Apocalipsis Capítulo 18



El juicio de la Babilonia Literal (18:1-24)

El capítulo 18 del Apocalipsis trata el tema del juicio y la destrucción final de Babilonia. El capítulo identifica a Babilonia como una ciudad, no como un sistema místico haciéndola totalmente diferente a la ramera del capítulo 17.

Históricamente, entre los estudiantes y comentaristas evangélicos del Apocalipsis, han existido al menos cinco interpretaciones de esta Babilonia: (1) la Roma pagana, (2) la Roma papal, (3) la Roma escatológica, (4) la Jerusalén apóstata, (5) la ciudad natal de Mahoma, La Meca; y (5) la Babilonia escatológica.

Las interpretaciones contemporáneas son más antojadizas y subjetivas, y no tienen fin. Entre las tres más populares están las que la identifican como: (1) Nueva York, (2) la nación entera de Estados Unidos, y (3) la ciudad transnacional aún en construcción, Neom.

Hay quienes ven en Babilonia una «representación de la cultura total del mundo aparte de Dios», en contraste con el sistema divino representado por la Nueva Jerusalén. Tal interpretación está cercana a la Babilonia mística del capítulo 17, pero no tiene nada que ver con ésta del capítulo 18, la cual el texto describe sin usar símbolos ni otras figuras de lenguaje. Saltarse el círculo de lo literal para caer en un ámbito alegórico nos aleja de la Babilonia escatológica y la convierte en un arquetipo de la resistencia mundana contra Dios.

Lo más sensato es entender que Apocalipsis 18 es una profecía tocante a la destrucción de una Babilonia literal que estará presente en los postreros días junto al río Éufrates, es decir, en el mismo sitio donde existió la Babilonia de Nabucodonosor. El texto declara inequívocamente que se trata de una ciudad literal. La profecía bíblica antiguotestamentaria predice la destrucción total de la ciudad de Babilonia (véanse Is. 47; Jer. 50-51). Esas profecías aún no se han cumplido de la manera como las Escrituras lo dicen. El cumplimiento tendrá lugar en los postreros días, tal como se describe en Apocalipsis 18. Babilonia será juzgada por Dios a través del derramamiento del juicio contenido en la séptima copa de la ira (Ap. 16:17-19). Su ruina será total y perpetua. Los mismos fundamentos de Babilonia serán completamente borrados de la tierra por intervención divina.

Comentario

18:1

«Después de esto vi a otro ángel descender del cielo con gran poder; y la tierra fue alumbrada con su gloria»
. La expresión «después de esto» (meta tauta), mejor, «después de estas cosas», se usa frecuentemente en el Apocalipsis, generalmente con el fin de introducir algo nuevo que indica un nuevo comienzo y un nuevo conjunto de circunstancias. En Apocalipsis 18:1, sin embargo, el uso de dicha frase es diferente. En este caso particular meta tauta tiene una función temporal y se usa para indicar la secuencia temporal en la que las visiones fueron reveladas a Juan.

El uso temporal (en contraste con el uso escatológico) de «meta tauta» en el libro del Apocalipsis siempre es indicado por Juan mediante la inclusión de un verbo de percepción («vi», «oí»). Al hacer eso señala que el tiempo de secuencia está en su observación de las visiones y no necesariamente en el desarrollo de acontecimientos futuros. Cuando Juan quiere indicar un espacio de tiempo en acontecimientos futuros, no incluye un verbo de percepción.

De modo que la expresión «después de esto» se refiere a la secuencia temporal inmediata de lo que Juan vio. Las visiones de los capítulos 17 y 18 son consecutivas sin que exista un espacio de tiempo entre una y otra. Ambas visiones contemplan los acontecimientos relacionados con el juicio divino sobre dos Babilonias diferentes; una mística (Ap.17) y la otra literal (Ap. 18). Los dos capítulos NO tratan de la misma Babilonia, como lo demostramos en el comentario del capítulo 17. El hecho de que las visiones sean consecutivas es sólo para resaltar la relación que existe entre ambas, la cual es: la influencia mundial que ambas alcanzarán en los postreros días. Mientras una propagará abominaciones religiosas (Ap. 17) la otra propagará la sensualidad material asociada con sus riquezas (Ap. 18).

El anuncio del juicio divino sobre Babilonia es hecho por «otro ángel» (állon ággelon). Juan vio a este ángel: (1) «descender del cielo»; (2) poseer «gran poder»; (3) iluminar toda la tierra «con su gloria». Debido a las características que se le atribuyen al mencionado ángel, algunos expositores lo identifican con Cristo o con el Espíritu Santo. No existe razón exegética alguna que niegue el hecho de que se trata de un ángel enviado para efectuar el anuncio del juicio divino sobre Babilonia. El hecho de que posee gran autoridad y una deslumbrante gloria no constituye argumento suficiente para negar que se refiera a un ángel, puesto que los ángeles han sido investidos por Dios con autoridad para ejecutar la voluntad divina y con un grado de gloria propia de la naturaleza de dichos seres.

Si bien es cierto que en el Antiguo Testamento Cristo aparece como el Ángel de Jehová, no es menos cierto que en el Nuevo Testamento hay una diferencia marcada entre los ángeles y el Mesías. En el Apocalipsis Cristo es identificado como el Cordero que fue inmolado, el Mesías, uno semejante al Hijo del Hombre, y Rey de reyes y Señor de señores. Es el que viene con poder y gloria como el victorioso Guerrero Divino para derrotar a todos sus enemigos y establecer su reino de paz y justicia en la tierra. Los ángeles ejecutan su voluntad y poseen la autoridad y la gloria que Él les ha dado.

18:2

«Y clamó con voz potente, diciendo: Ha caído, ha caído la gran Babilonia, y se ha hecho habitación de demonios y guarida de todo espíritu inmundo, y albergue de toda ave inmunda y aborrecible»
. La voz poderosa del ángel tiene por finalidad que su anuncio sea escuchado claramente por todos los seres vivientes. Su anuncio es: «Ha caído, ha caído la gran Babilonia». La Babilonia mencionada aquí es la misma de Apocalipsis 14:8 y 16:19. No se trata de la Babilonia mística del capítulo anterior (17:1-18). Tampoco se trata de la ciudad de Roma espiritualizada, sino de la Babilonia literal.

La Babilonia, pues, de este capítulo 18 no es la Babilonia del capítulo 17. Es la de todos los capítulos antiguotestamentarios que hablan de su origen, su carácter y su destino. Los «reyes de la tierra» no se hicieron partícipes de las idolatrías de la Roma pagana; ni los mercaderes de la tierra se enriquecieron mediante el comercio con la Roma papal, ni fueron sus seguidores y devotos limitados a «mercaderes» y «reyes».

Esta es la Babilonia literal; y antes que ocurra la manifestación última del Señor como Juez escatológico, tal como se describe en el capítulo 19, ella [Babilonia] habrá llegado a esta altura de idolatría y voluptuosidad.

Como puede observarse, las palabras del ángel concuerdan perfectamente con las profecías antiguotestamentarias (véanse Is. 13:9, 19-22; 34:14; 47:7-9; Jer. 50-51; Zac. 5:5-11). Las Escrituras profetizan que Babilonia será destruida de forma súbita y total. Tal cosa no ha ocurrido aún. Es precisamente lo repentino de la destrucción de Babilonia la característica dominante de Apocalipsis 18. El apóstol Juan escribe de algo que sería futuro en la historia de Babilonia y no de algo que tuvo lugar en el pasado. La historia pasada de Babilonia no registra ninguna situación en que dicha ciudad hubiese sido destruida súbitamente en un sólo día. Por el contrario, la decadencia pasada de Babilonia ha tenido lugar de una manera gradual. Además, se ha constatado el hecho de que comunidades árabes han existido dentro de la antigua ciudad de Babilonia durante varios siglos.

Hasta el presente, Babilonia nunca ha experimentado la destrucción profetizada de ella en el Antiguo Testamento (Is. 47:11; 51:8). La presente devastación de la región es el resultado de una decadencia gradual, no de una súbita destrucción. De hecho el sitio de la Babilonia antigua ha sido el lugar de una ciudad de una clase u otra hasta años muy recientes. El tráfico marítimo de la ciudad, indicado en Apocalipsis 18:17, armoniza con esta localización, puesto que el Éufrates en tiempos antiguos era navegable hasta una distancia de 800 km. desde su desembocadura.

Obsérvese la repetición del verbo «ha caído» (épesen). Dicho verbo es el aoristo indicativo de pípto, que significa «caer». El aoristo contempla el acontecimiento en su totalidad y el modo indicativo sugiere la realidad histórica del mismo. El anuncio es proléptico, es decir, anticipatorio o profético, dando por cierto el hecho de la caída de Babilonia (véase Ap. 18:21-24).

Como resultado de su caída, Babilonia se convertirá en «habitación de demonios y guarida de todo espíritu inmundo, y albergue de toda ave inmunda y aborrecible». Este es el cuadro de una ciudad que será reducida a ruina total y a una desolación sobrecogedora. Babilonia será convertida en un desierto y el desierto es una imagen poética en el Antiguo Testamento para indicar la habitación de los demonios.

El vocablo «habitación» (katoikeitéirion) significa «lugar de residencia permanente». Es decir, la ciudad que una vez estuvo repleta de lujo y de hermosura se convertirá en un sitio solamente apto para los demonios. También será «guarida de todo espíritu inmundo». El sustantivo «guarida» (phylakéi) significa «prisión», «lugar de destierro». Los espíritus inmundos son los mismos demonios que serán desterrados en Babilonia. Espíritus inmundos son, por supuesto, sinónimos de los demonios, como lo indica Apocalipsis 16:13, 14, pero la noción de phylakéi («prisión») añade la implicación de que están en ese lugar involuntariamente.

