El Libro de la Vida
A través de sus profetas, Dios reveló la existencia de un libro muy especial en el que registra los nombres de personas particularmente valiosas para Él.
Este libro, «el libro de la vida del Cordero», le pertenece al Señor Jesucristo (Apocalipsis 21:27). En él se encuentran los nombres de quienes son considerados justos ante Dios y que, si permanecen fieles hasta el fin, recibirán la vida eterna (Apocalipsis 3:5). Cuando alguien es borrado del libro, significa que está destinado a morir para siempre (Apocalipsis 3:5; 20:15).
El Libro de la Vida se menciona por primera vez en Éxodo 32:31-32, cuando Moisés le ofrece a Dios ser borrado de su registro diciendo: «Te ruego, pues este pueblo ha cometido un gran pecado, porque se hicieron dioses de oro, que perdones ahora su pecado, y si no, ráeme ahora de tu libro que has escrito».
Pero Dios «respondió a Moisés: Al que pecare contra mí, a éste raeré yo de mi libro» (Éxodo 32:33). Por nobles que hayan sido las intenciones del patriarca al tratar de proteger a Israel, Dios no negocia así con la salvación.
¿Quiénes están en el Libro de la Vida?
El Libro de la Vida contiene los nombres de quienes se han convertido a Cristo Jesús y han dedicado sus vidas a servirle.
Moisés, por ejemplo, sabía que su nombre estaba en este libro y, ya que Abraham, Isaac, Jacob y los profetas estarán en el reino de Dios, sus nombres también deben estar en el registro (Éxodo 32:31-32; Lucas 13:28). Cristo dijo además a sus discípulos: «regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos», y, en una de sus cartas, el apóstol Pablo nombró a varios «cuyos nombres están en el libro de la vida» (Lucas 10:20; Filipenses 4:3).
¿Qué tienen en común Moisés y los destinatarios de Pablo? Tanto los profetas y patriarcas antiguos como los miembros de la Iglesia de Dios tienen el don del Espíritu Santo como garantía de que recibirán la vida eterna en el Reino Eterno de Dios (1 Pedro 1:10-12; 2 Pedro 1:21; Romanos 8:9, 11). Tener esta garantía es sinónimo de estar inscrito en el Libro de la Vida (Malaquías 3:16-17).
¿Puede ser alguien borrado del Libro de la Vida?
Dios fue muy claro al respecto: «Al que pecare contra mí, a éste raeré yo de mi libro» (Éxodo 32:33).
Apocalipsis revela que «Si alguno añadiere a estas cosas [las palabras de la profecía de la Biblia], Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro. Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad y de las cosas que están escritas en este libro» (Apocalipsis 22:18-19).
Además, la Biblia dice que en los tiempos del fin resurgirá un sistema religioso falso que estará basado en la adoración de un hombre, será comparable a la adoración del mismo Satanás, y engañará a tantos, que lo «[adorarán] todos los moradores de la tierra cuyos nombres no [estén] escritos en el libro de la vida del Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo» (Apocalipsis 13:8, 13). Sólo aquellos que se resistan a este falso sistema inspirado por Satanás recibirán su recompensa (Apocalipsis 15:2; 17:8; 20:4).
La esperanza de los fieles
En una visión de Daniel acerca del «tiempo de angustia» que vendrá al fin de esta era, Dios promete que «será libertado tu pueblo, todos los que se hallen escritos en el libro [de la vida]» (Daniel 12:1).
Dios también le reveló al apóstol Juan que, cuando «la gran ciudad santa de Jerusalén» descienda del cielo, «No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero» (Apocalipsis 21:10, 27).
Esta esperanzadora promesa se repite en el libro de Malaquías cuando Dios le habla a su obstinado pueblo, Israel. Si bien el mensaje comienza como una corrección y advertencia para los israelitas por haberse alejado de sus leyes cuando Él pedía honra, fidelidad y obediencia, Dios luego promete dar vida eterna en su Reino (escribir en el «libro de memoria», o Libro de la Vida) a todo el que le temiera por amor a su pueblo.
«Entonces los que temían a Jehová hablaron cada uno a su compañero; y Jehová escuchó y oyó, y fue escrito libro de memoria delante de él para los que temen a Jehová, y para los que piensan en su nombre. Y serán para mí especial tesoro, ha dicho Jehová de los ejércitos, en el día en que yo actúe; y los perdonaré, como el hombre que perdona a su hijo que le sirve» (Malaquías 3:16-17).
