Apocalipsis Capítulo 13
La Bestia que Sube del Mar y la Bestia que Sube de la Tierra (13:1-18)
La expulsión de Satanás del cielo a la tierra por el arcángel Miguel causa alegría en el cielo, pero lamento en la tierra. El maligno intentó destruir a la simiente de la mujer, es decir, al Mesías, pero fracasó. Su esfuerzo por exterminar a la mujer (el Israel de Dios, Gal. 6:16; Rom. 2:17-29), primero, y al resto de la descendencia de ella, después, es frustrado por intervención divina.
Finalmente, Satanás pone a funcionar su último plan: un imperio anticristiano conformado por diez naciones, y descrito como una bestia que sube del mar (Ap. 13:1-10). Este imperio es el mismo descrito en Daniel 7 como la cuarta bestia. Esta bestia/imperio tendrá una especie de portavoz, un promotor de su imagen: este será el falso profeta de los postreros tiempos, descrito en este capítulo como una bestia que sube de la tierra (Ap. 13:11-18). Esta bestia/profeta es el Anticristo escatológico.
Muchos expositores del Apocalipsis afirman que la bestia que sube del mar es el Anticristo, y le asignan un rol secundario a la bestia que sube de la tierra. Esta postura, sin embargo, no concuerda con la visión de las cuatro bestias descritas en Daniel 7. La cuarta bestia de Daniel 7:7, 8, 19-21 corresponde a la primera de Apocalipsis 13:1-10, y el onceavo cuerno de Daniel 7:8, 20, 21 corresponde a la segunda bestia de Apocalipsis 13:11-18.
Adelantamos al lector que la palabra bestia—que es mencionada en singular en los capítulos 11, 13, 14, 15, 16, 17, 19 y 20 del Apocalipsis—es usada simbólicamente para describir a tres protagonistas escatológicos: la bestia que sube del abismo (Ap. 11:7; 17:8), la bestia que sube del mar (Ap. 13:1-10), y la bestia que sube de la tierra (Ap. 13:11-18). Entender de antemano que estas son tres bestias distintas pero compenetradas, será de gran ayuda a la hora de analizar el delicado tema.
En este comentario del capítulo 13 de Apocalipsis, lidiaremos con la bestia que sube del mar (Ap. 13:1-10) y la bestia que sube de la tierra (Ap. 13:11-18). La bestia que sube del abismo (Ap. 11:7) es analizada en detalle e identificada en nuestro comentario de Apocalipsis 17.
Juan todavía está cumpliendo la orden que le dio el ángel fuerte en Apocalipsis 10:11: «Y él me dijo: Es necesario que profetices otra vez sobre muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes». Es decir, este capítulo es un primer plano que centra nuestra atención en los principales personajes impíos que desencadenarán la gran tribulación contra los santos de Dios. El tiempo en que estos infames personajes aparecen en escena corresponde a la apertura del primer y segundo sellos de Apocalipsis 6:1-4.
Comentario
13:1
«Y vi subir del mar una bestia que tenía siete cabezas y diez cuernos; y en sus cuernos diez diademas; y sobre sus cabezas, un nombre blasfemo». Este versículo es altamente descriptivo en el texto griego: «Y vi una bestia subiendo hacia fuera del mar...» Con esta frase, Juan describe la visión a través de la cual Dios le revela cómo hará su entrada en el escenario de la historia el imperio que por tres años y medio se intentará ejercer una especie de dictadura universal.
El vocablo «bestia» (theirion) se usa metafóricamente para describir el carácter o la personalidad interna de los personajes principales de este capítulo. Su falta de compasión y su orgullo exceden los límites de lo humano para caer en lo bestial. El profeta Daniel (capítulo 7) tuvo una visión en la que contempló cuatro bestias grandes, diferentes la una de la otra «subían del mar» (Dn. 7:3). Posteriormente, un ser celestial dice a Daniel: «Estas cuatro grandes bestias son cuatro reyes que se levantarán en la tierra» (Dn. 7:17). La última de las bestias que Daniel vio tenía diez cuernos en su cabeza. De entre los diez cuernos surgió un «cuerno pequeño» que
desarraigó a tres de los diez originales (Dn. 7:8).
El mensajero celestial no da oportunidad a Daniel para especular tocante al significado de la cuarta bestia, sus diez cuernos y el cuerno pequeño, puesto que le comunicó lo siguiente: «La cuarta bestia será un cuarto reino en la tierra, el cual será diferente de todos los otros reinos, y a toda la tierra devorará, trillará y despedazará. Y los diez cuernos significan que de aquel reino se levantarán diez reyes: y tras ellos se levantará otro, el cual será diferente de los primeros, y a tres reyes derribará. Y hablará palabras contra el Altísimo, y a los santos del Altísimo quebrantará, y pensará en cambiar los tiempos y la ley; y serán entregados en su mano hasta tiempo, tiempos, y medio tiempo» (Dn. 7:23-25).
Es importante observar la hermenéutica que el mensajero celestial emplea para declarar a Daniel el significado de la visión. El lenguaje de Daniel 7 es sin duda, metafórico, propio de la literatura apocalíptica. El intérprete celestial, sin embargo, no alegoriza ni espiritualiza el significado del pasaje, sino que utiliza una hermenéutica normal o natural. Las cuatro bestias son cuatro reyes (con su reino) y no un número indeterminado de reyes (Dn. 4:17). Los diez cuernos representan a diez reyes. El cuerno pequeño representa a un rey que paulatinamente se hará grande y los tres cuernos que son desarraigados también apuntan a tres reyes que serán quitados de sus tronos. El mensajero celestial otorga un significado normal a los números mencionados sin especular con ellos. Ese mismo principio debe aplicarse a los números que aparecen en el Apocalipsis a menos que el contexto obligue al intérprete a hacer lo contrario.
La bestia que Juan vio en su visión surge del «mar». El mar se asocia en la Biblia con confusión (Is. 57:20). Que el mar se relaciona también con el abismo, el lugar de habitación del monstruo marino (véanse Job 26:12, 13; Sal. 75:13, 14; 87:4; 89:9, 10; Is. 27:1; 51:9, 10), se presenta como piedra de tropiezo para muchos intérpretes que se apresuran a igualar al mar con el abismo, y los hace afirmar que esta bestia es la misma mencionada en Apocalipsis 11:7, donde se dice que «la bestia ... sube del abismo». Es cierto que en el contexto amplio de las Escrituras el mar es una figura del abismo, pero en el entorno concreto del Apocalipsis el abismo constituye el lugar de confinamiento de los demonios (Ap. 9:1-11). De hecho, Satanás mismo será confinado en el abismo por mil años (Ap. 20:1-3). ¿Debemos suponer por esto que Satanás será arrojado al mar por mil años? ¡Por supuesto que no! En el contexto estricto del Apocalipsis el abismo es un lugar de confinamiento para ángeles caídos (demonios), y no tiene nada que ver con el mar. El «mar» se usa aquí tanto literal como figurativamente. El «mar» en cuestión es el entorno terrestre del mar mediterráneo, desde donde surgirá este imperio bestial compuesto por diez naciones. Y, el mar es un símbolo adecuado de esta superficie geográfica siempre agitada, y de la humanidad no regenerada (Is. 57:20). Es de esta caldera hirviente de la vida nacional, social y religiosa del Medio Oriente, de donde surgirán los grandes movimientos históricos que llevarán a la culminación del mundo tal como lo conocemos.
Hay algunos expositores para quienes la «bestia» significa la amenaza presente de la herejía. Esta interpretación se deriva de los pasajes de 1 Juan 2:18, 22; 4:3 y 2 Juan 7, en los que Juan advierte a sus lectores tocante a los peligros del Anticristo. Un examen cuidadoso de los versículos mencionados pone de manifiesto que si bien es cierto que el apóstol da la voz de alarma a los cristianos de su generación respecto a los peligros de las falsas doctrinas, también es cierto que el apóstol Juan delimita entre «anticristos» en un sentido general del vocablo y el «anticristo» en un sentido concreto de la palabra. Todo aquello que se opone al Cristo es un anticristo. En los postreros días surgirá alguien que no sólo se opondrá al Cristo, sino que intentará colocarse en el lugar del Cristo. Este es el falso profeta o segunda bestia de Apocalipsis 13:11-18. El mismo a quien Pablo llama «el hombre de pecado», «el hijo de perdición» (2 Ts. 2:3). Es el mismo a quien el profeta Daniel describe como «el cuerno pequeño» (Dn. 7:8) y como el rey soberbio (Dn. 11:36-45). Él es «la abominación desoladora» profetizada por Daniel (Dn. 11:31; 12:11; Mt. 24:15).
Cuatro cosas se destacan de la bestia/imperio que sube del mar en el versículo 1: (1) Las siete cabezas: (2) los diez cuernos; (3) las diez diademas en sus cuernos; y (4) el nombre blasfemo sobre sus cabezas. Las siete cabezas relacionan a la bestia con el dragón (cp. Ap. 12:3 con 13:1). También debe observarse que la bestia/imperio recibe el poder, el trono y gran autoridad del dragón (Ap. 13:2). El lenguaje del pasaje es profundamente metafórico. Eso no impide, sin embargo, que se ofrezca una interpretación coherente con el mensaje del Apocalipsis.
Las siete cabezas de la bestia (que se corresponden con las siete cabezas del dragón según Ap. 12:3) en consonancia con Apocalipsis 17:10, representan siete monarquías mundiales en orden sucesivo: Egipto, Asiria, Babilonia, Medo-Persia, Grecia, Roma y el reino representado por la confederación de diez reyes (simbolizado por los diez cuernos). Cada cabeza representa un poderío mundial a través del cual Satanás, es decir, el dragón, ha operado en el mundo. Las cuatro bestias de Daniel 7 suben del mar (Dn. 7:3) y representan cuatro reyes (Dn. 7:17) con sus correspondientes reinos. Además, Daniel contempla el reino que será constituido por la confederación de diez reyes, representados por los diez cuernos que aparecen en la cabeza de la cuarta bestia. El intérprete celestial declara a Daniel lo siguiente:
«La cuarta bestia será un cuarto reino en la tierra, el cual será diferente de todos los otros reinos, y a toda la tierra devorará, trillará y despedazará. Y los diez cuernos significan que de aquel reino se levantarán diez reyes; y tras ellos se levantará otro el cual será diferente de los primeros, y a tres reyes derribará» (Dn. 7:23, 24).
Obsérvese que el mensajero divino declara a Daniel que la cuarta bestia de su visión representa a un cuarto reino o imperio. Le dice que del mencionado cuarto reino surgirá un quinto reino, simbolizado por los diez cuernos. Ese reino estará formado por una confederación de diez reyes o gobernantes. En un momento dado, de entre los diez cuernos, surgirá un «cuerno pequeño» o rey que paulatinamente se engrandecerá hasta llegar a desarraigar a tres de los diez originales y constituirse en el jefe supremo de la confederación. Según Apocalipsis 17:12, 13, los «diez cuernos» o reyes voluntariamente entregan su poder y su autoridad a la bestia/profeta. Es así como la bestia/profeta se convierte en el gran dictador durante los últimos tres años y medio de la era que precede al reino milenial de Cristo.
El simbolismo de los diez cuernos es revelado con toda claridad en el texto bíblico. Si se admite que existe una relación estrecha entre Daniel 7:24, Apocalipsis 13:1 y Apocalipsis 17:12 se puede concluir con facilidad que «los diez cuernos» representan el poder anticristiano que tomará cuerpo en los postreros días bajo la autoridad del cuerno pequeño, es decir, del Anticristo o falso Cristo escatológico: el falso profeta o segunda bestia. El texto destaca también el hecho de que los diez cuernos de la bestia/imperio están adornados con diademas o símbolos de autoridad gubernamental. Debe recordarse que el dragón (Satanás) muestra las diademas en sus cabezas mientras que la bestia/imperio las lleva en sus cuernos. La razón de esa transferencia se debe al hecho de que los cuernos representan la forma final del poderío anticristiano, tal como ha de manifestarse durante los tres años y medio de la gran tribulación. Como ya se ha señalado, el gobierno mundial que existirá antes de la segunda venida en gloria de Cristo estará formado por una confederación de diez reyes que, por acuerdo mutuo, «entregarán su poder y su autoridad a la bestia (imperio)» (Ap. 17:13).
Se destaca también el hecho de que la bestia lleva «sobre sus cabezas, un nombre blasfemo», literalmente «sobre sus cabezas, nombres de blasfemia». Aunque el sustantivo «blasfemia» (blaspheimías) puede usarse tanto respecto al hombre como de Dios, en el ambiente del texto lo más seguro es que se refiere a Dios. Recuérdese que «la bestia» es un agente de Satanás y como tal, se constituye en el contrincante visible de Dios en la tierra. Su objeto principal es influir en la sociedad para que los hombres adoren al dragón. El profeta Daniel señala que «el cuerno pequeño», es decir, el Anticristo «tenía ojos como de hombre, y una boca que habla grandes cosas» (Dn. 7:8b). La expresión «grandes cosas» tiene que ver con las blasfemias que profiere contra Dios. La sugerencia en Apocalipsis 13:1 es que en cada cabeza de la bestia está inscrito un nombre de blasfemia. La misma idea reaparece en Apocalipsis 17:3, donde dice que la «bestia escarlata [estaba] llena de nombres de blasfemia...». Blasfemia significa «hablar en contra de alguien», «hablar ofensivamente de alguna persona». Según Apocalipsis 13:6, la bestia «abrió su boca en blasfemias contra Dios, para blasfemar de su nombre, de su tabernáculo, y de los que moran en el cielo». La bestia profiere blasfemias contra Dios en cuanto a que ridiculiza su nombre, su templo y los que habitan en el cielo. De modo que la bestia desafía la soberanía y la majestad de Dios al negar el primer mandamiento. En un acto de arrogancia y desprecio hacia Dios, la bestia se atreve a pronunciar palabras injuriosas contra la santidad y la persona misma del Dios soberano. La primera y segunda bestias niegan a Dios y hacen que la humanidad marche en pos del dragón y lo adore como su dios.
El lector debe considerar profundamente el carácter religioso de esta bestia/imperio. No hay ni una sola referencia secular al comportamiento de esta bestia/imperio. El texto bíblico destaca el interés religioso que tiene esta bestia, en el sentido que en vez de ignorar a Dios, como lo haría un imperio ateo o simplemente secular, blasfema contra Él.
13:2
«Y la bestia que vi era semejante a un leopardo, y sus pies como de oso, y su boca como boca de león. Y el dragón le dio su poder y su trono, y grande autoridad». La relación de esta bestia con la visión de Daniel capítulo 7 está fuera de toda duda. La cuarta bestia de Daniel 7 es una composición de las tres anteriores, es decir, el león, el oso y el leopardo a las que hay que añadir las características propias de la cuarta bestia. El apóstol Juan menciona las mismas bestias de Daniel 7, sólo que lo hace en orden inverso debido a la distancia cronológica de dichos reinos al apóstol. Babilonia (el león) era el más lejano, Medo-Persia (el oso) ocupaba el lugar intermedio y el imperio greco-macedonio (el leopardo) estaba más cerca. El imperio descrito aquí en Apocalipsis 13:2, representado por la bestia imposible de describir para Daniel (Dn. 7:7, 19), reúne todas las características y elementos de las tres bestias anteriores, pero es mucho más terrible en su poder y blasfemia que las tres anteriores. La bestia de Apocalipsis 13:2 será, por lo tanto, una síntesis de estos reinos del pasado: Babilonia, Medo-Persia y Grecia. Puesto que la bestia/imperio será la manifestación de estos imperios reavivados, en ella se harán visibles muchas de las características negativas de aquellos grandes imperios del pasado.
En este punto, muchos comentaristas del Apocalipsis destacan el carácter de las bestias mencionadas diciendo, por ejemplo, que en este cuarto imperio mundial se manifestarán la velocidad y astucia del leopardo, el poder aplastante del oso y la fiereza del león. Si bien esto puede ser correcto, creemos que lo que el texto bíblico nos está diciendo es que estos imperios del pasado volverán a existir y que se unificarán en uno solo que le dará las características aquí descritas. Es decir, Babilonia, Medo-Persia y Grecia volverán a adquirir poder e importancia internacional, y se unificarán, y de entre las naciones que compongan esos imperios surgirán diez reyes, y luego un onceavo, el falso profeta o Anticristo. Ignorar este hecho es desdeñar la interpretación correcta del claro simbolismo utilizado. No es el carácter de los imperios del pasado lo que nos revela el texto, sino que estos imperios literalmente volverán a la vida como la misma nación de Israel lo hizo el 14 de Mayo de 1948, después de permanecer inexistente como nación desde el año 70 D. de. C. Así como Dios profetizó que Israel volvería a poseer su tierra como nación entre las naciones (Is. 66:8; Ez. 20:34-38), así el mismo Dios profetiza aquí en Apocalipsis 13:2 y en Daniel 7 que de la unificación de diez naciones pertenecientes a los antiguos imperios de Babilonia, Medo-Persia y Grecia, surgirá un cuarto en los últimos días que se convertirá en el imperio que liderará el Anticristo.
«Y el dragón le dio su poder y su trono, y grande autoridad». Esta frase revela, en primer lugar, el origen de la capacidad y de la autoridad de la bestia y, en segundo lugar, el hecho de que la bestia es un agente que actúa con autoridad delegada. El verbo «dio» (édoken) es el aoristo indicativo, voz activa de dídómi, que significa «dar», «ceder», «otorgar». En el monte de la tentación, Satanás ofreció a Cristo «todos los reinos del mundo y la gloria de ellos» (Mt. 4:8). A cambio de que el Señor le diese adoración (Mt. 4:9). La bestia aceptará la proposición del dragón y a cambio recibirá: ( 1) El «poder», es decir, la capacidad dinámica del dragón: (2) el «trono», o sea, «dominio» o «el ejercicio oficial del gobierno»; y (3) «grande autoridad». La bestia/imperio extenderá su autoridad como no lo ha hecho ningún otro imperio hasta hoy. El dragón obra a través de esta bestia. La bestia simplemente es el agente de Satanás. La afinidad entre el dragón y la bestia pretende imitar la relación íntima y eterna entre Dios Padre y Dios Hijo. Tal como Jesús es uno con el Padre y comparte su trono (Ap. 3:21), así la bestia comparte el trono con el dragón (Ap. 13:2). A pesar de haber sido desalojado del cielo, Satanás continúa siendo un ser poderoso. Todavía tiene capacidad dinámica, un trono y grande autoridad. El dragón sigue causando estragos porque aún es «el dios de este siglo» (2 Co. 4:4), «el príncipe de este mundo» (Jn. 12:31), «león rugiente» (1 P. 5:8). Sobre la base de esta autoridad e influencia que posee es que el dragón capacita a la bestia para que actúe durante 42 meses. Todo eso sin olvidar por un instante que el Dios soberano es quien, en el último análisis, lo controla todo. Es Dios quien «quita reyes, y pone reyes» (Dn. 2:21). Aunque los seres humanos no lo entiendan ni lo admitan, «... el Altísimo gobierna el reino de los hombres, y que a quien él quiere lo da, y constituye sobre él al más bajo de los hombres» (Dn. 4:17). Tanto la actuación de Satanás como la de este imperio anticristiano durante los años de la gran tribulación están sometidas a la absoluta soberanía del Dios Todopoderoso quien controla todos los acontecimientos de la historia y por su voluntad eficaz o permisiva hace que todo redunde para su gloria.
