteros es mucho más conveniente para el cumplimiento del ministerio que desarrollarán.
La tribulación será un tiempo muy especial en la historia, que requiere un grado de dedicación especialmente alto. Pablo enseñó en 1 Corintios 7 lo deseable del estado de soltero, debido a la naturaleza de los tiempos (1 Cor. 7:26). El soltero está mejor capacitado para rendir un servicio sin distracción al Señor. De modo que en la futura gran tribulación, la virginidad será un requisito para ese grupo especial. El matrimonio es la norma para la vida cristiana durante los tiempos relativamente tranquilos, pero ese reino futuro de la bestia no será nada tranquilo para los fieles.
Evidentemente, los ciento cuarenta y cuatro mil sufrirán las peores persecuciones y los ataques más crueles decretados por el Anticristo. Es por eso que Dios escoge a hombres para dicha tarea y, al mismo tiempo, dichos siervos permanecen solteros. El motivo de esa decisión no es para exaltar el celibato por encima del matrimonio, sino a causa de las críticas circunstancias que tendrán lugar durante la gran tribulación.
Si bien es cierto que la frase «no se contaminaron con mujeres, pues son vírgenes» sugiere una condición espiritual, también es cierto que dicha condición puede muy bien hacerse patente en el hecho de que los 144.000 renuncian a una vida matrimonial con el fin de dedicarse al Señor en los tiempos difíciles de la tribulación escatológica. Es importante recordar que los 144.000 sellados son individuos escogidos por Dios. No representan a la totalidad de los redimidos de Israel, ni tampoco simbolizan la Iglesia como Cuerpo de Cristo. Los 144.000 son individuos salvados y usados por Dios. El servicio de dichos hombres alcanza mayor eficacia «porque son vírgenes» y, por lo tanto, pueden efectuar sus trabajos sin la responsabilidad de cuidar de una familia.
2. «Estos son los que siguen al Cordero por dondequiera que va». Esta frase expresa la lealtad constante de los 144.000 hacia el Cordero. A través de las pruebas y persecuciones de la gran tribulación esos siervos se caracterizarán por ser fieles seguidores del Mesías. Mientras que grandes multitudes se someterán a los dictámenes de la bestia y aceptarán llevar su emblema, los 144.000 seguirán al Cordero y le obedecerán con absoluta devoción. Ellos serán fieles discípulos de Cristo dispuestos a ofrendar sus vidas por el Cordero y por su causa.
3. «Estos fueron redimidos de entre los hombres como primicias para Dios y para el Cordero». El verbo «fueron redimidos» (eigorástheisan) es el aoristo indicativo, voz pasiva de agorádso, que significa «comprar en el mercado», «redimir». El aoristo contempla el acto mismo y el modo indicativo sugiere la realidad histórica de dicho acto. La expresión «de entre los hombres» es partitiva y, en este caso, no denota separación sino extracción. Los 144.000 sellados han sido extraídos de entre un grupo más amplio y son «primicias para Dios y para el Cordero». El sustantivo «primicias» (aparché) aparece en Romanos 16:5 y 1 Corintios 16:15 para señalar a los primeros convertidos a la fe cristiana en Acaya. También se usa en 1 Corintios 15:20, 23 con referencia a la resurrección de Cristo. Su resurrección es la garantía de todas las demás resurrecciones.
En la Septuaginta, versión griega del Antiguo Testamento, el vocablo aparché con frecuencia se usa para indicar una «contribución, ofrenda, que denota la donación de productos naturales o dinero dado a los sacerdotes y levitas para el culto (Éx. 25:2-9; Dt. 12:11, 17; 2 Cr. 31:10, 12, 14), que es similarmente entendido como una ofrenda de gratitud a Jehová. Si se observa cuidadosamente el ambiente del pasaje, no es difícil concluir que los 144.000 sellados son un grupo especial delante de Dios: (1) Han seguido al Cordero con constancia y fidelidad; (2) han «sido comprados de entre los hombres», es decir, han sido extraídos de un grupo mayor; y (3) han sido constituidos una ofrenda para Dios y para el Cordero. Los 144.000 son, por lo tanto, una ofrenda para Dios en el sentido de ser separados para Él y santificados (completamente consagrados) donde no hay añadidura posterior, porque las primicias constituyen el todo (Nm. 5:9; Dt. 18:4; 26:2; Jer. 2:3; Stg. 1:18).
4. «Y en sus bocas no fue hallada mentira, pues son sin mancha delante de Dios». La cuarta cualidad de los 144.000 sellados es su veracidad. Son verdaderos imitadores del Cordero (Is. 53:9). Como fieles profetas, hablarán siempre la verdad (Zac. 13:3) y, como parte del remanente fiel no se hallará en ellos lengua engañosa (Sof. 3:13). A pesar de que vivirán en medio de la apostasía, el engaño y la infidelidad, los 144.000 sellados mantienen una pureza inmaculada que honra y glorifica a Dios. El verbo (precedido por la partícula negativa) está en el aoristo indicativo, voz pasiva: «No fue hallada falsedad» (ouch heuréthei pseúdos). Esta frase sugiere que habrá quienes intentarán encontrar mentira o falsedad en ellos, pero su búsqueda será infructuosa, puesto que los 144.000 serán sin mancha o culpa. Nadie podrá imputarles delito o fraude de clase alguna. Tanto su hablar como su actuar serán irreprochables (véase Fil. 2:15).