Temer a Dios es tener un profundo respeto y amor hacia Él; amar a Dios es guardar sus mandamientos, y guardar sus mandamientos es el único propósito del hombre (1 Juan 2:5; 5:3; Eclesiastés 12:13).
Las Escrituras revelan que Dios conoce las obras de «los que temen a Jehová, y… los que piensan en su nombre», lo cual implica que siempre está atento a sus conversaciones y sus actos de amor y misericordia (Malaquías 3:16; Mateo 10:42; 25:34-40). Como dice Hebreos 6:10, «Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que habéis mostrado hacia su nombre, habiendo servido a los santos y sirviéndoles aún».
¿Qué más registra Dios?
Por lo que vemos en la Biblia, tal parece que Dios también lleva registro de nuestra constante lucha por mantenernos en su camino a pesar de la tentación y adversidad. Es por esto que, en un mal momento de su vida y estando rodeado de enemigos, David (próximo a ser rey de Israel) le pide a Dios recordar sus angustias pasadas: «Mis huidas tú has contado; pon mis lágrimas en tu redoma; ¿no están ellas en tu libro?» (Salmos 56:8).
Y, en cierta ocasión, Nehemías le rogó a Dios: «Acuérdate de mí, oh Dios, en orden a esto, y no borres mis misericordias que hice en la casa de mi Dios, y en su servicio», lo cual nuevamente sugiere la existencia de un registro de nuestras buenas obras (Nehemías 13:14).
¿Lleva Dios registro de nuestros pecados?
Todos seremos juzgados según nuestras acciones: «Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala» (Isaías 66:15-16; Romanos 1:18-32; Eclesiastés 12:14).
Después de regresar a la tierra, Cristo juzgará a la humanidad: «aclarará... lo oculto de las tinieblas, y manifestará las intenciones de los corazones» (1 Corintios 4:5). De hecho, Él mismo nos advierte que «de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado» (Mateo 12:36-37).
Si bien estas Escrituras no comprueban que Dios tiene un listado escrito de nuestros pecados, sí comprueban que sabe todo lo que hacemos; y ya que la memoria de Dios es perfecta, podemos decir que lleva un registro.
Afortunadamente, hay algo que podemos hacer para que nuestros pecados sean borrados y Dios los olvide para siempre: arrepentirnos y aceptar el sacrificio que Cristo hizo para pagar la pena de muerte que merecíamos por nuestros pecados (Hebreos 8:12).
El profeta Ezequiel fue inspirado a escribir: «apartándose el impío de su impiedad que hizo, y haciendo según el derecho y la justicia, hará vivir su alma. Porque miró y se apartó de todas sus transgresiones que había cometido, de cierto vivirá; no morirá» (Ezequiel 18:27-28). En otras palabras, cuando un pecador se arrepiente «todas las transgresiones que cometió, no le serán recordadas», «yo [Dios] soy el que borro tus rebeliones por amor de mí mismo, y no me acordaré de tus pecados» (Ezequiel 18:22; Isaías 43:25).
La base del juicio de Dios
En una visión del trono desde el cual Dios juzgará a la humanidad, Daniel vio que «fueron puestos tronos, y se sentó un Anciano de días... el Juez se sentó, y los libros fueron abiertos» (Daniel 7:9-10).
Y en una visión similar, Juan vio «un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos. Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos» (Apocalipsis 20:11-12).
Estos libros son los libros de la Biblia, los cuales contienen las leyes de Dios —que son los parámetros de su juicio; «fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras» (v. 12).
Juan luego vio que «otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida», pues, cuando ya haya terminado el juicio, Dios revisará su registro «Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego» (vv. 12, 15).
¿Cuándo se inscribe un nombre al Libro de la Vida?
El primer paso hacia la salvación es creer en el evangelio del Señor Jesucristo. El siguiente paso ocurre cuando, «habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, [somos] sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria» (Efesios 1:13-14).
En el momento en que alguien recibe el Espíritu Santo (el sello de la promesa), pasa a formar parte de la familia de Dios —«la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos»— y su nombre es inscrito en el Libro de la Vida (Romanos 8:14, 16; Hebreos 12:23).
¿Qué debemos hacer para ser inscritos en el Libro de la Vida?
Para que Dios escriba nuestro nombre en su Libro, debemos arrepentirnos de nuestros pecados, convertirnos al Señor Jesucristo y bautizarnos en Su nombre (Hechos 2:38).
En Juan 6:27, Cristo nos dice: «Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a éste señaló Dios el Padre». Pero ¿por qué deberíamos hacerlo?
