Apocalipsis Capítulo 10



Acontecimientos preparatorios de la séptima trompeta (10:1-11)

El trozo que comprende Apocalipsis 10:1-11 es un interludio similar al que aparece en Apocalipsis 7:1-17 y tiene como fin informarle a Juan que debe repetir la profecía que comenzó a registrar desde que el Cordero abrió el primer sello en Apocalipsis 6:1. Estando en el cielo Juan recibió una visión panorámica de lo que acontecía en la tierra tras la apertura de cada sello y el toque de cada trompeta. Ahora, desde la tierra, verá en primer plano a los personajes principales del drama apocalíptico, y los describirá a partir del capítulo 11 hasta el capítulo 19. Aunque es una repetición de los mismos acontecimientos descritos desde la apertura del primer sello hasta que el Señor hace su manifestación gloriosa en Armagedón, parecen acontecimientos diferentes porque el punto de vista de Juan ha cambiado del cielo a la tierra, y de los eventos generales (sellos, trompetas, copas) a los personajes principales.

La visión descrita en Apocalipsis 10:1-11 informa a Juan, además, que el plan o misterio de Dios está por concluir «en los días de la voz del séptimo ángel, cuando esté para tocar la trompeta» (Ap. 10:7). Es decir, el número de los gentiles salvos se habrá completado para entonces y la consumación final ocurrirá, la que tendrá como punto culminante el derramamiento de las copas de la ira sobre el mundo incrédulo previo al establecimiento del reino milenial del Mesías.

Comentario

10:1

«Vi descender del cielo a otro ángel fuerte, envuelto en una nube, con el arco iris sobre su cabeza; y su rostro era como el sol, y sus pies como columnas de fuego»
.


La transición entre los hechos que ocurren al final de la sexta trompeta y los que ocurrirán como resultado de la séptima trompeta comienza con la visión de «otro ángel fuerte». El vocablo traducido «descender» es, en realidad, el participio presente, voz activa de katabaíno con función de gerundio. Esta forma verbal describe el proceso del descenso como en Apocalipsis 20:1 (véase Ap. 3:2). Es decir, Juan contempló en visión al ángel en el acto de descender «del cielo» (ek tou ouranou). Eso significa que el escenario en esta ocasión cambia del cielo a la tierra.

El apóstol Juan identifica al personaje de la visión como «otro ángel fuerte» (állon ággelon ischyron). Hay quienes creen que el mencionado ángel podría ser Miguel el arcángel (Dn. 12:1). Otros piensan que es el mismo Señor.

Si bien es cierto que el ser angelical que Juan vio descender del cielo posee características semejantes a las que se le atribuyen al Señor Jesucristo (véase Ap. 1:7-16), no es menos cierto que en el Nuevo Testamento, y particularmente en el Apocalipsis, Cristo nunca es designado como un ángel.

Lo que absolutamente prohíbe identificar a este ángel con Cristo es el juramento hecho por el ángel en Apocalipsis 10:5, 6, algo que nunca hubiese podido salir de los labios de la segunda persona de la Trinidad.

Una exégesis normal del texto debe dar atención a la frase «otro ángel fuerte». El vocablo «otro» (állon) generalmente significa «otro de la misma clase». En Apocalipsis 5:2 se menciona la presencia de «un ángel fuerte». Probablemente el «otro ángel fuerte» mencionado en Apocalipsis 10:1 se refiere al hecho de que este ángel pertenece a la «misma clase» o al mismo rango que el mencionado en Apocalipsis 5:2. El vocablo «fuerte» (ischyron) sugiere «fortaleza física» o «poder para actuar». La descripción que Juan hace tocante a la apariencia del ángel fuerte es absolutamente deslumbrante:

l. «Envuelto en una nube». La forma verbal «envuelto» (períbebleiménon) es participio perfecto, voz pasiva de peribállo, que significa «envolver», «estar vestido». Dicho vocablo se usaba para describir la colocación de un vallado alrededor de una ciudad. En el contexto de Apocalipsis 10:1 indica que el ángel estaba rodeado por una nube, señalando la dignidad de su misión.

La aparición de seres celestiales rodeados de nubes es común en pasajes con connotaciones escatológicas tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento (véanse Sal. 104:3; Dn. 7:13; Is. 19:1; Hch. 1:9; Ap. 1:7; 10:1; 14:14; también 1 Ts. 4:17 y Ap. 11:12). El hecho de estar cubierto con una nube no sólo refuerza la dignidad angelical sino que, además, demuestra que su misión se relaciona con juicio. De las otras veinte veces que el vocablo nephélei («nube») aparece en el Nuevo Testamento, nueve de ellas están conectadas con escenas de juicio (véanse Mt. 24:30; 26:24; Mr. 13:26; 14:62; Lc. 21:27; Ap. 1:7; 14:14-16). Este contexto cae dentro de esa categoría debido a la función del ángel con relación a los juicios de las trompetas pasados y futuros.