Resumiendo: la Babilonia de la opulencia, la corrupción, la idolatría y la vanidad se convertirá por juicio divino en un lugar infernal. En contraste con Jerusalén que será hecha «cabeza de los montes» (Is. 2:1-4), Babilonia será hecha un desierto habitado por demonios. Mientras que Jerusalén será habitada por los santos en el reino justo del Mesías, Babilonia será hecha habitación de lo inmundo y aborrecible.

18:3

«Porque todas las naciones han bebido del vino del furor de su fornicación; y los reyes de la tierra han fornicado con ella, y los mercaderes de la tierra se han enriquecido de la potencia de sus deleites»
. Este versículo declara la causa del juicio divino sobre Babilonia:

l. «Porque todas las naciones han bebido del vino del furor de su fornicación». Esta es la misma acusación que aparece en Apocalipsis 14:8 y 17:2. Obsérvese que el versículo menciona que la corrupción de Babilonia ha contaminado a «todas las naciones» (pánta ta éthnei). Es decir, su influencia se ha extendido a los pueblos gentiles quienes se han embriagado con «el vino del furor de su fornicación». Babilonia ha realizado esta infame hazaña a través de la ramera de Apocalipsis 17, es decir, a través de una multitud de creyentes en sus doctrinas esotéricas, gnósticas, ocultistas. La inmoralidad de Babilonia tanto en lo ético como en lo religioso ha influido con gran fuerza en las naciones de la tierra. El verbo «han bebido» (pepóken) es el perfecto indicativo, voz activa de píno, que significa «beber». El tiempo perfecto sugiere un hecho consumado con resultados permanentes. La contaminación de las naciones de la tierra con la inmoralidad de Babilonia ha sido notoria y las consecuencias serán desastrosas. El vocablo «fornicacióm» (porneías) se usa frecuentemente en el Antiguo Testamento con referencia a la apostasía o abandono de las cosas de Dios.

2. «Y los reyes de la tierra han fornicado con ella». No sólo las masas populares, sino también «los reyes de la tierra» (hoi basileis teis geis), es decir, los gobernantes o cabezas de las naciones sostienen una relación ilícita con Babilonia y se contaminan con su corrupción. Evidentemente, la capacidad atractiva de la Babilonia de los postreros días será enorme. La ciudad se ha autopromovido mediante la implantación de una fe incuestionable en su supuestas inagotables fuentes de riquezas, disuadiendo de esa manera a los hombres de sentir una necesidad profunda en ella. Babilonia usará a «la gran ramera» para atraer y engañar a los reyes de la tierra. Utilizará, además, sus riquezas y su lujo como instrumentos para atraer a los reyes de la tierra. El poder y la riqueza siempre han sido empleados en el nombre de la religión demoníaca.

3. «Y los mercaderes de la tierra se han enriquecido de la potencia de sus deleites». Los comerciantes de la tierra serán igualmente influidos por el poderío y las riquezas de Babilonia. El comercio con Babilonia adquirirá un volumen sin precedentes. Los «mercaderes» (hoi émporoi) mantendrán una actividad comercial constante con la gran ciudad junto al Éufrates. Los mercaderes se enriquecen a causa del poder, del lujo y de la autoindulgencia de Babilonia. La idea tras la frase parece ser que los gobernantes de Babilonia y el pueblo que la compone estarán tan ávidos de la posesión de artículos de lujo y de la mercancía del mundo que los mercaderes de la tierra aumentarán el volumen de sus ganancias hasta límites insólitos.

18:4

«Y oí otra voz del cielo, que decía: Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados, ni recibáis parte de sus plagas»
. A la vez que se anuncia el juicio sobre Babilonia, se efectúa un llamado al pueblo de Dios para que abandone la ciudad y no sufra las consecuencias de dicho juicio. El apóstol Juan escuchó «otra voz del cielo». Lo más probable es que la mencionada voz fuese la de un ángel designado para hacer el llamado a la separación. No se trata de la voz de Dios o de Cristo, porque el extenso lamento poético que sigue violaría el decoro profético si se tratara de una voz divina. Se trata de un ángel que habla en nombre de Dios como en Apocalipsis 11:3 y en 22:7, 8.

El verbo «salid» (exélthate) es el aoristo imperativo, voz activa de exérchomai, que significa «salir», «partir». El aoristo imperativo es un mandato que requiere una acción urgente. Equivale a decir: «Salid inmediatamente» (véanse Is. 48:20; 52:11; Jer. 50:8; 51:6). El mandato va dirigido no solo a los santos del final de la era—quienes han caído en la tentación de comprometerse con el pecado reinante en Babilonia—sino también a los santos de épocas previas. No debemos pasar por alto que este llamado ha estado registrado en el Apocalipsis por más de veinte siglos. Y si bien es cierto que la ciudad literal no ha existido como tal durante todos estos siglos, también es cierto que el «espíritu» de Babilonia nunca ha dejado de existir en el mundo, especialmente en la forma de la Babilonia mística vista en el capítulo anterior (Ap. 17). Por lo tanto, aunque el llamado en Apocalipsis 18:4 sugiere una huida literal de una ciudad literal, el creyente en general es llamado a evadir las tramas diseñadas por el sistema del que esa ciudad es la cabeza visible. Es un llamado a evadir los engaños de la idolatría, la religión falsa, la religión verdadera corrompida, la autosuficiencia, la confianza en el lujo y la violencia contra la vida humana. Dios ha llamado a los creyentes de todas las generaciones a una vida de separación del mundo (2 Co. 6:14-17; Stg. 4:4; 1 Jn. 2:15-17). El llamado divino, «Salid de ella», ha estado haciéndose desde que las palabras fueron escritas por Juan. En los postreros días ese llamado será mucho más urgente debido al inminente juicio de Dios (Hch. 7:30, 31), pero nunca ha cesado de hacerse.

La expresión «pueblo mío» (ho laós mou) constata el hecho de que el llamado va dirigido a los que han creído en el Mesías y residen en Babilonia. Los tales son llamados a salir con urgencia de la ciudad que está a punto de ser destruida así como Lot recibió la orden de salir de Sodoma antes de su destrucción (Gn. 19:15-22). Si los creyentes que residirán en la Babilonia de los postreros días se convirtieron al Señor mientras vivían en la ciudad o se fueron a vivir a ella con miras a beneficiarse de su riqueza, es imposible saberlo. Lo que sí sabemos es que hay una semejanza entre el relato del escape de Lot de Sodoma con la orden que este ángel le da al pueblo de Dios que reside en Babilonia. Al igual que Lot, estos creyentes han comprometido su fe al residir en la ciudad maldita. La destrucción de Sodoma y Gomorra se narra en Génesis 19:1-38, y el estudiante temeroso de Dios puede establecer tristes paralelos entre Lot y estos creyentes que hoy residen en la Babilonia mística, junto con los que mañana residirán en la Babilonia literal. Al igual que Lot, los que obedezcan la orden serán salvos como por fuego mientras que los que hagan caso omiso del llamado, perecerán con la ciudad.

Hay un doble propósito del llamado a abandonar Babilonia: (1) «Para que no seáis partícipes de sus pecados». El verbo «seáis partícipes» (sygkoinonéiseite) es el aoristo subjuntivo de sygkoinonéo, que significa «coparticipar», «compartir». El aoristo subjuntivo precedido de la negación (méi) se usa para prohibir el comienzo de una acción. Dicha expresión completa la idea de que los creyentes deben abandonar Babilonia «para» (hína) terminar cualquier tipo de comunión con el pecado de dicha ciudad. (2) El segundo propósito se expresa en la cláusula «ni recibáis parte de sus plagas». Esta cláusula depende de la anterior y es enfática en el texto griego debido a la sintaxis y al carácter proléptico de la frase. El verbo «recibáis» (lábeite) es el aoristo subjuntivo, voz activa de lambáno, que significa «recibir» y está precedido por la partícula negativa mei («no»). Igual que en el caso anterior, el aoristo subjuntivo precedido de la negación mei sugiere la prohibición a que se inicie una acción. En este caso particular las dos cláusulas subordinadas dependen de que se haga efectiva la acción del verbo principal. El llamado divino es: «Pueblo mío, salid de Babilonia». La proclamación de esa orden tiene dos propósitos: (1) Que el pueblo de Dios termine de participar de los pecados de Babilonia; y (2) que el pueblo de Dios no reciba parte alguna de las plagas de la ciudad maldita. Desobedecer el mandato de salir de Babilonia implicaría al desobediente en las plagas que afectarán a la ciudad y a todo aquel que mantenga comunión con sus pecados. Aunque la caída de la Babilonia literal es anunciada como un hecho realizado en Apocalipsis 18:2, cronológicamente tendrá lugar después del llamado a la salida del pueblo de Dios de dicha ciudad en Apocalipsis 18:4. El género literario profético permite que se realice ese cambio en la secuencia de los acontecimientos. Tal como ocurrió en Sodoma, el llamado al éxodo del pueblo de Dios de Babilonia ocurre antes que el juicio divino destruya la ciudad ramera.

