Paternidad Literaria del Apocalipsis

Aunque no todos están de acuerdo, hay indicios de que el libro de Apocalipsis ya se conocía en el período de los «padres apostólicos». Hay referencias en el Pastor de Hermas (150 d.C.) a la futura gran tribulación (2:1, 5, 7; 3:16) que parecen reflejar las enseñanzas de Apocalipsis 2:10 y 7: 14. Además, el Pastor de Hermas usa un vocabulario muy parecido al del Apocalipsis. Por ejemplo, el enemigo de los creyentes se representa por una bestia, la descripción de las langostas de fuego que salen de la boca de la bestia, los santos visten vestiduras blancas y llevan coronas en sus cabezas.

También parece que el autor de la Epístola de Bernabé conocía del Apocalipsis. Bernabé 7:9 y 21:3 tienen cierto parecido con Apocalipsis 17:7, 13 y 22:10. En los escritos de Ignacio, quien fuera obispo de Antioquía de Siria (98-117 d.C.) aparecen algunas referencias que se asemejan a pasajes del Apocalipsis (compárese a los Efesios 15:3 con Apocalipsis 21:3 y a Filadelfia 6:1 con Apocalipsis 3:12).

Sin embargo, fue Justino Mártir (100-165 d. C.) quien por primera vez menciona el Apocalipsis y lo atribuye al apóstol Juan. En su Diálogo con Trifón dice: «Un hombre llamado Juan, uno de los apóstoles de Jesucristo, profetizó mediante una revelación que le fue concedida, que los que han creído en nuestro Cristo morarán por mil años en Jerusalén (Ap. 20:4-6) y que luego tendrá lugar la resurrección universal y, para decirlo en una palabra, eterna de todos los hombres y al mismo tiempo el juicio» (81 :4).

Hay que añadir los testimonios de Papías (60-130 d. C.) tocante a la credibilidad del Apocalipsis y de Melitón, obispo de Sardis (161-180 d.C.) quien escribió un comentario sobre dicho libro. El canon Muratorio (siglo II d.C.) atestigua de la existencia incuestionable del Apocalipsis y de su uso en la iglesia romana a finales del siglo segundo.

El primer comentario del Apocalipsis que se ha conservado lo escribió Victorino, quien murió en el año 303 d.C. como resultado de las persecuciones dirigidas por Diocleciano. La mayor impugnación del libro de Apocalipsis provino de Dionisio de Alejandría (250 d.C.). Dionisio colocó los cimientos sobre los que la critica moderna edificó sus argumentos tocante a la paternidad literaria del Apocalipsis. Para comenzar, Dionisio rechazó la enseñanza milenialista del Apocalipsis. Además, comparó el lenguaje del libro con el del evangelio y las epístolas de Juan y concluyó que fue otro Juan, no el apóstol, quien escribió el último libro del Nuevo Testamento.

Desde los tiempos de Dionisio de Alejandría—mediados del siglo III d. C.—el rechazo de la paternidad apostólica del Apocalipsis se ha fundamentado sobre argumentos lingüísticos. La impugnación se ha dirigido a la presencia de ciertos barbarismos y solecismos en el Apocalipsis, el uso de hebraísmos y una diferencia entre el estilo y el vocabulario del Apocalipsis y el que aparece en los escritos juaninos.

Un escrutinio de los argumentos de Dionisio en contra de la paternidad juanina del Apocalipsis demuestra que su rechazo era debido a ciertas especulaciones hechas a priori por el alejandrino. La presencia de hebraísmos se explica por el hecho de que el Apocalipsis es el libro del Nuevo Testamento que más alude al Antiguo Testamento. Se ha observado que de los 404 versículos que forman el Apocalipsis, hay 278 que contienen referencias a las Escrituras judías. El estilo del Apocalipsis pone de manifiesto que su autor era un judío que pensaba en hebreo.

La impugnación a la presencia de errores gramaticales debe reconocerse, aunque tiene su explicación. Theodor Zahn lo explica al decir que en el Apocalipsis «Juan escribe como profeta y por lo tanto, lo hace de manera diferente a como lo hace en el evangelio y en las epístolas» (Zahn, Introduction, p. 626). Los solecismos (alteración de la sintaxis), los anacolutos (falta de ilación en la construcción de una cláusula) y otras irregularidades gramaticales no deben ignorarse, pero tampoco deben usarse como un argumento decisivo en contra de la paternidad apostólica del Apocalipsis. Debe observarse que un número considerable de las irregularidades gramaticales que aparecen en el libro se encuentran también en los escritos de los griegos clásicos.