14:6, 7
«Vi volar por en medio del cielo a otro ángel, que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los moradores de la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo, diciendo a gran voz: Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado; y adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas».
Como se ha observado repetidas veces, el ministerio de los ángeles es sobresaliente en el Apocalipsis. Dios los usa como mensajeros celestiales, conductores de alabanzas solemnes, ejecutores de juicios, ejércitos para luchar contra Satanás y sus huestes y, finalmente, para advertir a los hombres del juicio inminente. Una mejor sintaxis de la primera parte del versículo podría ser: «Y vi a otro ángel volando en medio del cielo...». El ángel que Juan vio era de la misma clase que los anteriores. Lo clasifica como «otro ángel» en el sentido de que es diferente de los que hasta ese momento han actuado. La expresión «en medio del cielo» significa que el anuncio que está a punto de hacer va dirigido a la mayor audiencia posible con el fin de que todos lo escuchen.
«Que tenía el evangelio eterno», es decir, «teniendo [algo cuya característica es] buena noticia eterna». El verbo «tenía» (échonta) es el participio presente, voz activa de écho, usado con función de gerundio. Este verbo significa «tener», «sostener en firmeza» y aquí debe traducirse propiamente «teniendo». El ángel tiene en su posesión algo que se caracteriza por ser «evangelio eterno». Es el anuncio que tiene vigencia eterna y que debe ser observado u obedecido por todas las criaturas.
«Para predicarlo a los moradores de la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo», es decir, «para evangelizar a los que están sentados sobre la tierra». El propósito del ser angelical es proclamar a los hombres que han sobrevivido los embates de la tribulación la verdad eterna del reconocimiento de la soberanía de Dios y del hecho de que sólo Él es digno de ser adorado y glorificado. La frase «a toda nación, tribu, lengua y pueblo» es epexegética, es decir, amplía el significado de la expresión «los moradores de la tierra». ¡Nadie quedará sin oír la proclamación del ángel!
Obsérvese los tres verbos que aparecen en el versículo 7, tocante a la proclamación del ángel: «Temed», «dad» y «adorad». Estos tres verbos están en el modo imperativo y en el tiempo aoristo. El aoristo imperativo sugiere un mandato urgente. Evidentemente, el evangelio proclamado por el ángel no es una invitación a creer sino un llamado urgente a temer a Dios, darle gloria y adorarlo debido al carácter inminente del juicio divino. Debe notarse que los imperativos «temed a Dios» y «dadle gloria» tienen como razón el hecho de que «la hora de su juicio ha llegado». El verbo «ha llegado» es un aoristo dramático que sugiere una acción que está a punto de realizarse: «La hora de su juicio está a punto de llegar». La expresión «la hora de su juicio» se refiere a un tiempo específico (véase Ap. 6:17). Esta es la última oportunidad para los hombres para cambiar su fidelidad al mundo por fidelidad al Dios del cielo.
El tercer imperativo es un llamado a adorar a Dios porque es el Creador de todas las cosas. El Creador es el soberano sobre su creación y, por lo tanto, el dueño absoluto de todas las cosas. La humanidad ha estado en rebeldía contra Dios. Los hombres han adorado «a las criaturas antes que al Creador» (Ro. 1:25). Los humanistas y racionalistas han atribuido la existencia del universo a causas fortuitas y han negado la misma existencia de Dios. Ahora, en la consumación de los siglos, los hombres son llamados a reconocer y adorar al Soberano Creador del cielo y tierra (Hch. 14:15-17).
14:8
«Otro ángel le siguió, diciendo: Ha caído, ha caído Babilonia, la gran ciudad, porque ha hecho beber a todas las naciones del vino del furor de su fornicación».
Otro ángel de la misma clase que el anterior realiza el dramático anuncio de la caída de Babilonia. Las referencias a Babilonia son abundantísimas a través de las Escrituras. La Babilonia de tiempos remotos fue fundada por Nimrod (Gn. 10:9, 10). Allí se estableció un centro de idolatría y de desafío a la soberanía de Dios. A través de la historia bíblica, Babilonia es contemplada como una ciudad, un reino y un sistema mundial de corrupción e idolatría. En el Antiguo Testamento, Babilonia aparece como el más formidable enemigo del pueblo de Dios (véanse Is. 21:9; Jer. 50:2; 51:1-9, 24). Muchos expositores entienden que Babilonia es, en realidad, una referencia a Roma. Un expositor de esta escuela dice:
«La antigua ciudad mesopotámica de Babilonia se había convertido en la capital política y religiosa de un imperio mundial, notoria por su opulencia y su corrupción moral. Sobre todo era el gran enemigo del pueblo de Dios. Para la iglesia primitiva, la ciudad de Roma era una Babilonia contemporánea».
Nada podría estar más lejos de la verdad. Más congruente con el ambiente del Apocalipsis es entender el significado de Babilonia en su sentido normal, literal natural. Es decir, la referencia es a la ciudad de Babilonia situada junto al Éufrates. Allí nació y se desarrolló un sistema político, económico y religioso totalmente contrario a Dios y por esa causa Dios derramará su ira contra la Babilonia escatólogica (sí, Babilonia será reconstruida, revivida, para así sufrir su última y eterna destrucción en los tiempos del fin). El apóstol Juan anticipa en Apocalipsis 14:8 la caída de Babilonia. Posteriormente, en el capítulo 18, describe con lujo de detalles la manera como Dios juzgará dicha ciudad.
