Apocalipsis Capítulo 15



Preparación Para la Consumación de la Ira de Dios (15:1-8)

El capítulo 15 de Apocalipsis es una introducción a los juicios de las copas de la ira descritas en el capítulo siguiente (Ap. 16), el cual marca el reinicio del relato cronológico del Apocalipsis que fue interrumpido en el capítulo 10 cuando el ángel poderoso le dice a Juan que debe profetizar «otra vez» (Ap. 10:11); es decir, debe repetir de una manera nueva lo descrito ya desde el capítulo 6 hasta el 9:21.


Los juicios revelados en el Apocalipsis están divididos en tres series. La primera aparece en los siete sellos con que está sellado el rollo que pasa de la diestra del Padre a las manos del Mesías (Ap. 5, 6). Otra serie consiste de los juicios de las siete trompetas contenidas en el séptimo sello (Ap. 8, 9; 11:15-19). La tercera y última serie de juicios es la de las siete copas de la ira de Dios. Estas están contenidas en la séptima trompeta que anuncia la instauración en la tierra del reino glorioso de Jesucristo, el Mesías. De modo que los juicios relacionados con las copas son los que acompañan la instauración en la tierra del reino del Señor.

Los juicios de las copas de la ira son los que producen la consumación de la ira de Dios. Dichos juicios constituyen, además, el tercer 
«ay» anunciado en Apocalipsis 11:14. El cuadro presentado en el Apocalipsis tocante a los juicios divinos de los postreros días podría compararse con un dramático y poderoso crescendo con el que el Dios del cielo culmina su intervención en la historia de la humanidad. El punto culminante del crescendo es la instauración en la tierra del reino milenial de Cristo como Rey de reyes y Señor de señores (Ap. 19:11-21). 

Comentario

15:1

«Vi en el cielo otra señal, grande y admirable: siete ángeles que tenían las siete plagas postreras; porque en ellas se consumaba la ira de Dios». El capítulo 15 del Apocalipsis proporciona una especie de preámbulo para los acontecimientos que tendrán lugar en el capítulo 16. Juan usa la misma fórmula respecto a los juicios de los sellos que son precedidos de los capítulos 4, 5 y de los juicios de las trompetas a los que antecede un breve interludio (véase Ap. 8:1-6). El capítulo 15, por lo tanto, prepara el escenario para la consumación de la ira de Dios que se detalla en el capítulo 16. Resumiendo, lo que Apocalipsis 14:9-20 anticipa de manera escueta es ampliado y detallado en los capítulos 15 y 16.

Repetidas veces Juan ha utilizado la expresión «vi» (eidon) para introducir nuevo material (véase 13:1, 11; 14:1, 6, 14). En este caso Juan introduce la visión que contiene los juicios más terribles que la humanidad haya experimentado jamás. En primer lugar, el apóstol ve «en el cielo otra señal». La «señal» (seimeion) mencionada sirve para conectar la presente visión con las que aparecen en 
Apocalipsis 12:1 y 12:3. La señal que Juan ve se describe como «grande y admirable» (méga kai thaumastón), es decir, una manifestación sorprendente hasta el punto de dejar boquiabierto a quien la contemple.

La visión que deja estupefacto a Juan consiste de «siete ángeles que tenían las siete plagas postreras». La sintaxis del texto griego es enfática. Literalmente dice: «Ángeles siete, teniendo plagas siete, las postreras». Obsérvese que aunque la visión tiene lugar «en el cielo» ésta se relaciona concretamente con lo que ha de ocurrir en la tierra. «Las plagas postreras» son las que han de consumar, es decir, llevar a su conclusión final la ira de Dios. El verbo «consumaba» (etelésthei) es el aoristo indicativo, voz pasiva de teléo, que significa «completar», «llevar a la meta». Una mejor traducción de dicho vocablo sería: «Fue consumada» o «fue completada». El aoristo contempla la totalidad de la acción y el modo indicativo sugiere la realidad del hecho. La consumación de la ira de Dios es algo tan cierto que se expresa como si ya hubiese tenido lugar. Las plagas postreras traen a la memoria la liberación del pueblo de Dios de la esclavitud en Egipto. Tal como Dios juzgó la idolatría y la corrupción de los egipcios y libertó a su pueblo de la opresión de Faraón, así también, en los postreros días, Dios derramará su ira sobre el Anticristo y dará completa liberación a quienes se han acogido a los beneficios de su gracia. Debe observarse, además, que el vocablo «ira» no es orge, sino thymos. Lo que se destaca no es la ira divina como una actitud, sino el juicio divino como una expresión de la ira de Dios. La indignación de Dios a causa del pecado y la rebeldía de los hombres da lugar a la expresión final de su ira.

