Apocalipsis Capítulo 8



La Apertura del Séptimo Sello: La Ira de Dios Contra los Hijos de Satanás

Apocalipsis 8:1 reanuda la secuencia de la apertura de los sellos. Aquí se revela la apertura del séptimo y último de los sellos. Este último sello consiste de los juicios de las siete trompetas.

Si proseguimos con la sucesión paralela que se bosqueja en el discurso de los Olivos (Mt. 24) así como las imágenes que se relacionan con el rompimiento de los siete sellos y el abrirse del rollo de pergamino que da comienzo a la ira de Dios, cuando finalmente se abra el séptimo y último sello del rollo, es de esperar que comience la ira de Dios contra los impíos que permanezcan en la tierra. Eso es exactamente lo que encontramos en el capítulo 8 del Apocalipsis.

Al abrirse el séptimo sello, el rollo de pergamino finalmente se desenrolla y da comienzo al día del terrible juicio de Dios. Primero, previendo la temible ira que está por iniciarse, habrá silencio en el cielo por media hora mientras los habitantes del cielo contemplan lo que está a punto de suceder. Nuevamente, ésta es una clara referencia al hecho de que el arrebatamiento de los santos y la ira de Dios que viene 30 minutos después, ocurrirá «en el mismo día» como hemos mencionado antes.

Pedro nos dice que en los tiempos de Noé, Dios destruyó la tierra por primera vez por agua (2 P. 3:6). El arco iris fue la promesa de Dios de que nunca destruiría al mundo otra vez de esta manera (Gén. 9:11-13). Pero, Pedro dice: «pero los cielos y la tierra que existen ahora, están reservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos» (2 P. 3:7). La última vez que Dios destruya la tierra entera será durante el día del Señor. Será por fuego, dando a la escena que tiene lugar en el cielo aun más significado.

Después de que el ángel llene su incensario de oro con fuego del altar y lo arroje a la tierra, los siete ángeles empiezan a tocar sus trompetas de juicio por fuego sobre la tierra.

Cuando suene la primera trompeta, el día de la gran ira de Dios finalmente comenzará, tal y como predice el Señor que ocurrirá después de que la señal de su venida haya aparecido en el cielo: «E inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias de los cielos serán conmovidas. Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria (Mt. 24:29 y 30; compárese con Mr. 13:24-37; Lc. 21:25-36; 17:25-36; 12:41-48).

Comentario

8:1

«Cuando abrió el séptimo sello, se hizo silencio en el cielo como por media hora»
. Los juicios de los últimos años de la era (el fin del mundo como lo conocemos) se desarrollan en tres series consecutivas. Cada serie aumenta la intensidad y la severidad de los juicios. Con los acontecimientos de los seis primeros sellos, casi se agotan los últimos tres años y medio de la era, o 1.260 días. Con la apertura del séptimo sello se inicia la segunda serie de juicios, los juicios de las siete trompetas que abarcan poco más de cinco meses, puesto que solo el juicio de la quinta trompeta dura exactamente ese tiempo (Ap. 9:5). Como se verá más adelante, la séptima trompeta dará lugar a la revelación de los juicios de las siete copas, que serán derramas en un período de tiempo de 30 días adicionales a los 1.260 días previos, completando así el período de tiempo de 1.290 días mencionado por el profeta Daniel (Dn. 12:11). Después de esto, hay un período adicional de 45 días en el cual, entre otros eventos, se llevará a cabo el juicio de las naciones mencionado por el Señor en Mateo 25:31-36. Así se completa la apretada cronología del los últimos días que durará exactamente 1.335 días (1.260 + 30 + 45). «Bienaventurado el que espere, y llegue a mil trescientos treinta y cinco días», le dice el ángel a Daniel (Dn. 12:12).

Es así que el séptimo sello es obviamente el acontecimiento más importante hasta este punto.

«Cuando abrió el séptimo sello», literalmente, «y cuando abrió el sello, es decir, el séptimo». El adverbio «cuando» (hótan) no se usa aquí con sentido indefinido (cuando sea), sino como es común en el koiné; escritores usaron este vocablo con el aoristo indicativo para referirse a un hecho concreto. El verbo «abrió» (éinoixen) es el aoristo indicativo, voz activa de anoígo, que significa «abrir», «romper un sello». El aoristo indicativo señala una realidad concreta, algo que ocurre en un momento concreto. El Cordero abrió o rompió el séptimo y último sello que pone de manifiesto el contenido final del rollo de juicios.