La repetición del verbo «ha caído, ha caído» (épesen, épesen) sugiere el carácter inminente de la destrucción de Babilonia. El aoristo indicativo señala la realidad del acontecimiento. El juicio divino sobre Babilonia se contempla como algo seguro. El vocablo «porque» no aparece en el texto griego. La frase dice, literalmente: «Quien ha hecho beber del vino de la ira de su fornicación a todas las naciones». La declaración sugiere la intoxicante influencia de los vicios de Babilonia sobre las naciones de la tierra (véase Jer. 51:7-9). El poder malvado de Babilonia afecta a todas las naciones de la tierra. Dicha maligna influencia provoca el derramamiento de la ira de Dios y, al final de la gran tribulación, la destrucción tanto de la ciudad como del sistema (religioso, político y económico) representado por Babilonia. Dios dará a Babilonia su justa retribución por haber actuado como un agente anti-Dios en el mundo (véase Ap. 18:1-6).
14:9, 10
«Y el tercer ángel los siguió, diciendo a gran voz: Si alguno adora a la bestia y a su imagen, y recibe la marca en su frente o en su mano, él también beberá del vino de la ira de Dios, que ha sido vaciado puro en el cáliz de su ira; y será atormentado con fuego y azufre delante de los santos ángeles y del Cordero».
La proclamación del tercer ángel es una solemne advertencia a los hombres tocante a las consecuencias de adorar a la bestia y a su imagen (véase Ap. 13:13-17). Durante la gran tribulación, el Anticristo exigirá que los moradores de la tierra le rindan culto divino. A través del tercer ángel, sin embargo, Dios anuncia que quienes se sometan a la voluntad de la bestia serán objetos de su ira. La meta de la advertencia es infundir temor en los potenciales adoradores de la bestia para que crean y motivar a los creyentes a que permanezcan fieles.
La expresión «a gran voz» sugiere que la proclamación del ángel va dirigida a todos los habitantes de la tierra que tienen la capacidad de escuchar el anuncio. Sin duda, un mensaje tan importante debe ser oído por todos. Recuérdese que el primero de los ángeles proclama el evangelio eterno, diciendo: «Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado; y adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra...». Por su parte, el Anticristo o falso profeta llama a los moradores de la tierra para que se sometan al imperio anticristiano representado por la bestia que sube del mar (Ap. 13:1). De modo que los habitantes de la tierra tienen que decidir a quién deben adorar. Negarse a adorar a la bestia les acarrea sufrimientos físicos y la imposibilidad de «comprar» y «vender» si no llevan su marca (Ap. 13:17). Por otro lado, los adoradores de la bestia serán objeto de la misma clase de juicio divino que será derramado sobre el Anticristo. Los sufrimientos que resultan de no adorar al Anticristo son relativamente insignificantes comparados con los que sobrevendrán sobre quienes se niegan a adorar a Dios y darle gloria.
La advertencia divina es rigurosa: «Si alguno adora a la bestia y a su imagen, y recibe la marca en su frente o en su mano, él también beberá del vino de la ira de Dios». Cualquier persona que se someta a la voluntad de la bestia, rinda culto a su imagen y se deje sellar con la marca del Anticristo sufrirá consecuencias devastadoras. La frase «él también beberá del vino de la ira de Dios» es enfática. Literalmente dice: «Esa misma persona también beberá del vino de la ira de Dios». El individuo que rechaza a Dios y se rinde a la bestia, ese mismo, será objeto de la ira de Dios.
Uno no puede beber una copa y no la otra, porque ambas están relacionadas; la consecuencia de beber la copa de Babilonia es la necesidad ineludible de recibir la del Señor (véase Ap. 16:19). Debe observarse los dos verbos utilizados en el versículo 10. Ambos están en el futuro de indicativo («beberá» y «será atormentado») y constituyen el vaticinio del juicio divino sobre los adoradores de la bestia. El texto destaca, además, el hecho de que el vino de la ira de Dios «ha sido vaciado puro». Antiguamente se acostumbraba diluir el vino con agua para suavizar sus efectos. La figura utilizada aquí destaca el hecho de que los adoradores de la bestia serán objeto del juicio de Dios en toda su fuerza. El juicio escatológico se efectuará sin ninguna misericordia ni gracia. Esta es una manera veterotestamentaria de describir lo terrible del juicio futuro de Dios (Sal. 75:8; Jer. 25:25).
El adorador de la bestia será atormentado «con fuego y azufre», es decir, con un juicio similar al que tuvo lugar en la destrucción de Sodoma y Gomorra (véanse Gn. 19:28; Lc. 17:28-30). Dicho juicio tendrá lugar «delante de los santos ángeles y del Cordero». Debe recordarse que en Apocalipsis 5:7 el Cordero recibe el rollo de los juicios de la tribulación «de la mano derecha del que estaba sentado en el trono», simbolizando el hecho de que todos los juicios de ese período serán ejecutados por el Cordero. Los santos ángeles serán los asistentes del Cordero en la ejecución de dichos juicios. El santo entorno de los santos ángeles y del Cordero amplía la miseria del castigo de los malignos, tal como la persecución pública de los fieles en la presencia de sus semejantes aumentó la humillación (véase Lc. 12:8, 9). Debe recordarse, también, que la proclamación de este juicio es anticipado y está relacionado con la venida de Cristo a la tierra. El juicio final tendrá lugar después del reinado glorioso del Mesías (Ap. 20:11-15). El anuncio del juicio en Apocalipsis 14:10 tiene por finalidad dejar a los hombres sin argumento alguno y llevarlos a la comprensión de las eternas consecuencias que se derivan de negar a Cristo, rehusar poner su fe en Él y entregarse a la adoración de la bestia.