13:3
«Vi una de sus cabezas como herida de muerte, pero su herida mortal fue sanada; y se maravilló toda la tierra en pos de la bestia». La información proveniente del versículo 1 continúa en el versículo 3. Una de las siete cabezas de la bestia sufre una herida mortal. La expresión «como herida de muerte» (hos esphagménein eis thánaton) significa literalmente «como inmolada para muerte». Debemos ser muy cautelosos aquí, porque muchos intérpretes y comentaristas del Apocalipsis se apresuran a hallar semejanzas con Cristo donde en realidad no las hay.
Por ejemplo, dicen que el vocablo «herida» (esphagménein) indica que la herida mortal es semejante al sacrificio del Cordero. Aseguran que la frase «como herida de muerte» presenta un paralelismo con el texto de Apocalipsis 5:6, donde dice que «en medio del trono y de los cuatro seres vivientes, y en medio de los ancianos, estaba en pie un Cordero como inmolado... ». Estos intérpretes y comentaristas declaran dogmáticamente que en su esfuerzo por plagiar al verdadero Mesías, Satanás presenta al mundo a un pseudomesías que ha sido «como herido de muerte». Como comenta Robert L. Thomas:
«El hecho de que fue inmolado apunta a una muerte violenta de la cabeza, pero la semejanza indicada en como inmolada señala una restauración a la vida. Todo esto es parte del intento del dragón de simular la muerte y la resurrección del Mesías» (Revelation 8-22, p. 153).
Existe un número considerable de teorías respecto a la identificación de la cabeza cuya herida mortal es sanada. Una de las sugerencias más populares es la que identifica a César Nerón como la cabeza herida. La vida turbulenta de Nerón es notoria en la historia de los emperadores romanos. Su depravación, crueldad y odio hacia los cristianos son sobradamente reconocidos por los estudiosos de la historia del Imperio Romano. Durante los primeros siglos de la historia de la iglesia, se popularizó la creencia de que Nerón volvería a vivir después de haberse suicidado en el año 68 de la era cristiana. Tal cosa, por supuesto, nunca ocurrió. De modo que dicha teoría ha sido rechazada por los estudiosos del Apocalipsis. En primer lugar, dicha teoría no armoniza con la enseñanza bíblica. Nerón no sufrió una muerte violenta, como sugiere el texto de Apocalipsis 13:3, sino que él mismo se suicidó. Además, Nerón no volvió a vivir como ha de ocurrir con el personaje representado por la cabeza mencionada en Apocalipsis 13:3, 12, 14.
Pretender hacer que el texto signifique que una persona es la que está en vista aquí, y que esa persona es el Anticristo, es el resultado de practicar una hermenéutica defectuosa e incongruente con el mensaje central de Daniel 7 y el resto del Apocalipsis.
Apocalipsis 13:3 no habla del personaje escatológico a quien Pablo llama «el hijo de perdición» (2 Ts. 2:3). Esta cabeza «como herida de muerte» no es aquel «cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos» (2 Ts. 2:9), cuyo objetivo principal será promover la exaltación y la adoración del dragón (Ap. 13:4). Quien hace todo esto es la segunda bestia, el falso profeta descrito en Apocalipsis 13:11-18. Este es quien popularmente es conocido como el Anticristo.
La bestia de Apocalipsis 13:1-10 representa al imperio anticristiano final, y corresponde a la cuarta bestia de Daniel 7:7, 8, 19-21. Según este mismo pasaje de Daniel los cuernos representan reyes o líderes. Y las cabezas representan los reinos o las naciones sobre la cuales gobiernan dichos líderes. Por ejemplo, en Daniel 7:6 vemos a una bestia «semejante a un leopardo, con cuatro alas de ave en sus espaldas; tenía también esta bestia cuatro cabezas; y le fue dado dominio». La bestia «semejante a un leopardo» representa al Imperio Griego, y sus cuatro cabezas representan los cuatro reinos en los cuales se dividió el Imperio Griego después de la muerte de Alejandro Magno. Estos cuatro reinos fueron: (1) Tracia y parte de Asia Menor que quedó para Lisímaco, (2) Macedonia y Grecia que quedó para Casandro, (3) Siria que le tocó a Seleuco, y, (4) Egipto que le tocó a Tolomeo. Consecuentemente, vemos que los cuatro generales de Alejandro que se quedaron con los reinos mencionados son descritos como cuatro «cuernos» en Daniel 8:8, 21-22.
Resumiendo, en Apocalipsis 13:1-10 la bestia representa al imperio anticristiano de los últimos días. Las cabezas representan reinos o naciones, y los cuernos representan reyes. Por lo tanto, la cabeza «como herida de muerte» representa a un reino o nación del pasado bíblico que volverá a tener poder, vigencia y relevancia en los asuntos del Medio Oriente y del mundo entero. Esta cabeza no representa ni al Anticristo que es herido de muerte y resucita, ni a ningún otro líder que forme parte de la bestia, porque cada uno de estos líderes es simbolizado por un cuerno.
La influencia satánica de los postreros días se pone de manifiesto por el hecho de que la herida mortal de una de las cabezas de la bestia «fue sanada» (etherapeúthei). Este verbo es aoristo indicativo, voz pasiva de therapeúo, que significa «sanar» y raíz de las palabras castellanas «terapia» y «terapeuta». La sorprendente sanidad de la herida letal de la cabeza/reino hace que su popularidad alcance proporciones sorprendentes. Juan lo expresa así: «Y se maravilló toda la tierra en pos de la bestia». Es decir, la noticia de la vuelta a la vida de este reino que es parte de la bestia/imperio produce una admiración universal. Pero es una admiración con temor. Una sorpresa que más bien aterroriza a los moradores de la tierra, como veremos a continuación.
13:4
«Y adoraron al dragón que había dado autoridad a la bestia, y adoraron a la bestia, diciendo: ¿Quién como la bestia, y quién podrá luchar contra ella?» Un resultado directo de la curación sobrenatural de una de las cabezas de la bestia es que los moradores de la tierra: «... adoraron al dragón porque había dado autoridad a la bestia». El verbo «adoraron» es el aoristo indicativo, voz activa de proskunéo, que significa «rendir homenaje», «inclinarse», «adorar». La causa de la adoración del dragón (Satanás) es el hecho de que éste ha dado autoridad a la bestia/imperio (Ap. 13:2). La bestia/imperio es la manifestación visible del dragón en la tierra. Adorar a la bestia equivale a adorar al dragón. La tarea suprema de la bestia es precisamente hacer que la humanidad adore a Satanás.
La interpretación popular y tradicional de este pasaje es que en los postreros tiempos, la humanidad buscará ávidamente a un líder. Alguien capaz de resolver los problemas que habrán de agobiar a las naciones de la tierra. Cuando la bestia haga su entrada en el escenario de la historia, la humanidad estará dispuesta a recibirle como la salvación que aguardaba. Particularmente, al ver que ha sido restaurado a la vida después de recibir la herida letal, la gente clamará, diciendo: «¿Quién como la bestia, y quién podrá hacer guerra contra ella?» O sea, que la humanidad cree que la bestia es un ser incomparable. Algunos autores ven una posible caricatura del arcángel Miguel, cuyo nombre significa: «¿Quién es como Dios?». Fue Miguel quien echó fuera del cielo a Satanás. Ahora, tal vez como un intento de venganza, Satanás presenta a la bestia a los hombres y estos claman: «¿Quién como la bestia?» y «¿quién es capaz de hacer guerra contra ella?» La primera pregunta guarda relación con la persona de la bestia y la segunda con lo que es capaz de hacer. El mundo pensará que el Anticristo es un ser invencible que puede derrotar a cualquier enemigo que se enfrente a él.
Esperamos que el lector vea que nada de lo mencionado en el párrafo precedente tiene base bíblica; es pura especulación acerca de lo citado entre comillas. El error está en confundir al imperio (bestia) con la cabeza revivida (reino, nación), y a estos con la persona del Anticristo. No es la persona del Anticristo la que está en vista aquí; este infame personaje hace su aparición en Apocalipsis 13:11-18, y el texto lo llama «otra bestia», «falso profeta», también es identificado como la segunda bestia por los estudiantes del Apocalipsis, aunque el texto bíblico no lo llama así (Ap. 16:13; 19:20, 20:10).
13:5, 6
«También se le dio boca para que hablara grandes cosas y blasfemias; y se le dio autoridad para actuar cuarenta y dos meses. Y abrió su boca en blasfemias contra Dios, para blasfemar de su nombre, de su tabernáculo, y de los que moran en el cielo». Si bien es cierto que el poder de la bestia procede del dragón, también es cierto que repetidas veces en el Apocalipsis donde la forma verbal «se le dio» (edóthei autoi) se utiliza teológicamente como voz pasiva de soberanía divina, indicando que Dios es el sujeto del verbo. En los versículos 5 a 8, el escritor reanuda su uso del pasivo impersonal «fue dado» o «permitido», gr. edóthei, y el agente es el mismo que aparece anteriormente en el Apocalipsis. El texto sugiere que es Dios quien permite que el monstruo ejerza (temporalmente) cuatro «privilegios» que el cuádruple uso de edóthei (vv. 5a, b; 7a, b) expresan: (1) Una boca que blasfema; (2) autoridad por cuarenta y dos meses; (3) conquista de los santos; y (4) poder sobre todos los pueblos.
La «boca» de la bestia, o el vocero de este imperio es quien el texto llama «otra bestia» o «falso profeta» (Ap. 16:13; 19:20, 20:10). Esto lo deja muy claro Daniel en su profecía del cuarto imperio: «Después de esto miraba yo en las visiones de la noche, y he aquí la cuarta bestia, espantosa y terrible y en gran manera fuerte, la cual tenía unos dientes grandes de hierro; devoraba y desmenuzaba, y las sobras hollaba con sus pies, y era muy diferente de todas las bestias que vi antes de ella, y tenía diez cuernos. Mientras yo contemplaba los cuernos, he aquí que otro cuerno pequeño salía entre ellos, y delante de él fueron arrancados tres cuernos de los primeros; y he aquí que este cuerno tenía ojos como de hombre, y una boca que hablaba grandes cosas» (Dn. 7:7, 8).
Y cuando este cuerno pequeño tome el control de la bestia/imperio y se transforme en rey, Daniel nos revela que «el rey hará su voluntad, y se ensoberbecerá, y se engrandecerá sobre todo dios; y contra el Dios de los dioses hablará maravillas, y prosperará, hasta que sea consumada la ira; porque lo determinado se cumplirá» (Dn 11:36).
Como vemos, la «boca» es uno de los símbolos del que se convertirá en el Anticristo, quien inicia su carrera como «otro cuerno pequeño» pero con «una boca que hablaba grandes cosas».
El vocero de la bestia/imperio dará prioridad al ministerio de desacreditar a Dios. El vocablo «hablaba» (laloun) es el participio presente, voz activa de laléo, que significa «hablar». El participio presente sugiere una acción continua. La idea es que, por el tiempo que dure su ministerio, la «otra bestia» no cesará de hablar mal de Dios (véase Dn. 7:8, 11, 20, 25). El texto sugiere que las «grandes cosas» que salen de la boca de la bestia equivalen a «blasfemias». El vocero de la bestia/imperio, entre otras cosas, se apropia del nombre y de los atributos de Dios para promover su persona. Aquí tenemos ahora al vocero del imperio, al «falso profeta», a la «otra bestia» convertido en el Anticristo. Nótese, de nuevo, el marcado énfasis religioso de este imperio y su líder. El texto bíblico no está describiendo a un imperio secular o ateo que ignore por completo a Dios, si no todo lo contrario. Este es un imperio abiertamente anti-Dios. La visión túnel del imperio y su líder les nubla la vista periférica para dejar solo un punto de visión: Dios, y por supuesto, todo y todos aquellos que Lo representen en la tierra.
La duración del ministerio de la bestia es soberanamente limitado. Así lo indica la frase: «Y se le dio autoridad para actuar cuarenta y dos meses». Los «cuarenta y dos meses» equivalen a los tres años y medio de la gran tribulación de la que hemos hablado en detalle en los capítulos previos. Durante este espacio de tiempo, la bestia tendrá autoridad casi suprema en el mundo. Obsérvese que el texto dice «se le dio autoridad» (edóthei autói exousía). O sea, la bestia actúa porque Dios le permite hacerlo. Aunque la bestia estará cumpliendo la voluntad de Satanás, el Dios soberano es quien controla absolutamente todo lo que sucede y no le permitirá traspasar los límites de Su voluntad.
La bestia/hombre hace uso de su oratoria sobrenatural, de su extraordinaria demagogia para que la humanidad se aleje más de Dios y siga a Satanás. El aoristo indicativo «abrió» (éinoixen), sugiere la realidad de la acción. La frase «en blasfemias contra Dios» significa «con el propósito de blasfemias». «Contra Dios» (pros ton theón) es la misma frase que aparece en Juan 1:1, 2, donde dice que el verbo «era con Dios». La frase significa «cara a cara con Dios». El Verbo en Juan 1:1, 2 está «cara a cara con Dios», porque está en comunión íntima con el Padre celestial. La bestia, por el contrario, abre su boca y profiere blasfemias de manera desafiante en el mismo rostro de Dios, es decir, pronuncia palabras injuriosas contra todo lo que Dios es y todo lo que dice en su Palabra. El sacrilegio de la bestia va dirigido, en primer lugar contra «el nombre» (to ónoma) de Dios. «El nombre» representa a la persona misma de Dios. El hecho de que la bestia se autoproclama «como Dios» constituye la gran blasfemia, puesto que pretende que la humanidad lo adore a él como si fuera Dios (véase 2 Ts. 2:4). En segundo lugar, la bestia blasfemará contra el «tabernáculo» de Dios, es decir, contra el lugar de adoración de Dios. Cuando se halle en el apogeo de su carrera, el Anticristo hará acto de presencia en el tabernáculo dedicado a Dios en Jerusalén y profanará dicho lugar, ofreciendo sacrificios a Satanás. Finalmente, la bestia pronunciará blasfemias contra «los que moran en el cielo» (tous en toi ouranoi skeinountas). Esta frase podría referirse concretamente a los ángeles quienes, encabezados por Miguel, causaron la expulsión de Satanás del cielo. Sin embargo, podría incluir también a los redimidos que dan testimonio de la gracia de Dios y alaban su nombre sin cesar, lo contrario de lo que hace la bestia durante los cuarenta y dos meses de su reinado.
13:7
«Y se le permitió hacer guerra contra los santos, y vencerlos. También se le dio autoridad sobre toda tribu, pueblo, lengua y nación». Obsérvese otra vez que la bestia actúa por permiso soberano de Dios. Los verbos «se le permitió» y «se le dio» (edóthei autoi) son aoristos pasivos, usados teológicamente para expresar un acto de la soberanía divina. Es Dios quien permite a la bestia «hacer guerra contra los santos» (poieisai pólemon meta ton hagíon). Recuérdese que en Apocalipsis 11:7 dice que cuando los dos testigos hayan acabado su testimonio, «la bestia que sube del abismo hará guerra contra ellos y los vencerá y los matará». También en Apocalipsis 12:17, « ... el dragón ... se fue a hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella [el Israel de Dios], los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo». En su visión profética, Daniel dice: «Y veía yo que este cuerno hacía guerra contra los santos, y los vencía» (Dn. 7:21). No sólo se le permite a la bestia hacer guerra contra los santos, sino que también se le permite «vencerlos» (nikeisai autoús). Esta expresión se refiere, sin duda, al hecho de que durante la gran tribulación la bestia hará uso de su autoridad para quitar la vida física a muchos de los que han puesto su fe en el Mesías.
«Vencerlos» indica que los matará. Toda esa actividad, sin embargo, está directamente bajo el control de Dios. Su capacidad para hacer guerra es permitida por Dios, y todo su poder está limitado a cuarenta y dos meses (v. 5). Aquí hay un ejemplo del entramado de las fuerzas que causan los acontecimientos. Dios lo controla todo, pero Satanás controla la bestia, quien, a su vez, actúa por su cuenta al blasfemar. Los hombres que componen su ejército le seguirán voluntariamente para hacer mártires de los hijos de Dios quienes, aunque ofrendan sus vidas, aun así están dentro del cuidado protector de Dios.
El Dios soberano de todo el universo tiene el control incuestionable de todas las cosas. La bestia podrá vencer a los santos sólo temporalmente. Los santos de Dios ya son «más que vencedores» (Ro. 8:37) porque han puesto su confianza en Jesucristo quien ha vencido rotundamente a sus enemigos mediante su muerte y resurrección.
«También se le dio autoridad sobre toda tribu, pueblo, lengua y nación». En medio de la gran tribulación, el Anticristo será investido con un poder o autoridad (exousía) como ningún ser humano ha tenido jamás. Dios permitirá que Satanás, a través de la bestia, tome control de los poderes terrenales por un período de «cuarenta y dos meses». A través del establecimiento de un gobierno mundial único, la bestia imitará la autoridad mundial que pertenece a Cristo en su reino. La bestia tendrá dominio sobre todos los pueblos de la tierra. Su reino será dictatorial y opresor. Quien no lleve su señal será totalmente alienado. El reino de la bestia contrasta con el reinado glorioso del Mesías. El reino del Mesías se caracterizará por ser una era de paz, justicia y santidad. Durante la era mesiánica «la tierra será llena del conocimiento de Jehová, como las aguas cubren el mar» (Is. 11:9). A la postre, el reino del Mesías vendrá y la victoria final será de Dios.
13:8
«Y la adoraron todos los moradores de la tierra cuyos nombres no estaban escritos en el libro de la vida del Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo». El verbo «adoraron» está en el tiempo futuro en el texto griego y, por lo tanto, debe traducirse «adorarán». Debe observarse, además, que el complemento directo de dicho verbo es el pronombre masculino singular autón («le»). Este hecho no corrobora que la bestia sea una persona y no una institución política, puesto que el mismo lenguaje se usa con otras personificaciones a lo largo de la Biblia. Una posible lectura del versículo más acorde con el texto griego sería: «Y todos los moradores de la tierra le adorarán, el nombre de cada uno de ellos no está escrito en el libro de la vida del Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo».
El texto enseña con claridad que «los moradores de la tierra», es decir, aquellos que tienen sus mentes, corazones y sentimientos enraizados en el reino terrenal, irán en pos de la bestia y le rendirán culto. Quienes lo harán serán personas que no han puesto su fe en el Mesías y, por lo tanto, sus nombres no están inscritos en el libro de la vida del Cordero. La frase «los moradores de la tierra» se refiere a personas que se opondrán a Dios de manera abierta y flagrante y preferirán adorar a la bestia.
Los adoradores de la bestia son aquellos que han escogido permanecer en el reino de tinieblas. El verbo «estaban escritos» (gégraptai) es el perfecto indicativo, tercera persona singular, de grápho, que significa «escribir». El tiempo perfecto sugiere una acción completada con resultados permanentes. De modo que en este caso se afirma que el nombre de cada uno de los adoradores de la bestia no ha sido escrito «en el libro de la vida del Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo» y esa es la condición en la cual permanecen. Sólo aquellos que confían en el sacrificio perfecto del Cordero tienen sus nombres escritos en el libro de la vida. Los que siguen y adoran a la bestia serán permanentemente excluidos del libro de la vida del Cordero.