«Se hizo silencio en el cielo como por media hora». El verbo «se hizo» (egéneto) es el aoristo indicativo, voz media de gínomai. Esta es una forma verbal un tanto difícil de traducir al castellano. La mayoría de las versiones traduce «se hizo». La frase podría expresarse así: «Hubo silencio», «Siguió un silencio», «Se produjo un silencio». El cielo, hasta entonces resonante con voces, ahora guarda silencio: ni anciano ni ángel ofrece una palabra de explicación (5:5; 7:13); no hay ni coro de alabanza ni grito de adoración (4:8, 11; 5:9, 12; 7:10, 12). No hay truenos procedentes del trono (4:5). Es el solemne silencio de la expectación aterradora. La apertura de los seis sellos anteriores es seguida de alguna expresión verbal, pero la del séptimo sello es seguida de un silencio sepulcral, como si en todo el cielo nadie se atreviera ni a respirar, por así decir. Todo movimiento en el cielo se detiene. Toda alabanza y adoración cesa. Hay quietud, una calma que no presagia nada bueno para la humanidad.

El súbito «silencio» de aproximadamente (hos, «como») media hora presagia que algo estremecedor está a punto de ocurrir. Como ya se ha observado anteriormente, la apertura del séptimo sello pone de manifiesto los terribles juicios contenidos en las siete trompetas. El séptimo sello es en sí equivalente a las siete trompetas.

Algunos expositores entienden que el propósito de la media hora de silencio es para que Dios escuche las alabanzas de su pueblo o para que Dios atienda los gritos de sus siervos que piden liberación y justicia (6:10). Sin embargo, este silencio no es ni un símbolo de descanso eterno ni una precaución necesaria para que Dios oiga las oraciones de los santos sufrientes. Es una pausa dramática que hace que sean aún más impresionantes los juicios que están a punto de caer sobre la tierra.

No cabe duda que el silencio de cerca de media hora es sobrecogedor y conmovedor. Hasta ese momento se han escuchado voces, alabanzas, cánticos, música e incluso truenos en el cielo. Pero, de pronto, ocurre este silencio absoluto. Es probable que ese profundo e inaudito silencio se relacione estrechamente con las palabras de Habacuc 2:20: «Mas Jehová está en su santo templo; calle delante de él toda la tierra» (véanse también Sof. 1:7, 8; Zac. 2:13).

8:2

«Y vi a los siete ángeles que estaban en pie ante Dios; y se les dieron siete trompetas»
. Después que hubo transcurrido el sobrecogedor silencio de como media hora, Juan vio «a los siete ángeles que estaban en pie ante Dios». Debe observarse el artículo determinado «los» (tous), que identifica a estos ángeles como seres específicamente designados para servir en la presencia de Dios. El ministerio de los ángeles es una de las características más sobresalientes del Apocalipsis. Pero, además, a través de la Biblia los ángeles son usados por Dios tanto para defender al pueblo del Señor (Éx. 23:20, 23; 33:2) como para juzgar a los enemigos de Dios (Gn. 19:1-29; Ap. 8:2-9:21; 16:1-21). Los ángeles también dirigen la adoración celestial dedicada a Dios (Ap. 5:11, 12) y acompañarán al Señor Jesucristo en su segunda venida a la tierra (Mt. 25:31). Además, los ángeles realizan un ministerio en favor de creyentes (He. 1:14).

Los siete ángeles mencionados en 8:2 tienen el privilegio particular de servir en la inmediata presencia de Dios, como lo sugiere la frase: «... que estaban en pie ante Dios», literalmente «los que en la presencia de Dios están de pie». Los mencionados ángeles, evidentemente, ministran sin interrupción en la presencia de Dios.

Que ellos sean llamados los ángeles de la presencia significa dos cosas. Primero, gozan de un honor especial. En una corte oriental sólo los cortesanos más favorecidos tenían el derecho de estar siempre en la presencia del rey; ser un cortesano de la presencia era un alto honor. Segundo, aunque estar en la presencia del rey era un alto honor, aún más significaba la preparación inmediata para ser despachado en servicio.

En síntesis, los siete ángeles presentados en 8:2 son seres de alto rango que están más cerca del trono y que sirven delante de Dios continuamente. Estos ángeles son los que se aprestan a ejecutar los juicios relacionados con la ira de Dios.