14:11
«Y el humo de su tormento sube por los siglos de los siglos. Y no tienen reposo de día ni de noche los que adoran a la bestia y a su imagen, ni nadie que reciba la marca de su nombre». El castigo de los rebeldes que han rechazado a Dios y han adorado a la bestia se describe en este versículo. El texto enseña que «su tormento» no es un hecho momentáneo sino que tiene lugar «por los siglos de los siglos». La frase «y no tienen reposo de día ni de noche» refuerza el carácter eterno y continuo del castigo infligido a los inicuos. El pasaje dice con toda claridad quiénes serán objetos de los juicios divinos antes mencionados. Concretamente, serán los adoradores de la bestia y su imagen, identificados por el hecho de que reciben la marca o sello del Anticristo en la frente o en la mano derecha.
Aunque el apóstol Juan utiliza un lenguaje evidentemente metafórico para describir los juicios divinos sobre los inicuos, dichos juicios deben entenderse como sucesos reales. El apóstol no se refiere a sucesos ficticios ni a meras cuestiones poéticas. La Biblia advierte con mucha frecuencia que Dios ha de juzgar a los rebeldes e inicuos entre los hombres (Hech. 17:30-31; Ro. 2:16; 2 Ts. 1:6-10). Quienes rechazan el amor y la gracia de Dios manifestados a través de Jesucristo tendrán que soportar los tormentos del juicio del Soberano Señor de la Creación. Sólo aquellos que se acogen a la misericordia de Dios y se refugian en Jesucristo serán librados de la condenación eterna (Ro. 8:1). ¡La diferencia entre la vida y la muerte es Jesucristo!
14:12
«Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús». Después de declarar cuál será la suerte de los adoradores de la bestia, el apóstol intercala unas palabras de ánimo para los seguidores del Cordero. La bestia atemorizará a los habitantes de la tierra e intentará por todos los medios conseguir que todos se sometan a su autoridad. Es probable que haya un número de los santos que se sientan tentados a someterse a la autoridad del Anticristo para proteger sus vidas.
El apóstol Juan hace un llamado a los santos para mantenerse firmes y leales al Señor en medio de las persecuciones ordenadas por el Anticristo. El sustantivo «paciencia» (hypomonei) significa «resistencia», «aguante». La idea contenida en dicho vocablo es la de permanecer firme sin claudicar en medio de la prueba. «Los santos» (tón hagíón) de la tribulación serán perseguidos y maltratados por los agentes de la bestia. Es probable que algunos de ellos se sientan tentados a abandonar la fe en el Cordero a causa de la pesada carga de la prueba. Esos creyentes necesitarán «paciencia», es decir, la capacidad para resistir sin abandonar la lucha contra las fuerzas del mal.
La «paciencia» de los santos se pone de manifiesto en la constancia para guardar tanto los mandamientos de Dios como la fe en Jesús. La expresión «los que guardan» (hoi teirountes) es el participio presente, voz activa de teiréo, que significa «guardar», «observar». El participio presente sugiere una acción continua. Los santos constantemente guardan los mandamientos de Dios y la fe en el Cordero. Es ahí, precisamente, donde se pone de manifiesto la paciencia de los santos, puesto que la bestia exige que guarden sus mandamientos y adoren a su persona. La ira del dragón se encenderá contra quienes obedecen los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo (véase Ap. 12:17). Los siervos de Dios podrán vencer la tentación de claudicar y hacer frente a los ataques del maligno mediante «la fe de Jesús» y el testimonio de la fidelidad a los mandamientos de Dios. El hecho de que los santos de la tribulación pasarán por pruebas difíciles fue profetizado por Cristo (véase Mt. 24:9). La fe en Jesús y la confianza en las promesas de Dios serán los pilares de apoyo de los santos.
14:13
«Oí una voz que desde el cielo me decía: Escribe: Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen». La expresión «una voz del cielo» aparece varias veces en el Apocalipsis (véase Ap. 10:4, 8; 11:12; 14:2: 18:4; 21:3). Dicha voz podría ser una comunicación directa de parte de Dios, sin la utilización de un intermediario angelical. La voz del cielo ordena a Juan escribir una de las siete bienaventuranzas mencionadas en el Apocalipsis (véase Ap. 1:3, 16:15; 19:9; 20:6; 22:7, 14). El vocablo «bienaventurados» (makárioi) es el mismo usado por el Señor en Mateo 5. Dicho término significa «más que feliz». El énfasis en este entorno asegura un futuro galardón por la obediencia presente a Dios. La mencionada bienaventuranza proclama como benditos a quienes experimentan la muerte en un estado de unión espiritual con Jesucristo.