2. «Con el arco iris sobre su cabeza», literalmente, «y el arco iris sobre su cabeza». El arco iris trae a la memoria el pacto de Dios con Noé (Gn. 9:8-17). Dios manifestó su gracia y prometió no volver a destruir la tierra mediante un diluvio. Como señal de la fidelidad de su promesa, el Señor dio el arco iris. El ángel fuerte de Apocalipsis 10:1 desciende a la tierra a cumplir una misión de juicio, pero muestra sobre su cabeza la señal del arco iris como recordatorio de la promesa divina de misericordia.

3. «Y su rostro era como el sol». Esta frase describe la singular gloria exhibida por el ángel fuerte. La descripción de este ser se asemeja a la que aparece en Daniel 10:6. Allí el profeta contempló a un ser celestial del que dice: «Su cuerpo era como berilo, y su rostro parecía un relámpago, y sus ojos como antorcha de fuego, y sus brazos y sus pies como de color de bronce bruñido , y el sonido de sus palabras como el estruendo de una multitud». Evidentemente, Dios ha investido a los ángeles de una gloria celestial cuyo resplandor sólo puede ser entendido mediante el uso de una figura de dicción (véanse Lc. 2:9; 9:26; Ap. 18:1).

4. «Y sus pies como columnas de fuego». Sin duda, los «pies» (pódes) incluye también las piernas. El pie es simbólico de fuerza y poder. Colocar el pie sobre alguien significa haberle conquistado, tal como Josué ordenó que sus príncipes hicieran con los reyes de los amorreos. Cuando el Señor Jesucristo regrese a la tierra con poder y gloria, aplastará a todos sus enemigos y sus pies se afirmarán sobre el monte de los Olivos (Zac. 14:3). El ángel poderoso descrito en Apocalipsis 10:1 posee también gran autoridad y se dispone a revelar a Juan lo que Dios se dispone a hacer para consumar su plan.

10:2, 3

«Tenía en su mano un librito abierto; y puso su pie derecho sobre el mar, y el izquierdo sobre la tierra; y clamó a gran voz, como ruge un león; y cuando hubo clamado, siete truenos emitieron sus voces»


El vocablo «librito» (biblarídion) es el diminutivo de biblíon y se refiere a un rollo de tamaño pequeño. Algunos comentaristas dicen que este rollo pequeño puede ser el mismo de Apocalipsis 5:l, y otros comentaristas refutan este punto. El rollo de Apocalipsis 5:1 está sobre la diestra del que está sentado en el trono, mientras que el rollo pequeño está en la mano del ángel fuerte. El rollo de Apocalipsis 5:1 está escrito por dentro y por fuera y sellado con siete sellos, pero el rollo pequeño de Apocalipsis 10:2 está abierto. Si se sostiene que es el mismo rollo 
de Apocalipsis 5:1 que ahora ya ha sido abierto, se debe explicar por qué el rollo de Apocalipsis 5:1 es denominado biblíon en el texto griego, mientras que el de Apocalipsis 10:2 es clasificado como biblarídion.

Así que tratar de identificar dogmáticamente el rollo 
de Apocalipsis 5:1 como el mismo de Apocalipsis 10:2 no es tiene una sólida base textual. Pero la verdad es que así como el rollo de Apocalipsis 5:1 abarca los capítulos 6 al 22 del Apocalipsis, este «librito» abarca los acontecimientos y personajes descritos en los capítulos 6 al 19 de Apocalipsis.

Tal vez la designación de «librito» o «rollo pequeño» se deba al hecho de que los eventos mencionados se limitan a los contenidos en 
Apocalipsis 6:1 hasta los de Apocalipsis 19, o sea que los eventos posteriores (el inicio del milenio, la atadura de Satanás, por ejemplo) no se incluyen en este «librito».

Así que afirmamos que aunque el «librito» que el ángel sostiene en su mano puede que no sea el mismo libro sellado con siete sellos de Apocalipsis 5, si  bien contiene los mismos acontecimientos descritos en 
Apocalipsis 6:1 hasta Apocalipsis 19. No es un libro de redención o títulos de propiedad de la tierra como algunos sugieren, sino un libro de juicio, como se explica a continuación:

1. El libro de Apocalipsis 5 es un libro sellado por fuera con siete sellos, pero «escrito por dentro y por fuera» (Ap. 5:1). La escritura «por dentro» y los sellos «por fuera» contienen la misma serie de eventos pero descritos de manera diferente, tal como lo explicamos en la introducción al comentario de este capítulo. La apertura de los sellos revelan que la escritura «por fuera» es una descripción panorámica de los eventos descritos en Apocalipsis capítulos 6 al 9, y la escritura «por dentro» es una presentación en primer plano de los personajes principales y del rol que desempeñan en los eventos descritos por los sellos, las trompetas y las copas. 


2. El «librito» de Apocalipsis 10 esta «abierto» cuando el ángel baja del cielo. Es evidente que esta apertura ha ocurrido antes de que este «ángel fuerte» descienda a la tierra. Hay una nota de triunfo en las acciones del ángel, porque pone su pie derecho sobre el mar, y su pie izquierdo sobre la tierra, y clama a gran voz, como en triunfo, y levanta su mano al cielo y jura por el que vive por los siglos de los siglos que ya no habrá tiempo (demora). ¿Por qué estas acciones de triunfo, como cuando «ruge un león», por parte de este «ángel poderoso»? Porque «el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el libro, y para desatar sus siete sellos» (Ap. 5:5).