Dionisio mantenía que el Apocalipsis no fue escrito por Juan el apóstol, el hijo de Zebedeo, sino por otra persona. A veces sugería el nombre de Juan Marcos, pero otras veces rechazaba dicha idea. También ofrecía la posibilidad de que el autor de Apocalipsis fuera un tal Juan de Asia, personaje desconocido cuya tumba, según algunos, se halló en Éfeso, donde también sepultaron al apóstol Juan.

Resumiendo, la crítica de Dionisio y su rechazo de la paternidad apostólica del Apocalipsis confronta algunos problemas serios:

l. No se basa sobre el testimonio de la antigüedad, sino sobre un juicio subjetivo.

2. Su declaración sobre el uso del griego es engañoso, porque Dionisio pasa por alto el sabor semítico presente en el griego del evangelio de Juan. Además, su opinión respecto a las faltas de exactitud del Apocalipsis no se sostiene ante el juicio de la crítica moderna, que por lo general admite que las desviaciones gramaticales no se deben a la ignorancia.

3. La sugerencia de Dionisio de que un tal Juan de Asia, personaje desconocido en la historia de la Iglesia, fuera el autor del libro, carece de credibilidad ante la falta de evidencia y apoyo histórico.

Las palabras iniciales del libro reconocen a Juan como el autor del Apocalipsis (1:1, 4). Dos veces más (1:9 y 22:8) se afirma la misma realidad. Es decir, el libro contiene cuatro declaraciones en cuanto a que el nombre del autor es Juan. El apóstol Juan, hijo de Zebedeo, era un líder reconocido de la iglesia de Asia y la historia eclesiástica no sabe de ningún otro con autoridad apostólica reconocida y capaz de escribir un libro como el Apocalipsis sino sólo el apóstol Juan, autor del evangelio que lleva su nombre junto con otras tres epístolas.

La evidencia externa apoya firmemente que el apóstol Juan fue el autor del Apocalipsis. Justino Mártir (100-165 d. C.) en su Diálogo con Trifón, dice: «Hubo cierto hombre con nosotros, llamado Juan, uno de los apóstoles de Cristo, quien profetizó mediante una revelación». De igual modo, Ireneo (120-202 d.C.) dice que el Apocalipsis fue escrito por «Juan, el discípulo del Señor», quien no podía ser otro que Juan el apóstol (véase Contra los herejes IV 20:11). El gran apologista Tertuliano (160-220 d.C.) dice que «el apóstol Juan» contempló la ciudad descender del cielo, refiriéndose a Apocalipsis 21:10-23 (véase Contra Marción, III 25).

La opinión de los padres orientales también favorece al apóstol Juan como autor del Apocalipsis. Clemente de Alejandría (150-220 d.C.) escribió tocante al regreso de Juan el apóstol de su exilio en la isla de Patmos, una posible referencia a Apocalipsis 1:9. De igual manera Orígenes de Alejandría (185-254 d.C.) en su obra De Principiis se expresa así: «Escuchad de la manera como Juan habla en el Apocalipsis» y seguidamente cita 1:8. También cita la frase «el evangelio eterno» (Ap. 14:6) y dice que es «usada por Juan en el Apocalipsis». El gran defensor de la ortodoxia, Atanasio (296-373 d.C), autor de varias obras importantes y quien se destacó en el Concilio de Nicea (325), expresó su convicción de la canonicidad del Apocalipsis y de la paternidad juanina del mismo.

A pesar de las abundantes evidencias en favor de la paternidad juanina y del carácter apostólico del Apocalipsis, su aceptación no ha sido universal. Por ejemplo, Marción (siglo 11 d.C.) no lo incluyó en su canon. Los Alogoi, grupo que surgió en el Asia Menor por el año 175 d.C., contrarios al montanismo, rechazaron todos los libros que se oponían a sus creencias. Entre los libros rechazados por los Alogoi estaban el Evangelio según San Juan y el Apocalipsis que, según ellos, los escribió el gnóstico Cerinto. Como ya se ha mencionado, el más fuerte opositor a la paternidad juanina del Apocalipsis fue Dionisio (190-265 d.C.). Al igual que Orígenes, Dionisio rechazó las enseñanzas tocante al milenio. Negó el origen apostólico del Apocalipsis y lo atribuyó a «Juan el presbítero», persona de dudosa existencia. Los argumentos de Dionisio los copió Eusebio de Cesarea (265-339 d.C.), conocido como el «padre de la historia eclesiástica». Eusebio cuestionó la autoridad del Apocalipsis sobre la misma base que usó Dionisio. Desde entonces y hasta hoy, la crítica continúa usando fundamentalmente los mismos argumentos para negar el origen apostólico y la paternidad joanina del Apocalipsis.