Otra importante observación que debe hacerse tiene que ver con la frase «desde la fundación del mundo» o «desde el principio del mundo». La frase está conectada con la expresión «no está escrito»; es decir, el nombre de cada uno de los adoradores de la bestia «no está escrito en el libro de la vida del Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo». La implicación es la siguiente: En el libro de la vida del Cordero están inscritos los nombres de todos los que han puesto su fe en el Mesías. Esa inscripción fue hecha posible por la anticipación de la futura muerte del Cordero en beneficio de ellos. Este punto de vista modifica Apocalipsis 17:8 donde Juan se refiere de nuevo a «los moradores de la tierra, aquellos cuyos nombres no están escritos desde la fundación del mundo en el libro de la vida...». Los nombres de los creyentes no han sido escritos en el libro de la vida desde antes de la fundación del mundo, así como el destino de los perdidos tampoco ha sido establecido desde antes de la fundación del mundo. El anticipado conocimiento de Dios de que el Cordero sería inmolado es lo que antecede a la fundación del mundo. Y es la fe en el significado y valor del sacrificio del Cordero lo que hace que el nombre de los creyentes sea escrito en el libro de la vida. Los hombres se salvan y se pierden en el transcurso de sus vidas aquí en la tierra. Lo que Dios ha determinado desde antes de la fundación del mundo es que los nombres de los que se salven serán escritos en el libro de la vida, y que los nombres de los que se pierdan no sean escritos en dicho libro.
La Reina-Valera 1960 relaciona la frase «desde el principio del mundo» con «el Cordero que fue inmolado», sugiriendo así que «el Cordero fue inmolado desde el principio del mundo». Pedro, en 1 Pedro 1:20, hablando del Cordero, dice: «Ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros». La muerte de Cristo formaba parte del plan eterno de Dios, pero tuvo lugar dentro del tiempo y de la historia; asimismo, la salvación de los creyentes ocurre en el transcurso de la historia, pero cuando ocurre pasa a formar parte del plan eterno de Dios.
13:9, 10
«Si alguno tiene oído, oiga. Si alguno lleva en cautividad, va en cautividad; si alguno mata a espada, a espada debe ser muerto. Aquí está la paciencia y la fe de los santos». Los capítulos 11, 12 y 13 del Apocalipsis tratan detalles importantes de los acontecimientos de la gran tribulación. La expulsión de Satanás de la esfera celestial y el ser arrojado a la tierra. La persecución del Israel de Dios y del remanente fiel. La aparición en el escenario de la historia del personaje llamado «la bestia». La actitud de la humanidad incrédula hacia el dragón y hacia la bestia. El evidente poder que la bestia ejerce en la tierra durante 42 meses. Todo eso y mucho más tendrá lugar en la tierra durante ese período de la historia que Jesucristo llamó la «gran tribulación» (Mt. 24:21). Durante este período, muchos creyentes, tanto judíos como gentiles, sufrirán persecuciones a manos del Anticristo y necesitarán ser animados a resistir las pruebas que experimentarán. Apocalipsis 13:9, 10 constituye, en primer lugar, un llamado a oír con miras a obedecer y ser fieles a Dios en medio de las dificultades. La frase: «Si alguno tiene oído, oiga» es una condicional de primera clase que asume la realidad de lo que se dice. Podría expresarse así: «Puesto que alguno tiene oído, oiga». El llamado es a resistir en la fe y a no ceder frente al opresor. La bestia podrá quitar la vida física de los santos, pero no podrá impedirles la entrada en el reino eterno del Mesías.
El versículo 10 no es una advertencia de castigo divino a quienes persiguen a los santos, sino más bien un aviso dirigido a los santos respecto a las persecuciones que el Anticristo decretará contra ellos. El texto es difícil de traducir al castellano. Una posible traducción podría ser: «Si alguno es para cautividad, hacia cautividad va: si alguno es muerto por espada es necesario que sea muerto por la espada». Como puede apreciarse, hay en el texto una advertencia a los santos de no resistirse a sus perseguidores, sino que acepten el cautiverio e incluso la muerte sin intentar defenderse. El versículo no contiene ninguna referencia al uso de la fuerza por parte de los santos. Enfatiza lo inevitable de la persecución y de la muerte para los fieles... Invita a los fieles a reconocer que las acciones del falso Cristo han sido decretadas por Dios, como lo indica el uso de edóthei («le fue dado») en Apocalipsis 13:5, 7, 14, 15.
A través de la sumisión y de la confianza en Dios, los santos pondrán de manifiesto su entrega a la voluntad de Dios. El sustantivo «paciencia» (hypomonei) significa «resistencia», «aguante», «perseverancia». El sustantivo «fe» (pístis), en este contexto, significa «fidelidad», «lealtad». Los santos de la gran tribulación tendrán que sufrir las persecuciones de la bestia. El texto exhorta a ser pacientes, a resistir con entereza y a practicar la fidelidad hacia el verdadero Mesías, el Cordero inmolado en cuyo libro de la vida sus nombres están escritos.
13:11
«Después vi otra bestia que subía de la tierra; y tenía dos cuernos semejantes a los de un cordero, pero hablaba como dragón». «Después vi otra bestia», literalmente «y vi otra bestia». Con esta frase Juan presenta al siguiente protagonista del período de la tribulación. El vocablo «otra» (állo) sugiere «otra de la misma clase». De manera que esta segunda bestia aunque presenta características diferentes de la primera, es de la misma clase que su consorte en cuanto a su naturaleza. La bestia que sube de la tierra está subordinada a la bestia que sube del mar y esta, a la vez, está subordinada a la bestia que sube del abismo. Al principio, esta segunda bestia parece estar completamente dedicada no a promoverse a sí misma, sino a la bestia que sube del mar, pero las cosas dan un giro de ciento ochenta grados muy pronto.
La identificación de la bestia que surge de la tierra ha sido interpretada de diferentes maneras por expositores y teólogos. Hay quienes han sugerido que la bestia de Apocalipsis 13:11 es la organización establecida para obligar a la adoración del César a través del Imperio Romano. Los reformadores, incluyendo a Lutero, Calvino y Melanchton, entendían que «la primera bestia era la Roma pagana y la segunda bestia la Roma papal». Por supuesto que ni los sacerdotes paganos del imperio Romano de antaño ni la institución que representa la Roma papal han sido capaces de llevar a cabo las obras que se le atribuyen a la bestia de Apocalipsis 13:11-17. También hay quienes equiparan la bestia que surge de la tierra con los falsos profetas mencionados en Mateo 24:24 y Marcos 13:33. Se argumenta que la bestia que surge de la tierra es la antítesis de los verdaderos profetas de Cristo simbolizados por los dos testigos del capítulo 11. Si bien es cierto que a través de la historia ha habido falsos profetas, también es cierto que la bestia de Apocalipsis 13:11 señala a una persona concreta que cumplirá una misión específica. Existe una diferencia manifiesta entre «los profetas» de los que el Señor Jesús habló y este «profeta». Éste es un solo individuo, no muchos, y tiene que ser así para confrontar un destino final en el lago de fuego.
La interpretación más acorde con el entorno del pasaje y con el argumento central del Apocalipsis es la que entiende que la bestia de Apocalipsis 13:11 se refiere a un individuo que estará estrechamente asociado con la primera bestia (el imperio anticristiano). La primera bestia será fundamentalmente un imperio conformado por naciones anticristianas cuyo origen está en el pasado bíblico, mientras que la segunda bestia será un líder religioso. La bestia que surge de la tierra es, pues, el falso profeta por antonomasia.
Posee exteriormente una imagen religiosa: el cordero es un animal usado en los sacrificios mosaicos. Esto concuerda con su papel de falso profeta en contraste con los dos testigos del capítulo 11. Como ellos, hace grandes señales, comparece delante de aquel a quien representa (Ap. 11:4; 13:12), tiene poder especial sobre el fuego (Ap. 11:5; 13:13), convence a los hombres del poder supremo de su superior (Ap. 11:5, 6; 13:17), y dirige a los hombres a adorar a aquel designado por ellos (Ap. 11:13; 13:15). Es evidente que la segunda bestia utiliza una versión de la religión para promover a la primera bestia. Y es evidente también, que ambas bestias concuerdan en que la versión religiosa que profesan es la que deben imponerle al mundo.
Ningún líder religioso del pasado ha manifestado las características que exhibirá la bestia de Apocalipsis 13:11-17. Será el escudero y portavoz de la primera bestia. El carácter escatológico de las dos bestias es innegable. Tanto una como otra pertenecen a los postreros días. Sus actividades están relacionadas con el tiempo de la gran tribulación y la derrota de ambas está relacionada con la manifestación gloriosa de Jesucristo en Armagedón (véase Ap. 16:13-16; 19:19, 20). Esto no significa en manera alguna que no se reconozca el hecho de que a través de la historia ha existido apostasía y de igual manera ha habido quienes se han alzado contra Dios y contra su pueblo.
Una de las características sobresalientes de la bestia que surge de la tierra será su hipocresía. La frase: «Y tenía dos cuernos semejantes a los de un cordero, pero hablaba como dragón» apunta al intento de la bestia de imitar al Cordero de Dios. En Apocalipsis 5:6, se describe al Cordero, diciendo que «tenía siete cuernos», mientras que la bestia de Apocalipsis 13:11 sólo tiene dos cuernos. La apariencia de cordero (homoia arníoi) implica que su intención es disimular su verdadera personalidad. Su naturaleza es la de una bestia feroz (theirion) pero se disfraza de cordero para engañar. Tal como la primera bestia está revestida de características políticas, así la bestia de la tierra aparece cubierta con todos los adornos de la religión: Obra milagros, promueve adoración, tiene apariencia de cordero (Ap. 13:11), motiva a la gente a que construyan una imagen a la bestia y la adoren, es designado «el falso profeta» (Ap. 16:13; 19:20).
A pesar de su apariencia de cordero, la bestia que surge de la tierra «hablaba como dragón» (kai elálei hos drákon). El verbo «hablaba» (elálei) es el imperfecto indicativo, voz activa de laléo, que significa «hablar». El tiempo imperfecto sugiere una acción continua, algo que se acostumbra o se hace asiduamente. El discurso de la segunda bestia se basará en los dictados del dragón. Satanás será la fuente de procedencia de las palabras de la segunda bestia. En nuestro comentario de Apocalipsis 13:5,6 dijimos que la «boca» es uno de los símbolos de esta segunda bestia. Ella es la «boca» de la primera bestia, el imperio.
Hay quienes piensan que, para poder cumplir su cometido, este personaje será de origen judío y que actuará principalmente en la tierra de lsrael. Quienes así comentan basan su postura en que esta bestia sube «de la tierra», es decir, la tierra de Israel. Pero la «la tierra» en la Biblia se usa en lenguaje simbólico para contrastar lo espiritual con lo carnal, lo celestial con lo terrenal. Cuando el Señor se comparó a sí mismo con el pan del cielo contrastó a este Pan con el pan terrenal que Moisés le había dado a comer a Israel en el desierto. El Señor dijo: «Este es el Pan que descendió del cielo; no como vuestros padres comieron el maná, y murieron; el que come de este Pan, vivirá eternamente» (Jn. 6:58). Más adelante el Señor dijo: «Vosotros sois de abajo, yo soy de arriba; vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo» (Jn. 8:23). El apóstol Pablo cuando describe la diferencia entre el primer y el segundo Adán (Cristo) lo hace de esta manera: «Así también está escrito: Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante. Mas lo espiritual no es primero, sino lo animal; luego lo espiritual. El primer hombre es de la tierra, terrenal; el segundo hombre, que es el Señor, es del cielo. Cual el terrenal, tales también los terrenales; y cual el celestial, tales también los celestiales. Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial» (1 Cor. 15:47-49).
Por lo tanto, esta bestia que sube «de la tierra» es lo opuesto de Cristo, que descendió del cielo. Es decir, la bestia que sube «de la tierra» es terrenal, carnal, diabólica, carente de toda vida espiritual.
Además, en lenguaje profético «mar» y «tierra» significan lo mismo, como nos lo demuestra la interpretación angelical que Daniel recibió acerca de la visión de las cuatro bestias que subían del mar. Daniel vio: «...cuatro bestias grandes...» que «subían del mar» (Dan. 7:3). El ángel le dijo al profeta: «Estas cuatro grandes bestias son cuatro reyes que se levantarán en la tierra» (Dan. 7:17).
Resumiendo, esta bestia que sube «de la tierra» es lo opuesto de Cristo, que desciende del cielo. La designación adecuada para ella es: Anticristo.
13:12
«Y ejerce toda la autoridad de la primera bestia en presencia de ella, y hace que la tierra y los moradores de ella adoren a la primera bestia, cuya herida mortal fue sanada». El orden de las palabras o la sintaxis en el texto griego es diferente del que aparece en la Reina-Valera 1960. La lectura en el griego es como sigue: «Y la autoridad de la primera bestia, toda ella, ejerce delante de él; y a la tierra y a quienes en ella moran hace que deban adorar la primera bestia, cuya herida letal fue sanada». El falso profeta, evidentemente, hará funcionar su capacidad persuasiva para conseguir que los habitantes de la tierra rindan culto al imperio anticristiano que, en realidad, significa adorar a Satanás. Debe observarse los verbos «ejerce» y «hace». Ambos son la traducción del griego poiéo, usado en el presente indicativo, voz activa. El presente indicativo sugiere una acción continua y real. Cuatro de los cinco usos de poiéo (vv. 12a, 12b, 13a, 16) son usos «dramáticos» del tiempo presente para señalar vívidamente la práctica habitual de la segunda bestia al hacer estas cosas.
Así como el Espíritu Santo glorifica a Cristo en la tierra y convence a los seres humanos para que miren al Mesías para ser salvos de la misma manera el falso profeta persuadirá a los moradores de la tierra para que honren al imperio anticristiano y adoren a Satanás. La humanidad se dejará engañar por el inicuo quien vendrá «con todo engaño de iniquidad para los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos» (2 Ts. 2:10).
Es importante observar la estrecha relación que existe entre las dos bestias. Ambas son de origen satánico. El maligno vitaliza tanto a una como a otra. Nótese que «la segunda bestia» (el falso profeta) «ejerce toda la autoridad de la primera bestia en presencia de ella». O sea, que por decreto de la primera bestia (el imperio anticristiano), la segunda bestia (el falso profeta y Anticristo) ejecuta y supervisa todas las acciones que están acordes con los objetivos de su jefe. El objetivo del falso profeta, como ya se ha señalado, es hacer que «la tierra y los moradores de ella adoren a la primera bestia». Evidentemente, dicha frase no sólo se refiere a los rebeldes e incrédulos de la tierra, sino que también incluye tanto a los verdaderos israelitas que se han refugiado en el desierto como a su descendencia: los creyentes en Cristo que están esparcidos por el resto de la tierra (véase Ap. 12: 13-16; 12:17; 13:7, 17). Estos acontecimientos tendrán lugar durante la gran tribulación, es decir, cuando durante los últimos mil doscientos sesenta días, o tres años y medio, o cuarenta y dos meses, de la era.
«Cuya herida mortal fue sanada». Esta cláusula relativa insinúa la razón por la que la primera bestia/imperio es adorada por la humanidad. Pero no debemos olvidar que la «herida mortal» afecta a una de las cabezas de la bestia/imperio, y que esta cabeza representa a un reino o nación del pasado bíblico que volverá a tener poder, vigencia y relevancia en los asuntos del Medio Oriente y del mundo entero. Esta cabeza no representa ni al Anticristo que es herido de muerte y resucita, ni a ningún otro líder que forme parte de la bestia, porque cada uno de estos líderes es simbolizado por un cuerno. La segunda bestia es el promotor de la adoración de la primera bestia y la razón que ofrece de por qué dicha bestia debe ser adorada, es porque una de sus cabezas ha vuelto a vivir después de haber estado muerta.
13:13, 14
«También hace grandes señales, de tal manera que aun hace descender fuego del cielo a la tierra delante de los hombres. Y engaña a los moradores de la tierra con las señales que se le ha permitido hacer en presencia de la bestia, mandando a los moradores de la tierra que le hagan imagen a la bestia que tiene la herida de espada, y vivió».
El falso profeta será capaz de hacer «grandes señales» (seiméia megála) con el fin de engañar a las multitudes (véase 2 Ts. 2:9-12). Hay quienes creen que los milagros son evidencia de que Dios está actuando. Eso no siempre es verdad. Debe recordarse que los hechiceros en Egipto fueron capaces de producir serpientes (Éx. 7:11), de convertir agua en sangre (Ex. 7:22) y de hacer aparecer ranas sobre la tierra de Egipto (Ex. 8:7). Es importante tener presente que, según la revelación bíblica, la verdad de la fe ni se prueba ni se niega por la exhibición de poder milagroso o la ausencia del mismo. Juan el Bautista no hizo ningún milagro durante su ministerio, y el Señor Jesús dijo de él: «Os digo que entre los nacido de mujeres, no hay mayor profeta de Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de Dios es mayor que él» (Lc. 7:28).
La señal de hacer «descender fuego del cielo a la tierra delante de los hombres» trae a la memoria el ministerio del profeta Elías en el monte Carmelo (1 R. 18). Elías es el gran profeta del Antiguo Testamento y, en cierto sentido, representa la institución profética. También los dos testigos de Apocalipsis 11, reciben poder sobrenatural para realizar señales sorprendentes. El falso profeta, como agente satánico, procurará imitar a los hombres de Dios a través de las señales que es capaz de hacer con el fin de engañar a la humanidad.
El versículo 14 da a entender que el falso profeta consigue su objetivo. El verbo «engaña» (planái) es el presente indicativo, voz activa de planáo, que significa «engañar», «guiar por mal camino». El tiempo presente sugiere acción continua y el modo indicativo habla de la realidad de dicha acción. Durante el tiempo que le es permitido actuar, el falso profeta logra engañar constantemente a la humanidad. El Espíritu Santo guía al creyente a toda la verdad y a glorificar a Dios (Jn. 16:13-15). El falso profeta guiará a los hombres a la mentira y a adorar a la bestia y a Satanás (Ap. 13:8, 14, 15).
Nótese que la segunda bestia ha logrado que la humanidad no regenerada obedezca sus órdenes: «Mandando a los moradores de la tierra que le hagan imagen a la bestia que tiene la herida de espada, y vivió». «La imagen» (eikóna) es construida por los seres humanos que actúan como esclavos de la bestia. La humanidad será obligada a adorar a la bestia, aunque es de suponerse que la mayoría lo hará espontáneamente. El cuadro de Apocalipsis 13:14 trae a la memoria la historia de Daniel 3, cuando los tres jóvenes hebreos conocidos como Hananías, Misael y Azarías (Sadrac, Mesac y Abed-nego) se resistieron a adorar la estatua que Nabucodonosor había colocado en los campos de Dura. No es exagerado pensar que Nabucodonosor fue un precursor del Anticristo. Su orgullo y prepotencia lo sitúan como un prototipo de la bestia. El rey babilonio tenía un «pregonero» que hacía el anuncio de cuándo había que adorar la estatua (Dn. 3.4). El heraldo o pregonero de Daniel 3:4 realiza una función similar a la que efectuará el falso profeta de Apocalipsis 13:13. En ambos casos, el objeto es conseguir que la gente adore a una imagen. En Daniel 3:4, sin duda, la imagen representaba la persona de Nabucodonosor, mientras que en Apocalipsis 13:14 la imagen representa al imperio/anticristiano.
Debe observarse el énfasis que se hace sobre el hecho de que la bestia «tiene la herida de espada, y vivió» (véase 13:3, 12, 14). Muchos interpretan este pasaje como diciendo que es el método usado por Satanás para plagiar al Señor Jesucristo. Cristo es adorado como el Señor que resucitó de los muertos. De manera manifiesta, Satanás pretende imitar la muerte y resurrección de Jesucristo con el fin de engañar al mundo. El falso profeta es capaz de engañar con sus señales a los moradores de la tierra de tal manera que estos rinden culto pleno a la bestia que pretende imitar a Jesucristo mediante la señal de muerte y resurrección.