Porque sólo «el que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles» (Apocalipsis 3:5).
Este libro, «el libro de la vida del Cordero», le pertenece al Señor Jesucristo (Apocalipsis 21:27). En él se encuentran los nombres de quienes son considerados justos ante Dios y que, si permanecen fieles hasta el fin, recibirán la vida eterna (Apocalipsis 3:5). Cuando alguien es borrado del libro, significa que está destinado a morir para siempre (Apocalipsis 3:5; 20:15).
El Libro de la Vida se menciona por primera vez en Éxodo 32:31-32, cuando Moisés le ofrece a Dios ser borrado de su registro diciendo: «Te ruego, pues este pueblo ha cometido un gran pecado, porque se hicieron dioses de oro, que perdones ahora su pecado, y si no, ráeme ahora de tu libro que has escrito».
Pero Dios «respondió a Moisés: Al que pecare contra mí, a éste raeré yo de mi libro» (Éxodo 32:33). Por nobles que hayan sido las intenciones del patriarca al tratar de proteger a Israel, Dios no negocia así con la salvación.
¿Quiénes están en el Libro de la Vida?
El Libro de la Vida contiene los nombres de quienes se han convertido a Cristo Jesús y han dedicado sus vidas a servirle.
Moisés, por ejemplo, sabía que su nombre estaba en este libro y, ya que Abraham, Isaac, Jacob y los profetas estarán en el reino de Dios, sus nombres también deben estar en el registro (Éxodo 32:31-32; Lucas 13:28). Cristo dijo además a sus discípulos: «regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos», y, en una de sus cartas, el apóstol Pablo nombró a varios «cuyos nombres están en el libro de la vida» (Lucas 10:20; Filipenses 4:3).
¿Qué tienen en común Moisés y los destinatarios de Pablo? Tanto los profetas y patriarcas antiguos como los miembros de la Iglesia de Dios tienen el don del Espíritu Santo como garantía de que recibirán la vida eterna en el Reino Eterno de Dios (1 Pedro 1:10-12; 2 Pedro 1:21; Romanos 8:9, 11). Tener esta garantía es sinónimo de estar inscrito en el Libro de la Vida (Malaquías 3:16-17).
¿Puede ser alguien borrado del Libro de la Vida?
Dios fue muy claro al respecto: «Al que pecare contra mí, a éste raeré yo de mi libro» (Éxodo 32:33).
Apocalipsis revela que «Si alguno añadiere a estas cosas [las palabras de la profecía de la Biblia], Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro. Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad y de las cosas que están escritas en este libro» (Apocalipsis 22:18-19).
Además, la Biblia dice que en los tiempos del fin resurgirá un sistema religioso falso que estará basado en la adoración de un hombre, será comparable a la adoración del mismo Satanás, y engañará a tantos, que lo «[adorarán] todos los moradores de la tierra cuyos nombres no [estén] escritos en el libro de la vida del Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo» (Apocalipsis 13:8, 13). Sólo aquellos que se resistan a este falso sistema inspirado por Satanás recibirán su recompensa (Apocalipsis 15:2; 17:8; 20:4).
La esperanza de los fieles
En una visión de Daniel acerca del «tiempo de angustia» que vendrá al fin de esta era, Dios promete que «será libertado tu pueblo, todos los que se hallen escritos en el libro [de la vida]» (Daniel 12:1).
Dios también le reveló al apóstol Juan que, cuando «la gran ciudad santa de Jerusalén» descienda del cielo, «No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero» (Apocalipsis 21:10, 27).
Esta esperanzadora promesa se repite en el libro de Malaquías cuando Dios le habla a su obstinado pueblo, Israel. Si bien el mensaje comienza como una corrección y advertencia para los israelitas por haberse alejado de sus leyes cuando Él pedía honra, fidelidad y obediencia, Dios luego promete dar vida eterna en su Reino (escribir en el «libro de memoria», o Libro de la Vida) a todo el que le temiera por amor a su pueblo.
«Entonces los que temían a Jehová hablaron cada uno a su compañero; y Jehová escuchó y oyó, y fue escrito libro de memoria delante de él para los que temen a Jehová, y para los que piensan en su nombre. Y serán para mí especial tesoro, ha dicho Jehová de los ejércitos, en el día en que yo actúe; y los perdonaré, como el hombre que perdona a su hijo que le sirve» (Malaquías 3:16-17).