«Los muertos que mueren en el Señor» es una referencia a los mártires de la gran tribulación. Su muerte se debe a que se niegan a someterse a la autoridad del Anticristo. Mueren en la fe, su lealtad al Señor es la causa de su muerte. No amaron sus vidas, sino que la menospreciaron hasta la muerte (Ap. 12:11). Con su promoción a una vida superior, el número de los mártires aludidos en Ap. 6:11 es completado. La sintaxis del versículo en la Reina-Valera 1960 no se corresponde con la del texto griego. Sería mejor la siguiente lectura: «Bienaventurados los muertos que mueren en el Señor de aquí en adelante...»
La referencia es, sin duda, a los que mueren debido a la persecución decretada por el Anticristo. Es decir, tiene que ver con los acontecimientos escatológicos que tienen lugar en la gran tribulación. «Sí, dice el Espíritu» (nai, légei to pneuma). Esta frase confirma el hecho de que la declaración hecha desde el cielo proviene del Espíritu Santo. La Persona del Espíritu Santo ha dado fortaleza a los santos para resistir hasta la muerte sin claudicar de su fe. La frase «descansarán de sus trabajos» podría traducirse: «Porque descansarán de sus trabajos».
Los trabajos de los que descansan no son las actividades normales, sino las luchas que han sobrevenido a causa de la firmeza de la fe. Su trabajo supremo es la fidelidad hasta la muerte. Son bendecidos porque sus obras le siguen. Dios no olvidará todo lo que han padecido por la lealtad a la fe. Los siervos de Dios serán perseguidos de manera inmisericorde por la bestia. Llenos de la fortaleza que el Espíritu Santo les dará, resistirán hasta la muerte. Sus obras les seguirán en el sentido de que Dios recompensará su fidelidad. Los santos descansarán de sus trabajos y de sus tribulaciones porque entrarán en el reino del Señor, a quien sirvieron con toda fidelidad. Aquí está, entonces, la tranquilidad de los santos. No importa cuánto sufran, su paz es segura. Incapaces de vivir, la muerte es su bendición. El cielo lo dice. El Espíritu lo confirma. Los apóstoles de Dios lo han escrito. Y de esto emana la consolación.
Los santos sufrirán la muerte física, pero entrarán en el reino eterno y disfrutarán de la perfecta paz. Los perseguidores de los santos, por el contrario, sufrirán el castigo eterno y la justa retribución que recibirán todos los que rechazan la gracia de Dios a través de Jesucristo.
14:14
«Miré, y he aquí una nube blanca; y sobre la nube uno sentado semejante al Hijo del Hombre, que tenía en la cabeza una corona de oro, y en la mano una hoz aguda». Haciendo uso de su fórmula habitual, el apóstol Juan presenta una nueva escena con la frase: «Miré, y he aquí... » Lo primero que Juan ve es «una nube blanca». La escena, sin duda, señala a Daniel 7:13,14, donde el profeta contempla la visión de la venida del Mesías a la tierra. El mismo Señor Jesucristo profetizó su segunda venida en términos similares a los que aparecen en Daniel 7:13 (véase Mt. 24:30; 26:64).
En segundo lugar, dice Juan: «Y sobre la nube uno sentado semejante al Hijo del Hombre». La expresión «Hijo del Hombre» no va acompañada del artículo determinado en el texto griego. Juan vio sentado sobre la nube a un ser cuyas características eran tales que él lo identifica como semejante a «Hijo del Hombre». El título «Hijo del Hombre» es dado a Cristo en el Nuevo Testamento en su relación con la humanidad. Como «Hijo del Hombre», tal como lo presentan los evangelios, Cristo sufre en la cruz, viene a la tierra por segunda vez y tiene toda potestad para juzgar al mundo (véanse Lc. 19:10; Mt. 25:30; Jn. 5:25-27). Algunos expositores interpretan que el personaje referido como «Hijo del Hombre» es un ángel.
Quienes interpretan que se refieren a un ángel se basan en el hecho de que el «Hijo del Hombre» recibe un mandado de parte de «otro ángel» (v. 15), algo que sería impropio si «Hijo del Hombre» fuese Cristo. Por supuesto que el Mesías no recibe órdenes de un ángel. El verbo en el modo imperativo («mete tu hoz») no tiene que ser un mandato. El modo imperativo también expresa ruego. El Mesías no responde a la autoridad angelical para meter su hoz, sino que recibe notificación divina a través del ángel de que el tiempo adecuado para hacerlo ha llegado.
«Que tenía en la cabeza una corona de oro, y en la mano una hoz aguda». Esta frase es una descripción propia del Mesías. El Cristo glorioso aparece en su carácter real de vencedor como Rey-Mesías quien viene para ocupar su trono como el heredero legal de David. Él cumplirá los objetivos divinos expresados en el Salmo 8:6: «Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos; todo lo pusiste debajo de sus pies». El propósito divino de que el reino de Dios se manifieste en el tiempo y en la historia se cumplirá a cabalidad. El Rey-Mesías, como el postrer Adán, regirá a las naciones con vara de hierro (Ap. 19:15). Los hombres colocaron sobre su cabeza una corona de espinas y le condenaron a morir en la cruz. Cuando venga por segunda vez, exhibirá en su cabeza muchas diademas como el victorioso soberano sobre todos sus enemigos.