Esto suena bien para el lector superficial o poco entendido en el tema, pero la verdad es que es una explicación totalmente equivocada por lo que ya hemos dicho anteriormente: es una de las cabezas de la bestia la que recibe la herida mortal, y la cabeza no es símbolo de ninguno de los líderes del imperio; estos son simbolizados por cuernos. Por lo tanto la teoría que dice que el Anticristo está en vista aquí, y que es él quien recibirá una herida mortal y volverá a la vida imitando la resurrección del Señor, es una total desviación del significado ya dado de los cuernos y las cabezas.
Apocalipsis 13:13, 14 enseña que la bestia que surge de la tierra, el falso profeta, el Anticristo escatológico, recibirá la facultad de hacer grandes señales similares a las que han hecho los profetas del Antiguo Testamento y los dos testigos de Apocalipsis 11. La diferencia es que tanto los profetas del Antiguo Testamento como los dos testigos actuaban por el poder de Dios y para glorificar al Todopoderoso. El falso profeta, en cambio, actuará por el poder de Satanás y con el fin de exaltar al imperio anticristiano representado por la primera bestia y al mismo dragón. El falso profeta, el Anticristo escatológico, es capaz de engañar con sus señales a los moradores de la tierra de tal manera que estos rinden culto pleno a la primera bestia. Nótese la similitud de las acciones del falso profeta descrito en Apocalipsis 13:13, 14 con la descripción que el apóstol Pablo hace de «el hombre de pecado, el hijo de perdición» en 2 Tesaloniceses 2:9-12: «inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos, y con todo engaño de iniquidad para los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos. Por esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean la mentira, a fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la injusticia».
13:15
«Y se le permitió infundir aliento a la imagen de la bestia, para que la imagen hablase e hiciese matar a todo el que no la adorase». Ya se ha señalado repetidas veces que las actuaciones tanto de la primera como de la segunda bestia son controladas por el Dios Soberano y Todopoderoso. La expresión «Y se le permitió» sugiere una acción soberana de Dios, tolerando que el falso profeta realice una acción que pertenece a la esfera de lo divino. Lo significativo es que Dios controla, incluso, la malévola actuación del Anticristo. El texto dice que «se le permitió infundir aliento a la imagen de la bestia». El sustantivo «aliento» (pneuma) es el vocablo generalmente traducido «espíritu». Si bien es cierto que dicho sustantivo es diferente de dsoei, que significa «vida», eso no implica que no haya existido un acto milagroso. Hay quienes piensan que pudo haber sido un simple truco. El texto, sin embargo, no revela que lo ocurrido sea un truco como el de los magos actuales.
El propósito de infundir aliento a la imagen es doble: (1) «Para que la imagen hablase»; y (2) para que «hiciese matar a todo el que no la adorase». Se ha sugerido que el hablar de la bestia un acto de ventriloquía. Se dice que tal práctica era frecuente entre las religiones paganas del Asia Menor e incluso dentro del Imperio Romano. Las prácticas fraudulentas de las religiones paganas son innegables. El uso de la magia, la hechicería, la brujería y el satanismo en general han caracterizado a muchas de las religiones que los hombres han inventado. No obstante, Cristo profetizó que en los postreros días «se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos» (Mt. 24:24). La segunda bestia de Apocalipsis 13:11 será la culminación personal de los falsos profetas de los postreros tiempos. En su persona se concentrará toda la iniquidad religiosa y falsedad teológica de sus predecesores. Él será el instrumento del Satanás en la misma proporción en que el imperio anticristiano o primera bestia lo será. Los moradores de la tierra, por tanto, serán sometidos tanto política como religiosamente a la más estricta tiranía.
13:16, 17
«Y hacía que a todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, se les pusiese una marca en la mano derecha, o en la frente; y que ninguno pudiese comprar ni vender, sino el que tuviese la marca o el nombre de la bestia, o el número de su nombre». La segunda bestia es responsable de poner el sello o la marca de la primera bestia en la mano derecha o en la frente de sus seguidores. ¿Qué religión es la que hace que sus adherentes ostenten una marca similar? Es posible ver esta marca en los fanáticos seguidores de la religión que más crece actualmente en el mundo. Casi no hay día en que en los noticiarios del mundo no se mencione a alguno de sus practicantes llevando a cabo su promesa de someter o matar a los infieles a través de un acto de terrorismo.
Dicha señal es colocada en un lugar visible de la anatomía de los adeptos a la bestia. Obsérvese que la «marca» (cháragma) es puesta en «todos» (pántas) sin excepción.
El acto más notorio del «falso profeta» es marcar a cada uno—rico, pobre, pequeño, grande, esclavo, libre—con una señal en la mano o en la frente, sin la cual nadie puede participar en la vida económica de la comunidad (Ap. 13:16, 17).
El falso profeta no hace excepción alguna entre quienes deben recibir su emblema. «[Todos] los pequeños y los grandes» se refiere a los influyentes como a los no influyentes dentro de las esferas sociales: «[Todos] los ricos y los pobres» tiene que ver con al aspecto económico. No importa el rango de influencia económica que la persona tenga, estará obligado a someterse a la autoridad de la bestia. Finalmente, «todos los libres y los esclavos» es una referencia al aspecto político. El texto enseña sin ambigüedades que, a través del Anticristo, por un tiempo limitado a tres años y medio, Satanás tendrá autoridad sobre los habitantes de la tierra con la única excepción de los escogidos de Dios (Ap. 14:2; 20:4). Los redimidos del Señor preferirán morir antes que someterse a los dictados de la bestia.
En cuanto a la naturaleza de «la marca» (cháragma) que el falso profeta impondrá en la mano derecha o en la frente de los seres humanos, contrasta con el sello divino que reciben los redimidos del Señor (véase Ap. 7:3; 9:4). Dios pone su sello de identificación en sus redimidos como señal de que pertenecen a Él por toda la eternidad. El sello de Dios es la Persona del Espíritu Santo que mora en el creyente (Ef. 1:13, 14; 4:30; 2 Ti. 2:1:9). Mientras que el sello de Dios en el creyente es la señal de que ha sido redimido del pecado, la marca o señal de la bestia en la mano derecha o en la frente de sus seguidores es un indicativo de esclavitud y sometimiento a la voluntad del Anticristo y de Satanás.
Quienes no posean «la marca» de la bestia estarán vedados de realizar cualquier transacción comercial. La frase es terminante: «Y que ninguno pudiese comprar o vender», es decir, habrá un monopolio comercial absoluto. Quien tenga algo que vender tiene que venderlo a la bestia y quien tenga necesidad de comprar tiene que comprarlo a la bestia. Ha habido tiempos de restricción en el mundo cuando han surgido crisis o ha habido catástrofes, pero lo que ha de suceder en tiempos de la bestia no tiene parangón en la historia de la humanidad.
«Sino el que tuviese la marca o el nombre de la bestia, o el número de su nombre». Esta frase podría expresarse así: «Excepto el que tiene la marca, es decir, el nombre de la bestia o el número de su nombre». La bestia decretará una prohibición total de transacciones comerciales que no lleven el sello o la marca de su autorización. Los únicos que podrán comprar o vender serán los que tengan en su mano derecha o en su frente la insignia o el tatuaje de la bestia. La Biblia profetiza que en los postreros días habrá hambre en la tierra (véanse Mt. 24:7; Ap. 6:5, 6). Ese será el tiempo en que la bestia ejercerá la hegemonía política, comercial, social y religiosa en la tierra. Los moradores de la tierra serán sometidos a la más rígida y despótica dictadura que jamás haya existido en la tierra.
En la frase bajo consideración, el sustantivo «el nombre» (to ónoma) está en aposición con el sustantivo «la marca» (to cháragma). De modo que «la marca» consiste en «el nombre» mismo de la bestia que, a su vez, equivale al «número de su nombre». O sea, que «la marca», «el nombre» y «el número» de la bestia son equivalentes. La marca es el nombre y el nombre estará expresado numéricamente. Esa será la manera más sencilla de realizar las transacciones comerciales de los días finales. El número de la bestia no será difícil de identificar, particularmente si está colocado en un lugar visible como la mano derecha o la frente.
Nuevamente, ¿Qué religión, que también fue un imperio, es la que hace que sus adherentes ostenten una marca en la mano derecha y en la frente?
13:18
«Aquí hay sabiduría. El que tiene entendimiento, cuente el número de la bestia, pues es número de hombre. Y su número es seiscientos sesenta y seis». Este versículo es enigmático y ha dado pie a muchas especulaciones. El intérprete debe proceder con cuidado y hacer su mejor esfuerzo para no decantarse hacia los extremos hermenéuticos. El pasaje es importante, y su abuso por calendaristas y entretenedores religiosos quienes consideran el número 666 algo así como una sopa de letras religiosa, no debe de amedrentar a los más serios intérpretes de buscar su significado auténtico.
Hay quienes afirman que el pasaje tuvo su cumplimiento en la persona de César Nerón. Esa deducción, sin embargo, es producto de la manipulación del valor numérico de las letras que aparecen en el nombre de dicho emperador. Las letras hebreas son traspasadas al alfabeto griego y luego al alfabeto latino en cuyo idioma está el nombre del César Nerón. Esa manipulación es especulativa, fútil e innecesaria. El mismo arreglo de cosas se ha hecho por quienes han sugerido que el número 666 corresponde al emperador Calígula. El resultado ha sido el mismo. Ni Nerón ni Calígula cumplen con las demandas exegéticas y teológicas del texto.
El vocablo «sabiduría» (sophía) no se refiere en este contexto al don sobrenatural que el Espíritu Santo da a los creyentes (1 Co. 12:8; Ef. 1:17), sino que más bien tiene que ver con el entendimiento y la capacidad necesaria para resolver problemas. El sustantivo «entendimiento» (noun) podría señalar a una capacidad especial que recibirán los creyentes que vivan cuando el Anticristo se manifieste para que puedan identificarlo. A través de la capacidad dada por Dios, podrán descifrar el misterio del número. Esa es la afirmación que el ser celestial hizo al profeta Daniel: « ... y ninguno de los impíos entenderá, pero los entendidos comprenderán» (Dn. 12:10).
«Cuente el número de la bestia, pues es número de hombre». El verbo «cuente» (pseiphisáto) es el aoristo imperativo, voz activa de pseiphídso, que significa «contar», «calcular». El aoristo imperativo expresa un mandato urgente. El texto podría leerse así: «...El que tiene entendimiento que cuente el número de la bestia...». Es decir, para encontrar la solución es necesario ejecutar cierta cuenta.
Se ha sugerido que la solución podría estar en entender los números de manera simbólica:
«Es posible que tales soluciones (Nerón, Calígula, etc.), estén en la línea incorrecta y que debemos entender la expresión puramente en términos del simbolismo de los números. Si tomamos la suma de los valores representados por las letras del nombre Iesous, el nombre griego Jesús, el resultado es 888. Cada dígito es uno más de siete, el número perfecto. Pero 666 produce el fenómeno opuesto, porque cada dígito se queda corto. El número podría no estar encaminado para señalar a un individuo, sino a un persistente déficit (quedarse corto)».
Esta sugerencia es interesante, pero se basa en suposiciones y no en la exégesis del texto. Esta sugerencia pasa por alto el hecho de que el pasaje manda al lector a «contar». La identidad del personaje que lleva el número 666 se obtiene mediante un entendimiento correcto de dicho número. Reducir el número a un símbolo es perder de vista el contenido del versículo y oscurecer en lugar de aclarar la identidad de la persona que lo ostenta.
La razón del por qué se debe realizar la cuenta es porque «es número de hombre» (arithmos gar anthrópon estín). Si bien es cierto que gramaticalmente dicha frase podría significar «porque es un número humano» y, por lo tanto, humanamente discernible o discernible por una mente humana normal, ese, sin embargo, no parece ser el significado que dicha frase comporta. La conclusión ineludible es que la expresión significa que esta es una pista misteriosa acerca de un imperio cuyo nombre resulta en el número 666. Es el nombre de la bestia/imperio, o tal vez su lema.
Otros comentaristas piensan que «el acercamiento más sensato al texto de Apocalipsis 13:18 es aquel que entiende que Juan se está refiriendo al Anticristo escatológico quien, como tal, aún no ha hecho su aparición en el escenario de la historia. Cuando aparezca, las letras que componen su nombre, si se convierten en dígitos, totalizarán la cifra de 666. Puesto que Juan está hablando de un personaje futuro, carece de sentido exegético intentar buscar su cumplimiento en algún emperador romano ya fuese Nerón, Calígula, Domiciano o algún otro. El Apóstol se refiere a aquel que será la abominación desoladora (Dn. 9:27; 11:31; 12:11; Mt. 24:15) de los postreros tiempos. Será el falso Cristo. Un individuo a quien Satanás utilizará para engañar a los moradores de la tierra. Cuando haga su entrada en la historia, los creyentes que estén en la tierra podrán identificarlo. Una de sus características es que será un blasfemo. Hablará palabras ofensivas contra Dios, contra el tabernáculo de Dios y contra los que moran en el cielo. Perseguirá sin tregua al pueblo de Israel y al remanente fiel que adora a Dios. Los creyentes en la tierra durante los años del reinado del Anticristo tendrán la sabiduría y el entendimiento para discernir e identificar la persona del inicuo. Los no regenerados se someterán a la autoridad de la bestia y recibirán su tatuaje en la mano derecha o en la frente. Cualquier intento de identificar a la bestia hoy día es rotundamente fútil y a la vez peligroso. Quienes lo intentan caen en la espiritualización, la alegorización y, casi siempre, en el ridículo. Lo cierto es que aún no ha llegado el tiempo de la manifestación de Anticristo entre otras cosas porque la abominación desoladora (Dn. 9:27; 11:31; 12:11; Mt. 24:15) aún no ha ocurrido. [Un estudio de los pasajes citados en relación con la abominación desoladora revela que este evento por sí solo declarará más allá de toda duda la identidad del Anticristo escatológico. Así que el número 666 pareciera estar más bien relacionado con la primera bestia o el imperio compuesto por 10 reyes mencionados al inicio del capítulo (Ap 13:1)].
Quienes así piensan le adjudican a la frase «es número de hombre» al Anticristo, y son pretribulacionistas. Pero ni el texto dice que el número representa el nombre del Anticristo, ni la Biblia enseña el pretribulacionismo.
La frase «es número de hombre» tiene más este sentido: El número de la bestia/imperio ha sido creado o inventado por un hombre. El falso profeta—el Anticristo—no está a la vista aquí. Es el imperio el que ostenta un lema, y este se representa con el 666. El falso profeta—el Anticristo— hace que todos se marquen con el lema del imperio, cuyo número es el 666. Por ejemplo, léase lo que ciertos musulmanes extremistas dicen acerca de este número:
«El número 666 es altamente publicitado en todo el mundo y está asociado con el mal y el peligro. Sin embargo, no es lo que parece. Fue un truco satánico. El truco fue evitar que las personas se acercaran al 666. Satanás sabía que el 666 es número del libro de Alá y que las personas deberían mantenerse alejadas de él. Según su plan, colocó una mala imagen en el número 666... La verdad es que el Corán es el 666, El Libro del Señor del Universo. Alá hizo a Su Mensajero Mahoma [Muhammad] un testigo con la letra Qaf y el número 666».
De acuerdo a estos musulmanes la marca de la bestia y su número es la frase islámica: Bismalá [Bismillah], que significa “en el nombre de Alá”
[Allah].
Eso explicaría inequívocamente porqué el recibir la marca de la bestia/imperio es el pecado imperdonable de los últimos días. Deuteronomio 6:4-9 declara:
«Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas».
Nótese que los israelitas debían atarse las palabras del Señor como una señal [marca] en su mano y en su frente [como frontales entre sus ojos]. La mano derecha y la frente son los lugares en los que el Anticristo ordenará que todos los que quieran comprar y vender reciban la marca, el lema, del imperio. Y esta marca es un sello eterno que condena el alma de quien la recibe, a diferencia de las Palabra de Dios, que da vida eterna a quienes la reciben.
La marca de la bestia y su número, es una parodia de lo que Dios le ordena a Su pueblo hacer en Deuteronomio 6:4-9. Aceptar tal parodia no tendrá perdón de Dios ni en esta vida ni en la venidera.
A continuación se encuentran dos enlaces a unos artículos donde se puede leer sobre el número 666 en las propias palabras de los musulmanes:
http://www.universalunity.org/6.html
http://www.beholdthebeast.com/islam__quran_and_666.htm
Resumen y Conclusión
El capítulo 13 del Apocalipsis es uno de los trozos centrales en el argumento del libro. La primera parte de este capítulo presenta la aparición en el escenario mundial de un imperio descrito mediante la figura de «la bestia que sube del mar». Dicho imperio posee características similares a las del dragón del capítulo 12. Posee siete cabezas y diez cuernos. Además, posee otras cualidades semejantes a las bestias que aparecen en el capítulo 7 del libro de Daniel.
La bestia que surge del mar es, sin duda, el agente satánico por excelencia que ha de aparecer en tiempos escatológicos para promover la persona de Satanás entre los seres humanos. Será un imperio religioso y cruento que intentará imitar al verdadero reino milenial que impondrá el Mesías. La prueba de que es un imperio religioso pero anticristiano está en el hecho de que se dedica a blasfemar: (l) contra Dios; (2) contra el lugar de la morada de Dios; y (3) contra los seres que habitan en el cielo con Dios.
La bestia que surge de la tierra o falso profeta será capaz de hacer «grandes señales» (Ap. 13:13) y engañar con ellas a los moradores de la tierra. Entre sus sorprendentes señales están: (1) Hacer descender fuego del cielo; e (2) infundir aliento a la imagen de la bestia/imperio para que hable.
Finalmente, el falso profeta impone a los habitantes de la tierra una marca que será colocada en la mano derecha o en la frente de los seguidores de la bestia/imperio. Sin esa identificación nadie podrá comprar ni vender cosa alguna. La marca mencionada será equivalente al lema de la bestia/imperio que a su vez será igual al valor numérico 666.
La bestia que surge de la tierra se convertirá en un dictador con poderes que excederán los que haya tenido cualquier emperador que el mundo jamás haya tenido. Será la cabeza religiosa, primero, y política, después, del imperio que será reavivado en los postreros tiempos. Por voluntad divina, tendrá «autoridad sobre toda tribu, pueblo, lengua y nación», es decir, tendrá hegemonía política, comercial, legal y religiosa sobre todos los habitantes de la tierra.
Este personaje será el Anticristo de los últimos días. Será obedecido por los habitantes de la tierra que han rechazado al verdadero Mesías. El período que se le permitirá gobernar al mundo será de 42 meses, o sea, tres años y medio. Ese será el período de duración de la gran tribulación. A través de ese tiempo, la bestia/Anticristo perseguirá de manera inmisericorde a todo aquel que se niegue a obedecerlo. Es más, muchos de los adoradores del verdadero Mesías serán ejecutados (decapitados) por resistirse a rendir culto a la bestia (Ap. 13:7). Este martirio tiene un nombre: Yihad, que es el sexto pilar del islamismo y se refiere al decreto religioso de guerra, basado en el llamado por parte del Corán para extender la ley de Alá [Juan E. Campo, ed. (2009). Encyclopedia of World Religions: Encyclopedia of Islam. Jihad, p. 397.]
Debe tenerse siempre presente que Dios tiene absoluto control de todo lo que ocurre. Es Dios quien permite que Satanás tome control del reino del mundo por un período limitado de tiempo. El Mesías derrotará decisivamente a la bestia y al mismo Satanás cuando venga a inaugurar Su reino milenial (véanse Sal. 2; Ap. 11:15).