El libro de Apocalipsis 10 puede que no sea el mismo de Apocalipsis 5, pero describe los mismos acontecimientos descritos en Apocalipsis 6:1 hasta Apocalipsis 19


3. Si el libro en Apocalipsis 5 es tan importante que «ninguno, ni en el cielo ni en la tierra ni debajo de la tierra, podía abrir el libro, ni aun mirarlo» seguramente Cristo no revelaría los eventos contenidos en los sellos sin revelarnos también las cosas escritas «por dentro», pues la revelación del libro no estaría completa. Las cosas escritas «por dentro» son lo suficientemente importantes como para ser reveladas también. Si los eventos de los cuatro primeros sellos serán eventos terribles en la tierra y acontecimientos trascendentales en el cielo, es razonable que las cosas escritas «por dentro» también sean de la misma naturaleza. Por lo tanto, necesariamente deben ser reveladas o, de lo contrario, el Apocalipsis no es una revelación completa de «las cosas que deben suceder pronto». Todas estas dificultades se eliminan fácilmente al reconocer que el contenido del «librito
» es el mismo de Apocalipsis 6:1 hasta Apocalipsis 19. En otras palabras, el «librito» presenta los mismos eventos que se describen en los capítulos 6 al 19.

5. En Apocalipsis 1:1 leemos: «La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto; y la declaró enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan». Y en Apocalipsis 22:16a leemos: «Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias». ¿A qué ángel se refiere el Señor en estos dos pasajes? Y, ¿en que pasaje del Aposalipsis vemos que el ángel del Señor le transmite la revelación a Juan? Es obvio que «su ángel» y «mi ángel» en estos dos pasajes del Apocalipsis son referencias a este «otro ángel fuerte» que muchos comentaristas confunden con el mismo Señor Jesús. Y es obvio que el «librito» en su mano es parte del mismo mensaje que el Señor Jesús recibió del Padre (en el libro sellado con siete sellos) y que Él le pasó a «su ángel» (una vez que los sellos fueron rotos) para que este ángel su vez se lo pasara a Juan y se cumplieran los pasajes citados.

«Y puso su pie derecho sobre el mar, y el izquierdo sobre la tierra». La postura del ángel sugiere que ocupa una posición de control sobre la totalidad del planeta tierra. Debe recordarse que al concluir los juicios relacionados con la sexta trompeta, los sobrevivientes continúan desafiando a Dios. El ángel fuerte no sólo ocupa una posición de control sobre la tierra, sino que, además, es portador de un mensaje universal. Dicho mensaje tiene que ver con el hecho de que Dios está a punto de realizar la consumación de su plan con la humanidad (Ap. 10:6).

«Y clamó a gran voz, como ruge un león». La expresión «gran voz» es muy frecuente en el Apocalipsis (véase 1:10; 5:2, 12; 6:10; 7:2, 10; 8:13; 14:7, 9, 15; 18:2). La voz alta proporciona un énfasis especial a un individuo o a lo que se dice. El vocablo «ruge» (mykatai) es el presente indicativo, voz media de mykáomai, que significa «rugir». Dicho vocablo es onomatopéyico, es decir, imita el sonido producido por el león cuando ruge. Describe una voz que no sólo es de volumen alto sino extremadamente profunda y que no transmite necesariamente palabras en sí. Eso no significa que la comunicación del ángel era ininteligible. Todo lo contrario. El mensaje del ángel anuncia definitivamente que la paciencia de Dios ha llegado a su límite y que «el misterio de Dios» está a punto de consumarse.

«Y cuando hubo clamado, siete truenos emitieron sus voces». El texto griego dice: «Y cuando clamó, los siete truenos emitieron sus propias voces». La voz del ángel fuerte es diferente de la de los siete truenos. Evidentemente, los truenos emiten voces que expresan palabras comprensibles para el apóstol Juan. Obsérvese que Juan se dispone a escribir lo que ha oído, pero se le ordena que no lo haga (10:4). Es probable que «los siete truenos» se refiera a la voz de Dios quien habla desde los cielos en su ira (véase Sal. 29; Am. 1:2). El mensaje debe ser entendido por Juan para que, a su vez, lo comunique a los hombres.

10:4

«Cuando los siete truenos hubieron emitido sus voces, yo iba a escribir; pero oí una voz del cielo que me decía: Sella las cosas que los siete truenos han dicho, y no las escribas». El texto griego dice: «Y cuando los siete truenos hablaron, yo estaba a punto de escribir; y oí una voz del cielo diciendo: Sella las cosas que los siete truenos hablaron, y no las escribas».


Juan comprendió el mensaje emitido por la voz de los siete truenos, ya que estaba a punto de escribir lo que había escuchado. El apóstol, sin embargo, escuchó una orden celestial que le dijo que no escribiera lo que había oído. Evidentemente, la «voz del cielo» que Juan escuchó tenía que ver con la comisión que Dios le dio a él personalmente.