«Y se les dieron siete trompetas». Los siete ángeles de la presencia reciben cada uno una trompeta cuyo sonido ha de desatar sobre la tierra y sus habitantes juicios sin precedentes. A través de la historia bíblica, la trompeta se ha usado en una variedad de circunstancias y por razones diferentes. La ciudad de Jericó vio derribarse sus murallas tras el toque de trompetas (Jos. 6); el acceso al trono de un nuevo rey era celebrado mediante el toque de trompeta (1 R. 1:34, 39). El sonido de la trompeta también podría significar un llamado a la nación de Israel al arrepentimiento delante de Dios (Jer. 4:5; 6:1; Ez. 33:3-9; Jl. 2:1, 15). Otro uso de la trompeta era para convocar al pueblo de Israel para la celebración de las fiestas de Jehová (Nm. 10:10; Lv. 23:24).

Las trompetas de Apocalipsis 8 se relacionan con la ira escatológica de Dios. El día de Jehová comienza con los juicios de las trompetas profetizados (véase Sof. 1:14-18 y Jl. 2:1-11). Estos juicios tienen que ver con la manera como Dios va a implantar su soberanía en la tierra. Es Dios quien da las trompetas a los siete ángeles y es Él quien da la orden para que dichos ángeles comiencen a tocar las trompetas de modo que los juicios que cada una de ellas acarrea tengan lugar. Los juicios de las trompetas sugieren que el Dios Soberano actuará con la fuerza de su poder con miras a implantar su soberanía en su creación, particularmente entre la humanidad rebelde.

8:3-5

«Otro ángel vino entonces y se paró ante el altar, con un incensario de oro; y se le dio mucho incienso para añadirlo a las oraciones de todos los santos, sobre el altar de oro que estaba delante del trono. Y de la mano del ángel subió a la presencia de Dios el humo del incienso con las oraciones de los santos. Y el ángel tomó el incensario, y lo llenó del fuego del altar, y lo arrojó a la tierra; y hubo truenos, y voces, y relámpagos, y un terremoto»
.

La expresión «otro ángel» (állos ággelos) sugiere que es uno diferente de los mencionados en el versículo 2. La frase «vino entonces y se paró ante el altar» podría traducirse: «... vino y tomó su lugar sobre al altar». El texto no identifica para nada al ángel aquí mencionado, pero sí da a entender que es un agente divino que realiza labores sacerdotales. Algunos expositores creen que el referido ángel es una personificación del Señor Jesucristo. Si bien es cierto que Cristo aparece en el Antiguo Testamento como el Ángel de Jehová, no es menos cierto que después de la encarnación el Señor no aparece más como el Ángel de Jehová. Es cuestionable que el Señor aparezca en el Apocalipsis simplemente como «otro ángel».

Es improbable que el ángel sea tomado como representante de Cristo en su obra intercesoria como Sumo Sacerdote. ¿Se introduciría la figura central del Apocalipsis con un título tan indefinido? En 7:2 es «otro ángel» quien sella a los siervos de Dios contra la inminente persecución.

Identificar al llamado «otro ángel» con el Señor Jesucristo es especular con el texto bíblico más allá de lo permitido. Lo más sensato es entender que el pasaje se refiere a un ser angelical a quien se le ha dado autoridad de ejercer funciones sacerdotales. No existe ninguna razón exegética ni teológica que impida que un ángel realice las funciones descritas en el pasaje.

«El altar» (tou thysiasteiríou) mencionado aquí parece el mismo mencionado en Apocalipsis 6:9, es decir, el altar de oro del incienso y el mismo que se identifica como «el altar de oro» (to thysiastéirion to chrysoun) al final del versículo. Es más probable que aquí se contemple solamente un altar, el altar de oro del incienso (Éx. 30:1-10; 2 R. 6:22; He. 9:4). El ángel ocupa su lugar sobre el altar, portando un incensario de oro. Recibe, además, «mucho incienso» con el propósito de añadirlo a las oraciones de los santos. Dicho incienso debe ser ofrecido concretamente «sobre el altar de oro que estaba delante del trono». El ángel se describe como ofreciendo las oraciones de los santos de manera muy similar como los sacerdotes en el templo de Jerusalén tomaban los carbones ardientes del altar del sacrificio y los transportaban dentro del Lugar Santo hasta el altar de oro del incienso (véase Lev. 1:19).