La frase «y en la mano una hoz aguda» destaca el hecho de que el «Hijo del Hombre» viene preparado para cosechar a los suyos (léase arrebatar y resucitar). El apóstol Pablo advirtió a los atenienses que Dios «ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos» (Hch. 17:31). La expresión «hoz aguda» (drépanon oxy) significa «hoz afilada», lista para efectuar la siega. El «Hijo del Hombre» que fue juzgado por los hombres (Hch. 4:27) está preparado para juzgar a la humanidad que se ha negado a acogerse a la oferta de su gracia, pero antes de hacerlo quitará a los suyos de la tierra.
14:15
«Y del templo salió otro ángel, clamando a gran voz al que estaba sentado sobre la nube: Mete tu hoz, y siega; porque la hora de segar ha llegado, pues la mies de la tierra está madura». El «templo» (tou nao) tiene que ser el templo celestial. El ángel mencionado en este versículo es «otro» (állos) de la misma clase que el mencionado en el versículo 9. Estos ángeles están efectuando las tareas que les han sido asignadas con relación a la tierra. El Dios Soberano ha entregado la administración del mundo presente en manos de ángeles (véase Heb. 1:14; 2:5). El ángel que clama a gran voz no está dando una orden al Hijo del Hombre, sino que está transmitiendo el mensaje del Padre celestial al Cordero tocante al hecho de que la hora de la cosecha ha llegado.
La frase: «Mete tu hoz, y siega», literalmente significa: «Manda tu hoz y siega». Ambos verbos («manda» y «siega») son aoristos imperativos y sugieren urgencia: «Manda de inmediato tu hoz y comienza la siega de inmediato». La urgencia manifestada en la frase anterior es reforzada por la cláusula siguiente: «Porque la hora de segar ha llegado, pues la mies de la tierra está madura». Esta cláusula es enfática. El verbo «ha llegado» (eilthen) es el aoristo indicativo de érchomai y aparece al comienzo de la oración. «Segar» (therísaí) es el aoristo infinitivo de therídso. Ambos verbos apuntan a un acontecimiento concreto. El texto, literalmente, dice: «Porque llegó la hora de segar». La segunda parte de la cláusula dice: «Pues la mies de la tierra está madura». El verbo «está madura» (exeiránthei) es el aoristo indicativo, voz pasiva de xeiraino, que significa «madurar», «secar». En este contexto significa estar lista para la siega. El Juez de la tierra contempla el escenario donde la vida humana se desarrolla y lo considera como un gran campo sembrado de granos que ya está listo para la cosecha. Cristo dijo a sus discípulos: «¿No decís vosotros: Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega? He aquí os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega» (Jn. 4:35).
14:16
«Y el que estaba sentado sobre la nube metió su hoz en la tierra, y la tierra fue segada». ¿Qué es lo que se nos muestra en esta visión: que la consumación del juicio de Dios sobre los habitantes de la tierra se realiza, o es un cuadro del arrebatamiento de los santos?
El Señor introduce la figura de la hoz en Marcos 4:29, en la parábola del crecimiento de la semilla: «Decía además: Así es el reino de Dios, como cuando un hombre echa semilla en la tierra; y duerme y se levanta, de noche y de día, y la semilla brota y crece sin que él sepa cómo. Porque de suyo lleva fruto la tierra, primero hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga; y cuando el fruto está maduro, en seguida se mete la hoz, porque la siega ha llegado». En esta parábola, el hombre que «echa la semilla en la tierra» es el mismo que oportunamente «mete la hoz» y cosecha el trigo—el Señor Jesucristo, el «Hijo del Hombre» de Apocalipsis 14:14-16.
Este es un cuadro del arrebatamiento de los santos. La idea es reforzada por el cuadro siguiente (Ap. 14:17-20) donde vemos a un ángel ejecutando juicio sobre los moradores de la tierra. La secuencia de los eventos es la misma descrita en Mateo 13:38-41, donde se nos describe la parábola del trigo y la cizaña. En dicha parábola el «hombre que sembró buena semilla en su campo» dice: «Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré a los segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero» (Mt. 13:30). Nótese que los ángeles primero atan la cizaña para quemarla. Este acto de atar la cizaña corresponde a la recepción de la marca del Anticristo. Todos los que reciban el 666 han sido atados a su destino final. Luego, en la parábola, los ángeles recogen el trigo en el granero. Este acto corresponde a Mateo 24:31, donde el Señor envia a sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntan a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro. Una vez efectuado el arrebatamiento (y resurrección) de los santos, la cizaña que fue atada y dejada en la tierra es quemada por el juicio divino.
Este cuadro del arrebatamiento aparece aquí a manera de contraste, para resaltar la misericordia del Señor hacia sus escogidos con la severidad de su juicio contra sus enemigos.
El verbo «metió» significa, literalmente, «lanzó». La hoz fue lanzada sobre la tierra «y la tierra fue segada». Obsérvese la repetición del sustantivo «la tierra». Aparece en el versículo 15 y dos veces en el 16. El énfasis claramente está en el hecho de que el acto realizado aquí tiene que ver particularmente con el hecho de que los santos de Dios («la mies») aún están en la tierra. El evento describe, como ya dijimos, el arrebatamiento (y la resurrección) de los santos de Dios realizado por el Señor mismo («Hijo del Hombre»).