Todo el versículo 4 de Apocalipsis capítulo 18 prueba que una parte importante del pueblo de Dios ha estado, y estará aún más en los postreros días, involucrado con Babilonia. La advertencia del versículo es también una promesa similar a las que se encuentran en Apocalipsis 3:5 y 22:19. Los creyentes que fallen en obedecer el mandato divino serán castigados como pecadores ordinarios, o Dios sería injusto y no sería fiel a Su palabra (Gá. 5:19-21; 6:7-8; Ro. 6:23; 8:12-13). El creyente no debe pensar que cuando aquel momento llegue entonces él obedecerá el llamado del Señor y saldrá de Babilonia. Dios no dará más avisos a los rebeldes que los que ha dado ya en su Palabra. El ángel ya ha comunicado la advertencia del Señor.

18:5

«Porque sus pecados han llegado hasta el cielo, y Dios se ha acordado de sus maldades»
. Literalmente «porque sus pecados se han pegado entre sí hasta el cielo y Dios se acordó de sus actos injustos». Dios esperará hasta que el pecado de Babilonia haya llegado a su colmo antes de derramar su juicio sobre ella (Jer. 51 :9). El verbo traducido «han llegado» (ekolléitheisan) es el aoristo indicativo, voz pasiva deponente, de kolláo, que significa «encolar». En la voz pasiva deponente significa «adherirse», «unirse uno con otro en masa». La idea es que los pecados de Babilonia se pegarán unos a otros como con cola y se alzarán hasta llegar al mismo cielo. Unidos entre sí hasta que alcancen el cielo, hasta que la creciente masa se alce a la altura del flrmamento. El texto no dice que los pecados de Babilonia se adhieren al cielo, sino que, como sugiere la función deponente del verbo, dichos pecados se encolan unos con otros hasta formar una estructura que se alza hasta el cielo como si fuesen los ladrillos que forman un edificio. La figura, sin duda, pretende describir la magnitud del pecado de Babilonia. Esta figura es una alusión directa a la torre de Babel (Gé. 11:1-9).

«Y Dios se ha acordado de sus maldades». El verbo «ha acordado» (emneimóneusen) es el aoristo indicativo, voz activa de mneimonéo, que significa «recordar». Tanto este aoristo como el anterior son proféticos. Es decir, aunque se refieren a una acción futura, su cumplimiento es tan cierto que la expresan como si ya hubiese ocurrido. El vocablo «maldades» (adíkeima), literalmente significa «acciones injustas», «hechos injustos». El autor pudo haber usado el sustantivo adikía, que significa «injusticias», pero prefirió adíkeima, tal vez por su parecido con dikaíoma, que significa «expresión concreta de justicia», especialmente de origen divino. Adíkeima aparece aquí y en Hechos 18:14, 24:20 con referencia a un crimen en el sentido legal del vocablo. Los crímenes de Babilonia y todos sus actos de injusticia serán juzgados por Dios. La maldad de la tierra de Sinar será juzgada con justicia por todas sus injusticias. Babilonia las ha acumulado durante innumerables generaciones, pero a la postre recibirá su justo castigo.

18:6

«Dadle a ella como ella os ha dado, y pagadle doble según sus obras; en el cáliz en que ella preparó bebida, preparadle a ella el doble»
. El texto bajo consideración, sin duda, tiene su fundamento en Jeremías 50:29-46, donde el profeta describe el mal que vendrá sobre Babilonia. Juan depende extensamente de Jeremías 50-51 cuando describe la destrucción de Babilonia en Apocalipsis 18. Este versículo no tiene como tema la venganza divina, sino más bien su justa retribución. Babilonia recibirá lo que justamente merece por su crueldad y por su desafío de Dios. Dios hará uso de su soberanía para darle a Babilonia su justo castigo de manera directa, sin intermediarios. A diferencia de como actuó con la Babilonia mística de Apocalipsis 17, donde Dios utilizó a la confederación de diez reyes que acordaron someterse a la bestia como el instrumento de destrucción de la ramera, aquí el Señor utiliza el juicio de la séptima copa de la ira (Ap. 16:17-19) para destruir a la Babilonia literal. Tal acción es reminiscente de la séptima plaga de Egipto (Ex. 9:13-35), la cual fue una destructiva tormenta. Dios le dijo a Moisés que estirase su vara hacia el cielo, punto en el cual la tormenta comenzó. Fue incluso más sobrenatural que las plagas anteriores, una poderosa lluvia de granizo mezclada con fuego. La tormenta dañó gravemente a los huertos y cultivos egipcios, así como a las personas y al ganado. La tormenta azotó todo Egipto excepto la tierra de Gosén. El faraón le pidió a Moisés que eliminara esta plaga y prometió permitir a los israelitas ir a adorar a Dios en el desierto, diciendo: «Esta vez he pecado; el Señor es el justo, y yo y mi pueblo somos los impíos» (Ex. 9:27). Como una demostración del dominio de Dios sobre el mundo, la lluvia se detuvo tan pronto como Moisés oró a Dios. Sin embargo, después de que la tormenta cesara, el faraón de nuevo «endureció su corazón» y se negó a cumplir su promesa.

«Dadle a ella como ella os ha dado», mejor, «pagadle como ella también pagó». El verbo «dadle» o «pagadle» (apódote) es el aoristo imperativo, voz activa de apodídomi. El aoristo imperativo sugiere urgencia (¡dadle o pagadle ya!). «Ha dado» (apédoken) es el aoristo indicativo, voz activa de apodídomi. El aoristo indicativo contempla una realidad en su totalidad («...como ella también pagó»). La oración contempla la lex talionis (véanse Jer. 50:15, 29; 51:24, 56: Sal. 137:8). Dios dará a Babilonia el justo pago por su maldad y crueldad, particularmente por perseguir a los santos (Ap. 18:24; 19:2).

«Y pagadle doble según sus obras». Esta no es una súplica pidiendo venganza personal de parte de los santos perseguidos, sino una interpretación celestial de la respuesta divina a la crueldad cometida por personas malvadas, quienes han pasado el punto de retorno en sus prácticas inmorales. La hora final ha llegado, y es demasiado tarde para el arrepentimiento. Esta es una declaración judicial contra una civilización pecadora que ha alcanzado el cénit del mal.

Algunos escritores no han observado el uso de la figura de dicción llamada metonimia que aparece en el versículo 6. La Reina-Valera 1960, dice: «Pagadle [el] doble...», que literalmente quiere decir: «Dobladle el doble». El significado de esta figura es otorgadle una total y plena compensación (véanse Éx. 22:4, 7, 9; Js. 42:2; Jer. 16:18; 17:18; Zac. 9:12). No significa una retribución doble en severidad por la gravedad del pecado. «Doble» tiene el sentido de que el castigo debe ser el equivalente exacto de la ofensa de la misma manera que una persona que tiene un parecido exacto con otra es llamada su «doble». El criterio que proporciona el equivalente exacto es kata ta érga auteís, es decir, «según sus obras». El texto, por lo tanto, no enseña que Babilonia recibirá un doble castigo por sus pecados o una doble dosis de la ira de Dios, sino que recibirá el castigo justo o la retribución merecida por su pecado. Dios le aplicará con toda justicia la llamada «lex talionis» (o ley del talión).

«En el cáliz en que ella preparó bebida, preparadle a ella el doble». La copa mencionada aquí es la misma que Babilonia ha utilizado para embriagar a las naciones y a los reyes de la tierra (véase Ap. 14:8, 10; 17:4; 18:3). En los postreros días ella tendrá que beber de la misma mezcla una ración completa. El mismo instrumento que utilizó para seducir y destruir a las naciones se convertirá en un azote judicial para Babilonia. El verbo traducido «preparadle» (kerásate) es el aoristo imperativo, voz activa de keránnymi, que significa mezclar una bebida en preparación para beberla. El aoristo imperativo sugiere una acción urgente: «¡Preparadle de inmediato a ella el doble!» Como en el caso anterior, «el doble» (diploun) no significa una doble ración sino una manera de asegurar que recibe la cantidad total del castigo merecido por sus pecados. El versículo siguiente, donde se demanda para Babilonia igual pago por lo que ha hecho, corrobora esta interpretación.

18:7

«Cuanto ella se ha glorificado y ha vivido en deleites, tanto dadle de tormento y llanto; porque dice en su corazón: Yo estoy sentada como reina, y no soy viuda, y no veré llanto»
. El texto expresa de manera clara y terminante el por qué Babilonia merece ser juzgada. Su autoglorificación, sus excesos, su ostentación, su orgullo y su inmodestia constituyen algunas de las razones expresadas en el versículo respecto a la causa del juicio de Babilonia.

«Cuanto ella se ha glorificado y ha vivido en deleites» (hósa edóxasen autein kai estreiníasen). El vocablo hósa es un pronombre relativo, cuantitativo e indefinido. Está en el caso acusativo, neutro, plural y es el complemento directo del verbo «ha glorificado» (edóxasen). Se podría traducir así: «En cuantas cosas ella se ha autoglorificado y ha vivido en lujo arrogante». El estilo de vida de Babilonia refleja un evidente materialismo revestido de indiferencia y vanidad. Es una ciudad habitada por gente preocupada sólo en sí misma y entregada a los placeres y al lujo arrogante como un fin en sí. Es una ciudad que vive un egocentrismo incurable revestido de pasiones incontroladas. Los dos verbos—«ha glorificado» y «ha vivido en deleites»—son aoristos de indicativo. Ambos señalan a una realidad histórica respecto a la vida de Babilonia.

