LOS MALOS FUNDAMENTOS DEL PRETRIBULACIONISMO


Hay varias razones que demuestran que la teoría del arrebatamiento pretribulacional es falsa. La primera es que la Biblia claramente nos dice cuándo—en la secuencia de esos eventos—ocurre el arrebatamiento, y no es pretribulacional (Mt 24:29). 

Otra razón es que el pretribulacionismo, tal como se enseña en las iglesias hoy en día, está basado en sólo un puñado de versículos, y cuando miramos más de cerca estos versículos, vemos que ellos no sirven en realidad para enseñar el pretribulacionismo.

El pretribulacionismo descansa, principalmente, sobre tres fundamentos:

1. La ira de Dios es derramada durante los juicios de los siete sellos, las siete trompetas y las siete copas descritas en el Apocalipsis.

2. Este periodo es llamado “la gran tribulación.”

3. El Señor Jesús arrebatará a Su iglesia antes del derramamiento de la ira de Dios y, por lo tanto, antes de la gran tribulación.

Aparte del hecho de que la iglesia está exenta de la ira (Ro 5:9), no hay referencias bíblicas directas que apoyen estos puntos. Esto se debe a que son puras inferencias. La primera inferencia es: como los juicios de los sellos, las trompetas y las copas traen tal turbación sobre la tierra, deben ser parte de la ira de Dios. En realidad, los sellos no son parte de la ira de Dios. Los sellos son parte de la ira de Satanás (Ap 12:9,17) ejecutada por el hombre—específicamente, la ira de un hombre: el Anticristo.

El segundo punto, que la gran tribulación se refiere a los sellos, las trompetas y las copas, también es una inferencia. Como hemos visto, la frase en sí misma no es bíblica; el Señor la usa para referirse a un muy especifico periodo que tomará lugar entre la abominación desoladora (la profanación del templo a manos del Anticristo) y los cataclismos cósmicos del sexto sello. Debido a que Daniel 9:27 nos dice que la abominación desoladora ocurre a la mitad de “la Tribulación”, la gran tribulación no puede durar  siete años. A lo mucho, puede durar sólo tres años y medio, y de hecho, dura menos que eso. La gran tribulación se relaciona únicamente con el quinto sello, el cual describe el martirio de los santos.

El tercer punto, que dice que el Señor Jesús regresará a arrebatar a Su iglesia antes del derramamiento de su ira, tiene base bíblica. Sin embargo, la ira de Dios no coincide con el inicio de la gran tribulación. Como hemos visto anteriormente, la ira de Dios comienza después de la gran tribulación, y forma parte del Día del Señor.

Que el arrebatamiento pretribulacional es pura inferencia es algo que los principales eruditos pretribulacionistas reconocen. En La Pregunta Sobre el Arrebatamiento [The Rapture Question], uno de los fundadores del pretribulacionismo, John Walvoord, admite: “Uno de los problemas que enfrenta tanto el pretribulacionismo como el postribulacionismo es el hecho de que su punto de vista es una inducción basada en hechos bíblicos en vez de en declaraciones explícitas de la Biblia”. Además, en El Regreso del Señor [The Return of the Lord], Walvoord agrava el problema al admitir: “Una de las razones para la confusión que existe con relación a los eventos futuros es que se falla en analizar correctamente el propósito de Dios en la era presente. Algunos se acercan a la Biblia sin el método apropiado de interpretación” (p. 19). De igual manera, Thomas D. Ice, en la ampliamente respetada revista teológica Biblioteca Sacra, dice: “(situar) el momento en que ocurre el arrebatamiento depende más de la teología de uno que de la evidencia textual de los pasajes específicos”.

La frase ‘el periodo tribulacional’ no existe en la Biblia. Los tres años y medio que se extienden desde la apertura del primer sello hasta la batalla de Armagedón, y que se conocen comúnmente como ‘el periodo tribulacional’ o ‘la tribulación’, son en realidad parte de la Semana Septuagésima de Daniel.

La Semana Septuagésima de Daniel

Para conocer cabalmente el momento en que ocurrirá el arrebatamiento, es necesario invertir un poco más de tiempo analizando la Semana Septuagésima. La frase proviene de Daniel 9:24, en donde Dios determina 70 semanas para tratar con el pueblo judío:

“Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para terminar la prevaricación, y poner fin al pecado, y expiar la iniquidad, para traer la justicia perdurable, y sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos”.