14:17
«Salió otro ángel del templo que está en el cielo, teniendo también una hoz aguda». Se ha observado con anterioridad la existencia de una gran actividad angelical con relación a los juicios divinos sobre la tierra. Eso se debe al hecho de que los ángeles son administradores de la tierra por voluntad soberana de Dios. El ángel mencionado en el versículo 17, al igual que el del versículo 15, sale del templo celestial. A semejanza del Hijo del Hombre, este ángel tiene también una hoz aguda o afilada. La «hoz aguda», en este caso, es simbólica de la severidad del juicio que será ejecutado por el ángel. El tiempo ha llegado para juzgar a los corruptores de la tierra. Aunque la escena es de juicio y destrucción, debe observarse que el ángel sale «del templo que está en el cielo». Eso significa que va a actuar con la santidad y la justicia que emanan del mismo trono de Dios.
14:18
«Y salió del altar otro ángel, que tenía poder sobre el fuego, y llamó a gran voz al que tenía la hoz aguda, diciendo: Mete tu hoz aguda, y vendimia los racimos de la tierra, porque sus uvas están maduras». El tiempo de la vendimia judicial ha llegado y otro ángel «salió del altar» para anunciar el inminente juicio de los rebeldes. Juan dice que este ángel «tenía poder sobre el fuego». El verbo «tenía» en el texto griego es el gerundio del verbo «tener». El gerundio sugiere una acción continua con función de presente. Literalmente dice: «Teniendo autoridad sobre el fuego». El fuego es un símbolo del juicio que está a punto de ejecutarse.
La expresión «y llamó a gran voz» expresa el dramático momento en que el ángel que sale del altar comunica al ángel de la hoz aguda (v. 17) que la hora del juicio ha llegado. El ángel da dos mandamientos: «Mete» (pémpson), es decir, «envía» y «vendimia» (trygeison), es decir, «recoge la uva madura». La frase «los racimos de la tierra» en este contexto se refiere a la humanidad rebelde y enemiga de Dios en los tiempos escatológicos.
«Porque sus uvas están maduras». Esta es la explicación del por qué la vendimia ha llegado. El verbo «están maduras» (éikmasan) es el aoristo indicativo, voz activa de akrnádso, que significa «estar maduro», «estar en su punto culminante». Las uvas representan a la humanidad cuya maldad ha llegado a su colmo y, como uvas, está en el grado de máxima madurez para ser objeto del juicio divino.
14:19, 20
«Y el ángel arrojó su hoz en la tierra, y vendimió la viña de la tierra, y echó las uvas en el gran lagar de la ira de Dios. Y fue pisado el lagar fuera de la ciudad, y del lagar salió sangre hasta los frenos de los caballos, por mil seiscientos estadios».
En obediencia a la orden del ángel mencionado en el versículo 18, el «otro ángel» que sale del templo arroja su hoz hacia (eis) la tierra. La tierra es considerada como una gran viña, y los habitantes de la tierra que se han rebelado contra Dios son representados por las uvas de dicha viña. Las uvas están en racimos (staphylai) que han llegado a su plena madurez y que están más que preparadas para la vendimia. Los verbos «arrojó» (ébalen) y «vendimió» (etrygeisen) son aoristos de indicativo. Ambos son usados prolépticamente, es decir, son aoristos proféticos. Aunque las acciones de dichos verbos son futuras, Juan considera que su cumplimiento es rigurosamente cierto y las da por realizadas. La imagen literaria de la viña es el cumplimiento de Joel 3:13, donde dice: «Echad la hoz, porque la mies está ya madura. Venid, descended, porque el lagar está lleno, rebosan las cubas; porque mucha es la maldad de ellos» (compárese con Isaías 63:1-6).
«El lagar» (téin leinon) es el sitio donde antiguamente la uva era echada para ser exprimida con los pies. El apóstol Juan describe aquí la ejecución del juicio de Dios sobre los hombres malvados y «el lagar» es el sitio donde la ira de Dios será derramada sobre los inicuos. La frase «el gran lagar de la ira de Dios» denota el juicio de Dios sobre el mundo rebelde que ha rechazado al Mesías y ha ido en pos del Anticristo.
El versículo 20 describe una escena escalofriante que, sin duda, describe la severidad del juicio de Dios sobre los rebeldes. El verbo «fue pisado» (epatéithei) es el aoristo indicativo, voz pasiva de patéo, que significa «pisar», «aplastar con los pies» . El sustantivo «lagar» es una figura literaria (metonimia), que representa el contenido, es decir, las uvas que son pisadas. En tiempos bíblicos las uvas eran pisoteadas en un recipiente que tenía un conducto que desembocaba en una vasija donde se recogía el jugo de la vid. La figura del lagar es una elocuente descripción del juicio divino (véanse Is. 63:3; Lam. 1:15; Ap. 19:15).
La expresión «fuera de la ciudad» se refiere a un lugar concreto como sugiere el uso del artículo determinado (teis). La ciudad aludida no podría ser otra sino la ciudad de Jerusalén. El Antiguo Testamento predice que la batalla final tendrá lugar cerca de allí, en el valle de Josafat que tradicionalmente está situado en el área del valle de Cedrón, situado en las afueras de Jerusalén (Jl. 3:12-14: Zac. 14:4).