«Tanto dadle de tormento y llanto». El pronombre correlativo «tanto» (tosouton) es acusativo, masculino, singular y concuerda con «tormento» (basanismon). Al igual que «pagadle doble» (díplosate). El pronombre correlativo «tanto» es una manera de decir que el tormento y el llanto deben corresponderse exactamente con la autoglorificación y los deleites de Babilonia. El principio de equiparar el castigo con el crimen cometido es un postulado constantemente afirmado en la Biblia (véanse Is. 3:16ss; Pr. 29:13; Lc. 1:51; 14:11). Babilonia recibirá exactamente la misma medida de tormento y llanto comparable con lo que ha invertido en la autoglorificación y en sus placeres arrogantes. El orgullo y la arrogancia siempre han sido actitudes repudiables delante de Dios (véase Stg. 4:6).

«Porque dice en su corazón: Yo estoy sentada como reina, y no soy viuda, y no veré llanto». La actitud orgullosa y desafiante de Babilonia le conduce a hacer tres declaraciones de autosuficiencia:

l. «Estoy sentada como reina». Esta es una declaración arrogante que procede del «corazón» (en tei kardías), es decir, del centro mismo de la vida y de las emociones. El verbo «estoy sentada» (kátheimai) es el presente indicativo, voz media, que sugiere esta idea: «Yo, de mi misma o por mí misma, estoy sentada como reina». La frase sugiere autosuficiencia e independencia. Es como si dijese: «No necesito nada de nadie» (véase Is. 47:5-10).

2. «Y no soy viuda». La gran ramera del capítulo anterior (Ap. 17) tampoco se consideraba viuda. Los reyes de la tierra mantenían una relación continua con ella. Sus riquezas constituían poderosos atractivos para sus amantes. Pero el juicio divino fue ejecutado a través de la confederación de los diez reyes. «Estos aborrecerán a la ramera, y la dejarán desolada y desnuda; y devorarán sus carnes, y la quemarán con fuego» (Ap. 17:16). La sentencia divina profetizada en Isaías 47:8-10 se cumplirá así como en la Babilonia mística también en la literal.

3. «Y no veré llanto». Esta frase expresa el colmo de la arrogancia de Babilonia. El vocablo «llanto» (pénthos) es enfático. En el texto griego aparece al principio de la frase. La negativa expresa una convicción enfática y rotunda: «Nunca», «de ninguna manera». El verbo, traducido «veré» (ído) es el aoristo subjuntivo, voz activa de horáo. El aoristo subjuntivo acompañado de la negación se usa para autoprofetizarse enfáticamente que nada malo le pueda ocurrir. La idea de la frase es, por lo tanto: «Y nunca o jamás veré llanto». La frase es una declaración de vanidad jactanciosa similar a la de Sansón—«Esta vez saldré como las otras y me escaparé» (Jue. 16:20)—poco antes que los filisteos lo capturaran, le sacaran los ojos y lo llevaran a Gaza, donde, prisionero, trabajaría moliendo grano para sus enemigos hasta el día en que se matara a sí mismo y a ellos al hacer caer las dos columnas sobre las que descansaba el templo a Dagón. De igual manera, el juicio divino contra Babilonia la hará experimentar exactamente aquello de lo que ella se jacta no le puede sobrevenir.

18:8

«Por lo cual en un solo día vendrán sus plagas; muerte, llanto y hambre, y será quemada con fuego; porque poderoso es Dios el Señor, que la juzga»
. La expresión «por lo cual» (dia toúto) mira atrás a lo dicho anteriormente, es decir, sobre la base de lo dicho en Apocalipsis 18:1-7, Babilonia experimentará el juicio descrito a partir de Apocalipsis 18:8 en cumplimiento de la profecía de Isaías 47:9: «Estas dos cosas te vendrán de repente en un mismo día, orfandad y viudez; en toda su fuerza vendrán sobre ti, a pesar de la multitud de tus hechizos y de tus muchos encantamientos» (véase también Jer. 51:6-9). El juicio de Babilonia vendrá de manera repentina y fulminante. La confianza de Babilonia estará puesta en sus ídolos, sus hechizos y sus encantamientos, es decir, su confianza descansará sobre el poder satánico. El fracaso será total, puesto que en «un solo día vendrán sus plagas» (véase Ap. 18:10, 17, 19). Babilonia afirmará en su orgullo y autosuficiencia que es una reina y que no tiene necesidad de nada ni de nadie (Ap. 18:7). «Sus plagas», sin embargo, vendrán sobre ella con fuerza judicial inesperada. Las plagas consistirán en «muerte» (thánatos) que es «la paga del pecado» (Ro. 6:23); «llanto» (pénthos), es decir, el resultado de la muerte y la señal de luto y de tristeza; «hambre» (limós), es decir, la falta de los alimentos fundamentales. Babilonia ha proclamado su abundancia de riquezas y su capacidad para comprar todo lo que necesita. Dios la humillará hasta el punto de experimentar hambre.

«Y será quemada con fuego; porque poderoso es Dios el Señor, que la juzga». El juicio sobre Babilonia se asemeja a lo que ocurrió a Sodoma, Gomorra y las ciudades vecinas (véase Jer. 50:40). El juicio tendrá su origen en el Dios Soberano. Es Dios quien causará que Babilonia sea quemada con fuego, pero el instrumento que usará será diferente del que utilizó con la Babilonia mística del capítulo anterior. Con la ramera símbolo de todos los promotores de todas las falsas religiones y creencias que contaminan a las naciones Dios usa a la confederación de reyes encabezada por el Anticristo (Ap. 17:16, 17). Aquí, con la ciudad literal de Babilonia Dios usa el contenido de la copa del séptimo ángel (Ap. 16:17-19). El verbo «será quemada» (katakauthéisetai) es el futuro indicativo, voz pasiva de katakaío, que significa «quemar o consumir con fuego completamente». El Dios fuerte, soberano, todopoderoso cumplirá su sentencia al pie de la letra. La destrucción de la Babilonia escatológica no será gradual ni progresiva, sino súbita, fulminante y total. La frase «que la juzga» (ho krínas autéin) es enfática. Es, además, un recordatorio de que el Dios Soberano tiene toda potestad para juzgar a Babilonia y a todos los rebeldes. Babilonia—es decir, sus constructores, sus dirigentes y sus habitantes—ha desafiado a Dios, al negarse a reconocer su soberanía y por lo tanto, sufrirá el juicio de Dios.

18:9

«Y los reyes de la tierra que han fornicado con ella, y con ella han vivido en deleites llorarán y harán lamentación sobre ella, cuando vean el humo de su incendio»
. «Los reyes de la tierra» mencionados en el versículo son aquellos que han mantenido una íntima relación con Babilonia tanto en lo religioso como en lo comercial. Las expresiones «han fornicado» (porneúsantes) y «han vivido en deleites» (streiniásantes) son aoristos participios, voz activa. El tiempo aoristo contempla una realidad histórica en su totalidad. Los reyes de la tierra disfrutaron de los beneficios producidos por su relación con Babilonia. No tuvieron escrúpulos para hacer todo tipo de negocios con Babilonia con tal de conseguir riquezas y placeres.

La quema y destrucción de Babilonia produce en los reyes de la tierra una reacción de lamento profundo. Los vocablos «llorarán» (klaúsousin) y «harán lamentación» (kópsontai) son enfáticos, puesto que aparecen al comienzo de la oración. Ambos verbos son futuros de indicativo. El llanto de los reyes de la tierra será en voz alta y la lamentación implica que golpearán sus propios pechos en demostración de tristeza y de luto. El humo producto del fuego judicial que destruirá a Babilonia les llenará de asombro. Han cometido fornicación (han tenido relaciones religiosas y comerciales) con Babilonia y han vivido voluptuosamente con ella. Ahora sus fortunas han cambiado, y lloran y se lamentan al ver levantarse el humo que evidencia su destrucción por fuego.

18:10

«Parándose de lejos por el temor de su tormento, diciendo: ¡Ay, ay, de la gran ciudad de Babilonia, la ciudad fuerte; porque en una hora vino tu juicio!»
El fuego terrorífico que ha de producir la destrucción de Babilonia es de magnitud tal que los reyes de la tierra sólo se atreven a contemplar la escena «de lejos». No se acercan «a causa del temor de su tormento». La súbita y fulminante destrucción de Babilonia producirá un profundo asombro en los reyes de la tierra, puesto que no serán capaces de explicarse cómo pudo haber sucedido semejante destrucción en una sola hora. Esto demuestra el hecho de que dicha destrucción es sobrenatural y cumple cabalmente el propósito de Dios.

La angustia de los reyes de la tierra queda patentizada mediante la doble expresión de lamento: «¡Ay, ay!» Estas son exclamaciones de tristeza que expresan el profundo pesar producido por la súbita pérdida de la fuente de sus riquezas y la generadora de sus deleites. Los reyes de la tierra no tendrán mucho tiempo para echar de menos a Babilonia porque a las puertas está el momento en que ellos mismos experimentarán el juicio de Dios. Obsérvese que la califican como: (1) «La gran ciudad» (he pólis he megálei), es decir, «la ciudad la grande»; y (2) «la ciudad fuerte» (he pólis he ischyrá), o sea, «la ciudad la fuerte». La consideran «grande» y «fuerte» a causa de sus riquezas materiales y su influencia sobre las naciones. Quienes admiraban los logros de su fortaleza están maravillados de que la ciudad más poderosa que ha existido se encuentre reducida a escombros y arda en las cenizas de su destrucción.