Los eruditos bíblicos concuerdan en que el término “semanas”, basado en la palabra hebrea shbuah, significa “semanas de años”, o una serie de periodos de siete años. Por esta razón, algunas versiones de la Biblia, como la Versión Nueva Internacional, traducen shbuah como “sietes”:

“Setenta sietes están determinados sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad. Para terminar la prevaricación, para poner fin al pecado, para expiar la iniquidad, para traer la justicia perdurable, para sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos”.

En otras palabras, 70 semanas, o 70 “sietes” (un periodo de 490 años) es determinado por Dios para terminar lo que ha empezado. Los propósitos de Dios para Israel no terminaron cuando Israel rechazó a Cristo como el Mesías. Todavía esperan su cumplimiento.

Según la profecía de Daniel, el reloj profético de las 70 semanas comenzó a correr su curso cuando Esdras reconstruyó las murallas de Jerusalén (el 445 a.C.), y continuó hasta la venida del Señor Jesucristo, el Mesías (Esd 1-6; Dn 9:25). Tristemente, Daniel predijo que al Mesías se le quitaría “la vida”, y que esto lo haría Su mismo pueblo; entonces el reloj profético de Dios se detuvo. El tiempo que habría entre el comienzo de las 70 semanas y la muerte del Mesías sería de 69 semanas, o 483 años. Cumpliendo la profecía de Daniel a la letra, el reloj profético de Dios se detuvo cuando el Señor Jesús fue crucificado (en el año 33 de nuestra era).

De uno de los peores momentos de la humanidad provino la manifestación más grande de la misericordia de Dios. Isaías profetizó que la muerte del Mesías resultaría la salvación de los gentiles. Este periodo, comúnmente llamado “la era de la iglesia”, durará hasta que el evangelio haya sido predicado a todas las naciones (Mt 24:14). Después que esta profecía se haya cumplido, Dios volverá a centrar Su atención en Israel.

Hasta aquí, “la era de la iglesia” se ha extendido por cerca de 2.000 años; aunque el rápido cumplimiento de la profecía de los últimos tiempos indica que pronto podría llegar a su fin. Una vez que los propósitos de Dios se hayan realizado, el Anticristo hará su aparición en Israel y la atención de Dios se centrará de nuevo en esta nación. Cuando esto suceda, el reloj profético comenzará su cuenta regresiva (Dn 9:27) hacia Armagedón. Estos eventos ocurrirán en el transcurso de tres años y medio, cerrando así la Semana Septuagésima de Daniel. (Para más detalle, leer los estudios mencionados al final de este.)

Hay dos señales proféticas relevantes a este tema. La primera señal es la aparición del Anticristo en Israel para ejecutar lo que el Señor llama la abominación de desolación o abominación desoladora (Dn 11:31;Dn 12:11;Mt 24:15;Mr 13:14), la cual marca el comienzo de los últimos tres años y medio de la Semana Septuagésima. Desde el momento en que esto ocurra, habrán tres años y medio, NO una “semana” (o periodo de siete años) hasta que el Señor Jesús se manifieste con Su hueste celestial en Armagedón. Al inicio de su manifestación, el Anticristo hará cesar los sacrificios en Jerusalén y hará un ídolo para que sea adorado en lugar de Dios (Dn 12:11). El Señor Jesús llamó a este evento “la abominación desoladora” (Mt 24:15). El tiempo que transcurra entre la abominación desoladora y el fin de la Semana Septuagésima será de tres años y medio. Esta cronología es aceptada por muchos de los eruditos bíblicos conservadores, sin importar la posición que tengan en cuanto al arrebatamiento.

Teniendo presente estos antecedentes, podemos regresar ahora a nuestro análisis de la gran tribulación.

Definiendo “la gran tribulación”

La idea equivocada de que la gran tribulación incluye todos los eventos descritos en el Apocalipsis es el elemento principal del pretribulacionismo. En las interpretaciones más populares sobre el arrebatamiento, el razonamiento discurre así: Todo el periodo del juicio de Dios, el cual incluye los sellos, las trompetas y las copas, es un periodo de gran destrucción. El Señor Jesús lo llama “gran tribulación”, pero la frase es a veces acortada a sólo “la tribulación”. Puesto que no estamos destinados para ira, los creyentes deben ser arrebatados antes de que la gran tribulación comience.

Esto no es lo que la Biblia enseña. El término “gran tribulación” aparece por primera vez en Mateo 24:21, en la Profecía del Monte de los Olivos. Los apóstoles recién le han pedido al Señor que les identifique la señal del “fin del siglo” y que les diga cuándo regresará Él. En respuesta, el Señor les da una lista de las muy específicas señales que precederán Su retorno:

“Y estando él sentado en el monte de los Olivos, los discípulos se le acercaron aparte, diciendo: Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo? Respondiendo Jesús, les dijo: Mirad que nadie os engañe. Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán. Y oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin.  Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares. Y todo esto será principio de dolores” (Mt 24:3-8).