La expulsión de Satanás del cielo a la tierra por el arcángel Miguel causa alegría en el cielo, pero lamento en la tierra. El maligno intentó destruir a la simiente de la mujer, es decir, al Mesías, pero fracasó. Su esfuerzo por exterminar a la mujer (el Israel de Dios, Gal. 6:16; Rom. 2:17-29), primero, y al resto de la descendencia de ella, después, es frustrado por intervención divina.
Finalmente, Satanás pone a funcionar su último plan: un imperio anticristiano conformado por diez naciones, y descrito como una bestia que sube del mar (Ap. 13:1-10). Este imperio es el mismo descrito en Daniel 7 como la cuarta bestia. Esta bestia/imperio tendrá una especie de portavoz, un promotor de su imagen: este será el falso profeta de los postreros tiempos, descrito en este capítulo como una bestia que sube de la tierra (Ap. 13:11-18). Esta bestia/profeta es el Anticristo escatológico.
Muchos expositores del Apocalipsis afirman que la bestia que sube del mar es el Anticristo, y le asignan un rol secundario a la bestia que sube de la tierra. Esta postura, sin embargo, no concuerda con la visión de las cuatro bestias descritas en Daniel 7. La cuarta bestia de Daniel 7:7, 8, 19-21 corresponde a la primera de Apocalipsis 13:1-10, y el onceavo cuerno de Daniel 7:8, 20, 21 corresponde a la segunda bestia de Apocalipsis 13:11-18.
Adelantamos al lector que la palabra bestia—que es mencionada en singular en los capítulos 11, 13, 14, 15, 16, 17, 19 y 20 del Apocalipsis—es usada simbólicamente para describir a tres protagonistas escatológicos: la bestia que sube del abismo (Ap. 11:7; 17:8), la bestia que sube del mar (Ap. 13:1-10), y la bestia que sube de la tierra (Ap. 13:11-18). Entender de antemano que estas son tres bestias distintas pero compenetradas, será de gran ayuda a la hora de analizar el delicado tema.
En este comentario del capítulo 13 de Apocalipsis, lidiaremos con la bestia que sube del mar (Ap. 13:1-10) y la bestia que sube de la tierra (Ap. 13:11-18). La bestia que sube del abismo (Ap. 11:7) es analizada en detalle e identificada en nuestro comentario de Apocalipsis 17.
Juan todavía está cumpliendo la orden que le dio el ángel fuerte en Apocalipsis 10:11: «Y él me dijo: Es necesario que profetices otra vez sobre muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes». Es decir, este capítulo es un primer plano que centra nuestra atención en los principales personajes impíos que desencadenarán la gran tribulación contra los santos de Dios. El tiempo en que estos infames personajes aparecen en escena corresponde a la apertura del primer y segundo sellos de Apocalipsis 6:1-4.
Comentario
13:1
«Y vi subir del mar una bestia que tenía siete cabezas y diez cuernos; y en sus cuernos diez diademas; y sobre sus cabezas, un nombre blasfemo». Este versículo es altamente descriptivo en el texto griego: «Y vi una bestia subiendo hacia fuera del mar...» Con esta frase, Juan describe la visión a través de la cual Dios le revela cómo hará su entrada en el escenario de la historia el imperio que por tres años y medio se intentará ejercer una especie de dictadura universal.
El vocablo «bestia» (theirion) se usa metafóricamente para describir el carácter o la personalidad interna de los personajes principales de este capítulo. Su falta de compasión y su orgullo exceden los límites de lo humano para caer en lo bestial. El profeta Daniel (capítulo 7) tuvo una visión en la que contempló cuatro bestias grandes, diferentes la una de la otra «subían del mar» (Dn. 7:3). Posteriormente, un ser celestial dice a Daniel: «Estas cuatro grandes bestias son cuatro reyes que se levantarán en la tierra» (Dn. 7:17). La última de las bestias que Daniel vio tenía diez cuernos en su cabeza. De entre los diez cuernos surgió un «cuerno pequeño» que
desarraigó a tres de los diez originales (Dn. 7:8).
El mensajero celestial no da oportunidad a Daniel para especular tocante al significado de la cuarta bestia, sus diez cuernos y el cuerno pequeño, puesto que le comunicó lo siguiente: «La cuarta bestia será un cuarto reino en la tierra, el cual será diferente de todos los otros reinos, y a toda la tierra devorará, trillará y despedazará. Y los diez cuernos significan que de aquel reino se levantarán diez reyes: y tras ellos se levantará otro, el cual será diferente de los primeros, y a tres reyes derribará. Y hablará palabras contra el Altísimo, y a los santos del Altísimo quebrantará, y pensará en cambiar los tiempos y la ley; y serán entregados en su mano hasta tiempo, tiempos, y medio tiempo» (Dn. 7:23-25).
Es importante observar la hermenéutica que el mensajero celestial emplea para declarar a Daniel el significado de la visión. El lenguaje de Daniel 7 es sin duda, metafórico, propio de la literatura apocalíptica. El intérprete celestial, sin embargo, no alegoriza ni espiritualiza el significado del pasaje, sino que utiliza una hermenéutica normal o natural. Las cuatro bestias son cuatro reyes (con su reino) y no un número indeterminado de reyes (Dn. 4:17). Los diez cuernos representan a diez reyes. El cuerno pequeño representa a un rey que paulatinamente se hará grande y los tres cuernos que son desarraigados también apuntan a tres reyes que serán quitados de sus tronos. El mensajero celestial otorga un significado normal a los números mencionados sin especular con ellos. Ese mismo principio debe aplicarse a los números que aparecen en el Apocalipsis a menos que el contexto obligue al intérprete a hacer lo contrario.
La bestia que Juan vio en su visión surge del «mar». El mar se asocia en la Biblia con confusión (Is. 57:20). Que el mar se relaciona también con el abismo, el lugar de habitación del monstruo marino (véanse Job 26:12, 13; Sal. 75:13, 14; 87:4; 89:9, 10; Is. 27:1; 51:9, 10), se presenta como piedra de tropiezo para muchos intérpretes que se apresuran a igualar al mar con el abismo, y los hace afirmar que esta bestia es la misma mencionada en Apocalipsis 11:7, donde se dice que «la bestia ... sube del abismo». Es cierto que en el contexto amplio de las Escrituras el mar es una figura del abismo, pero en el entorno concreto del Apocalipsis el abismo constituye el lugar de confinamiento de los demonios (Ap. 9:1-11). De hecho, Satanás mismo será confinado en el abismo por mil años (Ap. 20:1-3). ¿Debemos suponer por esto que Satanás será arrojado al mar por mil años? ¡Por supuesto que no! En el contexto estricto del Apocalipsis el abismo es un lugar de confinamiento para ángeles caídos (demonios), y no tiene nada que ver con el mar. El «mar» se usa aquí tanto literal como figurativamente. El «mar» en cuestión es el entorno terrestre del mar mediterráneo, desde donde surgirá este imperio bestial compuesto por diez naciones. Y, el mar es un símbolo adecuado de esta superficie geográfica siempre agitada, y de la humanidad no regenerada (Is. 57:20). Es de esta caldera hirviente de la vida nacional, social y religiosa del Medio Oriente, de donde surgirán los grandes movimientos históricos que llevarán a la culminación del mundo tal como lo conocemos.
Hay algunos expositores para quienes la «bestia» significa la amenaza presente de la herejía. Esta interpretación se deriva de los pasajes de 1 Juan 2:18, 22; 4:3 y 2 Juan 7, en los que Juan advierte a sus lectores tocante a los peligros del Anticristo. Un examen cuidadoso de los versículos mencionados pone de manifiesto que si bien es cierto que el apóstol da la voz de alarma a los cristianos de su generación respecto a los peligros de las falsas doctrinas, también es cierto que el apóstol Juan delimita entre «anticristos» en un sentido general del vocablo y el «anticristo» en un sentido concreto de la palabra. Todo aquello que se opone al Cristo es un anticristo. En los postreros días surgirá alguien que no sólo se opondrá al Cristo, sino que intentará colocarse en el lugar del Cristo. Este es el falso profeta o segunda bestia de Apocalipsis 13:11-18. El mismo a quien Pablo llama «el hombre de pecado», «el hijo de perdición» (2 Ts. 2:3). Es el mismo a quien el profeta Daniel describe como «el cuerno pequeño» (Dn. 7:8) y como el rey soberbio (Dn. 11:36-45). Él es «la abominación desoladora» profetizada por Daniel (Dn. 11:31; 12:11; Mt. 24:15).
Cuatro cosas se destacan de la bestia/imperio que sube del mar en el versículo 1: (1) Las siete cabezas: (2) los diez cuernos; (3) las diez diademas en sus cuernos; y (4) el nombre blasfemo sobre sus cabezas. Las siete cabezas relacionan a la bestia con el dragón (cp. Ap. 12:3 con 13:1). También debe observarse que la bestia/imperio recibe el poder, el trono y gran autoridad del dragón (Ap. 13:2). El lenguaje del pasaje es profundamente metafórico. Eso no impide, sin embargo, que se ofrezca una interpretación coherente con el mensaje del Apocalipsis.
Las siete cabezas de la bestia (que se corresponden con las siete cabezas del dragón según Ap. 12:3) en consonancia con Apocalipsis 17:10, representan siete monarquías mundiales en orden sucesivo: Egipto, Asiria, Babilonia, Medo-Persia, Grecia, Roma y el reino representado por la confederación de diez reyes (simbolizado por los diez cuernos). Cada cabeza representa un poderío mundial a través del cual Satanás, es decir, el dragón, ha operado en el mundo. Las cuatro bestias de Daniel 7 suben del mar (Dn. 7:3) y representan cuatro reyes (Dn. 7:17) con sus correspondientes reinos. Además, Daniel contempla el reino que será constituido por la confederación de diez reyes, representados por los diez cuernos que aparecen en la cabeza de la cuarta bestia. El intérprete celestial declara a Daniel lo siguiente:
«La cuarta bestia será un cuarto reino en la tierra, el cual será diferente de todos los otros reinos, y a toda la tierra devorará, trillará y despedazará. Y los diez cuernos significan que de aquel reino se levantarán diez reyes; y tras ellos se levantará otro el cual será diferente de los primeros, y a tres reyes derribará» (Dn. 7:23, 24).
Obsérvese que el mensajero divino declara a Daniel que la cuarta bestia de su visión representa a un cuarto reino o imperio. Le dice que del mencionado cuarto reino surgirá un quinto reino, simbolizado por los diez cuernos. Ese reino estará formado por una confederación de diez reyes o gobernantes. En un momento dado, de entre los diez cuernos, surgirá un «cuerno pequeño» o rey que paulatinamente se engrandecerá hasta llegar a desarraigar a tres de los diez originales y constituirse en el jefe supremo de la confederación. Según Apocalipsis 17:12, 13, los «diez cuernos» o reyes voluntariamente entregan su poder y su autoridad a la bestia/profeta. Es así como la bestia/profeta se convierte en el gran dictador durante los últimos tres años y medio de la era que precede al reino milenial de Cristo.
El simbolismo de los diez cuernos es revelado con toda claridad en el texto bíblico. Si se admite que existe una relación estrecha entre Daniel 7:24, Apocalipsis 13:1 y Apocalipsis 17:12 se puede concluir con facilidad que «los diez cuernos» representan el poder anticristiano que tomará cuerpo en los postreros días bajo la autoridad del cuerno pequeño, es decir, del Anticristo o falso Cristo escatológico: el falso profeta o segunda bestia. El texto destaca también el hecho de que los diez cuernos de la bestia/imperio están adornados con diademas o símbolos de autoridad gubernamental. Debe recordarse que el dragón (Satanás) muestra las diademas en sus cabezas mientras que la bestia/imperio las lleva en sus cuernos. La razón de esa transferencia se debe al hecho de que los cuernos representan la forma final del poderío anticristiano, tal como ha de manifestarse durante los tres años y medio de la gran tribulación. Como ya se ha señalado, el gobierno mundial que existirá antes de la segunda venida en gloria de Cristo estará formado por una confederación de diez reyes que, por acuerdo mutuo, «entregarán su poder y su autoridad a la bestia (imperio)» (Ap. 17:13).
Se destaca también el hecho de que la bestia lleva «sobre sus cabezas, un nombre blasfemo», literalmente «sobre sus cabezas, nombres de blasfemia». Aunque el sustantivo «blasfemia» (blaspheimías) puede usarse tanto respecto al hombre como de Dios, en el ambiente del texto lo más seguro es que se refiere a Dios. Recuérdese que «la bestia» es un agente de Satanás y como tal, se constituye en el contrincante visible de Dios en la tierra. Su objeto principal es influir en la sociedad para que los hombres adoren al dragón. El profeta Daniel señala que «el cuerno pequeño», es decir, el Anticristo «tenía ojos como de hombre, y una boca que habla grandes cosas» (Dn. 7:8b). La expresión «grandes cosas» tiene que ver con las blasfemias que profiere contra Dios. La sugerencia en Apocalipsis 13:1 es que en cada cabeza de la bestia está inscrito un nombre de blasfemia. La misma idea reaparece en Apocalipsis 17:3, donde dice que la «bestia escarlata [estaba] llena de nombres de blasfemia...». Blasfemia significa «hablar en contra de alguien», «hablar ofensivamente de alguna persona». Según Apocalipsis 13:6, la bestia «abrió su boca en blasfemias contra Dios, para blasfemar de su nombre, de su tabernáculo, y de los que moran en el cielo». La bestia profiere blasfemias contra Dios en cuanto a que ridiculiza su nombre, su templo y los que habitan en el cielo. De modo que la bestia desafía la soberanía y la majestad de Dios al negar el primer mandamiento. En un acto de arrogancia y desprecio hacia Dios, la bestia se atreve a pronunciar palabras injuriosas contra la santidad y la persona misma del Dios soberano. La primera y segunda bestias niegan a Dios y hacen que la humanidad marche en pos del dragón y lo adore como su dios.
El lector debe considerar profundamente el carácter religioso de esta bestia/imperio. No hay ni una sola referencia secular al comportamiento de esta bestia/imperio. El texto bíblico destaca el interés religioso que tiene esta bestia, en el sentido que en vez de ignorar a Dios, como lo haría un imperio ateo o simplemente secular, blasfema contra Él.
13:2
«Y la bestia que vi era semejante a un leopardo, y sus pies como de oso, y su boca como boca de león. Y el dragón le dio su poder y su trono, y grande autoridad». La relación de esta bestia con la visión de Daniel capítulo 7 está fuera de toda duda. La cuarta bestia de Daniel 7 es una composición de las tres anteriores, es decir, el león, el oso y el leopardo a las que hay que añadir las características propias de la cuarta bestia. El apóstol Juan menciona las mismas bestias de Daniel 7, sólo que lo hace en orden inverso debido a la distancia cronológica de dichos reinos al apóstol. Babilonia (el león) era el más lejano, Medo-Persia (el oso) ocupaba el lugar intermedio y el imperio greco-macedonio (el leopardo) estaba más cerca. El imperio descrito aquí en Apocalipsis 13:2, representado por la bestia imposible de describir para Daniel (Dn. 7:7, 19), reúne todas las características y elementos de las tres bestias anteriores, pero es mucho más terrible en su poder y blasfemia que las tres anteriores. La bestia de Apocalipsis 13:2 será, por lo tanto, una síntesis de estos reinos del pasado: Babilonia, Medo-Persia y Grecia. Puesto que la bestia/imperio será la manifestación de estos imperios reavivados, en ella se harán visibles muchas de las características negativas de aquellos grandes imperios del pasado.
En este punto, muchos comentaristas del Apocalipsis destacan el carácter de las bestias mencionadas diciendo, por ejemplo, que en este cuarto imperio mundial se manifestarán la velocidad y astucia del leopardo, el poder aplastante del oso y la fiereza del león. Si bien esto puede ser correcto, creemos que lo que el texto bíblico nos está diciendo es que estos imperios del pasado volverán a existir y que se unificarán en uno solo que le dará las características aquí descritas. Es decir, Babilonia, Medo-Persia y Grecia volverán a adquirir poder e importancia internacional, y se unificarán, y de entre las naciones que compongan esos imperios surgirán diez reyes, y luego un onceavo, el falso profeta o Anticristo. Ignorar este hecho es desdeñar la interpretación correcta del claro simbolismo utilizado. No es el carácter de los imperios del pasado lo que nos revela el texto, sino que estos imperios literalmente volverán a la vida como la misma nación de Israel lo hizo el 14 de Mayo de 1948, después de permanecer inexistente como nación desde el año 70 D. de. C. Así como Dios profetizó que Israel volvería a poseer su tierra como nación entre las naciones (Is. 66:8; Ez. 20:34-38), así el mismo Dios profetiza aquí en Apocalipsis 13:2 y en Daniel 7 que de la unificación de diez naciones pertenecientes a los antiguos imperios de Babilonia, Medo-Persia y Grecia, surgirá un cuarto en los últimos días que se convertirá en el imperio que liderará el Anticristo.
«Y el dragón le dio su poder y su trono, y grande autoridad». Esta frase revela, en primer lugar, el origen de la capacidad y de la autoridad de la bestia y, en segundo lugar, el hecho de que la bestia es un agente que actúa con autoridad delegada. El verbo «dio» (édoken) es el aoristo indicativo, voz activa de dídómi, que significa «dar», «ceder», «otorgar». En el monte de la tentación, Satanás ofreció a Cristo «todos los reinos del mundo y la gloria de ellos» (Mt. 4:8). A cambio de que el Señor le diese adoración (Mt. 4:9). La bestia aceptará la proposición del dragón y a cambio recibirá: ( 1) El «poder», es decir, la capacidad dinámica del dragón: (2) el «trono», o sea, «dominio» o «el ejercicio oficial del gobierno»; y (3) «grande autoridad». La bestia/imperio extenderá su autoridad como no lo ha hecho ningún otro imperio hasta hoy. El dragón obra a través de esta bestia. La bestia simplemente es el agente de Satanás. La afinidad entre el dragón y la bestia pretende imitar la relación íntima y eterna entre Dios Padre y Dios Hijo. Tal como Jesús es uno con el Padre y comparte su trono (Ap. 3:21), así la bestia comparte el trono con el dragón (Ap. 13:2). A pesar de haber sido desalojado del cielo, Satanás continúa siendo un ser poderoso. Todavía tiene capacidad dinámica, un trono y grande autoridad. El dragón sigue causando estragos porque aún es «el dios de este siglo» (2 Co. 4:4), «el príncipe de este mundo» (Jn. 12:31), «león rugiente» (1 P. 5:8). Sobre la base de esta autoridad e influencia que posee es que el dragón capacita a la bestia para que actúe durante 42 meses. Todo eso sin olvidar por un instante que el Dios soberano es quien, en el último análisis, lo controla todo. Es Dios quien «quita reyes, y pone reyes» (Dn. 2:21). Aunque los seres humanos no lo entiendan ni lo admitan, «... el Altísimo gobierna el reino de los hombres, y que a quien él quiere lo da, y constituye sobre él al más bajo de los hombres» (Dn. 4:17). Tanto la actuación de Satanás como la de este imperio anticristiano durante los años de la gran tribulación están sometidas a la absoluta soberanía del Dios Todopoderoso quien controla todos los acontecimientos de la historia y por su voluntad eficaz o permisiva hace que todo redunde para su gloria.