«Porque en una hora vino tu juicio». Esta misma frase, con alguna variación, se repite en Apocalipsis 18:17 y 18:19, donde los mercaderes de la tierra y los navegantes unen sus lamentos a los de los reyes de la tierra por la destrucción de Babilonia. Nótese que la frase es explicativa. Los reyes de la tierra se lamentan «porque» el juicio de Babilonia ha sido tan repentino («en una hora»). Dios no dará más avisos de los que ha dado ya en su Palabra. Babilonia ha desafiado a Dios con sus abominaciones y su idolatría. Es cierto que su juicio ha tardado en llegar, pero su ejecución es segura y ejemplar. El juicio sobre la Babilonia escatológica se llevará a cabo en cumplimiento riguroso de la profecía de Jeremías 50-51. Dicha ciudad recibirá su justa retribución (Jer. 50:29). Su juicio será semejante al de Sodoma y Gomorra (Jer. 50:40). Su destrucción será súbita y fulminante (Jer. 51:8). La ciudad lujosa se convertirá en ruinas y nunca más será habitada (Jer. 51:36-44).

18:11

«Y los mercaderes de la tierra lloran y hacen lamentación sobre ella, porque ninguno compra más sus mercaderías»
. La frase 
«los mercaderes de la tierra» (hoi émporoi teis geis) seguramente implica a quienes han establecido una red comercial a nivel mundial con Babilonia. El vocablo «mercaderes» (émporoi) significa «en jornada». Se refiere a hombres que viajan con el fin de comerciar: vendedores. Los mercaderes mencionados se enriquecerán a causa de sus transacciones comerciales con Babilonia. La destrucción de la gran ciudad produce en ellos llanto y lamento. Los verbos «lloran» (klaíousin) y «hacen lamentación» (penthousin) son presentes de indicativo. Ambos sugieren una acción continua. Los mercaderes continuarán lamentando la destrucción de Babilonia y la pérdida de sus fuentes de ganancia por un tiempo prolongado. Primordialmente lamentan la pérdida de ganancias y clientes, pero también lamentan la desaparición del gran tesoro representado por la gran ciudad.

«Porque ninguno compra más sus mercaderías», es decir, la causa principal del llanto y la lamentación es que los mercaderes han perdido su clientela. El vocablo «mercaderías» (gómon) significa, en este contexto, «el cargamento de un barco». El tiempo presente del verbo «compra» (agorádsei) sugiere que la actividad de constante comercio será una realidad que cesará repentinamente (oukéti). El tráfico comercial con Babilonia se detendrá por completo. Su destrucción ha llegado y «ninguno» (oudeis)— «nadie», «ella», «Babilonia»— compra sus productos.

Aquellos que dicen que Babilonia representa a Nueva York, o la nación entera de Estados Unidos, argumentan que no hay ciudad en el mundo—aparte de Nueva York— ni nación en el mundo—aparte de Estados Unidos—que produzca en grandes cantidades todos los bienes mencionados en los versículos siguientes. Quienes así piensan no han leído bien el pasaje; este no dice que sea Babilonia la que produzca y venda dichos bienes si no que ella es quien los compra. «Los mercaderes de la tierra lloran y hacen lamentación sobre ella, porque ninguno [Babilonia] compra más sus [de ellos] mercaderías». No es Babilonia quien se ha enriquecido, si no que son los mercaderes «de la tierra» [el mundo entero] quienes se han enriquecido vendiéndole sus mercancías a Babilonia. La destrucción de esta ciudad los ha dejado sin su principal fuente de ingresos.

18:12, 13

«Mercadería de oro, de plata, de piedras preciosas, de perlas, de lino fino, de púrpura, de seda, de escarlata, de toda madera olorosa, de todo objeto de marfil, de todo objeto de madera preciosa, de cobre, de hierro y de mármol; y canela, especias aromáticas, incienso, mirra, olíbano, vino, aceite, flor de harina, trigo, bestias, ovejas, caballos y carros, y esclavos, almas de hombres». La variedad y el volumen del comercio entre Babilonia y los mercaderes de la tierra ha de ser extraordinario. Algunos estudiosos del Apocalipsis dividen los 28 artículos de comercio mencionados aquí en siete categorías: (1) Materiales preciosos (oro, plata, piedras preciosas, perlas): (2) materiales para prendas de vestir lujosas (lino fino, púrpura, seda, escarlata); (3) materiales para muebles costosos (madera olorosa, objetos de marfil, maderas preciosas, cobre, hierro, mármol); (4) especias preciosas (canela, especias aromáticas, incienso, mirra, olíbano); (5) artículos comestibles (vino, aceite, harina, trigo); (6) mercancías para uso agrícola y doméstico (bestias, ovejas, caballos, carros); y (7) comercio con personas (cuerpos, las almas de los hombres).

Que el número de los artículos mencionados sea 28 es de mucha consideración. Pablo menciona también 28 características que debieran ser los rasgos distintivos del verdadero discípulo de Cristo, en 2 Corintios 6:4-10. El lector puede interesarse en investigar un poco para determinar si las 28 características espirituales mencionadas por Pablo se relacionan de alguna manera con los 28 objetos comprados por Babilonia. 28 es igual a 4 veces 7. Ambos números simbolizan universalidad y consumación a lo largo de toda la Biblia y, en especial, en el Apocalipsis. El estudiante diligente puede obtener una gran bendición buscando más significados a partir de lo mencionado aquí.

Los materiales mencionados en estos dos versículos eran comunes en el comercio de la antigüedad. La larga lista de artículos sugiere que Babilonia sostendrá un comercio amplio y variado con los distintos países de la tierra. La pérdida de ese tan vasto intercambio comercial será la razón del lamento expresado por los mercaderes de la tierra. La destrucción de dicha ciudad producirá una seria crisis comercial en los cinco continentes de la tierra.

Debe observarse que el comercio de Babilonia abarca objetos materiales preciosos, prendas de vestir, muebles, especias, comestibles, animales y también tráfico con seres humanos. El vocablo traducido «esclavos» (sómátón) literalmente significa «cuerpos». No sorprende que tal sea la degradación social de Babilonia y sus mercaderes que las vidas de seres humanos serán consideradas como una mercancía cualquiera y, por lo tanto, son designados simplemente como «cuerpos». Decimos que no sorprende porque la esclavitud, aunque abolida oficialmente en casi todos los países occidentales desde el siglo XIX, sigue vigente en el mundo entero, aunque de manera 
soterrada e ilegal. El tráfico humano y la esclavitud han existido sobre la tierra desde que el mundo es mundo, y continuarán existiendo hasta que el Señor destruya este último bastión de iniquidad que será Babilonia. El texto griego dice: «... y cuerpos, y almas de hombres». La idea tras dicha frase es el completo sometimiento y opresión de seres humamos. Una posible traducción sería: «...y cuerpos, es decir, vidas de hombres». Babilonia traficará con seres humanos como si se tratase de una mercancía cualquiera, tal y como lo ha hecho el hombre con sus semejantes desde tiempos inmemoriales, y lo continúa haciendo incluso hoy en día. Dios requerirá de Babilonia semejante maldad.

A la luz de esta información sorprende y aterra que en el versículo 4 el ángel que clama en el nombre del Señor llame al pueblo de Dios a salir de Babilonia para que no sea partícipe de sus pecados ni reciba parte de sus plagas. ¿Qué hace el pueblo de Dios en medio de Babilonia? Dios no dará más avisos de los que ha dado ya en su Palabra.

18:14

«Los frutos codiciados por tu alma se apartarán de ti, y todas las cosas exquisitas y espléndidas te han faltado, y nunca más las hallarás»
. Este versículo es sobresaliente, porque el ángel se dirige a Babilonia directamente. El sustantivo «los frutos» (hei opóra) se refiere a los frutos del otoño que están listos para la cosecha. El dinero abundante de los babilonios les permitía adquirir los mejores productos del mercado. Su deseo de satisfacer sus apetitos será tan profundo que Juan lo describe como una codicia del alma. «El fruto es el objeto de la codicia y la codicia procede del alma». El juicio divino hará que Babilonia quede en ruinas y, por lo tanto, los frutos de la codicia de su alma se «han apartado» de ella (apeilthen apo sou). El tiempo aoristo de indicativo contempla la realidad histórica del suceso. Babilonia no podrá disfrutar de esos frutos a causa de la destrucción producida por el juicio divino.

«Y todas las cosas exquisitas y espléndidas te han faltado». El vocablo «exquisitas» (lipara) significa «costosa», «rica», «lujosa». Este adjetivo se deriva de lípos, que significa «grasoso», «aceitoso» y, por consiguiente, «espléndido», «exquisito». La referencia es a las suculentas comidas que forman parte de la dieta diaria de los mercaderes de Babilonia. «Las cosas... espléndidas» (ta lampra) podría referirse tanto al mobiliario lujoso y brillante de las cosas como a los vestidos hechos del material más costoso de la tierra. Todo ese lujo y riquezas serán destruidos. La expresión «te han faltado» (apóleto apo sou) significa, literalmente, «te fueron destruidas». El verbo apóleto es el aoristo indicativo con función proléptica, es decir, aunque el acontecimiento es futuro se expresa con un aoristo (pretérito) para destacar la certeza del suceso. «Y nunca más las hallarás». Esta frase expresa una negación en los términos más enfáticos posibles: «no más», «nunca más» «jamás», «de ninguna manera». De modo que el apóstol usa una doble negativa para destacar el hecho de que la gloria y las riquezas de Babilonia desaparecerán hasta el punto de que «nunca jamás», «bajo ninguna circunstancia» serán halladas. Dios las hará desaparecer para que no quede ni el recuerdo de ellas.