Aunque el propósito principal de la visión dada a Juan era capacitarlo a escribir el libro del Apocalipsis y de ese modo pasar revelación divina a la iglesia, en este caso la revelación es para los oídos y los ojos de Juan solamente, y no se le permite revelar lo que ha oído. Esto ilustra el principio divino de que si bien Dios ha revelado mucho a muchos, también hay secretos que Dios ha querido revelar sólo a sus siervos los profetas.

Hay otros ejemplos en la Biblia en los que hombres de Dios recibieron mensajes del Señor que no comunicaron a sus contemporáneos. Daniel, por ejemplo, sólo relató «lo principal del asunto», es decir, un resumen de lo que Dios le reveló tocante a los tiempos de los gentiles. También Pablo «fue arrebatado al paraíso, donde oyó palabras inefables» que Dios no le permitió comunicar a otras personas (2 Co. 12:4). También en esto se pone de manifiesto el hecho de que Dios es soberano sobre todas las cosas.

10:5

«Y el ángel que vi en pie sobre el mar y sobre la tierra, levantó su mano al cielo»
. Por supuesto que este es el mismo ángel fuerte mencionado en 10:1. Este majestuoso ser «levantó su mano», es decir, su brazo completo al cielo. La postura del ángel fuerte es semejante a la del ángel mencionado en Daniel 12:7, donde dice: «...el cual alzó su diestra y su siniestra al cielo, y juró por el que vive por los siglos... ». El gesto de alzar la mano hacia el cielo transmite el propósito de mostrar solemnidad e importancia por un juramento que está a punto de expresarse (véanse Gn. 14:22; Dt. 32:40).

Debe observarse, además, que el ángel fuerte reconoce la grandeza y la soberanía de Dios. También reconoce que Dios es el creador de todo y, por lo tanto, es el dueño absoluto del Universo. En contraste con la rebeldía consuetudinaria de los hombres hacia Dios, el ángel fuerte junto con las miríadas de seres angelicales obedecen y sirven al Dios vivo y verdadero.

10:6

«Y juró por el que vive por los siglos de los siglos, que creó el cielo y las cosas que están en él, y la tierra y las cosas que están en ella, y el mar y las cosas que están en él, que el tiempo no sería más»


El juramento del ángel es en gran manera solemne. El significado del juramento es la garantía de que lo que se promete tendrá un cumplimiento seguro. La certeza del cumplimiento del contenido del rollo pequeño descansa sobre la soberanía de Aquel que tiene vida en sí mismo, el Dios suficiente por sí mismo, que no depende de nadie y del que todo depende.

Él es el Creador de todas las cosas. Él creó el cielo y todo lo que en él hay. La tierra y el mar y todo lo que habita en ellos. Pablo dice de Cristo que «en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios,
 sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él» (Col. 1:16).

El Dios Creador tiene un plan específico y un propósito concreto para el mundo que ha creado. A pesar de la entrada del pecado y de la desobediencia de sus criaturas, Dios no ha cambiado ni su plan ni su propósito. El libro del Apocalipsis revela la manera estupenda cómo Dios ha de consumar su maravilloso plan.

Obsérvese que el ángel fuerte atribuye a Dios la creación de todas las cosas. Tal atribución concuerda con la enseñanza de las Escrituras (véanse Gn. 1:1; Sal. 21:2; 33:6; 146:6; Is. 45:28; Jn. 1:1-3; Hch. 14:15; He. 11:3; Ap. 4:11). El orden, el diseño y el propósito del universo apuntan al hecho de que hubo una inteligencia y una mano todopoderosa detrás de la creación del cosmos. El mundo no es producto del azar, ni de una gran explosión cósmica, sino de un sabio diseño producido por el Dios eterno que vive por los siglos de los siglos.

«Que el tiempo no sería más», es decir, «que no habrá más dilación». El contenido del juramento es «que el tiempo no sería más». Esta traducción se ha hecho sobre la base de un punto de vista que asume que en la vida venidera no existirá tal cosa como el tiempo. La humanidad vivirá en un gran presente eterno. El tiempo dará paso a la eternidad. Cualquier verdad que entrañe ese punto de vista, eso no es lo que el ángel está diciendo en este contexto. El significado es, como aparece en la mayoría de las traducciones modernas, «que no habrá más dilación». El ángel solemnemente jura que los acontecimientos de los que habla tendrán lugar con certeza y premura cuando el séptimo ángel toque la trompeta.

Si bien es cierto que el vocablo chronos generalmente significa «tiempo», en el contexto de Apocalipsis 10:6 ese significado carece de sentido. Hay un buen número de comentaristas que optan por el significado de «dilación». La frase es una declaración solemne. A través del emisario angelical, Dios anuncia que está a punto de consumar su plan con relación a la humanidad. El significado de la frase «que no habrá más dilación o demora» es el siguiente: Que el tiempo ya está para cumplirse; y la ejecución de la venganza final no debe posponerse más.