15:2

«Vi también como un mar de vidrio mezclado con fuego; y a los que habían alcanzado la victoria sobre la bestia y su imagen, y su marca y el número de su nombre, en pie sobre el mar de vidrio, con las arpas de Dios»
. El cuadro que aparece delante de Juan es idéntico, evidentemente, al que aparece en Apocalipsis 4:6. Obsérvese que el apóstol utiliza un símil: «Como un mar de vidrio mezclado con fuego». La escena de los versículos 2 al 4 constituye un paréntesis en el que el escritor se detiene para considerar la presencia de los mártires delante del trono de Dios.

La figura del mar de vidrio sugiere la gloria de Dios y también es un emblema del esplendor y la majestad de Dios en su trono que lo separa de toda su creación, una separación que es producto de su pureza y absoluta santidad, la que no comparte con ningún otro. Mientras que en Apocalipsis 4:6, el «mar de vidrio» es «semejante al cristal», en 15:2 aparece «mezclado con fuego» (memigménein pyrí). El hecho de estar mezclado con fuego sugiere la proximidad de la acción judicial de Dios que será ejecutada mediante el derramamiento del contenido de las copas por los siete ángeles. El mar mezclado con fuego es, por lo tanto, una figura del juicio divino que procede de la santidad de Dios. El simbolismo es un recordatorio del juicio de Dios sobre el ejército egipcio (Éx. 14). Mientras que el pueblo de Israel marchó victoriosamente a través del Mar Rojo, las mismas aguas cubrieron y destruyeron al ejército del Faraón. De igual manera, en Apocalipsis 15:2, los santos mártires de la tribulación que triunfaron sobre «la bestia y su imagen, y su marca y el número de su nombre» aparecen victoriosos «en pie sobre el mar de vidrio». Los mártires de la tribulación tienen que enfrentarse al imperio («la bestia») del falso profeta—el Anticristo—cuya función, entre otras, es obligar a los hombres a que lo adoren a él y acepten llevar su marca sobre la mano derecha o en la frente. Los siervos de Dios rehúsan obedecer y, en su lugar, escogen morir por la causa del Mesías. Perdieron sus vidas físicas (Mt. 16:25), pero ahora están «en pie sobre el mar de vidrio, con las arpas de Dios». El arpa era un instrumento usado en la adoración (véase Ap. 5:8; 14:2). Los mártires han obtenido una victoria rotunda sobre sus enemigos y reconocen que dicho triunfo ha sido el resultado de su confianza en el Dios Soberano. Las arpas de Dios están preparadas para emitir música de alabanza y adoración al Señor Dios Todopoderoso.

15:3,4

«Y cantan el cántico de Moisés siervo de Dios, y el cántico del Cordero, diciendo: Grandes y maravillosas son tus obras, Señor Dios Todopoderoso; justos y verdaderos son tus caminos, Rey de los santos. ¿Quién no te temerá, oh Señor, y glorificará tu nombre? pues sólo tú eres santo; por lo cual todas las naciones vendrán y te adorarán, porque tus juicios se han manifestado»


Varias veces en el Apocalipsis se habla de cánticos de alabanza (véase 5:9; 14:3).

El verbo «cantan» es el presente indicativo, voz activa de ado. El presente sugiere una acción continua y el modo indicativo señala la realidad de dicha acción. «El cántico de Moisés» podría referirse a Éxodo 15 o a Deuteronomio 32. Ambos son clasificados como «Cántico de Moisés». Éxodo 15 tiene que ver con la alabanza elevada a Dios por la liberación del pueblo de Israel y la destrucción de los egipcios en el Mar Rojo. Deuteronomio 32 fue escrito por Moisés en las postrimerías de su vida. El cántico expresado en el pasaje parece ser más bien un reconocimiento de lo que Dios ha hecho por su pueblo de manera que la generación que había nacido en el desierto pudiese recordarlo. El cántico de Deuteronomio 32 podría describirse como un salmo histórico en el que el autor hace un recuento poético de lo que Dios ha hecho en medio de su pueblo con el fin de que el pueblo sea fiel al Señor.