13:3
«Vi una de sus cabezas como herida de muerte, pero su herida mortal fue sanada; y se maravilló toda la tierra en pos de la bestia». La información proveniente del versículo 1 continúa en el versículo 3. Una de las siete cabezas de la bestia sufre una herida mortal. La expresión «como herida de muerte» (hos esphagménein eis thánaton) significa literalmente «como inmolada para muerte». Debemos ser muy cautelosos aquí, porque muchos intérpretes y comentaristas del Apocalipsis se apresuran a hallar semejanzas con Cristo donde en realidad no las hay.
Por ejemplo, dicen que el vocablo «herida» (esphagménein) indica que la herida mortal es semejante al sacrificio del Cordero. Aseguran que la frase «como herida de muerte» presenta un paralelismo con el texto de Apocalipsis 5:6, donde dice que «en medio del trono y de los cuatro seres vivientes, y en medio de los ancianos, estaba en pie un Cordero como inmolado... ». Estos intérpretes y comentaristas declaran dogmáticamente que en su esfuerzo por plagiar al verdadero Mesías, Satanás presenta al mundo a un pseudomesías que ha sido «como herido de muerte». Como comenta Robert L. Thomas:
«El hecho de que fue inmolado apunta a una muerte violenta de la cabeza, pero la semejanza indicada en como inmolada señala una restauración a la vida. Todo esto es parte del intento del dragón de simular la muerte y la resurrección del Mesías» (Revelation 8-22, p. 153).
Existe un número considerable de teorías respecto a la identificación de la cabeza cuya herida mortal es sanada. Una de las sugerencias más populares es la que identifica a César Nerón como la cabeza herida. La vida turbulenta de Nerón es notoria en la historia de los emperadores romanos. Su depravación, crueldad y odio hacia los cristianos son sobradamente reconocidos por los estudiosos de la historia del Imperio Romano. Durante los primeros siglos de la historia de la iglesia, se popularizó la creencia de que Nerón volvería a vivir después de haberse suicidado en el año 68 de la era cristiana. Tal cosa, por supuesto, nunca ocurrió. De modo que dicha teoría ha sido rechazada por los estudiosos del Apocalipsis. En primer lugar, dicha teoría no armoniza con la enseñanza bíblica. Nerón no sufrió una muerte violenta, como sugiere el texto de Apocalipsis 13:3, sino que él mismo se suicidó. Además, Nerón no volvió a vivir como ha de ocurrir con el personaje representado por la cabeza mencionada en Apocalipsis 13:3, 12, 14.
Pretender hacer que el texto signifique que una persona es la que está en vista aquí, y que esa persona es el Anticristo, es el resultado de practicar una hermenéutica defectuosa e incongruente con el mensaje central de Daniel 7 y el resto del Apocalipsis.
Apocalipsis 13:3 no habla del personaje escatológico a quien Pablo llama «el hijo de perdición» (2 Ts. 2:3). Esta cabeza «como herida de muerte» no es aquel «cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos» (2 Ts. 2:9), cuyo objetivo principal será promover la exaltación y la adoración del dragón (Ap. 13:4). Quien hace todo esto es la segunda bestia, el falso profeta descrito en Apocalipsis 13:11-18. Este es quien popularmente es conocido como el Anticristo.
La bestia de Apocalipsis 13:1-10 representa al imperio anticristiano final, y corresponde a la cuarta bestia de Daniel 7:7, 8, 19-21. Según este mismo pasaje de Daniel los cuernos representan reyes o líderes. Y las cabezas representan los reinos o las naciones sobre la cuales gobiernan dichos líderes. Por ejemplo, en Daniel 7:6 vemos a una bestia «semejante a un leopardo, con cuatro alas de ave en sus espaldas; tenía también esta bestia cuatro cabezas; y le fue dado dominio». La bestia «semejante a un leopardo» representa al Imperio Griego, y sus cuatro cabezas representan los cuatro reinos en los cuales se dividió el Imperio Griego después de la muerte de Alejandro Magno. Estos cuatro reinos fueron: (1) Tracia y parte de Asia Menor que quedó para Lisímaco, (2) Macedonia y Grecia que quedó para Casandro, (3) Siria que le tocó a Seleuco, y, (4) Egipto que le tocó a Tolomeo. Consecuentemente, vemos que los cuatro generales de Alejandro que se quedaron con los reinos mencionados son descritos como cuatro «cuernos» en Daniel 8:8, 21-22.
Resumiendo, en Apocalipsis 13:1-10 la bestia representa al imperio anticristiano de los últimos días. Las cabezas representan reinos o naciones, y los cuernos representan reyes. Por lo tanto, la cabeza «como herida de muerte» representa a un reino o nación del pasado bíblico que volverá a tener poder, vigencia y relevancia en los asuntos del Medio Oriente y del mundo entero. Esta cabeza no representa ni al Anticristo que es herido de muerte y resucita, ni a ningún otro líder que forme parte de la bestia, porque cada uno de estos líderes es simbolizado por un cuerno.
La influencia satánica de los postreros días se pone de manifiesto por el hecho de que la herida mortal de una de las cabezas de la bestia «fue sanada» (etherapeúthei). Este verbo es aoristo indicativo, voz pasiva de therapeúo, que significa «sanar» y raíz de las palabras castellanas «terapia» y «terapeuta». La sorprendente sanidad de la herida letal de la cabeza/reino hace que su popularidad alcance proporciones sorprendentes. Juan lo expresa así: «Y se maravilló toda la tierra en pos de la bestia». Es decir, la noticia de la vuelta a la vida de este reino que es parte de la bestia/imperio produce una admiración universal. Pero es una admiración con temor. Una sorpresa que más bien aterroriza a los moradores de la tierra, como veremos a continuación.
13:4
«Y adoraron al dragón que había dado autoridad a la bestia, y adoraron a la bestia, diciendo: ¿Quién como la bestia, y quién podrá luchar contra ella?» Un resultado directo de la curación sobrenatural de una de las cabezas de la bestia es que los moradores de la tierra: «... adoraron al dragón porque había dado autoridad a la bestia». El verbo «adoraron» es el aoristo indicativo, voz activa de proskunéo, que significa «rendir homenaje», «inclinarse», «adorar». La causa de la adoración del dragón (Satanás) es el hecho de que éste ha dado autoridad a la bestia/imperio (Ap. 13:2). La bestia/imperio es la manifestación visible del dragón en la tierra. Adorar a la bestia equivale a adorar al dragón. La tarea suprema de la bestia es precisamente hacer que la humanidad adore a Satanás.
La interpretación popular y tradicional de este pasaje es que en los postreros tiempos, la humanidad buscará ávidamente a un líder. Alguien capaz de resolver los problemas que habrán de agobiar a las naciones de la tierra. Cuando la bestia haga su entrada en el escenario de la historia, la humanidad estará dispuesta a recibirle como la salvación que aguardaba. Particularmente, al ver que ha sido restaurado a la vida después de recibir la herida letal, la gente clamará, diciendo: «¿Quién como la bestia, y quién podrá hacer guerra contra ella?» O sea, que la humanidad cree que la bestia es un ser incomparable. Algunos autores ven una posible caricatura del arcángel Miguel, cuyo nombre significa: «¿Quién es como Dios?». Fue Miguel quien echó fuera del cielo a Satanás. Ahora, tal vez como un intento de venganza, Satanás presenta a la bestia a los hombres y estos claman: «¿Quién como la bestia?» y «¿quién es capaz de hacer guerra contra ella?» La primera pregunta guarda relación con la persona de la bestia y la segunda con lo que es capaz de hacer. El mundo pensará que el Anticristo es un ser invencible que puede derrotar a cualquier enemigo que se enfrente a él.
Esperamos que el lector vea que nada de lo mencionado en el párrafo precedente tiene base bíblica; es pura especulación acerca de lo citado entre comillas. El error está en confundir al imperio (bestia) con la cabeza revivida (reino, nación), y a estos con la persona del Anticristo. No es la persona del Anticristo la que está en vista aquí; este infame personaje hace su aparición en Apocalipsis 13:11-18, y el texto lo llama «otra bestia», «falso profeta», también es identificado como la segunda bestia por los estudiantes del Apocalipsis, aunque el texto bíblico no lo llama así (Ap. 16:13; 19:20, 20:10).
13:5, 6
«También se le dio boca para que hablara grandes cosas y blasfemias; y se le dio autoridad para actuar cuarenta y dos meses. Y abrió su boca en blasfemias contra Dios, para blasfemar de su nombre, de su tabernáculo, y de los que moran en el cielo». Si bien es cierto que el poder de la bestia procede del dragón, también es cierto que repetidas veces en el Apocalipsis donde la forma verbal «se le dio» (edóthei autoi) se utiliza teológicamente como voz pasiva de soberanía divina, indicando que Dios es el sujeto del verbo. En los versículos 5 a 8, el escritor reanuda su uso del pasivo impersonal «fue dado» o «permitido», gr. edóthei, y el agente es el mismo que aparece anteriormente en el Apocalipsis. El texto sugiere que es Dios quien permite que el monstruo ejerza (temporalmente) cuatro «privilegios» que el cuádruple uso de edóthei (vv. 5a, b; 7a, b) expresan: (1) Una boca que blasfema; (2) autoridad por cuarenta y dos meses; (3) conquista de los santos; y (4) poder sobre todos los pueblos.
La «boca» de la bestia, o el vocero de este imperio es quien el texto llama «otra bestia» o «falso profeta» (Ap. 16:13; 19:20, 20:10). Esto lo deja muy claro Daniel en su profecía del cuarto imperio: «Después de esto miraba yo en las visiones de la noche, y he aquí la cuarta bestia, espantosa y terrible y en gran manera fuerte, la cual tenía unos dientes grandes de hierro; devoraba y desmenuzaba, y las sobras hollaba con sus pies, y era muy diferente de todas las bestias que vi antes de ella, y tenía diez cuernos. Mientras yo contemplaba los cuernos, he aquí que otro cuerno pequeño salía entre ellos, y delante de él fueron arrancados tres cuernos de los primeros; y he aquí que este cuerno tenía ojos como de hombre, y una boca que hablaba grandes cosas» (Dn. 7:7, 8).
Y cuando este cuerno pequeño tome el control de la bestia/imperio y se transforme en rey, Daniel nos revela que «el rey hará su voluntad, y se ensoberbecerá, y se engrandecerá sobre todo dios; y contra el Dios de los dioses hablará maravillas, y prosperará, hasta que sea consumada la ira; porque lo determinado se cumplirá» (Dn 11:36).
Como vemos, la «boca» es uno de los símbolos del que se convertirá en el Anticristo, quien inicia su carrera como «otro cuerno pequeño» pero con «una boca que hablaba grandes cosas».
El vocero de la bestia/imperio dará prioridad al ministerio de desacreditar a Dios. El vocablo «hablaba» (laloun) es el participio presente, voz activa de laléo, que significa «hablar». El participio presente sugiere una acción continua. La idea es que, por el tiempo que dure su ministerio, la «otra bestia» no cesará de hablar mal de Dios (véase Dn. 7:8, 11, 20, 25). El texto sugiere que las «grandes cosas» que salen de la boca de la bestia equivalen a «blasfemias». El vocero de la bestia/imperio, entre otras cosas, se apropia del nombre y de los atributos de Dios para promover su persona. Aquí tenemos ahora al vocero del imperio, al «falso profeta», a la «otra bestia» convertido en el Anticristo. Nótese, de nuevo, el marcado énfasis religioso de este imperio y su líder. El texto bíblico no está describiendo a un imperio secular o ateo que ignore por completo a Dios, si no todo lo contrario. Este es un imperio abiertamente anti-Dios. La visión túnel del imperio y su líder les nubla la vista periférica para dejar solo un punto de visión: Dios, y por supuesto, todo y todos aquellos que Lo representen en la tierra.
La duración del ministerio de la bestia es soberanamente limitado. Así lo indica la frase: «Y se le dio autoridad para actuar cuarenta y dos meses». Los «cuarenta y dos meses» equivalen a los tres años y medio de la gran tribulación de la que hemos hablado en detalle en los capítulos previos. Durante este espacio de tiempo, la bestia tendrá autoridad casi suprema en el mundo. Obsérvese que el texto dice «se le dio autoridad» (edóthei autói exousía). O sea, la bestia actúa porque Dios le permite hacerlo. Aunque la bestia estará cumpliendo la voluntad de Satanás, el Dios soberano es quien controla absolutamente todo lo que sucede y no le permitirá traspasar los límites de Su voluntad.
La bestia/hombre hace uso de su oratoria sobrenatural, de su extraordinaria demagogia para que la humanidad se aleje más de Dios y siga a Satanás. El aoristo indicativo «abrió» (éinoixen), sugiere la realidad de la acción. La frase «en blasfemias contra Dios» significa «con el propósito de blasfemias». «Contra Dios» (pros ton theón) es la misma frase que aparece en Juan 1:1, 2, donde dice que el verbo «era con Dios». La frase significa «cara a cara con Dios». El Verbo en Juan 1:1, 2 está «cara a cara con Dios», porque está en comunión íntima con el Padre celestial. La bestia, por el contrario, abre su boca y profiere blasfemias de manera desafiante en el mismo rostro de Dios, es decir, pronuncia palabras injuriosas contra todo lo que Dios es y todo lo que dice en su Palabra. El sacrilegio de la bestia va dirigido, en primer lugar contra «el nombre» (to ónoma) de Dios. «El nombre» representa a la persona misma de Dios. El hecho de que la bestia se autoproclama «como Dios» constituye la gran blasfemia, puesto que pretende que la humanidad lo adore a él como si fuera Dios (véase 2 Ts. 2:4). En segundo lugar, la bestia blasfemará contra el «tabernáculo» de Dios, es decir, contra el lugar de adoración de Dios. Cuando se halle en el apogeo de su carrera, el Anticristo hará acto de presencia en el tabernáculo dedicado a Dios en Jerusalén y profanará dicho lugar, ofreciendo sacrificios a Satanás. Finalmente, la bestia pronunciará blasfemias contra «los que moran en el cielo» (tous en toi ouranoi skeinountas). Esta frase podría referirse concretamente a los ángeles quienes, encabezados por Miguel, causaron la expulsión de Satanás del cielo. Sin embargo, podría incluir también a los redimidos que dan testimonio de la gracia de Dios y alaban su nombre sin cesar, lo contrario de lo que hace la bestia durante los cuarenta y dos meses de su reinado.
13:7
«Y se le permitió hacer guerra contra los santos, y vencerlos. También se le dio autoridad sobre toda tribu, pueblo, lengua y nación». Obsérvese otra vez que la bestia actúa por permiso soberano de Dios. Los verbos «se le permitió» y «se le dio» (edóthei autoi) son aoristos pasivos, usados teológicamente para expresar un acto de la soberanía divina. Es Dios quien permite a la bestia «hacer guerra contra los santos» (poieisai pólemon meta ton hagíon). Recuérdese que en Apocalipsis 11:7 dice que cuando los dos testigos hayan acabado su testimonio, «la bestia que sube del abismo hará guerra contra ellos y los vencerá y los matará». También en Apocalipsis 12:17, « ... el dragón ... se fue a hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella [el Israel de Dios], los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo». En su visión profética, Daniel dice: «Y veía yo que este cuerno hacía guerra contra los santos, y los vencía» (Dn. 7:21). No sólo se le permite a la bestia hacer guerra contra los santos, sino que también se le permite «vencerlos» (nikeisai autoús). Esta expresión se refiere, sin duda, al hecho de que durante la gran tribulación la bestia hará uso de su autoridad para quitar la vida física a muchos de los que han puesto su fe en el Mesías.
«Vencerlos» indica que los matará. Toda esa actividad, sin embargo, está directamente bajo el control de Dios. Su capacidad para hacer guerra es permitida por Dios, y todo su poder está limitado a cuarenta y dos meses (v. 5). Aquí hay un ejemplo del entramado de las fuerzas que causan los acontecimientos. Dios lo controla todo, pero Satanás controla la bestia, quien, a su vez, actúa por su cuenta al blasfemar. Los hombres que componen su ejército le seguirán voluntariamente para hacer mártires de los hijos de Dios quienes, aunque ofrendan sus vidas, aun así están dentro del cuidado protector de Dios.
El Dios soberano de todo el universo tiene el control incuestionable de todas las cosas. La bestia podrá vencer a los santos sólo temporalmente. Los santos de Dios ya son «más que vencedores» (Ro. 8:37) porque han puesto su confianza en Jesucristo quien ha vencido rotundamente a sus enemigos mediante su muerte y resurrección.
«También se le dio autoridad sobre toda tribu, pueblo, lengua y nación». En medio de la gran tribulación, el Anticristo será investido con un poder o autoridad (exousía) como ningún ser humano ha tenido jamás. Dios permitirá que Satanás, a través de la bestia, tome control de los poderes terrenales por un período de «cuarenta y dos meses». A través del establecimiento de un gobierno mundial único, la bestia imitará la autoridad mundial que pertenece a Cristo en su reino. La bestia tendrá dominio sobre todos los pueblos de la tierra. Su reino será dictatorial y opresor. Quien no lleve su señal será totalmente alienado. El reino de la bestia contrasta con el reinado glorioso del Mesías. El reino del Mesías se caracterizará por ser una era de paz, justicia y santidad. Durante la era mesiánica «la tierra será llena del conocimiento de Jehová, como las aguas cubren el mar» (Is. 11:9). A la postre, el reino del Mesías vendrá y la victoria final será de Dios.
13:8
«Y la adoraron todos los moradores de la tierra cuyos nombres no estaban escritos en el libro de la vida del Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo». El verbo «adoraron» está en el tiempo futuro en el texto griego y, por lo tanto, debe traducirse «adorarán». Debe observarse, además, que el complemento directo de dicho verbo es el pronombre masculino singular autón («le»). Este hecho no corrobora que la bestia sea una persona y no una institución política, puesto que el mismo lenguaje se usa con otras personificaciones a lo largo de la Biblia. Una posible lectura del versículo más acorde con el texto griego sería: «Y todos los moradores de la tierra le adorarán, el nombre de cada uno de ellos no está escrito en el libro de la vida del Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo».
El texto enseña con claridad que «los moradores de la tierra», es decir, aquellos que tienen sus mentes, corazones y sentimientos enraizados en el reino terrenal, irán en pos de la bestia y le rendirán culto. Quienes lo harán serán personas que no han puesto su fe en el Mesías y, por lo tanto, sus nombres no están inscritos en el libro de la vida del Cordero. La frase «los moradores de la tierra» se refiere a personas que se opondrán a Dios de manera abierta y flagrante y preferirán adorar a la bestia.
Los adoradores de la bestia son aquellos que han escogido permanecer en el reino de tinieblas. El verbo «estaban escritos» (gégraptai) es el perfecto indicativo, tercera persona singular, de grápho, que significa «escribir». El tiempo perfecto sugiere una acción completada con resultados permanentes. De modo que en este caso se afirma que el nombre de cada uno de los adoradores de la bestia no ha sido escrito «en el libro de la vida del Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo» y esa es la condición en la cual permanecen. Sólo aquellos que confían en el sacrificio perfecto del Cordero tienen sus nombres escritos en el libro de la vida. Los que siguen y adoran a la bestia serán permanentemente excluidos del libro de la vida del Cordero.