«Para añadirlo a las oraciones de todos los santos». Esta es una cláusula subfinal en la que se usa la partícula hína («para») y un verbo en el futuro indicativo, voz activa. El futuro indicativo sugiere una realidad en la que la acción es lineal o continua. El incienso y las oraciones de todos los santos suben continuamente hasta la misma presencia de Dios. Recuérdese que Dios está sentado en su trono de juicio y está a punto de consumar su ira sobre los moradores de la tierra. Los santos de todas las generaciones elevan sus peticiones al mismo trono de Dios, pidiendo que el plan eterno de Dios llegue a su consumación.

El incienso simboliza, pues, «las oraciones de todos los santos». Debe notarse que estas oraciones no proceden sólo de los mártires, como en el caso de 6:9, sino de todo el pueblo de Dios. Dios derrama algunas cosas sobre los hombres ya sea o no que las pidan, ya sea que reconozcan el don o no (Mt. 5:45). Pero Él retiene algunos dones hasta que los hombres oran.

En el Antiguo Testamento, el salmista asemeja su oración al incienso que asciende en la presencia de Dios (Sal. 141:1-2) y ruega al Señor que le libere de sus perseguidores. Asimismo, en Apocalipsis 8:3-5, las oraciones de los santos suben a la presencia de Dios juntas con el humo del incienso del incensario que está en la mano del ángel. El ángel, a su vez, «tomó» (eíleiphen) el incensario y lo «llenó» (egémisen) del fuego del altar y lo «lanzó» (ébalen) hacia la tierra. He aquí un recordatorio de la destrucción de Sodoma y Gomorra (Gn. 19:24). También trae a la memoria el juicio de Dios sobre la Jerusalén terrenal (Ez. 10:2). El fuego del juicio de Dios caerá sobre la humanidad inicua en respuesta a las oraciones de todos los santos. El fuego divino consumirá y destruirá todo aquello sobre lo cual caerá.

«Y hubo truenos, y voces, y relámpagos, y un terremoto». Esta frase declara la respuesta divina a las oraciones de los santos. Dios dio a conocer su presencia a Moisés y a la nación de Israel en el Monte Sinaí a través de truenos, relámpagos, una espesa nube y el sonido muy fuerte de trompeta (Éx. 19:16). La presencia de Dios en el monte Sinaí hizo exclamar a Moisés: «Estoy espantado y temblando» (He. 12:21). Dios contesta a sus santos, dándoles a conocer la realidad de su presencia. Él es el Dios del trueno y no los ídolos vacíos. Las «voces» ponen de manifiesto que Dios habla y comunica su mensaje. Los «relámpagos» generalmente preceden a los truenos. La venida de Cristo en gloria será señalizada con un relámpago que cruzará los cielos de este a oeste (Mt. 24:27, 30) y vendrá acompañada de «grandes voces». Dios sacudirá los cimientos mismos de la tierra en la forma de un seísmo o terremoto, probablemente para advertir a la humanidad que se acerca el fin.

Resumiendo, la apertura del séptimo sello equivale a la manifestación de los juicios contenidos en las siete trompetas que han sido entregadas a siete ángeles. Antes de la ejecución de los juicios de las trompetas, Juan contempla a otro ángel que ha tomado su lugar sobre el altar del incienso. Este ángel realiza funciones sacerdotales. Como tal, lleva un incensario de oro lleno de mucho incienso. El incienso simboliza las oraciones de todos los santos o, quizás, sólo acompaña a las oraciones que el pueblo de Dios eleva al Soberano, pidiéndole que realice la consumación de su plan y de su justo castigo a los inicuos y rebeldes moradores de la tierra. Dios, evidentemente, escucha y contesta las oraciones de su pueblo.

En un final dramático de la escena, Juan describe que el ángel ha tomado el incensario, lo llena del fuego del altar y lo lanza hacia la tierra. La secuela de esa acción es la aparición de truenos, voces, relámpagos y un terremoto. El Dios Soberano hace sentir su presencia y su poder en medio de sus enemigos.