Éxodo 15 es un poema épico. Describe con términos majestuosos la manera como Dios libró a su pueblo de lo que parecía una derrota inevitable. Dios milagrosamente separó las aguas del Mar Rojo para que los israelitas pasaran y luego unió las aguas para exterminar a los enemigos egipcios. Moisés exalta y alaba a Dios por tan sorprendente victoria. El cántico termina con la afirmación del hecho de que el pueblo de Dios habitará seguro en la tierra prometida y de que «Jehová reinará eternamente y para siempre» (Ex. 15:18).


Aunque podría argumentarse tanto a favor de Éxodo 15 como de Deuteronomio 32 como el cántico de Moisés aludido en Apocalipsis 15, un estudio detenido de los pasajes parece apuntar más favorablemente hacia Éxodo 15. El trasfondo de Éxodo 15 tiene un mejor apoyo porque aquel era un canto de victoria tal como este (Ap. 15:3, 4) es un canto de victoria sobre la bestia, su imagen y su número.

Otra cuestión que debe considerarse es si se trata de un sólo cántico o de dos. El hecho de que el sustantivo «cántico» (ódein) se repite con el artículo determinado en ambos casos conduce a la conclusión que se trata de dos cánticos y no de uno solo, ambos son cantados por la multitud de mártires. El texto dice: «...el cántico de Moisés siervo de Dios, y el cántico del Cordero». Una lectura normal del versículo da a entender que se trata de dos cánticos diferentes. El cántico de Moisés relata la fidelidad de Dios con Israel en reconocimiento del gran número de israelitas que está entre los vencedores, y el cántico del Cordero celebra la victoria final sobre el pecado y las huestes del dragón que se fundamenta en el sacrificio del Cordero de Dios. Es apropiado que ambos cánticos sean entonados simultáneamente. En Egipto, el Faraón había desafiado a Dios e intentaba aniquilar al pueblo escogido. En los postreros días, la bestia procurará destruir a los seguidores del Mesías y demandará ser adorado. Tanto en un caso como en el otro, Dios manifiesta que sólo Él es el Soberano del universo. Los redimidos, por lo tanto, cantan para alabar a Dios y para reconocer la grandeza de su poder.

El cántico comienza con una declaración de la omnipotencia de Dios así como de sus atributos de justicia y verdad. «Grandes y maravillosas son tus obras, Señor Dios Todopoderoso». Esta frase evoca muchos pasajes del Antiguo Testamento (Sal. 86:8-10; 139:14; Am. 4:13). Particularmente los Salmos contienen un constante recordatorio de la grandeza de las obras de Dios. «¡Cuán grandes son tus obras, oh Jehová!» (Sal. 92:5). «Cantad a Jehová cántico nuevo, porque ha hecho maravillas» (Sal. 98:1). Ya sea la obra de la creación o de la redención, los hechos de Dios son absolutamente incomparables. Los mártires reconocen la grandeza de Dios, dirigiéndose a Él como: «Señor Dios Todopoderoso». En la presencia de Dios, los mártires se olvidan de sí mismos; sus pensamientos son absorbidos por las nuevas maravillas que les rodean; la gloria de Dios y el gran cúmulo de cosas de las que sus propios sufrimientos y victoria forman una parte infinitesimal, se abren delante de ellos; comienzan a ver el gran tema del drama mundial, y escuchamos la doxología con la que saludan la primera visión clara de Dios y sus obras. El vocablo «Todopoderoso» (pantokrátor) se usa en la Biblia sólo con referencia a Dios. En el Apocalipsis aparece nueve veces (l:8; 4:8; 11:17; 15:3; 16:7, 14; 19:6, 15; 21:22). En todos los casos dicho término describe la inmensa grandeza de Dios. Él ejerce todo poder tanto sobre los hombres como sobre el resto de la creación. Nada está fuera del círculo de su autoridad.

«Justos y verdaderos son tus caminos, Rey de los santos». Esta frase nominal (no hay verbo en el texto griego) reconoce y declara la rectitud de Dios en la ejecución de sus juicios. El salmista dice: «Los juicios de Jehová son verdad, todos justos» (Sal. 19:9b). En Apocalipsis 16:7 dice: «...tus juicios son verdaderos y justos» (véase también Ap. 19:2). El amor y la justicia de Dios no están reñidos. El Dios que ama al mundo (Jn. 3:16) lo juzgará con justicia (véanse Ro. 2:3-6; Hch. 17:30, 31). Dios tiene todo el derecho de juzgar porque Él es el «Rey de las naciones» (ho basileus ton ethnon). En el texto griego dice «naciones» en lugar de «santos». Precisamente el tema central del Apocalipsis gira alrededor del hecho de que Dios, en la persona del Mesías, toma posesión de lo que por derecho le pertenece, es decir, el gobierno absoluto de las naciones de la tierra (Ap. 11:15).