A través de muchas generaciones, Dios ha manifestado su gracia y ha extendido su misericordia hacia el hombre pecador. Dios ha ofrecido su salvación sobre la base de la fe en el sacrificio de Cristo. El único requisito que Dios ha puesto es que el hombre sinceramente reciba por la fe el regalo de la salvación. Muchos se han acogido a la gracia salvadora de Dios y han pasado de muerte a vida. Otros, sin embargo, han escogido el camino de muerte y hasta el final continúan desafiando a Dios. Para estos últimos viene el día en que «no habrá más dilación». La ira de Dios será derramada sobre ellos. Dios dará respuesta al «¿hasta cuándo?» preguntado por los mártires cuyas almas reposan bajo el altar (Ap. 6:9-11). Llegará el día en que Dios dirá que no habrá más dilación. Cuando llegue ese día, el Señor soberano aplastará de una vez y por todas a quienes viven en rebeldía contra Él. El Todopoderoso pondrá en claro que sólo Él es el soberano del universo.

10:7

«Sino que en los días de la voz del séptimo ángel, cuando él comience a tocar la trompeta, el misterio de Dios se consumará, como él lo anunció a sus siervos los profetas»
. Este versículo comienza con la partícula adversativa enfática allá («sino que»). Dicho término corrobora lo que ya se ha expresado tocante al hecho de que la frase «que el tiempo no sería más» no significa la terminación del tiempo como tal, sino más bien el hecho de que no habrá más demora en lo que respecta a la consumación del plan eterno de Dios.

Obsérvese que el ángel fuerte afirma «que en los días de la voz del séptimo ángel...». Esa frase refuerza lo dicho anteriormente. «En los días» es una expresión notable; y denota que los días comienzan con su toque de la trompeta, que se revela en las siete plagas finales de las siete copas. Estas completarán los juicios que hasta entonces Dios ha demorado.

Nótese, además, que el sustantivo «días» (heimérai) no va acompañado de un dígito. Eso podría significar que se refiere a un espacio de tiempo. El texto, sin embargo, sugiere la idea de simultaneidad. O sea, que en el tiempo en que el séptimo ángel haga sonar la séptima trompeta, simultáneamente con dicha acción el misterio de Dios se consumará. La frase podría traducirse así: «En los días del sonido de la trompeta del séptimo ángel, cuando él sonará ... ». El sonido de la séptima trompeta, por lo tanto, produce la consumación del misterio de Dios.

«Se consumará» (etelésthei) es el aoristo indicativo, voz pasiva de teleo, que significa «complentar», «llegar a la meta». Esta forma verbal es un aoristo profético que implica el uso del tiempo aoristo para indicar un acontecimiento que en realidad aún no ha sucedido, pero cuya certeza de que ocurrirá es tal que se describe como si ya hubiera ocurrido.

Lo que se «completará» o «consumará» (etelésthei) es «el misterio de Dios». Un misterio es algo que se conoce sólo mediante revelación divina (véase Ef. 3:1-10). En el contexto del Apocalipsis, el misterio mencionado en 8:7 tiene que ver con el todo incluyente propósito de Dios con relación a la historia de la humanidad.

Esta expresión, «el misterio de Dios», en este contexto parece indicar todos los consejos y tratos de Dios dados a conocer por Él a y a través de los profetas del Antiguo Testamento, tocante a sus transacciones gubernamentales con los hombres en la tierra siempre con miras al establecimiento del reino en las manos de Cristo.

Si bien es cierto que el tema del reino de Dios está presente en prácticamente todos los libros de las Sagradas Escrituras, también es cierto que los detalles tocante al cómo y al cuándo del establecimiento de dicho reino han permanecido escondidos en Dios y, por lo tanto, constituyen un misterio que sólo Dios puede revelar. La revelación de ese misterio coincide con el toque de la séptima trompeta. Dios mismo cumplirá o completará el misterio. El Mesías vendrá con poder y gloria para establecer su reino de paz, justicia y santidad. Los redimidos disfrutarán de las bendiciones del reino, la tierra será llena del conocimiento del Señor y todos los enemigos de Dios serán derrotados.

«Como él lo anunció a sus siervos los profetas». Las profecías de las Escrituras tendrán un cumplimiento seguro. Tal como Dios proclamó las buenas noticias (eueiggélisen) a sus propios siervos los profetas, así se consumará su palabra. Nótese que los profetas, tanto los del Antiguo como los del Nuevo Testamento, son «siervos o «esclavos» (doúlous) de Dios. Ellos hablaron y escribieron bajo la dirección del Espíritu Santo y comunicaron a los hombres el mensaje de Dios. Los profetas recibieron «las buenas nuevas» de parte de Dios y fielmente proclamaron el mensaje muchas veces bajo una fuerte presión de oposición tanto de parte de las autoridades civiles como de parte del pueblo en general.

En los días próximos a la consumación del misterio de Dios, el Señor levantará siervos y predicadores para que proclamen las buenas noticias de que el reino está a punto de ser establecido y, por lo tanto, es necesario que haya un nuevo nacimiento porque «el que no naciere de nuevo no puede ver el reino de Dios» (Jn. 3:3, 5).