8:6

«Y los siete ángeles que tenían las siete trompetas se dispusieron a tocarlas»
. Después que las oraciones de todos los santos fueron elevadas a la presencia de Dios y después que el Señor Soberano indicó a través de señales concretas que había escuchado dichas oraciones, los siete ángeles alzaron sus trompetas en preparación para comenzar a tocarlas. El texto sugiere que Juan contempló cómo los siete ángeles levantaron las trompetas, las acercaron a sus labios y se dispusieron a tocarlas. Las cuatro primeras trompetas, al igual que los cuatro primeros sellos, guardan una relación estrecha. Sus efectos traen juicio sobre la naturaleza.

8:7

«El primer ángel tocó la trompeta, y hubo granizo y fuego mezclados con sangre, que fueron lanzados sobre la tierra; y la tercera parte de los árboles se quemó, y se quemó toda la hierba verde»
.

Los comentaristas del Apocalipsis discuten sobre si los juicios de los sellos, las trompetas y las copas son paralelos o consecutivos. Si bien es cierto que hay acontecimientos en las tres series de juicios que parecen ser paralelos, existen suficientes diferencias entre las tres series que ofrecen una base sólida para tomar los juicios de los sellos, las trompetas y las copas como consecutivos y no como paralelos.

La totalidad de los juicios está contenida en el rollo sellado con siete sellos. Los primeros seis sellos abarcan un período de tiempo cercano los tres años y medio, y constituyen lo que Cristo llamó en Mateo 24:21 «gran tribulación». El séptimo sello consiste de las siete trompetas de juicio. Esta segunda serie es más severa que todo lo ocurrido con anterioridad. La severidad e intensidad de los juicios llevan un crescendo. La séptima trompeta es el anuncio de que «Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos» (Ap. 11:15), y, al mismo tiempo, dicha trompeta equivale a los juicios de las copas o de la consumación de la ira de Dios.

Cuando el primero de los siete ángeles tocó la trompeta, súbitamente hubo granizo y fuego simultáneamente. Estos, además, fueron mezclados en sangre. Este terrible juicio trae a la memoria lo que Dios hizo en Egipto (Éx. 9:23-26) cuando sacó a su pueblo de la esclavitud faraónica. La combinación de granizo y fuego, mezclados en sangre, fue lanzada a la tierra. La resultante de dicho juicio se expresa así: «Y la tercera parte de los árboles se quemó, y se quemó toda la hierba verde». A pesar de los efectos terribles de estos juicios, es evidente que la humanidad rebelde hace caso omiso de todo lo que ocurre. De la misma manera que el faraón egipcio, el hombre opta por endurecer su corazón. Las plagas de las trompetas son dirigidas contra un mundo empecinado en su hostilidad hacia Dios. A medida que aumenta la intensidad de los juicios, también aumenta la vehemencia con la que el hombre se niega a arrepentirse (9:20, 21; 16:9, 11, 21). Pero los juicios de las trompetas no son finales. Afectan una porción significativa de la tierra, pero no toda (la expresión «la tercera parte» se usa doce veces en los versículos 7 al 12). El propósito no es tanto la retribución como guiar a los hombres al arrepentimiento. Como el atalaya y su trompeta en Ezequiel 33, estos advierten a la humanidad del peligro inminente.

Los juicios de Dios sobre Egipto que culminaron en la liberación de la descendencia de Abraham de aquella nación fueron actos literales de Dios. Ninguno de ellos fue simbólico. Del mismo modo, los juicios que resultan de los toques de las trompetas en Apocalipsis 8:7-11:19 serán hechos literales. El Dios soberano intervendrá con poder, justicia y santidad con miras a derrotar a todos sus enemigos y establecer su reino de paz y justicia en la tierra.

8:8, 9

«El segundo ángel tocó la trompeta, y como una gran montaña ardiendo en fuego fue precipitada en el mar; y la tercera parte del mar se convirtió en sangre. Y murió la tercera parte de los seres vivientes que estaban en el mar, y la tercera parte de las naves fue destruida»
. El sonido de la primera trompeta produjo la destrucción de la tercera parte de la vegetación de la tierra. La vegetación es importante, entre otras cosas, para la producción de oxígeno, algo sin lo cual es imposible sostener la vida física. La vegetación es importante también para mantener el equilibrio de la temperatura. De modo que la primera trompeta produce juicios que afectan aspectos vitales para el hombre.