Otra importante observación que debe hacerse tiene que ver con la frase «desde la fundación del mundo» o «desde el principio del mundo». La frase está conectada con la expresión «no está escrito»; es decir, el nombre de cada uno de los adoradores de la bestia «no está escrito en el libro de la vida del Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo». La implicación es la siguiente: En el libro de la vida del Cordero están inscritos los nombres de todos los que han puesto su fe en el Mesías. Esa inscripción fue hecha posible por la anticipación de la futura muerte del Cordero en beneficio de ellos. Este punto de vista modifica Apocalipsis 17:8 donde Juan se refiere de nuevo a «los moradores de la tierra, aquellos cuyos nombres no están escritos desde la fundación del mundo en el libro de la vida...». Los nombres de los creyentes no han sido escritos en el libro de la vida desde antes de la fundación del mundo, así como el destino de los perdidos tampoco ha sido establecido desde antes de la fundación del mundo. El anticipado conocimiento de Dios de que el Cordero sería inmolado es lo que antecede a la fundación del mundo. Y es la fe en el significado y valor del sacrificio del Cordero lo que hace que el nombre de los creyentes sea escrito en el libro de la vida. Los hombres se salvan y se pierden en el transcurso de sus vidas aquí en la tierra. Lo que Dios ha determinado desde antes de la fundación del mundo es que los nombres de los que se salven serán escritos en el libro de la vida, y que los nombres de los que se pierdan no sean escritos en dicho libro.
La Reina-Valera 1960 relaciona la frase «desde el principio del mundo» con «el Cordero que fue inmolado», sugiriendo así que «el Cordero fue inmolado desde el principio del mundo». Pedro, en 1 Pedro 1:20, hablando del Cordero, dice: «Ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros». La muerte de Cristo formaba parte del plan eterno de Dios, pero tuvo lugar dentro del tiempo y de la historia; asimismo, la salvación de los creyentes ocurre en el transcurso de la historia, pero cuando ocurre pasa a formar parte del plan eterno de Dios.
13:9, 10
«Si alguno tiene oído, oiga. Si alguno lleva en cautividad, va en cautividad; si alguno mata a espada, a espada debe ser muerto. Aquí está la paciencia y la fe de los santos». Los capítulos 11, 12 y 13 del Apocalipsis tratan detalles importantes de los acontecimientos de la gran tribulación. La expulsión de Satanás de la esfera celestial y el ser arrojado a la tierra. La persecución del Israel de Dios y del remanente fiel. La aparición en el escenario de la historia del personaje llamado «la bestia». La actitud de la humanidad incrédula hacia el dragón y hacia la bestia. El evidente poder que la bestia ejerce en la tierra durante 42 meses. Todo eso y mucho más tendrá lugar en la tierra durante ese período de la historia que Jesucristo llamó la «gran tribulación» (Mt. 24:21). Durante este período, muchos creyentes, tanto judíos como gentiles, sufrirán persecuciones a manos del Anticristo y necesitarán ser animados a resistir las pruebas que experimentarán. Apocalipsis 13:9, 10 constituye, en primer lugar, un llamado a oír con miras a obedecer y ser fieles a Dios en medio de las dificultades. La frase: «Si alguno tiene oído, oiga» es una condicional de primera clase que asume la realidad de lo que se dice. Podría expresarse así: «Puesto que alguno tiene oído, oiga». El llamado es a resistir en la fe y a no ceder frente al opresor. La bestia podrá quitar la vida física de los santos, pero no podrá impedirles la entrada en el reino eterno del Mesías.
El versículo 10 no es una advertencia de castigo divino a quienes persiguen a los santos, sino más bien un aviso dirigido a los santos respecto a las persecuciones que el Anticristo decretará contra ellos. El texto es difícil de traducir al castellano. Una posible traducción podría ser: «Si alguno es para cautividad, hacia cautividad va: si alguno es muerto por espada es necesario que sea muerto por la espada». Como puede apreciarse, hay en el texto una advertencia a los santos de no resistirse a sus perseguidores, sino que acepten el cautiverio e incluso la muerte sin intentar defenderse. El versículo no contiene ninguna referencia al uso de la fuerza por parte de los santos. Enfatiza lo inevitable de la persecución y de la muerte para los fieles... Invita a los fieles a reconocer que las acciones del falso Cristo han sido decretadas por Dios, como lo indica el uso de edóthei («le fue dado») en Apocalipsis 13:5, 7, 14, 15.
A través de la sumisión y de la confianza en Dios, los santos pondrán de manifiesto su entrega a la voluntad de Dios. El sustantivo «paciencia» (hypomonei) significa «resistencia», «aguante», «perseverancia». El sustantivo «fe» (pístis), en este contexto, significa «fidelidad», «lealtad». Los santos de la gran tribulación tendrán que sufrir las persecuciones de la bestia. El texto exhorta a ser pacientes, a resistir con entereza y a practicar la fidelidad hacia el verdadero Mesías, el Cordero inmolado en cuyo libro de la vida sus nombres están escritos.
13:11
«Después vi otra bestia que subía de la tierra; y tenía dos cuernos semejantes a los de un cordero, pero hablaba como dragón». «Después vi otra bestia», literalmente «y vi otra bestia». Con esta frase Juan presenta al siguiente protagonista del período de la tribulación. El vocablo «otra» (állo) sugiere «otra de la misma clase». De manera que esta segunda bestia aunque presenta características diferentes de la primera, es de la misma clase que su consorte en cuanto a su naturaleza. La bestia que sube de la tierra está subordinada a la bestia que sube del mar y esta, a la vez, está subordinada a la bestia que sube del abismo. Al principio, esta segunda bestia parece estar completamente dedicada no a promoverse a sí misma, sino a la bestia que sube del mar, pero las cosas dan un giro de ciento ochenta grados muy pronto.
La identificación de la bestia que surge de la tierra ha sido interpretada de diferentes maneras por expositores y teólogos. Hay quienes han sugerido que la bestia de Apocalipsis 13:11 es la organización establecida para obligar a la adoración del César a través del Imperio Romano. Los reformadores, incluyendo a Lutero, Calvino y Melanchton, entendían que «la primera bestia era la Roma pagana y la segunda bestia la Roma papal». Por supuesto que ni los sacerdotes paganos del imperio Romano de antaño ni la institución que representa la Roma papal han sido capaces de llevar a cabo las obras que se le atribuyen a la bestia de Apocalipsis 13:11-17. También hay quienes equiparan la bestia que surge de la tierra con los falsos profetas mencionados en Mateo 24:24 y Marcos 13:33. Se argumenta que la bestia que surge de la tierra es la antítesis de los verdaderos profetas de Cristo simbolizados por los dos testigos del capítulo 11. Si bien es cierto que a través de la historia ha habido falsos profetas, también es cierto que la bestia de Apocalipsis 13:11 señala a una persona concreta que cumplirá una misión específica. Existe una diferencia manifiesta entre «los profetas» de los que el Señor Jesús habló y este «profeta». Éste es un solo individuo, no muchos, y tiene que ser así para confrontar un destino final en el lago de fuego.
La interpretación más acorde con el entorno del pasaje y con el argumento central del Apocalipsis es la que entiende que la bestia de Apocalipsis 13:11 se refiere a un individuo que estará estrechamente asociado con la primera bestia (el imperio anticristiano). La primera bestia será fundamentalmente un imperio conformado por naciones anticristianas cuyo origen está en el pasado bíblico, mientras que la segunda bestia será un líder religioso. La bestia que surge de la tierra es, pues, el falso profeta por antonomasia.
Posee exteriormente una imagen religiosa: el cordero es un animal usado en los sacrificios mosaicos. Esto concuerda con su papel de falso profeta en contraste con los dos testigos del capítulo 11. Como ellos, hace grandes señales, comparece delante de aquel a quien representa (Ap. 11:4; 13:12), tiene poder especial sobre el fuego (Ap. 11:5; 13:13), convence a los hombres del poder supremo de su superior (Ap. 11:5, 6; 13:17), y dirige a los hombres a adorar a aquel designado por ellos (Ap. 11:13; 13:15). Es evidente que la segunda bestia utiliza una versión de la religión para promover a la primera bestia. Y es evidente también, que ambas bestias concuerdan en que la versión religiosa que profesan es la que deben imponerle al mundo.
Ningún líder religioso del pasado ha manifestado las características que exhibirá la bestia de Apocalipsis 13:11-17. Será el escudero y portavoz de la primera bestia. El carácter escatológico de las dos bestias es innegable. Tanto una como otra pertenecen a los postreros días. Sus actividades están relacionadas con el tiempo de la gran tribulación y la derrota de ambas está relacionada con la manifestación gloriosa de Jesucristo en Armagedón (véase Ap. 16:13-16; 19:19, 20). Esto no significa en manera alguna que no se reconozca el hecho de que a través de la historia ha existido apostasía y de igual manera ha habido quienes se han alzado contra Dios y contra su pueblo.
Una de las características sobresalientes de la bestia que surge de la tierra será su hipocresía. La frase: «Y tenía dos cuernos semejantes a los de un cordero, pero hablaba como dragón» apunta al intento de la bestia de imitar al Cordero de Dios. En Apocalipsis 5:6, se describe al Cordero, diciendo que «tenía siete cuernos», mientras que la bestia de Apocalipsis 13:11 sólo tiene dos cuernos. La apariencia de cordero (homoia arníoi) implica que su intención es disimular su verdadera personalidad. Su naturaleza es la de una bestia feroz (theirion) pero se disfraza de cordero para engañar. Tal como la primera bestia está revestida de características políticas, así la bestia de la tierra aparece cubierta con todos los adornos de la religión: Obra milagros, promueve adoración, tiene apariencia de cordero (Ap. 13:11), motiva a la gente a que construyan una imagen a la bestia y la adoren, es designado «el falso profeta» (Ap. 16:13; 19:20).
A pesar de su apariencia de cordero, la bestia que surge de la tierra «hablaba como dragón» (kai elálei hos drákon). El verbo «hablaba» (elálei) es el imperfecto indicativo, voz activa de laléo, que significa «hablar». El tiempo imperfecto sugiere una acción continua, algo que se acostumbra o se hace asiduamente. El discurso de la segunda bestia se basará en los dictados del dragón. Satanás será la fuente de procedencia de las palabras de la segunda bestia. En nuestro comentario de Apocalipsis 13:5,6 dijimos que la «boca» es uno de los símbolos de esta segunda bestia. Ella es la «boca» de la primera bestia, el imperio.
Hay quienes piensan que, para poder cumplir su cometido, este personaje será de origen judío y que actuará principalmente en la tierra de lsrael. Quienes así comentan basan su postura en que esta bestia sube «de la tierra», es decir, la tierra de Israel. Pero la «la tierra» en la Biblia se usa en lenguaje simbólico para contrastar lo espiritual con lo carnal, lo celestial con lo terrenal. Cuando el Señor se comparó a sí mismo con el pan del cielo contrastó a este Pan con el pan terrenal que Moisés le había dado a comer a Israel en el desierto. El Señor dijo: «Este es el Pan que descendió del cielo; no como vuestros padres comieron el maná, y murieron; el que come de este Pan, vivirá eternamente» (Jn. 6:58). Más adelante el Señor dijo: «Vosotros sois de abajo, yo soy de arriba; vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo» (Jn. 8:23). El apóstol Pablo cuando describe la diferencia entre el primer y el segundo Adán (Cristo) lo hace de esta manera: «Así también está escrito: Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante. Mas lo espiritual no es primero, sino lo animal; luego lo espiritual. El primer hombre es de la tierra, terrenal; el segundo hombre, que es el Señor, es del cielo. Cual el terrenal, tales también los terrenales; y cual el celestial, tales también los celestiales. Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial» (1 Cor. 15:47-49).
Por lo tanto, esta bestia que sube «de la tierra» es lo opuesto de Cristo, que descendió del cielo. Es decir, la bestia que sube «de la tierra» es terrenal, carnal, diabólica, carente de toda vida espiritual.
Además, en lenguaje profético «mar» y «tierra» significan lo mismo, como nos lo demuestra la interpretación angelical que Daniel recibió acerca de la visión de las cuatro bestias que subían del mar. Daniel vio: «...cuatro bestias grandes...» que «subían del mar» (Dan. 7:3). El ángel le dijo al profeta: «Estas cuatro grandes bestias son cuatro reyes que se levantarán en la tierra» (Dan. 7:17).
Resumiendo, esta bestia que sube «de la tierra» es lo opuesto de Cristo, que desciende del cielo. La designación adecuada para ella es: Anticristo.
13:12
«Y ejerce toda la autoridad de la primera bestia en presencia de ella, y hace que la tierra y los moradores de ella adoren a la primera bestia, cuya herida mortal fue sanada». El orden de las palabras o la sintaxis en el texto griego es diferente del que aparece en la Reina-Valera 1960. La lectura en el griego es como sigue: «Y la autoridad de la primera bestia, toda ella, ejerce delante de él; y a la tierra y a quienes en ella moran hace que deban adorar la primera bestia, cuya herida letal fue sanada». El falso profeta, evidentemente, hará funcionar su capacidad persuasiva para conseguir que los habitantes de la tierra rindan culto al imperio anticristiano que, en realidad, significa adorar a Satanás. Debe observarse los verbos «ejerce» y «hace». Ambos son la traducción del griego poiéo, usado en el presente indicativo, voz activa. El presente indicativo sugiere una acción continua y real. Cuatro de los cinco usos de poiéo (vv. 12a, 12b, 13a, 16) son usos «dramáticos» del tiempo presente para señalar vívidamente la práctica habitual de la segunda bestia al hacer estas cosas.
Así como el Espíritu Santo glorifica a Cristo en la tierra y convence a los seres humanos para que miren al Mesías para ser salvos de la misma manera el falso profeta persuadirá a los moradores de la tierra para que honren al imperio anticristiano y adoren a Satanás. La humanidad se dejará engañar por el inicuo quien vendrá «con todo engaño de iniquidad para los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos» (2 Ts. 2:10).
Es importante observar la estrecha relación que existe entre las dos bestias. Ambas son de origen satánico. El maligno vitaliza tanto a una como a otra. Nótese que «la segunda bestia» (el falso profeta) «ejerce toda la autoridad de la primera bestia en presencia de ella». O sea, que por decreto de la primera bestia (el imperio anticristiano), la segunda bestia (el falso profeta y Anticristo) ejecuta y supervisa todas las acciones que están acordes con los objetivos de su jefe. El objetivo del falso profeta, como ya se ha señalado, es hacer que «la tierra y los moradores de ella adoren a la primera bestia». Evidentemente, dicha frase no sólo se refiere a los rebeldes e incrédulos de la tierra, sino que también incluye tanto a los verdaderos israelitas que se han refugiado en el desierto como a su descendencia: los creyentes en Cristo que están esparcidos por el resto de la tierra (véase Ap. 12: 13-16; 12:17; 13:7, 17). Estos acontecimientos tendrán lugar durante la gran tribulación, es decir, cuando durante los últimos mil doscientos sesenta días, o tres años y medio, o cuarenta y dos meses, de la era.
«Cuya herida mortal fue sanada». Esta cláusula relativa insinúa la razón por la que la primera bestia/imperio es adorada por la humanidad. Pero no debemos olvidar que la «herida mortal» afecta a una de las cabezas de la bestia/imperio, y que esta cabeza representa a un reino o nación del pasado bíblico que volverá a tener poder, vigencia y relevancia en los asuntos del Medio Oriente y del mundo entero. Esta cabeza no representa ni al Anticristo que es herido de muerte y resucita, ni a ningún otro líder que forme parte de la bestia, porque cada uno de estos líderes es simbolizado por un cuerno. La segunda bestia es el promotor de la adoración de la primera bestia y la razón que ofrece de por qué dicha bestia debe ser adorada, es porque una de sus cabezas ha vuelto a vivir después de haber estado muerta.
13:13, 14
«También hace grandes señales, de tal manera que aun hace descender fuego del cielo a la tierra delante de los hombres. Y engaña a los moradores de la tierra con las señales que se le ha permitido hacer en presencia de la bestia, mandando a los moradores de la tierra que le hagan imagen a la bestia que tiene la herida de espada, y vivió».
El falso profeta será capaz de hacer «grandes señales» (seiméia megála) con el fin de engañar a las multitudes (véase 2 Ts. 2:9-12). Hay quienes creen que los milagros son evidencia de que Dios está actuando. Eso no siempre es verdad. Debe recordarse que los hechiceros en Egipto fueron capaces de producir serpientes (Éx. 7:11), de convertir agua en sangre (Ex. 7:22) y de hacer aparecer ranas sobre la tierra de Egipto (Ex. 8:7). Es importante tener presente que, según la revelación bíblica, la verdad de la fe ni se prueba ni se niega por la exhibición de poder milagroso o la ausencia del mismo. Juan el Bautista no hizo ningún milagro durante su ministerio, y el Señor Jesús dijo de él: «Os digo que entre los nacido de mujeres, no hay mayor profeta de Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de Dios es mayor que él» (Lc. 7:28).
La señal de hacer «descender fuego del cielo a la tierra delante de los hombres» trae a la memoria el ministerio del profeta Elías en el monte Carmelo (1 R. 18). Elías es el gran profeta del Antiguo Testamento y, en cierto sentido, representa la institución profética. También los dos testigos de Apocalipsis 11, reciben poder sobrenatural para realizar señales sorprendentes. El falso profeta, como agente satánico, procurará imitar a los hombres de Dios a través de las señales que es capaz de hacer con el fin de engañar a la humanidad.
El versículo 14 da a entender que el falso profeta consigue su objetivo. El verbo «engaña» (planái) es el presente indicativo, voz activa de planáo, que significa «engañar», «guiar por mal camino». El tiempo presente sugiere acción continua y el modo indicativo habla de la realidad de dicha acción. Durante el tiempo que le es permitido actuar, el falso profeta logra engañar constantemente a la humanidad. El Espíritu Santo guía al creyente a toda la verdad y a glorificar a Dios (Jn. 16:13-15). El falso profeta guiará a los hombres a la mentira y a adorar a la bestia y a Satanás (Ap. 13:8, 14, 15).
Nótese que la segunda bestia ha logrado que la humanidad no regenerada obedezca sus órdenes: «Mandando a los moradores de la tierra que le hagan imagen a la bestia que tiene la herida de espada, y vivió». «La imagen» (eikóna) es construida por los seres humanos que actúan como esclavos de la bestia. La humanidad será obligada a adorar a la bestia, aunque es de suponerse que la mayoría lo hará espontáneamente. El cuadro de Apocalipsis 13:14 trae a la memoria la historia de Daniel 3, cuando los tres jóvenes hebreos conocidos como Hananías, Misael y Azarías (Sadrac, Mesac y Abed-nego) se resistieron a adorar la estatua que Nabucodonosor había colocado en los campos de Dura. No es exagerado pensar que Nabucodonosor fue un precursor del Anticristo. Su orgullo y prepotencia lo sitúan como un prototipo de la bestia. El rey babilonio tenía un «pregonero» que hacía el anuncio de cuándo había que adorar la estatua (Dn. 3.4). El heraldo o pregonero de Daniel 3:4 realiza una función similar a la que efectuará el falso profeta de Apocalipsis 13:13. En ambos casos, el objeto es conseguir que la gente adore a una imagen. En Daniel 3:4, sin duda, la imagen representaba la persona de Nabucodonosor, mientras que en Apocalipsis 13:14 la imagen representa al imperio/anticristiano.
Debe observarse el énfasis que se hace sobre el hecho de que la bestia «tiene la herida de espada, y vivió» (véase 13:3, 12, 14). Muchos interpretan este pasaje como diciendo que es el método usado por Satanás para plagiar al Señor Jesucristo. Cristo es adorado como el Señor que resucitó de los muertos. De manera manifiesta, Satanás pretende imitar la muerte y resurrección de Jesucristo con el fin de engañar al mundo. El falso profeta es capaz de engañar con sus señales a los moradores de la tierra de tal manera que estos rinden culto pleno a la bestia que pretende imitar a Jesucristo mediante la señal de muerte y resurrección.