«¿Quién no te temerá, oh Señor, y glorificará tu nombre?» Esta pregunta retórica requiere una respuesta categórica: ¡NADIE! Viene el día en que todo lo creado tendrá que reconocer que Jesucristo es el Señor para la gloria de Dios el Padre (Fil. 2:11). A la postre, después de los juicios de las plagas postreras, toda persona voluntariamente reverenciará y glorificará el nombre de Dios. El pecado ha hecho que el hombre haya perdido el temor de Dios (véanse Ro. 3:18; Sal. 36:1). La intervención final y judicial de Dios hará que muchos teman y vuelvan sus corazones a Él (Ap. 11:13).

«Pues sólo tú eres santo» (hóti mónos hósios). Los hombres deben temer a Dios, en primer lugar, «porque sólo él es absolutamente santo». El vocablo «santo» (hósios) aparece ocho veces en el Nuevo Testamento. Tres veces tiene que ver con Cristo (Hch. 2:27; 13:35; He. 7:26). Este no es el vocablo que por lo general se traduce «santo» en el Nuevo Testamento. El significado fundamental de hósios señala al hecho de que el carácter sagrado de Dios es una razón para que reciba adoración universal. Ese mismo término se usa respecto a Cristo para explicar el porqué de su resurrección (Hch. 2:27; 13:35). La absoluta santidad de Dios es una razón fundamental de por qué es digno de ser alabado y reconocido como el Soberano del universo.

«Por lo cual todas las naciones vendrán y te adorarán». Esta frase comienza en el texto griego con el vocablo hóti, que significa «porque». La función de dicho vocablo es explicativa. Juan da una segunda razón de por qué Dios debe ser alabado universalmente. Dios será temido y glorificado por todos y prueba de eso es que «todas las naciones vendrán y te adorarán». Obsérvese que ambos verbos («vendrán»«adorarán») son futuros de indicativo. Ambos señalan a lo que ha de ocurrir como resultado de la gloriosa presencia del Mesías en la tierra. La tierra será llena del conocimiento de Jehová (Is. 11:9; Hab. 2:14). Dios será universalmente adorado por los habitantes de la tierra en la era del reinado glorioso del Mesías (Is. 2:2-4; Zac. 14:9, 16, 17). Los habitantes de la tierra subirán a Jerusalén y adorarán delante de la presencia del Señor Dios Todopoderoso.

«Porque tus juicios se han manifestado», mejor, «porque tus actos justos se han manifestado». El vocablo «juicios» se refiere a que los actos de Dios están en conformidad con los criterios de fidelidad y lealtad hacia su persona y su palabra. La tercera razón de por qué Dios debe ser adorado y exaltado por todos es que Él ha hecho un despliegue universal de sus actos justos. Dios es justo en sus juicios y en sus tratos con sus criaturas. Los actos justos de Dios tendrán una manifestación cabal cuando el Señor Dios Todopoderoso derrote de manera final y total a sus enemigos y la tierra sea preparada para que el Mesías reine en paz y justicia.

15:5,6

«Después de estas cosas miré, y he aquí fue abierto en el cielo el templo del tabernáculo del testimonio; y del templo salieron los siete ángeles que tenían las siete plagas, vestidos de lino limpio y resplandeciente, y ceñidos alrededor del pecho con cintos de oro»
. El apóstol Juan introduce el tema de una nueva visión con la frase «después de estas cosas miré». La visión es solemne y dramática. Juan contempla que el templo del tabernáculo del testimonio que está en el cielo fue abierto. El verbo «fue abierto» (einoígei) es el aoristo indicativo, voz pasiva, usado con función profética. La frase «el templo del tabernáculo del testimonio» es un recordatorio del lugar donde la ley de Dios era guardada. «El templo» (ho naos) se refiere al lugar santísimo o cámara interior del tabernáculo. Se describe como el «tabernáculo del testimonio» debido a la presencia de las tablas de piedra con los diez mandamientos que fueron colocadas en el arca del testimonio en el lugar santísimo (Éx. 32:15; Hch. 7:44) y que se menciona con frecuencia en el Antiguo Testamento (Éx. 38:21; Nm. 1:50, 53; 10:11; 17:7 -8; 18:2). El tabernáculo en el desierto fue construido por instrucción divina (Éx. 25:40) y es el arquetipo usado para la edificación del templo.