La segunda trompeta también evoca el juicio de Egipto en los días de Moisés (Éx. 7:20, 21). En esta primera plaga egipcia, Dios hirió a la fuente de la vida para los habitantes de aquella nación. Los egipcios creían que el Nilo era el dador de la vida, porque en la llanura que se extiende a ambos lados de sus márgenes se cosechaban los granos que alimentaban a la nación. Para los egipcios el Nilo era un dios.

En los tiempos escatológicos, Dios herirá el mar, una de las fuentes de sustento más importantes para el hombre. Dice Juan que algo parecido a una gran montaña ardiendo en fuego «fue precipitada» (ebléithei) en el mar. El resultado inmediato de esa acción hace que la tercera parte del mar se convierta en sangre. La vida marina es igualmente afectada puesto que muere «la tercera parte de los seres vivientes que estaban en el mar». Otra secuela de este juicio es la destrucción de la tercera parte de las naves, debido a la turbulencia causada al convertirse la tercera parte del mar en sangre. Obsérvese que, como en el caso de la primera trompeta, el área afectada es la tercera parte del mar, de los peces y de las naves. Juan se refiere a cosas concretas que son juzgadas por Dios. Hay quienes han intentado alegorizar el significado de los juicios aquí descritos, pero el resultado ha sido interpretaciones superficiales y sin control exegético ni hermenéutico. Lo más sensato, como se ha reiterado a través de este estudio, es mantener una hermenéutica congruente, basada en el texto bíblico y que sigue el método histórico, gramático-cultural y contextual de cada pasaje. Generalmente, cuando hay algo que no debe tomarse en sentido estrictamente literal, el autor del Apocalipsis lo hace saber. Por ejemplo en 8:8 dice que «como una gran montaña ardiendo en fuego fue precipitada en el mar». Juan quiere que el lector entienda que lo que fue precipitado en el mar no fue una montaña, sino algo semejante a una montaña, tal vez en volumen.

8:10, 11

«El tercer ángel tocó la trompeta, y cayó del cielo una gran estrella, ardiendo como una antorcha, y cayó sobre la tercera parte de los ríos, y sobre las fuentes de las aguas. Y el nombre de la estrella es Ajenjo. Y la tercera parte de las aguas se convirtió en ajenjo; y muchos hombres murieron a causa de esas aguas, porque se hicieron amargas»
.

El tercer objeto de juicio divino es las fuentes de agua dulce. Ríos, manantiales. pantanos, lagos, es decir, las aguas que el hombre utiliza tanto para sus necesidades personales como para sus regadíos son afectadas parcialmente. El instrumento divino usado es «una gran estrella, ardiendo como una gran antorcha». Hay quienes sugieren la posibilidad de que la gran estrella se refiera a un ángel. Una vez más, no parece ser necesario alegorizar el texto. Por el contrario, una interpretación normal le da un mejor sentido. Si bien es cierto que en algunos casos el sustantivo «estrella» se usa en el Apocalipsis con referencia a seres angelicales (véase 1:20; 9:1; 12:4), en cada uno de esos casos, el contexto pone de manifiesto lo correcto de dicha interpretación.

La estrella aludida en el pasaje lleva por nombre «Ajenjo» y tiene la propiedad de dar al agua un sabor amargo. Como resultado de la contaminación de las aguas «muchos hombres» (polloi ton anthrópon ), es decir, un número considerable de seres humanos sufre los dolores de la muerte física.

Ajenjo es un nombre general para la clase de plantas conocidas como artemisia, cuya característica es el sabor amargo. No son realmente venenosas en el sentido de ser mortales, aunque son nocivas, pero los israelitas detestaban su amargor. El ajenjo era el fruto de la idolatría (Dt. 29:17, 18). Dios advirtió a su pueblo a través de Jeremías que les daría a comer ajenjo y aguas de hiel para beber (Jer. 9:14-15; 23:15). El ajenjo siempre representó la amargura del juicio de Dios para el desobediente.

El ajenjo en el Antiguo Testamento era una planta literal que producía un sabor literalmente amargo en el agua. En Éxodo 15:23, 24, Dios hizo que las aguas amargas de Mara se transformasen en aguas dulces que el pueblo pudo beber. En los postreros días, la mano poderosa de Dios hará que sea al inverso. A través de la estrella llamada Ajenjo, Dios convertirá las aguas dulces en amargas como parte de su juicio sobre la humanidad incrédula y desafiante.