10:8

«La voz que oí del cielo habló otra vez conmigo, y dijo: Ve y toma el librito que está abierto en la mano del ángel que está en pie sobre el mar y sobre la tierra»


La voz que Juan escucha es probablemente la del Padre celestial o la del Señor Jesucristo. También es probable que sea la misma voz que en el versículo 4 ordenó al apóstol a no escribir las palabras emitidas por los siete truenos. Por tercera vez, se menciona el hecho de que el ángel fuerte «está en pie sobre el mar y sobre la tierra», es decir, este ángel posee autoridad sobre la totalidad del planeta.

La voz ordena a Juan que se acerque al ángel fuerte y tome de su mano el rollo pequeño. Es probable que Juan sintiese temor de acercarse al ángel y, por lo tanto, necesitaba escuchar la orden divina. El rollo pequeño, abierto y sin sellar, sugiere que la revelación de su contenido es de aplicación inmediata y de gran importancia para el ministerio del apóstol.

10:9

«Y fui al ángel, diciéndole que me diese el librito. Y él me dijo: Toma, y cómelo; y te amargará el vientre, pero en tu boca será dulce como la miel»


La frase «y fui al ángel» sugiere la inmediata obediencia del apóstol Juan al mandato recibido. «Diciéndole que me diese el librito».  El gerundio «diciéndole» (legon), en este entorno, adquiere la fuerza de una orden o requerimiento (véanse Ap. 13:14 y Hch. 21:21). El ángel respondió la solicitud de Juan, diciéndole: «Toma y cómelo; y te amargará el vientre, pero en tu boca será dulce como la miel». Los dos verbos, «toma» (lábe) y «come» (katáphage) son aoristos imperativos efectivos. La idea de estas formas verbales es que el ángel dice a Juan: «Toma [el rollo] con el fin de que te lo comas.» Debe observarse que el verbo «come» (katáphage) es compuesto. El prefijo kata recalca la acción de modo que el ángel dice a Juan: «Toma [el rollo] y cómelo o digiérelo completamente» (un hebraísmo para la recepción del conocimiento). El apóstol es hecho responsable de la completa asimilación del contenido del rollo. Como fiel predicador y testigo de Dios, el apóstol tiene la responsabilidad de hacer que la palabra de Dios afecte su propia persona antes de comunicarla a otros (véanse Ezequiel 2:3-3:14; Jeremías 15:16; 20:7-9; Salmo 119:103). La verdad expuesta en todos estos pasajes es que la recepción de mensajes de Dios a través del Espíritu Santo es siempre dulce al gusto, pero amarga cuando los contenidos son notados y entregados a la gente, especialmente cuando se refieren a amargas desgracias pronunciadas sobre el la propia gente con la que se está (recuérdese que Juan ahora está en la tierra, entre los principales rebeldes a la soberanía del Señor y receptores de sus juicios).

El efecto del contenido del rollo es doble. En primer lugar produciría un sabor amargo en el vientre de Juan. El sabor amargo apunta al hecho de que el mensaje que Juan tiene que proclamar a los moradores de la tierra anuncia el juicio inminente que se cierne sobre ellos a causa de su rebeldía y desobediencia. La humanidad que ha rechazado la oferta de la gracia de Dios no tiene otra expectación sino la de los juicios divinos que han de preceder al establecimiento del reino del Mesías. Por supuesto que para el apóstol Juan comunicar un mensaje de juicios de la magnitud de los que tendrán lugar simultáneamente con el establecimiento del reino del Mesías es algo que producirá una reacción amarga en sus entrañas.

Por otro lado, el mensaje del rollo también concierne al hecho de que el reino del Mesías será establecido con la manifestación visible del Rey de reyes y Señor de señores (Ap. 11:15; 19:11-16). El rollo pequeño contiene la revelación de los detalles de la consumación del plan eterno de Dios. La dulzura que el profeta experimenta en su boca sugiere su íntima satisfacción al confirmar la veracidad y exactitud del cumplimiento de las promesas de Dios respecto al establecimiento del reino.

10:10, 11

«Entonces tomé el librito de la mano del ángel, y lo comí; y era dulce a mi boca como la miel, pero cuando lo hube comido, amargó mi vientre. Y él me dijo: Es necesario que profetices otra vez sobre muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes»


Como fiel profeta de Dios, Juan cumple cabalmente las instrucciones que ha recibido: Toma el rollo de la mano del ángel y lo come en su totalidad (katéphagon). Al comerlo, el apóstol saborea la dulzura de dicho rollo. «Pero cuando lo hube comido». Obsérvese el uso del aoristo efectivo (éphagon), traducido «hube comido». Esta forma verbal sugiere que se ha obtenido la finalidad de la acción del verbo. Juan literalmente comió el rollo pequeño y al hacerlo experimentó tanto la dulzura de éste en su boca como la amargura en su vientre. La amargura que el apóstol experimentó en sus propias entrañas ilustra el pesar que ha de embargar su alma al tener que anunciar tanto para Israel como para los gentiles los juicios que tendrán que sufrir. Qué duda cabe que la mayor amargura de Juan es producto del hecho de saber que la humanidad permanecerá en su incredulidad a pesar de la severidad de la intervención divina.