18:15

«Los mercaderes de estas cosas, que se han enriquecido a costa de ella, se pararán lejos por el temor de su tormento, llorando y lamentando»
. El lamento de los mercaderes es semejante al de los reyes de la tierra (Ap. 18:10). Su queja se debe a que han perdido la fuente de sus riquezas. La expresión «estas cosas» (touton) se refiere a los artículos mencionados en Apocalipsis 18:12-14. La destrucción de Babilonia pondrá fin al tráfico de comercio entre los reyes de la tierra y la gran ciudad junto al Éufrates «que se han enriquecido a costa de ella». Esa es la razón fundamental de su lamento.

La destrucción súbita y sobrenatural de Babilonia atemoriza a los mercaderes de la tierra. Esto hace que se paren de lejos llenos de temor, «llorando y lamentando» (véase Ap. 18:9-11). Los mercaderes, al igual que los reyes de la tierra, han centrado sus vidas en las ganancias materiales producto de su comercio con Babilonia. Al perder su fuente de ganancia no les queda más que llorar y lamentarse. Esa actitud es común en quienes tienen su esperanza cifrada en las cosas materiales y no en el único Dios vivo y verdadero.

18:16

«Y diciendo: ¡Ay, ay, de la gran ciudad, que estaba vestida de lino fino, de púrpura y de escarlata, y estaba adornada de oro, de piedras preciosas y de perlas!»
Igual que los reyes de la tierra, los mercaderes también repiten un «¡Ay!» de lamento y dolor frente a la sorprendente destrucción de Babilonia. Es necesario volver a hacer hincapié en el hecho de que el capítulo 18 del Apocalipsis pone de manifiesto que la ciudad de Babilonia volverá a florecer en los postreros días. El texto claramente afirma que se trata de «la gran ciudad de Babilonia» (véase Ap. 18:10, 16, 17, 19, 21). No se trata de la ciudad de Roma, sino de la Babilonia junto al Éufrates que reverdecerá en los postreros tiempos y se levantará de entre sus cenizas como la mítica ave fénix. Babilonia volverá a enriquecerse de manera tal que los mercaderes de todas las naciones buscarán establecer lazos comerciales con ella. La reaparición de Babilonia será espectacular, pero aún más lo será su destrucción.

18:17

«Porque en una hora han sido consumidas tantas riquezas. Y todo piloto, y todos los que viajan en naves y marineros, y todos los que trabajan en el mar, se pararon lejos»
. El vocablo «porque» (hóti) explica la causa del llanto y del lamento de los mercaderes de la tierra. La frase «en una hora» (miai horai), al igual que en Apocalipsis 18:8, 10, 17, 19, sugiere el acto súbito y fulminante de la destrucción de la ciudad de Babilonia. El verbo «han sido consumidas» (eireimóthei) es el aoristo indicativo, voz pasiva de ereinóo, cuya raíz es el sustantivo éreimos, que significa «desierto», «lugar desolado». De modo que el texto afirma que Babilonia será trasformada en un desierto, es decir, será completamente devastada. El aoristo tiene una función proléptica. La destrucción de Babilonia es tan cierta que es vista como si ya hubiese ocurrido (véase Ap. 17:16; 18:19). El tremendo volumen de las riquezas de Babilonia queda expresada por la frase «tantas riquezas» (ho tosoutos ploutos). Esta frase es singular y expresa la totalidad de la influencia económica de la gran ciudad.

El lamento de los reyes de la tierra y de los mercaderes es repetido por quienes han transportado las mercancías producidas y compradas por Babilonia. «Todo piloto» (pas kybernéiteis) se refiere al que guía el barco. «Los que viajan en naves», es decir, los pasajeros de los barcos. «Marineros» (nautai) se refiere a la tripulación en los barcos. «Todos los que trabajan en el mar» se refiere a quienes obtienen su sustento en conexión con la industria marítima. Todos ellos «se pararon lejos» (apo makróthen ésteisan). Obsérvese de nuevo el uso proléptico del aoristo. La idea es: «se pararán de lejos» para contemplar la ruina de Babilonia y se lamentarán con profundo pesar por haber perdido la fuente de sus riquezas.

18:18

«Y viendo al humo de su incendio, dieron voces, diciendo: ¿Qué ciudad era semejante a esta gran ciudad?»
Una traducción más literal del texto sería: «Y gritaban mientras veían el humo de su incendio, diciendo: ¿Qué [ciudad] es como la gran ciudad?» El participio presente «mientras veían» (blépontes) puede tener una función temporal («cuando veían»), causal («porque veían») o simplemente una acción simultánea con el verbo principal: «Gritaban al mismo tiempo que veían el humo del incendio de Babilonia». La pregunta formulada por navegantes y traficantes es sumamente elocuente. Sin duda, reconocen la magnitud de la pérdida que han experimentado. La interrogante es en sí una oración nominal ya que no hay ningún verbo en ella. Literalmente dice: «¿Qué como la gran ciudad?» Babilonia representa para ellos el poder económico, el prestigio social y la influencia política. La destrucción de Babilonia representa ahora la pérdida de todo lo que consideran importante y permanente.

18:19

«Y echaron polvo sobre sus cabezas, y dieron voces, llorando y lamentando, diciendo: ¡Ay, ay de la gran ciudad, en la cual todos los que tenían naves en el mar se habían enriquecido de sus riquezas; pues en una hora ha sido desolada!»
El acto de echar polvo sobre la cabeza era una señal de duelo y de tristeza en el Medio Oriente (véanse Jos. 7:6; 1 S. 4:12; 13:19; 15:32). Esta es otra prueba que demuestra que la Babilonia de Apocalipsis 18 es el resurgimiento de la antigua ciudad situada entre el Éufrates y el Tigris. La tristeza es mostrada, además, porque «daban voces, llorando y lamentando» la pérdida de Babilonia. En el texto griego, el lamento se expresa así: «¡Ay, ay, la gran ciudad...». El grito es como de alguien que llora a un ser querido que ha muerto. Los navegantes han perdido lo que más querían, a saber, sus riquezas.

«En la cual todos los que tenían naves en el mar se habían enriquecido de sus riquezas... ». Es decir, la razón fundamental del lamento es que tanto los fabricantes de naves como los armadores ya no pueden contar con la fuente principal de sus ingresos. Evidentemente el dios de estos hombres es el dinero. Todo lo que afecta a la fuente de sus ingresos les produce malestar y dolor. La destrucción de Babilonia, por lo tanto, producirá en ellos la mayor de todas las penas. Como ya se ha observado, el juicio de Babilonia será súbito y fulminante. Dios la desolará en «una hora» (Ap. 18:10, 17, 19). El asombro será manifiesto ante la realidad de lo que le sucederá a Babilonia. El llanto será causado por el hecho de que no podrán beneficiarse nunca más de los tesoros de la gran ciudad de los caldeos que será reducida a un desierto.

18:20

«Alégrate sobre ella, cielo, y vosotros, santos, apóstoles y profetas; porque Dios os ha hecho justicia en ella»
. En Apocalipsis 11:10, los moradores de la tierra se regocijan y se alegran a causa de la muerte de los dos testigos a manos de la bestia. Vendrá el día, sin embargo, cuando las cosas cambiarán radicalmente. Los cielos y sus moradores se alegrarán mientras que los moradores de la tierra experimentarán las penas y dolores de los juicios terrenales (Ap. 12:12). El verbo «alégrate» (euphraínou) es el presente imperativo, voz media de euphraínomai, que significa «alegrarse». El presente imperativo sugiere la continuación de una acción que está en progreso («continuad alegrándoos»). La orden es dada por un ángel a los habitantes del cielo. La invitación es extendida a los santos, particularmente a los «apóstoles y profetas». La referencia es a los «apóstoles y profetas» del Nuevo Testamento que sufrieron persecución y muerte por causa del testimonio de su fe en Jesucristo. El sistema inicuo de Babilonia, con sus mil y una caras, ha sido el causante de la muerte de muchos santos durante el transcurso de la historia humana. Dios hará recaer su juicio sobre la iniquidad encarnada en la ciudad de Babilonia por haber derramado la sangre de los santos.

«Porque Dios os ha hecho justicia en ella», mejor, «porque Dios ha juzgado vuestro juicio en ella». También podría expresarse así: «Porque Dios ha impuesto en ella la sentencia que ella pasó sobre vosotros». El juicio sobre Babilonia será justo como todos los actos del Soberano Señor que serán ejecutados durante la tribulación. Pablo dice: «Porque es justo delante de Dios pagar con tribulación a los que os atribulan» (2 Ts. 1:6). Dios no actuará en venganza ciega, sino con justicia en demostración de su justo juicio (2 Ts. 1:5). Babilonia recibirá la retribución merecida por el maltrato que ha dado a los siervos de Dios en todos los tiempos, y también por el hecho de que su sistema maligno y rebelde contra Dios que tuvo su origen en los días de Nimrod ha sido un agente activo de persecución del pueblo de Dios en el mundo (Gn. 10:8-12). Nimrod fue «vigoroso cazador» de seres humanos a quienes esclavizó. Podría considerársele como una especie de terrorista primitivo. Además, fue «vigoroso cazador delante de Jehová», es decir, «vigoroso cazador contra Jehová». Nimrod se opuso a Dios en el sentido de persuadir con el uso de la fuerza a los hombres para que no adorasen a Jehová. Ese mismo sistema será usado por la Babilonia escatológica para intentar apartar a los seres humanos de Dios. El Señor le dará la misma medida de mal que ella ha dado a los hijos de Dios.