El templo del tabernáculo del testimonio es abierto para permitir la salida de «los siete ángeles que tenían las siete plagas» postreras. Los siete ángeles llevan vestidos sacerdotales y se preparan para ejecutar los juicios ordenados por Dios. El tiempo de la misericordia se ha agotado y ahora la ley de Dios toma su curso. Obsérvese el uso del artículo determinado «los» (hoi) delante del sustantivo ángeles. Se trata de «los siete ángeles, es decir, los que tienen las siete plagas postreras». La referencia es a los mismos seres mencionados en 
Apocalipsis 15:1. Son ellos los que salen del templo del tabernáculo en el cielo. Su atavío es impresionante. El vocablo «vestidos» (endenyménoi) es el participio perfecto, voz pasiva de endyo. Los siete ángeles están totalmente vestidos para la tarea que tienen que realizar. Su ropaje de lino, puro y resplandeciente, denota la naturaleza noble y sagrada de su oficio (Éx. 9:2; Dn. 10:5).

El texto añade: «Y ceñidos alrededor del pecho con cintos de oro». La expresión «ceñidos alrededor» (periedsosménoi) es el participio perfecto, voz pasiva de peridsónnumi y sugiere el uso de un cinturón ancho para sostener la vestidura larga y abundante. El atavío completo de los siete ángeles sugiere lo siguiente: (1) Sus vestidos son sacerdotales. Son semejantes a los que usaba el sumo sacerdote; (2) el vestuario es de naturaleza real, semejante al que usaban príncipes y reyes; y (3) el vestido de los ángeles es celestial, semejante al del ser que está junto a la tumba de Cristo (Mt. 28:3; Mr. 16:5).

En resumen, el lino limpio y brillante con el que los ángeles están vestidos es simbólico de pureza y justicia (véase Ap. 19:14). El cinturón ancho que llevan alrededor del pecho sugiere que realizan funciones oficiales reales. Los siete ángeles son oficialmente designados por el Rey-Mesías para ejecutar los juicios contenidos en las copas. Estos juicios son previos a la instauración del reino milenial del Mesías en la tierra. El hecho de que los siete ángeles «salieron» del templo sugiere que los juicios que están a punto de ejecutar tiene su origen en la misma santidad de Dios.

15:7, 8

«Y uno de los cuatro seres vivientes dio a los siete ángeles copas de oro, llenas de la ira de Dios, que vive por los siglos de los siglos. Y el templo se llenó de humo por la gloria de Dios, y por su poder; y nadie podía entrar en el templo hasta que se hubiesen cumplido las siete plagas de los siete ángeles»


«Los cuatro seres vivientes» aparecen por primera vez en Apocalipsis 4:6. Dichos seres ocupan un lugar estratégico alrededor del trono de Dios y sirven en la inmediata presencia del Señor. En Apocalipsis 6:1-8 son quienes emiten la voz, ordenando la aparición en el escenario de la historia de los jinetes que cabalgan los diferentes caballos.

En Apocalipsis 15:7, uno de los cuatro seres vivientes hace acto de presencia para entregar a los siete ángeles las copas llenas de la ira de Dios. Obsérvese que, según 
Apocalipsis 15:6, los siete ángeles ya tienen las siete plagas de los juicios divinos que han de ejecutarse sobre los habitantes de la tierra. A las siete plagas se le añade el contenido de las copas, es decir, «la ira de Dios». El sustantivo «copas» (phiálas) se refiere a una vasija ancha y de poca profundidad o a un platillo hondo. A diferencia de los mencionados en Apocalipsis 8:4, éstas no despiden el humo de la gratitud a Dios, sino que están llenas de vino venenoso, caliente y amargo, del que emana la divina majestad cuya intensa santidad irrumpe en juicio contra el pecado humano.