«Y él me dijo». En el texto griego dice: «Y ellos me dijeron» (kai légousin moi). Si bien es cierto que el sujeto de verbo podría ser compuesto, es decir, «ellos» equivaldría a la voz celestial más la del ángel, parece ser mejor tomar la expresión como un plural indefinido o el equivalente del pasivo indefinido: «Se me dijo». «Es necesario» (deí) se refiere a una necesidad lógica debido a las circunstancias existentes. Pero, además, el apóstol es comisionado por Dios mismo para la continuación de la labor profética.

La frase «que profetices otra vez» es muy importante porque sugiere que Juan no recibe una nueva comisión sino que en esta etapa de su ministerio profético es tanto necesario renovar su comisión profética como hacer que exponga lo mismo que ya ha descrito desde que el Cordero abrió el primer sello en Apocalipsis 6:1 hasta Apocalipsis 19. La clave del pasaje está en la expresión «otra vez». El apóstol Juan recibió su delegación original en Apocalipsis 1:19. La decisión divina de volver a comisionar al apóstol Juan se explica por el hecho de que ahora Juan dejará de ver las cosas desde el cielo, en forma panorámica, para verlas desde cerca, desde la tierra. El acercamiento experimentado por Juan hará que sienta los eventos más intensamente y que vea a los personajes principales involucrados más íntimamente.

La expresión «otra vez» (pálin propheiteusai) destruye por completo la teoría de que los eventos descritos en el Apocalipsis a partir de la apertura del primer sello (Ap. 6:1), tienen que transcurrir en un período de tiempo de siete años, comúnmente llamado «el período tribulacional» o la «semana septuagésima de Daniel». El tiempo asignado para estos eventos es mencionado reiteradamente en el Apocalipsis, y es mil doscientos sesenta días; o tres años y medio; o un tiempo, tiempos y la mitad de un tiempo; o cuarenta y dos meses (Ap. 11:3; 12:6; 12:14; 13:5). La teoría de que el llamado «período tribulacional» o la «semana septuagésima de Daniel» es de siete años no se fundamenta ni en el Apocalipsis ni en Daniel 12:11-12, que dice: «Y desde el tiempo en que el sacrificio perpetuo sea quitado y puesta la abominación de la desolación, habrá 1,290 días. Bienaventurado el que espere y llegue a 1,335 días» (
NBLH). La «abominación de la desolación» es la manifestación del Anticristo mencionada por el Señor en Mateo 24:15 como las señal de inicio de la Gran Tribulación (24:21). La Gran Tribulación es lo que describen los cinco primeros sellos rotos por el Cordero. Tras la gran señal del sexto sello (Ap. 6:12-17), la iglesia de Cristo aparece en el cielo resucitada y arrebatada (Ap. 7:9-17). Todo esto ocurrirá dentro del período de tiempo mencionado en el Apocalipsis como mil doscientos sesenta días; o tres años y medio; o un tiempo, tiempos y medio tiempo; o cuarenta y dos meses (Ap. 11:3; 12:6; 12:14; 13:5). Los mil doscientos noventa días de los que habla Daniel indican que después del arrebatamiento de los santos de Dios habrá un período adicional de tiempo de treinta días en los que el Anticristo seguirá activo en la tierra. Será durante este período que el Señor derramará las copas de la ira (Ap. 16), las que culminan con la batalla final de Armagedón. Después de esta batalla el Señor realizará, entre otros importantes hechos, el juicio de las naciones (Mt. 25:31-46) en un período de cuarenta y cinco días que completará perfectamente el tiempo de mil trescientos treinta y cinco días registrado por Daniel.

La teoría de la «semana septuagésima de Daniel» es sólo eso, una teoría que no se ajusta a la cronología dada por el Señor ni en el libro de Apocalipsis ni en el citado pasaje de Daniel.

Daniel 9:25-27 es una profecía mesiánica: es para el pueblo judío y no contiene ninguna referencia al Anticristo. La semana septuagésima de Daniel está dividida en dos partes de tres años y medio cada una. La primera parte es acerca de los tres años y medio del ministerio del Señor Jesucristo en la tierra. La segunda parte no ha ocurrido aún y es acerca de los últimos tres años y medio de los que hemos estado hablando en este comentario. El pasaje del cual se toma la idea de que «el período tribulacional» o esta «semana septuagésima de Daniel» debe ser de siete años es un error, y no tenemos espacio aquí para exponerlo en detalle, pero lo hacemos en un estudio aparte que el lector puede encontrar aquí.

«Otra vez» significa que Juan ha de profetizar dos veces lo mismo. El número dos representa la confirmación en la Biblia, y también denota la plenitud del testimonio, ya sea para bien o para mal. En Génesis 41, José interpreta el sueño que el Faraón había tenido de siete vacas hermosas y gordas que eran devoradas por siete vacas feas y flacas, y el sueño de siete espigas llenas y hermosas que eran devoradas por siete espigas menudas y abatidas. En el versículo 32 José concluye su interpretación del sueño diciendo: «Y el suceder el sueño a Faraón dos veces, significa que la cosa es firme de parte de Dios, y que Dios se apresura a hacerla».