18:21

«Y un ángel poderoso tomó una piedra, como una gran piedra de molino, y la arrojó en el mar, diciendo: Con el mismo ímpetu será derribada Babilonia, la gran ciudad, y nunca más será hallada»
. Como se ha observado repetidas veces, a través del Apocalipsis el ministerio de los ángeles es sumamente importante. Intervienen en la adoración del Dios Soberano, en la revelación del contenido del Apocalipsis, en la derrota de Satanás y en la ejecución de los juicios divinos sobre la tierra. Apocalipsis 18:21, habla de un ángel «poderoso» (ischyros) que es capaz de levantar una piedra, descrita por Juan «como una gran piedra de molino» (hos mylinon mégan). La piedra de molino común es de gran tamaño y de peso considerable. Mide metro y medio de diámetro, con un espesor de 36 cm. y pesa más de una tonelada. El ángel fuerte levantó (eiren) la piedra y la arrojó en el mar. Nótese que la piedra no cayó sola o de su propio peso, sino que fue lanzada por el ángel. El verbo «arrojó» (ébolen) es el aoristo indicativo, voz activa de bállo, que significa «arrojar», «tirar». El aoristo sugiere un hecho concreto y el modo indicativo destaca la realidad de dicho acontecimiento. La piedra de molino arrojada en el mar por el ángel fuerte describe la caída de Babilonia y su destrucción total cuando la mano poderosa del juicio de Dios descienda sobre ella. La referencia al mar puede guardar alguna conexión con el Mar Mediterráneo. La etimología de este mar proviene del latín «Mar Medi Terraneum», cuyo significado es «mar en el medio de las tierras». Nombre muy apropiado para un mar que limita, en las costas del norte, con Italia, España, Gibraltar, Francia, Mónaco, Eslovenia, Bosnia-y-Herzegovina, Croacia, Montenegro, Albania, Grecia y Turquía; en las costas del oriente con el Líbano, Siria, Israel y la Franja de Gaza; en las costas del sur con España (Ceuta y Melilla), Egipto, Libia, Túnez, Argelia y Marruecos; y con las naciones mediterráneas Malta y Chipre. Muchas de estas son tierras bíblicas.

La caída de Babilonia será «con el mismo ímpetu» (hoútos horméimati), es decir, «así con velocidad imparable». El vocablo horméimati sugiere «fuerza», «velocidad», «ímpetu». Como la tempestad que bate con fuertes vientos y toma por sorpresa al navegante, así será la destrucción de Babilonia. La ilustración de la pesada piedra de molino arrojada al mar enfatiza la manera súbita y espectacular de la ejecución del juicio de Dios, no sólo sobre una antigua ciudad sino a la postre sobre todo el mundo anticristiano en su oposición a Dios. El texto griego dice, además, «y nunca más será hallada» (kai ou mei heurethei éti). Esta frase es enfática debido al uso de la doble negativa ou mei («nunca») y del adverbio «más» (éti). La frase encierra la idea de una destrucción total y permanente. Después de esta destrucción, Babilonia en modo alguno volverá a existir. No habrá monumento ni memorial para ella; hasta sus escombros serán totalmente borrados de la tierra. La Escritura Sagrada será el único documento que tendrá la humanidad para saber de ella. Babilonia será «perpetuo asolamiento» en estricto cumplimiento de la Palabra de Dios (Jer. 51:26).

18:22

«Y voz de arpistas, de músicos, de flautistas y de trompeteros no se oirá más en ti; y ningún artífice de oficio alguno se hallará más en ti ni ruido de molino se oirá más en ti»
. No cabe duda que en los años de su apogeo Babilonia era una ciudad donde la música formaba parte de la vida diaria de los ciudadanos. Seguramente las calles de la gran ciudad mostraban desde la mañana hasta el anochecer, las señales indiscutibles de una actividad comercial magnífica. La intervención judicial de Dios hará cesar toda esa actividad. «El silencio reina en la ciudad caída». Dios hará acallar todo el ruido del comercio de Babilonia.

Los expertos músicos de Babilonia no tocarán más sus instrumentos. Tres veces se repite la enfática negación: «No se oirá más en ti», «no se hallará más en ti», «no se oirá más en ti». Habrá una total desaparición de todo tipo de instrumentos musicales de Babilonia. Además, Dios hará de aparecer a los artesanos de la ciudad: «Ningún artífice de oficio alguno se hallará más en ti». Ocurrirá, también, una paralización de las actividades económicas cotidianas: «Ni ruido de molino se oirá más en ti». La ciudad bulliciosa y comercial será silenciada para siempre.

18:23

«Luz de lámpara no alumbrará más en ti, ni voz de esposo y de esposa se oirá más en ti; porque tus mercaderes eran los grandes de la tierra; pues por tus hechicerías fueron engañadas todas las naciones»
. Babilonia no sólo se hallará sumida en profundas tinieblas espirituales, sino que, además, sufrirá de las tinieblas físicas. Aunque las ciudades antiguas no poseían alumbrado público, los magnates usaban antorchas para alumbrar sus casas, particularmente durante los días de fiesta. El texto dice de forma enfática: «Y luz de lámpara nunca jamás brillará en ti».

La alegría de la fiesta de bodas desaparecerá de Babilonia. No habrá más actos nupciales en ella. Cesarán el regocijo y el bullicio relacionado con el enlace matrimonial. La que fuera ciudad de festejos estará de luto solemne. Toda su gloria se desvanecerá bajo la mano judicial de Dios.

El texto da dos explicaciones de por qué Babilonia ha llegado a convertirse en ruinas:

l. «Porque tus mercaderes eran los grandes de la tierra». «Los mercaderes» (hoi émporoí) se refiere a los magnates que controlan el comercio y, por lo tanto, las riquezas de la ciudad de Babilonia. El monto de las riquezas de los mercaderes será enorme. La influencia de los varones del dinero será de tal magnitud que logrará controlar la vida sociopolítica de la ciudad. No en vano son designados como «los grandes de la tierra» (hoi megistánes teis geis). Su influencia trasciende los límites de Babilonia y controla mediante su comercio al resto de las naciones de la tierra.

2. «Pues por tus hechicerías fueron engañadas todas las naciones». Esta cláusula aporta la razón del enriquecimiento de los que comercian con Babilonia. La razón del por qué los mercaderes de la tierra se han engrandecido radica en el hecho de que han sido engañados «mediante las hechicerías» (en tei pharmakeia) practicadas en Babilonia. En griego, la palabra «hechicería» es pharmakeia, raíz de las palabras castellanas «farmacia» y «fármacos». Al parecer, Babilonia no sólo ha hecho uso de recursos diabólicos para engañar a las naciones, sino también de drogas. El texto dice que «todas las naciones fueron engañadas» por las hechicerías de Babilonia. Hasta el final de sus días la ciudad ramera apartará a los hombres del camino de Dios mediante sus artes mágicas y sus pociones alucinantes.

18:24

«Y en ella se halló la sangre de los profetas y de los santos, y de todos los que han sido muertos en la tierra»
. Gramaticalmente el versículo 24 constituye una tercera causa del juicio divino sobre Babilonia. La forma verbal «se halló» es el aoristo indicativo, voz pasiva del verbo «hallar», mejor «fue hallada». La sangre de los profetas y de otros siervos de Dios clama por justicia delante del trono, pidiendo justicia a semejanza de la sangre de Abel (Gn. 4:10).

Desde su fundación por Nimrod (Gn. 10:9, 10), Babilonia ha encabezado un sistema antiDios que ha perseguido a quienes han procurado seguir el camino de justicia. Dicha ciudad ha sido un prototipo del reino de tinieblas en la tierra. En tiempos escatológicos, cuando la actividad satánica se ha de manifestar con inmenso poder en la tierra, Babilonia volverá a convertirse en el centro de influencia política, social, comercial y religiosa. Volverá a ser un instrumento en manos de Satanás para perseguir y matar a los siervos de Dios. La ciudad de Babilonia no sólo será el instrumento del martirio, sino que es a través de su ejemplo que los antagonistas han matado a los santos alrededor del mundo. De modo que, a la postre, la culpa de esas muertes por todo el mundo recaen sobre sus hombros. Nada de esas dimensiones ha ocurrido hasta el día de hoy. La profecía mira hacia el futuro y hacia un sistema gigantesco que ha de abarcar la tierra en su oposición al cristianismo.

No es ilógico pensar que, en el principio de su carrera, el Anticristo fijará su centro de actividades en la próspera Babilonia. Recuérdese que en Apocalipsis 17:3, la mujer que representa a Babilonia cabalga («está sentada») sobre la bestia escarlata que representa al Anticristo y a su imperio. Durante la tribulación, el Anticristo perseguirá a los seguidores del Mesías y procurará exterminarlos (Ap. 13:7, 15; véase también Ap. 12:17). La influencia política y comercial de Babilonia alcanzará tales proporciones que afectará a todos los habitantes de la tierra. Su odio hacia los profetas y los demás santos de Dios se hará evidente al ordenar la ejecución de ellos. Dios demandará de Babilonia la sangre de «todos los que han sido muertos en la tierra».

Esta revelación es muy importante y demanda una explicación. La declaración no se limita a los que han sido muertos o martirizados por dar testimonio de su fe en el Dios vivo y verdadero, si no que incluye a «todos los que han sido muertos en la tierra». Estrictamente hablando, esta frase debe incluir a toda la raza humana desde que esta fue puesta en la tierra por Dios en las personas de Adán y Eva.