Esto suena bien para el lector superficial o poco entendido en el tema, pero la verdad es que es una explicación totalmente equivocada por lo que ya hemos dicho anteriormente: es una de las cabezas de la bestia la que recibe la herida mortal, y la cabeza no es símbolo de ninguno de los líderes del imperio; estos son simbolizados por cuernos. Por lo tanto la teoría que dice que el Anticristo está en vista aquí, y que es él quien recibirá una herida mortal y volverá a la vida imitando la resurrección del Señor, es una total desviación del significado ya dado de los cuernos y las cabezas.
Apocalipsis 13:13, 14 enseña que la bestia que surge de la tierra, el falso profeta, el Anticristo escatológico, recibirá la facultad de hacer grandes señales similares a las que han hecho los profetas del Antiguo Testamento y los dos testigos de Apocalipsis 11. La diferencia es que tanto los profetas del Antiguo Testamento como los dos testigos actuaban por el poder de Dios y para glorificar al Todopoderoso. El falso profeta, en cambio, actuará por el poder de Satanás y con el fin de exaltar al imperio anticristiano representado por la primera bestia y al mismo dragón. El falso profeta, el Anticristo escatológico, es capaz de engañar con sus señales a los moradores de la tierra de tal manera que estos rinden culto pleno a la primera bestia. Nótese la similitud de las acciones del falso profeta descrito en Apocalipsis 13:13, 14 con la descripción que el apóstol Pablo hace de «el hombre de pecado, el hijo de perdición» en 2 Tesaloniceses 2:9-12: «inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos, y con todo engaño de iniquidad para los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos. Por esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean la mentira, a fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la injusticia».
13:15
«Y se le permitió infundir aliento a la imagen de la bestia, para que la imagen hablase e hiciese matar a todo el que no la adorase». Ya se ha señalado repetidas veces que las actuaciones tanto de la primera como de la segunda bestia son controladas por el Dios Soberano y Todopoderoso. La expresión «Y se le permitió» sugiere una acción soberana de Dios, tolerando que el falso profeta realice una acción que pertenece a la esfera de lo divino. Lo significativo es que Dios controla, incluso, la malévola actuación del Anticristo. El texto dice que «se le permitió infundir aliento a la imagen de la bestia». El sustantivo «aliento» (pneuma) es el vocablo generalmente traducido «espíritu». Si bien es cierto que dicho sustantivo es diferente de dsoei, que significa «vida», eso no implica que no haya existido un acto milagroso. Hay quienes piensan que pudo haber sido un simple truco. El texto, sin embargo, no revela que lo ocurrido sea un truco como el de los magos actuales.
El propósito de infundir aliento a la imagen es doble: (1) «Para que la imagen hablase»; y (2) para que «hiciese matar a todo el que no la adorase». Se ha sugerido que el hablar de la bestia un acto de ventriloquía. Se dice que tal práctica era frecuente entre las religiones paganas del Asia Menor e incluso dentro del Imperio Romano. Las prácticas fraudulentas de las religiones paganas son innegables. El uso de la magia, la hechicería, la brujería y el satanismo en general han caracterizado a muchas de las religiones que los hombres han inventado. No obstante, Cristo profetizó que en los postreros días «se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos» (Mt. 24:24). La segunda bestia de Apocalipsis 13:11 será la culminación personal de los falsos profetas de los postreros tiempos. En su persona se concentrará toda la iniquidad religiosa y falsedad teológica de sus predecesores. Él será el instrumento del Satanás en la misma proporción en que el imperio anticristiano o primera bestia lo será. Los moradores de la tierra, por tanto, serán sometidos tanto política como religiosamente a la más estricta tiranía.
13:16, 17
«Y hacía que a todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, se les pusiese una marca en la mano derecha, o en la frente; y que ninguno pudiese comprar ni vender, sino el que tuviese la marca o el nombre de la bestia, o el número de su nombre». La segunda bestia es responsable de poner el sello o la marca de la primera bestia en la mano derecha o en la frente de sus seguidores. ¿Qué religión es la que hace que sus adherentes ostenten una marca similar? Es posible ver esta marca en los fanáticos seguidores de la religión que más crece actualmente en el mundo. Casi no hay día en que en los noticiarios del mundo no se mencione a alguno de sus practicantes llevando a cabo su promesa de someter o matar a los infieles a través de un acto de terrorismo.
Dicha señal es colocada en un lugar visible de la anatomía de los adeptos a la bestia. Obsérvese que la «marca» (cháragma) es puesta en «todos» (pántas) sin excepción.
El acto más notorio del «falso profeta» es marcar a cada uno—rico, pobre, pequeño, grande, esclavo, libre—con una señal en la mano o en la frente, sin la cual nadie puede participar en la vida económica de la comunidad (Ap. 13:16, 17).
El falso profeta no hace excepción alguna entre quienes deben recibir su emblema. «[Todos] los pequeños y los grandes» se refiere a los influyentes como a los no influyentes dentro de las esferas sociales: «[Todos] los ricos y los pobres» tiene que ver con al aspecto económico. No importa el rango de influencia económica que la persona tenga, estará obligado a someterse a la autoridad de la bestia. Finalmente, «todos los libres y los esclavos» es una referencia al aspecto político. El texto enseña sin ambigüedades que, a través del Anticristo, por un tiempo limitado a tres años y medio, Satanás tendrá autoridad sobre los habitantes de la tierra con la única excepción de los escogidos de Dios (Ap. 14:2; 20:4). Los redimidos del Señor preferirán morir antes que someterse a los dictados de la bestia.
En cuanto a la naturaleza de «la marca» (cháragma) que el falso profeta impondrá en la mano derecha o en la frente de los seres humanos, contrasta con el sello divino que reciben los redimidos del Señor (véase Ap. 7:3; 9:4). Dios pone su sello de identificación en sus redimidos como señal de que pertenecen a Él por toda la eternidad. El sello de Dios es la Persona del Espíritu Santo que mora en el creyente (Ef. 1:13, 14; 4:30; 2 Ti. 2:1:9). Mientras que el sello de Dios en el creyente es la señal de que ha sido redimido del pecado, la marca o señal de la bestia en la mano derecha o en la frente de sus seguidores es un indicativo de esclavitud y sometimiento a la voluntad del Anticristo y de Satanás.
Quienes no posean «la marca» de la bestia estarán vedados de realizar cualquier transacción comercial. La frase es terminante: «Y que ninguno pudiese comprar o vender», es decir, habrá un monopolio comercial absoluto. Quien tenga algo que vender tiene que venderlo a la bestia y quien tenga necesidad de comprar tiene que comprarlo a la bestia. Ha habido tiempos de restricción en el mundo cuando han surgido crisis o ha habido catástrofes, pero lo que ha de suceder en tiempos de la bestia no tiene parangón en la historia de la humanidad.
«Sino el que tuviese la marca o el nombre de la bestia, o el número de su nombre». Esta frase podría expresarse así: «Excepto el que tiene la marca, es decir, el nombre de la bestia o el número de su nombre». La bestia decretará una prohibición total de transacciones comerciales que no lleven el sello o la marca de su autorización. Los únicos que podrán comprar o vender serán los que tengan en su mano derecha o en su frente la insignia o el tatuaje de la bestia. La Biblia profetiza que en los postreros días habrá hambre en la tierra (véanse Mt. 24:7; Ap. 6:5, 6). Ese será el tiempo en que la bestia ejercerá la hegemonía política, comercial, social y religiosa en la tierra. Los moradores de la tierra serán sometidos a la más rígida y despótica dictadura que jamás haya existido en la tierra.
En la frase bajo consideración, el sustantivo «el nombre» (to ónoma) está en aposición con el sustantivo «la marca» (to cháragma). De modo que «la marca» consiste en «el nombre» mismo de la bestia que, a su vez, equivale al «número de su nombre». O sea, que «la marca», «el nombre» y «el número» de la bestia son equivalentes. La marca es el nombre y el nombre estará expresado numéricamente. Esa será la manera más sencilla de realizar las transacciones comerciales de los días finales. El número de la bestia no será difícil de identificar, particularmente si está colocado en un lugar visible como la mano derecha o la frente.
Nuevamente, ¿Qué religión, que también fue un imperio, es la que hace que sus adherentes ostenten una marca en la mano derecha y en la frente?
13:18
«Aquí hay sabiduría. El que tiene entendimiento, cuente el número de la bestia, pues es número de hombre. Y su número es seiscientos sesenta y seis». Este versículo es enigmático y ha dado pie a muchas especulaciones. El intérprete debe proceder con cuidado y hacer su mejor esfuerzo para no decantarse hacia los extremos hermenéuticos. El pasaje es importante, y su abuso por calendaristas y entretenedores religiosos quienes consideran el número 666 algo así como una sopa de letras religiosa, no debe de amedrentar a los más serios intérpretes de buscar su significado auténtico.
Hay quienes afirman que el pasaje tuvo su cumplimiento en la persona de César Nerón. Esa deducción, sin embargo, es producto de la manipulación del valor numérico de las letras que aparecen en el nombre de dicho emperador. Las letras hebreas son traspasadas al alfabeto griego y luego al alfabeto latino en cuyo idioma está el nombre del César Nerón. Esa manipulación es especulativa, fútil e innecesaria. El mismo arreglo de cosas se ha hecho por quienes han sugerido que el número 666 corresponde al emperador Calígula. El resultado ha sido el mismo. Ni Nerón ni Calígula cumplen con las demandas exegéticas y teológicas del texto.
El vocablo «sabiduría» (sophía) no se refiere en este contexto al don sobrenatural que el Espíritu Santo da a los creyentes (1 Co. 12:8; Ef. 1:17), sino que más bien tiene que ver con el entendimiento y la capacidad necesaria para resolver problemas. El sustantivo «entendimiento» (noun) podría señalar a una capacidad especial que recibirán los creyentes que vivan cuando el Anticristo se manifieste para que puedan identificarlo. A través de la capacidad dada por Dios, podrán descifrar el misterio del número. Esa es la afirmación que el ser celestial hizo al profeta Daniel: « ... y ninguno de los impíos entenderá, pero los entendidos comprenderán» (Dn. 12:10).
«Cuente el número de la bestia, pues es número de hombre». El verbo «cuente» (pseiphisáto) es el aoristo imperativo, voz activa de pseiphídso, que significa «contar», «calcular». El aoristo imperativo expresa un mandato urgente. El texto podría leerse así: «...El que tiene entendimiento que cuente el número de la bestia...». Es decir, para encontrar la solución es necesario ejecutar cierta cuenta.
Se ha sugerido que la solución podría estar en entender los números de manera simbólica:
«Es posible que tales soluciones (Nerón, Calígula, etc.), estén en la línea incorrecta y que debemos entender la expresión puramente en términos del simbolismo de los números. Si tomamos la suma de los valores representados por las letras del nombre Iesous, el nombre griego Jesús, el resultado es 888. Cada dígito es uno más de siete, el número perfecto. Pero 666 produce el fenómeno opuesto, porque cada dígito se queda corto. El número podría no estar encaminado para señalar a un individuo, sino a un persistente déficit (quedarse corto)».
Esta sugerencia es interesante, pero se basa en suposiciones y no en la exégesis del texto. Esta sugerencia pasa por alto el hecho de que el pasaje manda al lector a «contar». La identidad del personaje que lleva el número 666 se obtiene mediante un entendimiento correcto de dicho número. Reducir el número a un símbolo es perder de vista el contenido del versículo y oscurecer en lugar de aclarar la identidad de la persona que lo ostenta.
La razón del por qué se debe realizar la cuenta es porque «es número de hombre» (arithmos gar anthrópon estín). Si bien es cierto que gramaticalmente dicha frase podría significar «porque es un número humano» y, por lo tanto, humanamente discernible o discernible por una mente humana normal, ese, sin embargo, no parece ser el significado que dicha frase comporta. La conclusión ineludible es que la expresión significa que esta es una pista misteriosa acerca de un imperio cuyo nombre resulta en el número 666. Es el nombre de la bestia/imperio, o tal vez su lema.
Otros comentaristas piensan que «el acercamiento más sensato al texto de Apocalipsis 13:18 es aquel que entiende que Juan se está refiriendo al Anticristo escatológico quien, como tal, aún no ha hecho su aparición en el escenario de la historia. Cuando aparezca, las letras que componen su nombre, si se convierten en dígitos, totalizarán la cifra de 666. Puesto que Juan está hablando de un personaje futuro, carece de sentido exegético intentar buscar su cumplimiento en algún emperador romano ya fuese Nerón, Calígula, Domiciano o algún otro. El Apóstol se refiere a aquel que será la abominación desoladora (Dn. 9:27; 11:31; 12:11; Mt. 24:15) de los postreros tiempos. Será el falso Cristo. Un individuo a quien Satanás utilizará para engañar a los moradores de la tierra. Cuando haga su entrada en la historia, los creyentes que estén en la tierra podrán identificarlo. Una de sus características es que será un blasfemo. Hablará palabras ofensivas contra Dios, contra el tabernáculo de Dios y contra los que moran en el cielo. Perseguirá sin tregua al pueblo de Israel y al remanente fiel que adora a Dios. Los creyentes en la tierra durante los años del reinado del Anticristo tendrán la sabiduría y el entendimiento para discernir e identificar la persona del inicuo. Los no regenerados se someterán a la autoridad de la bestia y recibirán su tatuaje en la mano derecha o en la frente. Cualquier intento de identificar a la bestia hoy día es rotundamente fútil y a la vez peligroso. Quienes lo intentan caen en la espiritualización, la alegorización y, casi siempre, en el ridículo. Lo cierto es que aún no ha llegado el tiempo de la manifestación de Anticristo entre otras cosas porque la abominación desoladora (Dn. 9:27; 11:31; 12:11; Mt. 24:15) aún no ha ocurrido. [Un estudio de los pasajes citados en relación con la abominación desoladora revela que este evento por sí solo declarará más allá de toda duda la identidad del Anticristo escatológico. Así que el número 666 pareciera estar más bien relacionado con la primera bestia o el imperio compuesto por 10 reyes mencionados al inicio del capítulo (Ap 13:1)].
Quienes así piensan le adjudican a la frase «es número de hombre» al Anticristo, y son pretribulacionistas. Pero ni el texto dice que el número representa el nombre del Anticristo, ni la Biblia enseña el pretribulacionismo.
La frase «es número de hombre» tiene más este sentido: El número de la bestia/imperio ha sido creado o inventado por un hombre. El falso profeta—el Anticristo—no está a la vista aquí. Es el imperio el que ostenta un lema, y este se representa con el 666. El falso profeta—el Anticristo— hace que todos se marquen con el lema del imperio, cuyo número es el 666. Por ejemplo, léase lo que ciertos musulmanes extremistas dicen acerca de este número:
«El número 666 es altamente publicitado en todo el mundo y está asociado con el mal y el peligro. Sin embargo, no es lo que parece. Fue un truco satánico. El truco fue evitar que las personas se acercaran al 666. Satanás sabía que el 666 es número del libro de Alá y que las personas deberían mantenerse alejadas de él. Según su plan, colocó una mala imagen en el número 666... La verdad es que el Corán es el 666, El Libro del Señor del Universo. Alá hizo a Su Mensajero Mahoma [Muhammad] un testigo con la letra Qaf y el número 666».
De acuerdo a estos musulmanes la marca de la bestia y su número es la frase islámica: Bismalá [Bismillah], que significa “en el nombre de Alá”
[Allah].
Eso explicaría inequívocamente porqué el recibir la marca de la bestia/imperio es el pecado imperdonable de los últimos días. Deuteronomio 6:4-9 declara:
«Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas».
Nótese que los israelitas debían atarse las palabras del Señor como una señal [marca] en su mano y en su frente [como frontales entre sus ojos]. La mano derecha y la frente son los lugares en los que el Anticristo ordenará que todos los que quieran comprar y vender reciban la marca, el lema, del imperio. Y esta marca es un sello eterno que condena el alma de quien la recibe, a diferencia de las Palabra de Dios, que da vida eterna a quienes la reciben.
La marca de la bestia y su número, es una parodia de lo que Dios le ordena a Su pueblo hacer en Deuteronomio 6:4-9. Aceptar tal parodia no tendrá perdón de Dios ni en esta vida ni en la venidera.
A continuación se encuentran dos enlaces a unos artículos donde se puede leer sobre el número 666 en las propias palabras de los musulmanes:
http://www.universalunity.org/6.html
http://www.beholdthebeast.com/islam__quran_and_666.htm
Resumen y Conclusión
El capítulo 13 del Apocalipsis es uno de los trozos centrales en el argumento del libro. La primera parte de este capítulo presenta la aparición en el escenario mundial de un imperio descrito mediante la figura de «la bestia que sube del mar». Dicho imperio posee características similares a las del dragón del capítulo 12. Posee siete cabezas y diez cuernos. Además, posee otras cualidades semejantes a las bestias que aparecen en el capítulo 7 del libro de Daniel.
La bestia que surge del mar es, sin duda, el agente satánico por excelencia que ha de aparecer en tiempos escatológicos para promover la persona de Satanás entre los seres humanos. Será un imperio religioso y cruento que intentará imitar al verdadero reino milenial que impondrá el Mesías. La prueba de que es un imperio religioso pero anticristiano está en el hecho de que se dedica a blasfemar: (l) contra Dios; (2) contra el lugar de la morada de Dios; y (3) contra los seres que habitan en el cielo con Dios.
La bestia que surge de la tierra o falso profeta será capaz de hacer «grandes señales» (Ap. 13:13) y engañar con ellas a los moradores de la tierra. Entre sus sorprendentes señales están: (1) Hacer descender fuego del cielo; e (2) infundir aliento a la imagen de la bestia/imperio para que hable.
Finalmente, el falso profeta impone a los habitantes de la tierra una marca que será colocada en la mano derecha o en la frente de los seguidores de la bestia/imperio. Sin esa identificación nadie podrá comprar ni vender cosa alguna. La marca mencionada será equivalente al lema de la bestia/imperio que a su vez será igual al valor numérico 666.
La bestia que surge de la tierra se convertirá en un dictador con poderes que excederán los que haya tenido cualquier emperador que el mundo jamás haya tenido. Será la cabeza religiosa, primero, y política, después, del imperio que será reavivado en los postreros tiempos. Por voluntad divina, tendrá «autoridad sobre toda tribu, pueblo, lengua y nación», es decir, tendrá hegemonía política, comercial, legal y religiosa sobre todos los habitantes de la tierra.
Este personaje será el Anticristo de los últimos días. Será obedecido por los habitantes de la tierra que han rechazado al verdadero Mesías. El período que se le permitirá gobernar al mundo será de 42 meses, o sea, tres años y medio. Ese será el período de duración de la gran tribulación. A través de ese tiempo, la bestia/Anticristo perseguirá de manera inmisericorde a todo aquel que se niegue a obedecerlo. Es más, muchos de los adoradores del verdadero Mesías serán ejecutados (decapitados) por resistirse a rendir culto a la bestia (Ap. 13:7). Este martirio tiene un nombre: Yihad, que es el sexto pilar del islamismo y se refiere al decreto religioso de guerra, basado en el llamado por parte del Corán para extender la ley de Alá [Juan E. Campo, ed. (2009). Encyclopedia of World Religions: Encyclopedia of Islam. Jihad, p. 397.]
Debe tenerse siempre presente que Dios tiene absoluto control de todo lo que ocurre. Es Dios quien permite que Satanás tome control del reino del mundo por un período limitado de tiempo. El Mesías derrotará decisivamente a la bestia y al mismo Satanás cuando venga a inaugurar Su reino milenial (véanse Sal. 2; Ap. 11:15).