Esta misma regla la vemos a menudo en el Antiguo Testamento, especialmente en las secciones proféticas (compárese, por ejemplo, Daniel 2 y 7). Del mismo modo que en el Antiguo Testamento, el número dos, símbolo de testimonio, también llama la atención en el Nuevo Testamento. En los dos hombres ciegos que aparecen en Mateo 9:27 se encuentra un testimonio de la ceguera moral de Israel, cuyo corazón se había cubierto de un velo de incredulidad que les impedía ver en el Señor Jesucristo la esperanza prometida. Cristo declaró, en el capítulo 22 del Evangelio de Mateo, que toda la ley se basaba en dos mandamientos: «De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas» (v. 40).

Asimismo, cuando se escriben dos epístolas a las mismas personas, en la segunda se encuentran referencias específicas al enemigo—tal como es el caso aquí con el «librito» que el ángel le da a comer a Juan. En 2 Corintios Pablo habla acerca del poder del enemigo, de las obras de Satanás. En el primer capítulo alude a la tribulación y el sufrimiento, al ser «abrumados sobremanera más allá de nuestras fuerzas, de tal modo que aun perdimos la esperanza de conservar la vida» (vv.4-8). En el capítulo 2 nos habla de pesadumbre (v. 1), de tener tristeza (v. 3), de «mucha tribulación y angustia» (v. 4), y de «que Satanás no gane ventaja alguna sobre nosotros» (v. 11). En el capítulo 12 nos habla de «un mensajero de Satanás que me abofetee» (v. 7).

Nuevamente, el apóstol, en 2 Tesalonicenses, advierte de la apostasía, que ahora se afianza tan rápidamente a nuestro alrededor, y de la revelación de «el hombre de pecado, el hijo de perdición» (2:3). En su segunda carta a Timoteo Pablo describe la confusión de la iglesia visible, a causa de los falsos maestros, quienes «transtornan la fe de algunos» (2:18). En 3:5, describe a hombres «que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella». En el versículo 4:3, vemos a hombres que rechazan la sana doctrina, quienes «teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias».

En la segunda de las epístolas de Pedro, nos encontramos ante la profecía de la apostasía, cuando falsos maestros «negarán al Señor que los rescató» (2:1); y en el capítulo 3 se dice que «en los postreros días vendrán burladores» (3:3).

Por último, en 2 Juan versículo 7 leemos: «Muchos engañadores han salido por el mundo, que no confiesan que Jesucristo ha venido en carne. Quien esto hace es el engañador y el anticristo».

La renovada comisión ordena al apóstol que profetice «otra vez» (pálin propheiteusai). Esta segunda etapa profética tiene que ver con la sección que comienza a partir de Apocalipsis 11:1 y se extiende hasta el final del libro. El vocablo «sobre» (epi) debiera traducirse en este caso «contra», como lo confirman otros comentaristas. El mensaje profético de Juan es contra «muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes». El vocablo «muchos» (pollois) sugiere a la amplitud del «campo misionero» con que el apóstol tiene que tratar. Los sustantivos «pueblos» (laois), «naciones» (éthnesin), «lenguas» (glóssais) y «reyes» (basileusen) sugiere que el auditorio objeto del ministerio de Juan es a la vez variado y complejo. Tanto en lo social, como en lo cultural y lo étnico, el apóstol confronta una tarea que requiere de un poder sobrenatural para poder ejecutarla. Lo sorprendente es que en medio de toda la confusión que existirá en los postreros días, todavía Dios envía su mensaje profético a todos los estratos de la sociedad humana.

Resumen y Conclusión

Antes que suene la séptima y última trompeta de juicio, Dios envía un ángel fuerte a la tierra con autoridad delegada sobre todo el planeta. Dicho ángel anuncia que Dios no dilatará más la consumación de su plan eterno, particularmente en lo que concierne al establecimiento del reino glorioso del Mesías.

Anuncia, además, que simultáneamente con el toque de la séptima trompeta Dios dará cumplimiento cabal a lo que los profetas del Antiguo Testamento habían anunciado (Dn. 12:7). El misterio de Dios concierne al hecho de que Dios pondrá de manifiesto que Él y sólo Él es el soberano del Universo.

El ángel fuerte tiene en su mano un rollo pequeño o «librito» que contiene una descripción de los mismos eventos contenidos en 
Apocalipsis 6:1 hasta Apocalipsis 19. Los sellos, las trompetas y las copas muestran estos eventos de manera panorámica, el «librito» los muestra en primer plano. Esta revelación es dada a Juan, quien es re-comisionado para que profetice el contenido de este «librito»

Los días postreros serán difíciles tanto para el pueblo de Dios (la nación de Israel y los creyentes convertidos después del arrebatamiento de la iglesia), que experimentará las persecuciones del Anticristo, como para el mundo incrédulo, que experimentará el derramamiento de la ira de Dios. Pero aún cuando la rebeldía humana llega a su cenit, Dios no se queda sin testimonio en el mundo.


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