Pero, ¿de qué manera Babilonia es responsable por la muerte de «todos los que han sido muertos en la tierra» si Babilonia fue fundada por Nimrod aproximadamente 1500 años más tarde de la creación de Adán y Eva (Gn. 10:9, 10; 1 Cr. 1:10; Miq. 5:6)? Esta pregunta sólo puede responderse con la Biblia misma, que enseña que la muerte vino de la mano de Satanás. El Señor les dijo a los fariseos de su tiempo: «Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. Él ha sido homicida desde el principio...» (Jn. 8:44). El «principio» aquí es el origen, el génesis, el principio de la vida humana sobre la tierra. El verdadero responsable por la muerte de «todos los que han sido muertos en la tierra» es Satanás, quien introdujo la muerte en Génesis 3 mediante la incitación a la desobediencia del mandamiento de Dios (Gn. 2:15-17). Al atribuirle a Babilonia la muerte de «todos los que han sido muertos en la tierra», Dios está estableciendo un vínculo entre esta ciudad y Satanás. Babilonia es el resurgimiento de la antigua ciudad fundada junto al Éufrates, en Mesopotamia, que dicho sea de paso significa «la tierra entre ríos». Los ríos a los que se refiere su significado son el Éufrates y el Tigris, dos de los cuatro ríos que salían del Jardín del Edén (Gn. 2:10-14—el Hidekel mencionado en la cita bíblica proviene del hebreo jiddeqel, que significa «el rápido Tigris», del cual deriva el griego tígrs y tígris). Babilonia será una réplica humana del Jardín del Edén, una especia de memorial a la victoria de Satanás obtenida sobre la raza humana. Aunque hay algunos comentaristas que dicen que el Jardín del Edén estaría hoy ubicado dentro de los límites de Israel, las indicaciones bíblicas apuntan a que este habría estado allí donde Nimrod fundó Babel, la que con el pasar de los años se convirtió en Babilonia. Es decir, en el lugar donde la muerte entró de la mano de Satanás, allí el Anticristo re-edificará la ciudad esplendorosa para gloria de su nombre. Se entiende, entonces, por qué el Señor le dedica tanto espacio en su revelación a esta ciudad maldita. Dios destruirá hasta las cenizas el memorial diabólico antiguamente edificado, y re-edificado en los postreros días, en rebelión a Él.

Es importante reiterar que no hay en el texto (Ap. 18:24) ni en el contexto inmediato (Ap. 18) ninguna sugerencia de que Babilonia sea una referencia a la ciudad de Roma o del papado, o una referencia simbólica a otra nación o país. La comprensión normal o natural del pasaje sugiere que la referencia es a la Babilonia junto al Eufrates, cuya destrucción es profetizada en Isaías 46:1-47:15 y en Jeremías 50:1-51:64, y cuyo cumplimiento literal tendrá lugar en Apocalipsis 18.

Resumen y Conclusión

Apocalipsis 18 revela el cumplimiento de la profecía tocante a la destrucción de Babilonia. No se trata de una ciudad alegórica, sino de la ciudad mencionada en el Antiguo Testamento (Is. 13:19-22; 21:9; Jer. 50-51) y en el Nuevo Testamento (1 P. 5:13; Ap. 14:8; 16:19; 18). Nimrod, el fundador de Babilonia, fue un opresor de hombres y alguien que luchó contra Dios (Gn. 10:9, 10). A través de su historia, la ciudad fue un centro de idolatría y de oposición al Dios de la Biblia. La mitología babilonia pone al descubierto la cruda realidad de la religión politeísta practicada durante siglos por los babilonios. El culto pagano de Babilonia se propagó por el mundo conocido mediante la adoración del dios Marduc. Muy extendido también estuvo el culto a Tamuz (consorte de la diosa Istar) quien, según la mitología babilonia, murió y resucitó para convertirse luego en el dios del inframundo. La idolatría practicada en Babilonia no ha tenido paralelo entre las naciones de la tierra. El profeta Daniel resume la blasfemia cometida por Belsasar, hijo de Nabónido y co-regente del trono, la noche cuando los medo-persas capturaron a Babilonia. Belsasar ordenó que fuesen traídos los vasos sagrados que habían sido sustraídos del templo en Jerusalén: «Entonces fueron traídos los vasos de oro que habían traído del templo de la casa de Dios que estaba en Jerusalén, y bebieron en ellos el rey y sus príncipes, sus mujeres y sus concubinas. Bebieron vino, y alabaron a los dioses de oro y de plata, de bronce, de hierro, de madera y de piedra» (Dn. 5:3, 4). Evidentemente, los babilonios tenían toda una jerarquía en su panteón. Los metales, la madera, y la piedra de que estaban hechos sus ídolos sugiere que existía un rango entre ellos.

La idolatría de la antigua Babilonia junto con su influencia comercial y política reaparecerá en los días postreros. El lujo y los deleites de ella volverán a embelesar a la humanidad. Muchos mercaderes de toda la tierra establecerán relaciones comerciales con dicha ciudad. El texto bíblico no deja lugar a dudas que se trata de una ciudad y la llama «la gran ciudad de Babilonia» (véase Ap. 18:2, 10, 21; véase también 
Ap. 18:16, 18, 19). Apocalipsis 18 da razones concretas que producen el juicio de Babilonia: «Porque todas las naciones han bebido del vino del furor de su fornicación; y los reyes de la tierra han fornicado con ella, y los mercaderes de la tierra se han enriquecido de la potencia de sus deleites» (Ap. 18:3). Este versículo sugiere la magnitud del alcance de la influencia de la Babilonia escatológica. Abarca a: (1) Todas las naciones de la tierra; (2) los reyes de la tierra; y (3) los mercaderes de la tierra. Su influencia engloba lo social, lo político y lo comercial.

Los pecados de Babilonia alcanzan una magnitud tal que el texto dice que «han llegado hasta el cielo» (
Ap. 18:5). Se destaca, además, el orgullo de dicha ciudad (Ap. 18:7). Babilonia se considera autosuficiente: (1) Es reina; (2) no es viuda; y (3) no verá llanto. Ese orgullo desafiante y vanidoso será una de las causas principales de la ruina de Babilonia. El juicio divino sobre Babilonia será súbito y demoledor. Tendrá lugar «en un solo día» (Ap. 18:8) y «en una hora» (Ap. 18:10, 17, 19).

Como la pesada piedra de molino que es arrojada al mar, así será la caída de Babilonia. Toda su riqueza, gloria, comercio, fiestas y celebraciones desaparecerán para siempre. La ciudad hacia donde todos miraban en busca de riquezas y de lujo quedará reducida a humo y cenizas. Las causas de la ruina total de Babilonia son resumidas así: (1) «Porque tus mercaderes eran los grandes de la tierra». Tal vez sea una referencia a los opresores de la tierra, esos cuyas riquezas fueron producto de la esclavitud de otros seres humanos; (2) «pues por tus hechicerías fueron engañadas todas las naciones», es decir, por utilizar métodos satánicos para engañar a las personas: y (3) por haber sido la causante del derramamiento de sangre de los seguidores del Mesías. Dios cumplirá su Palabra y su sentencia judicial caerá sobre Babilonia indefectiblemente.

Un estudio objetivo y desapasionado de los capítulos 17 y 18 del Apocalipsis pone de manifiesto que ambos capítulos tratan de dos Babilonias diferentes: una mística (Ap. 17) y otra literal (Ap. 18). En el capítulo 18 Babilonia es designada como una ciudad. En el capítulo 17 a Babilonia se la describe como una mujer vestida con ropa de opulencia y que sostiene un cáliz lleno de abominaciones—claramente un símbolo religioso pagano.

Aunque los capítulos 17 y 18 del Apocalipsis describen las obras de la Babilonia mística y la literal en los mismos términos, y su relación con los reyes de la tierra se describe como inmoral (Ap. 17:2; 18:3), y su relación con los creyentes se describe en términos de crueldad y persecución, y ambos capítulos describen la destrucción de Babilonia en los mismos términos—el uso del fuego como el instrumento físico de destrucción y el acto divino como el instrumento sobrenatural de juicio (Ap. 17:16, 17; 18:5, 8)—no se puede pasar por alto las diferencias entre ambas, las que hemos detallado en la introducción al comentario del capítulo 17 de Apocalipsis. La interpretación más sensata es, por lo tanto, la que entiende que Apocalipsis 17 y 18 tratan de dos Babilonias, una simbólica y la otra literal. La primera será destruida por los diez reyes que componen la bestia liderada por el Anticristo al principio de la carrera de este (Ap. 17:16,17). La segunda será destruida por el contenido de la copa que derramará el séptimo ángel poco antes de la batalla de Armagedón (Ap. 16:17-19), destrucción que fue profetizada por el profeta Jeremías.

Una comparación de los pasajes de Jeremías 50-51 con Apocalipsis 18 revela que tanto el profeta como el apóstol describen la misma ciudad en lo que respecta a sus características propias. Además, describen su destrucción súbita, total e irreparable. Finalmente, describen el llamado al pueblo de Dios—de todos los tiempos y no sólo de los postreros días—a salir tanto de la Babilonia mística como de la literal, y el gozo universal que resultará de la destrucción de la ciudad pecadora. Todas las evidencias, por lo tanto, señalan al hecho de que se trata de dos Babilonias; una que literalmente existirá en los postreros días y que será destruida en cumplimiento estricto de la Palabra de Dios; y otra que ha existido por siglos en la forma de falsas religiones y creencias ocultistas.



Entradas más populares de este blog

Apocalipsis Capítulo 20

Apocalipsis Capítulo 14

Apocalipsis Capítulo 9