El Señor luego les dice a Sus discípulos que los juicios se intensificarán. Este será un periodo terrible: los creyentes serán muertos, los falsos cristos se multiplicarán y la anarquía abundará. Sin embargo, el Señor aclara que todos estos eventos ocurrirán antes de Su regreso:

“Entonces os entregarán a tribulación, y os matarán, y seréis aborrecidos de todas las gentes por causa de mi nombre. Muchos tropezarán entonces, y se entregarán unos a otros, y unos a otros se aborrecerán. Y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos; y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará. Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo. Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin” (Mt 24:9-14).

En los versículos que siguen, el Señor describe al Anticristo, quien ha ascendido a la dominación mundial al inicio de este periodo y ahora está en la cúspide de su poder. El Señor dice que el Anticristo se presentará en el templo de Jerusalén y se declarará a sí mismo Dios (o como Dios). Cuando esto suceda, el Señor advierte, entonces también ocurrirá la gran tribulación:

“Por tanto, cuando veáis en el lugar santo la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel (el que lee, entienda), entonces los que estén en Judea, huyan a los montes. El que esté en la azotea, no descienda para tomar algo de su casa; y el que esté en el campo, no vuelva atrás para tomar su capa. Mas ¡ay de las que estén encintas, y de las que críen en aquellos días! Orad, pues, que vuestra huida no sea en invierno ni en día de reposo; porque habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá” (Mt 24:15-21).

Es comprensible por qué el Señor no dio la señal de Su venida de inmediato. Escogió primero advertir a Sus seguidores de los peligros que vendrán; escogió primero prepararlos y fortalecerlos para que pudieran enfrentar estos difíciles tiempos. La preocupación del Señor es la de armar espiritualmente a Su pueblo contra el engaño. Tres veces, después de describir la gran tribulación, el Señor les advierte que no se dejen engañar:

“Entonces, si alguno os dijere: Mirad, aquí está el Cristo, o mirad, allí está, no lo creáis. Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos. Ya os lo he dicho antes.  Así que, si os dijeren: Mirad, está en el desierto, no salgáis; o mirad, está en los aposentos, no lo creáis” (Mt  24:26).

Después de estos antecedentes, el Señor finalmente responde la pregunta de Sus discípulos:

“E inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias de los cielos serán conmovidas. Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria. Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro” [el arrebatamiento o rapto de los creyentes] (Mt 24:29-31).

La frase “inmediatamente después” es muy clara. La gran tribulación comenzará después de que el Anticristo se presente en el templo, y terminará antes (o al momento) de que ocurran los cataclismos cósmicos del sexto sello: “Miré cuando abrió el sexto sello, y he aquí hubo un gran terremoto; y el sol se puso negro como tela de cilicio, y la luna se volvió toda como sangre; y las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra, como la higuera deja caer sus higos cuando es sacudida por un fuerte viento” (Ap. 6:12-13).

Esto presenta una gran dificultad para el pretribulacionismo. Daniel profetizó que el Anticristo se presentará en el templo a la mitad de la Semana Septuagésima, o al inicio de los últimos tres años y medio de esta era. La declaración del Señor Jesús en Mateo 24:29, “después de la tribulación de aquellos días”, pone un límite a la duración de esta tribulación: sólo hasta el sexto sello (recuérdese que 14 juicios—las siete trompetas y las siete copas—todavía están por venir). Por lo tanto, la gran tribulación no puede referirse a toda la Semana Septuagésima (ni siquiera a toda la segunda mitad de ella, como lo enseñan algunos pretribulacionistas) sino sólo a la porción que se extiende entre la mitad que falta de ella por cumplirse y el sexto sello.

Cuando analizamos con atención cada una de estas premisas fundamentales del pretribulacionismo, resulta evidente que esta posición no se ajusta a la revelación Bíblica. La ira de Dios no es derramada durante los juicios de los sellos, así que no hay ninguna razón para que la iglesia sea arrebatada antes del primer sello. Ni siquiera la gran tribulación, que origina el clamor de los santos martirizados durante el quinto sello, es la ira de Dios, y además concluye antes de que ocurra el arrebatamiento.

Por lo tanto, la premisa que dice: “Como el Señor Jesús arrebatará a Su iglesia antes del derramamiento de la ira de Dios, el arrebatamiento debe ocurrir antes de la gran tribulación” es falsa. “No lo creáis” (Mt  24:26)
 
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