Las siete copas de oro estaban «llenas de la ira de Dios». El término «llenas» (gemoúsas) es el participio presente, voz activa de gémo, que significa «estar lleno», «estar repleto» (véanse Lc. 11:39; Ro. 3:14; Ap. 4:6, 8; 5:8; 15:7; 17:3). O sea que las siete copas estaban llenas hasta el punto de desbordarse y su contenido es nada menos que «la ira de Dios». Esta plenitud habla tanto del carácter devastador como de la naturaleza definitiva del juicio divino venidero (Ap. 14:8, 10). Nótese la frase «que vive por los siglos de los siglos». Dicha frase destaca la eternidad de Dios y, por lo tanto, el carácter eterno de su juicio. La frase sugiere, además, la singularidad de Dios. Todos los demás seres son finitos. Sólo Dios es autosuficiente. Hay aquí un solemne recordatorio para aquellos que adoran al dragón y al Anticristo. Quienes lo hacen, están adorando a criaturas malvadas y rebeldes. Sólo Dios es digno de ser adorado. Él es el Dios eterno y soberano.

Apocalipsis 15:8 parece ser un recordatorio de lo que ocurrió cuando el tabernáculo en el desierto fue completado: «Entonces una nube cubrió el tabernáculo de reunión, y la gloria de Jehová llenó el tabernáculo. Y no podía Moisés entrar en el tabernáculo de reunión, porque la nube estaba sobre él, y la gloria de Jehová lo llenaba» (Éx. 40:34, 35). La presencia de Dios es simbolizada por el «humo» (kapnoú) y la Shekinah, es decir, «la gloria de Dios» hecha visible. El poder de Dios tiene que ver con la capacidad o habilidad dinámica de Dios para ejecutar todos sus actos.

«Y nadie podía entrar en el templo» mientras Dios esté actuando judicialmente. El «humo» de juicio pone de manifiesto que Dios está obrando en el furor de su ira. No se puede hacer ninguna intercesión. No se puede ofrecer ninguna adoración mientras dura el juicio. Es semejante a lo ocurrido en Lamentaciones 3:44: 
«Te cubriste de nube para que no pasase la oración nuestra».   

Debe observarse que «nadie podía entrar en el templo», es decir, que nadie tiene acceso a la presencia de Dios mientras dura la ejecución de los juicios de las siete plagas. Eso es lo que sugiere la frase: «Hasta que se hubiesen cumplido las siete plagas de los siete ángeles». Esta frase es temporal con función de futuro como sugiere el uso del adverbio «hasta» (áchri) acompañado del verbo «se hubiesen cumplido» (telesthósin) que es el aoristo primero del subjuntivo, voz pasiva. La séptima y última copa es la que produce la consumación de la ira de Dios. También debe recordarse que los juicios de las copas están contenidos dentro de la séptima trompeta (Ap. 10:7). La séptima trompeta es la que anuncia que Dios toma control de la tierra y el Mesías se alista para establecer su reino (Ap. 11:15). Los acontecimientos relacionados con «la consumación de la ira de Dios» y, por lo tanto, con el cumplimiento de los juicios de las siete plagas de los siete ángeles abarcan los sucesos mencionados en los capítulos 16-20. Es importante destacar que los juicios de la consumación de la ira de Dios son reivindicativos y no vindicativos. Dios no ha de actuar en venganza, sino que ha de reclamar lo que justamente le pertenece, es decir, el derecho de gobernar y reinar sobre su creación.

Resumen y Conclusión

El capítulo 15 del Apocalipsis pone de manifiesto la preparación divina para la ejecución de los juicios que han de consumar la ira de Dios sobre los habitantes de la tierra. Esa consumación se realiza mediante el derramamiento del contenido de las siete copas con las siete plagas postreras.

En su visión, Juan contempla un mar de vidrio mezclado con fuego en el que aparecen los mártires de la tribulación que resistieron a la bestia y se negaron a someterse a sus exigencias. Delante de la presencia de Dios entonan el cántico de Moisés y el cántico del Cordero. De ese modo reconocen varios de los atributos de Dios: (1) Su omnipotencia; (2) Su justicia; (3) Su verdad; (4) Su soberanía; (5) Su santidad; y (6) Su dignidad de ser universalmente adorado.

Finalmente, el apóstol ve el templo o lugar santísimo del tabernáculo del testimonio que está abierto en el cielo. Del lugar santísimo salen siete ángeles con las siete plagas postreras. Los ángeles visten atavíos reales y se preparan para ejecutar la orden divina. El lugar santísimo se llena de humo a causa de la presencia de la gloria de Dios. Durante la ejecución de los juicios, nadie tiene acceso a la presencia de Dios. Esos juicios escatológicos serán inapelables. Dios ha de reivindicar su causa y reclamar el derecho de soberanía sobre su creación.


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