Resumen

Siguiendo a Dionisio, la critica ha impugnado el origen juanino del Apocalipsis sobre la base siguiente:

l. Diferencias lingüísticas: El Apocalipsis muestra un uso irregular del idioma griego. Hay irregularidades gramaticales y sintácticas que son innegables. Ahora bien, esas irregularidades pudieran atribuirse a la naturaleza misma del lenguaje apocalíptico usado por el autor, unido al hecho manifiesto de la influencia del Antiguo Testamento en el Apocalipsis.

2. Síntomas internos de paternidad no apostólica: Se ha objetado el hecho de que el autor del Apocalipsis no se identifica como apóstol. Esta objeción considera que ningún apóstol podía escribir sin reclamar su autoridad apostólica. Esa suposición, sin embargo, no es correcta. Es cierto que Pablo afirma y defiende su apostolado, pero lo hacía porque él no había sido uno de los doce y por esto, había quienes dudaban que Pablo fuera un apóstol genuino. Juan, por supuesto, no tenía ese problema, ya que era bien conocido como uno de los discípulos originales de Jesús.

3. Elementos no juaninos en el Apocalipsis: Esta objeción es fundamentalmente teológica. Se dice que hay una clara diferencia entre la presentación de la doctrina de Dios hecha en el Apocalipsis y la que aparece en el Evangelio según San Juan y las epístolas. El evangelio, se dice, presenta el amor de Dios mientras que el Apocalipsis habla de la majestad y el poder creador de Dios.

Pero no debe pasarse por alto que el propósito del evangelio es enseñar que Jesús es el Mesías, el único Salvador de los hombres (Jn. 20:30, 31 ), mientras que el Apocalipsis tiene que ver con la culminación del plan de Dios en el establecimiento de su soberanía.

En cuanto a la Cristología, el evangelio presenta a Jesús como el Mesías sufriente, el Cordero de Dios que muere como sacrificio por los pecados del mundo. El Apocalipsis, sin embargo, presenta al Mesías conquistador que regirá las naciones con vara de hierro. Sin embargo, el Apocalipsis también habla de Cristo como quien ama, redime y se identifica con su pueblo (véanse Ap. 1:5; 5:9; 7:14; 12: 11; 14:4).

Es necesario reconocer y no perder de vista que el Evangelio según San Juan y el Apocalipsis tienen objetivos distintos. También hay una diferencia en la presentación de la doctrina del Espíritu Santo en el Apocalipsis y en el Evangelio según San Juan. Pero debe observarse que el ministerio del Espíritu Santo ocupa un lugar principal en el Apocalipsis. La naturaleza apocalíptica y escatológica del libro explica las diferencias en la exposición de la doctrina. Pero el aspecto fundamental es el hecho de que ambos libros el Espíritu Santo se presenta como una persona divina.

Otras diferencias en cuanto a énfasis doctrinal se explican por el hecho de que el Apocalipsis es eminentemente escatológico. El Apocalipsis destaca los acontecimientos que tendrán lugar dentro de los tres últimos años y medio de la era. El evangelio y las epístolas de Juan tienen que ver con temas que se desarrollan durante la era de la Iglesia. No hay, pues, diferencias teológicas entre el Apocalipsis y los otros escritos atribuidos a Juan. Sin duda, hay diferencias de énfasis y de temas entre dichos escritos, pero no es menos cierto que también existen semejanzas (véanse Jo. 1:1 y Ap. 19:13; Jn. 7:37 y Ap. 22:17; Jn. 10:18 y Ap. 2:27; Jn. 19:37 y A p. 1 :7; cp. Zac. 12: 10). ·

Una hipótesis ofrecida por algunos expertos en los últimos años es la que sugiere que Juan sufrió el martirio aproximadamente cuando Santiago corrió la misma suerte (véase Hch. 12). Uno de los problemas de dicha teoría es que hay una fuerte tradición que favorece la creencia de que Juan murió a una edad muy avanzada en la ciudad de Éfeso. Si como creen algunos, Juan sufrió el martirio en la primavera del año 44 d.C., entonces tampoco pudo haber escrito el evangelio ni las epístolas. El testimonio de Clemente de Alejandría al efecto de que Juan regresó a Éfeso después de su exilio en Patmos, al igual que el de Ireneo y el de Tertuliano, pesan en favor de la fecha tardía de la muerte de Juan y por lo tanto, aumentan las probabilidades de la postura que atribuye al apóstol Juan la autoría del Apocalipsis.

En resumen, no es una tarea sencilla ordenar todas las evidencias para llegar a una conclusión definitiva que despeje todas las dudas respecto a la paternidad juanina del Apocalipsis: Lo que sí podemos afirmar es que el peso de las evidencias inclina la balanza en favor de la tradición temprana que afirma que el autor humano del Apocalipsis fue el apóstol Juan, hijo de Zebedeo, quien también escribió el evangelio que lleva su nombre y tres epístolas.


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