Temer a Dios es tener un profundo respeto y amor hacia Él; amar a Dios es guardar sus mandamientos, y guardar sus mandamientos es el único propósito del hombre (1 Juan 2:5; 5:3; Eclesiastés 12:13).
Las Escrituras revelan que Dios conoce las obras de «los que temen a Jehová, y… los que piensan en su nombre», lo cual implica que siempre está atento a sus conversaciones y sus actos de amor y misericordia (Malaquías 3:16; Mateo 10:42; 25:34-40). Como dice Hebreos 6:10, «Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que habéis mostrado hacia su nombre, habiendo servido a los santos y sirviéndoles aún».
¿Qué más registra Dios?
Por lo que vemos en la Biblia, tal parece que Dios también lleva registro de nuestra constante lucha por mantenernos en su camino a pesar de la tentación y adversidad. Es por esto que, en un mal momento de su vida y estando rodeado de enemigos, David (próximo a ser rey de Israel) le pide a Dios recordar sus angustias pasadas: «Mis huidas tú has contado; pon mis lágrimas en tu redoma; ¿no están ellas en tu libro?» (Salmos 56:8).
Y, en cierta ocasión, Nehemías le rogó a Dios: «Acuérdate de mí, oh Dios, en orden a esto, y no borres mis misericordias que hice en la casa de mi Dios, y en su servicio», lo cual nuevamente sugiere la existencia de un registro de nuestras buenas obras (Nehemías 13:14).
¿Lleva Dios registro de nuestros pecados?
Todos seremos juzgados según nuestras acciones: «Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala» (Isaías 66:15-16; Romanos 1:18-32; Eclesiastés 12:14).
Después de regresar a la tierra, Cristo juzgará a la humanidad: «aclarará... lo oculto de las tinieblas, y manifestará las intenciones de los corazones» (1 Corintios 4:5). De hecho, Él mismo nos advierte que «de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado» (Mateo 12:36-37).
Si bien estas Escrituras no comprueban que Dios tiene un listado escrito de nuestros pecados, sí comprueban que sabe todo lo que hacemos; y ya que la memoria de Dios es perfecta, podemos decir que lleva un registro.
Afortunadamente, hay algo que podemos hacer para que nuestros pecados sean borrados y Dios los olvide para siempre: arrepentirnos y aceptar el sacrificio que Cristo hizo para pagar la pena de muerte que merecíamos por nuestros pecados (Hebreos 8:12).
El profeta Ezequiel fue inspirado a escribir: «apartándose el impío de su impiedad que hizo, y haciendo según el derecho y la justicia, hará vivir su alma. Porque miró y se apartó de todas sus transgresiones que había cometido, de cierto vivirá; no morirá» (Ezequiel 18:27-28). En otras palabras, cuando un pecador se arrepiente «todas las transgresiones que cometió, no le serán recordadas», «yo [Dios] soy el que borro tus rebeliones por amor de mí mismo, y no me acordaré de tus pecados» (Ezequiel 18:22; Isaías 43:25).
La base del juicio de Dios
En una visión del trono desde el cual Dios juzgará a la humanidad, Daniel vio que «fueron puestos tronos, y se sentó un Anciano de días... el Juez se sentó, y los libros fueron abiertos» (Daniel 7:9-10).
Y en una visión similar, Juan vio «un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos. Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos» (Apocalipsis 20:11-12).
Estos libros son los libros de la Biblia, los cuales contienen las leyes de Dios —que son los parámetros de su juicio; «fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras» (v. 12).
Juan luego vio que «otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida», pues, cuando ya haya terminado el juicio, Dios revisará su registro «Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego» (vv. 12, 15).
¿Cuándo se inscribe un nombre al Libro de la Vida?
El primer paso hacia la salvación es creer en el evangelio del Señor Jesucristo. El siguiente paso ocurre cuando, «habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, [somos] sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria» (Efesios 1:13-14).
En el momento en que alguien recibe el Espíritu Santo (el sello de la promesa), pasa a formar parte de la familia de Dios —«la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos»— y su nombre es inscrito en el Libro de la Vida (Romanos 8:14, 16; Hebreos 12:23).
¿Qué debemos hacer para ser inscritos en el Libro de la Vida?
Para que Dios escriba nuestro nombre en su Libro, debemos arrepentirnos de nuestros pecados, convertirnos al Señor Jesucristo y bautizarnos en Su nombre (Hechos 2:38).
En Juan 6:27, Cristo nos dice: «Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a éste señaló Dios el Padre». Pero ¿por qué deberíamos hacerlo?
Porque sólo «el que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles» (Apocalipsis 3:5).