«Y del lagar salió sangre hasta los frenos de los caballos, por mil seiscientos estadios». Esta dramática frase pone de manifiesto la contundencia del juicio de Dios. La mera lectura de dicha frase produce un vuelco del corazón y deja perplejo a cualquier lector. El día terrible del Soberano del universo tendrá las consecuencias tremendas. «Porque he aquí, viene el día ardiente como un horno, y todos los soberbios y todos los que hacen maldad serán estopa; aquel día que vendrá y los abrasará, ha dicho Jehová de los ejércitos, y no les dejará ni raíz ni rama» (Mal. 4:1). La sangre de los que mueren como consecuencia del juicio divino desborda un área designada como de «mil seiscientos estadios», es decir, aproximadamente unos 320 kilómetros. Es importante reiterar que los hombres objetos del juicio de Dios han rechazado la gracia y el amor del Soberano Señor del universo. La paciencia de Dios habrá llegado a su fin. La consumación de la ira de Dios tendrá lugar. El Mesías vendrá con poder y gloria en cumplimiento de la promesa de Dios. Él traerá la liberación definitiva para los suyos y la justa retribución para quienes han rechazado la oferta de su amor (véase Is. 35:4).
Resumen y Conclusión
El capítulo 14 del Apocalipsis puede dividirse en tres partes: (1) La visión del Cordero acompañado de los 144.000 siervos, sellados para un ministerio especial durante el período de la gran tribulación (Ap. 14:1-5); (2) la visión de la proclamación del evangelio ererno y el anuncio del juicio sobre Babilonia y todo lo que ella arrastra (Ap. 14: 6-13); y (3) la visión de la siega y la vendimia judicial de los postreros tiempos (Ap. 14: 14-20). Hay, primero, una siega de la mies que representa el arrebatamiento (y resurrección) de los santos de Dios. También aparece el cuadro judicial ilustrado mediante la figura de la vendimia. Las uvas del juicio están en su grado óptimo de madurez y son arrojadas en el lagar de la ira de Dios (Ap. 14:18-20). Las uvas representan a los perdidos seguidores de la bestia.
Los 144.000 del capitulo 14 son, sin duda, los mismos del capítulo 7. Estos han sido escogidos por Dios de entre los habitantes de la tierra durante los años de la tribulación, después que la Iglesia haya sido arrebatada. Los 144.000 serán perseguidos por decreto del Anticristo. En Apocalipsis 14:12, 13 hay palabras de estímulo para los mártires y una exhortación a permanecer fieles incluso frente a la muerte.
Quienes se sometan a la voluntad de la bestia podrán salvar sus vidas físicas, pero tendrán que enfrentarse al juicio de Dios y beberán «del vino de la ira de Dios» en su pureza más absoluta. Salvarán sus vidas temporales, pero sufrirán el castigo eterno (Ap. 14:9-11). Los escogidos de Dios, por el contrario, podrán perder sus vidas físicas y sufrir el tormento de las persecuciones de la bestia, pero pasarán a la vida eterna y serán ricamente recompensados en la presencia del Señor (Ap. 14:12, 13).
El tercer párrafo de Apocalipsis 14 presenta un cuadro del juicio que el Mesías ejecutará cuando venga por segunda vez a la tierra. El Mesías vendrá con poder y gloria, coronado con una corona de oro. Viene como guerrero divino para derrotar a sus enemigos y juzgar a los rebeldes e inicuos, y a través del uso de dos metáforas («la mies» y «las uvas»), el texto describe el acto judicial de Dios contrastándolo con el acto de misericordia mostrado hacia sus santos por medio del arrebatamiento previamente efectuado. Las frases «...la mies de la tierra está madura» y «sus uvas están maduras» ponen de manifiesto el contraste que existe entre los santos de Dios y los habitantes de la tierra han llegado al colmo de la maldad. La única semejanza que existe entre «la mies» y «las uvas» es que ambas están maduras y, por lo tanto, listas para ser cosechadas.
Concluyendo. Hay dos acciones similares en Apocalipsis 14:14-20. Sólo la primera es llamada siega (cosecha). Los versículos del 14 al 16 describen la cosecha de la tierra, mientras que los versículos del 17 al 20 describen la vendimia de la tierra. Ambas contrastan; la última ilustra el juicio divino sobre los seguidores de la bestia, la primera ilustra el arrebatamiento de los santos de Dios. Usando una parábola diferente, el Señor había dicho, «la siega es el fin del siglo» (Mt. 13:39). El trigo y la cizaña son separados en el fin del siglo. Esta separación la realiza el Hijo del hombre enviando a Sus ángeles para que reúnan a los santos del reino de su Padre (Mt. 13:41-43). Téngase en cuenta que los ángeles están asociados con la cizaña en la parábola de Mateo (13:40-42). Similarmente en el versículo 49 de Mateo 13 se ve a los ángeles separando a los malvados de los santos. En Apocalipsis 14:17-20 el ángel se asocia con la vendimia en el juicio, pero el Hijo del hombre con la cosecha o siega. La primera hoz y la cosecha se relacionan con hombres de fe en la tierra al final de la gran tribulación. La segunda hoz y la vendimia se relacionan con hombres incrédulos de la tierra y con la batalla de Armagedón. La paciencia de Dios se ha agotado y la oferta de su gracia ha sido rechazada. El Mesías se presenta a la humanidad no como el Salvador, sino como el Juez de los hombres.