8:12, 13

«El cuarto ángel tocó la trompeta, y fue herida la tercera parte del sol, y la tercera parte de la luna, y la tercera parte de las estrellas, para que se oscureciese la tercera parte de ellos, y no hubiese luz en la tercera parte del día, y asimismo de la noche. Y miré, y oí a un ángel volar por en medio del cielo, diciendo a gran voz: ¡Ay, ay, ay, de los que moran en la tierra, a causa de los otros toques de trompeta que están para sonar los tres ángeles!»


Los juicios relacionados con la cuarta trompeta afectan a la tercera parte del firmamento, particularmente la que tiene que ver de manera directa con la vida del hombre en la tierra. La décima plaga de Egipto afectó al sol (Éx. 10:21-23). Los egipcios adoraban al sol, entre otros dioses. El Dios soberano demostró que los dioses de Egipto no tenían poder en sí mismos. El Dios Omnipotente juzgó al Nilo, al faraón, la rana, al escarabajo, al sol y a la luna, todos ellos adorados por los egipcios y reconocidos como sus dioses.

En el principio de la ira escatológica divina, Dios herirá parcialmente los cuerpos astrales de manera que no habrá luz durante la tercera parte del día. La falta de luz solar afectará la tierra y sus habitantes y también la luna que refleja la luz del sol. La falta de energía en la luna también afectará a las mareas. Todo eso causará serios inconvenientes en la vida cotidiana de los seres humanos que vivan en la tierra.

El versículo 13 expresa una firme advertencia a los seres humanos respecto a las dificultades que aún les sobrevendrán. Juan dice que oyó «a un ángel volar por en medio del cielo». Aunque algunos manuscritos dicen «un águila» en lugar de «un ángel», la idea de un águila parece ajena al contexto del Apocalipsis, donde se despliega un gran accionar de ángeles. De cualquier manera, lo importante en este caso es el contenido del mensaje comunicado. El mensaje es una seria advertencia con el fin de prevenir a los seres humanos respecto a los juicios que vendrán cuando las tres restantes trompetas emitan su penetrante sonido.

La visión de un ángel solitario proyectada contra el cielo, ya sea «en el meridiano» o «el cenit», donde está el sol a mediodía (véase 14:6; 19:17), hace que pueda ser visto por todos. El grito del ángel es una triple repetición de ¡ay!, dando a entender las tres últimas plagas que serán anunciadas por las trompetas. Debe tenerse presente el sonido portentoso del ángel. Los tres restantes ayes, a diferencia de aquellos proclamados por las cuatro primeras trompetas, que parecen golpear directamente a la naturaleza inanimada, van dirigidas a la humanidad, «los que moran en la tierra».

Los juicios de las primeras cuatro trompetas afectan principalmente a la naturaleza, aunque como resultado del juicio de la tercera trompeta mueren «muchos hombres». Las tres últimas trompetas, sin embargo, desencadenarán juicios dirigidos concretamente a aquellos designados como «los que moran en la tierra».

La frase «los que moran en la tierra» se usa repetidas veces a través del Apocalipsis (véase 3:10; 6:10; 8:13; 11:10; 12:12; 14:6). Es evidente que Juan desea distinguir a un sector de la humanidad que se caracteriza por su apego al sistema mundial gobernado y promovido por Satanás. Son personas que carecen de interés alguno por las cosas espirituales y se niegan a someterse a la voluntad de Dios.

Lo que Juan quiere decir es que, a diferencia de los cristianos, cuya ciudadanía está en el cielo (Fil. 3:20), y quienes han reconocido que aquí no tienen ciudad permanente, sino que son extranjeros en un peregrinaje a través de la tierra (He. 11:13; 13:14), sus oponentes están en casa en el presente orden mundial, hombres de visión terrenal, confiados en la seguridad terrenal, incapaces de mirar más allá de las cosas que se ven y que son temporales. Por consiguiente, cuando Juan habla tocante a hacer temblar la tierra, está pensando no tanto de la disolución del universo físico como de esa tierra que es el hogar espiritual de hombres terrenales.

«Los moradores de la tierra» son personas sin interés hacia el reino del Mesías. No tienen la más mínima intención de someterse a la voluntad de Dios. Su mente, emociones, esfuerzo y meta final están centrados en la tierra. No desean que Cristo
venga con poder y gloria. Desean llevar la vida de espaldas a Dios e independientemente del Soberano del universo. Su apego es a una tierra donde el hombre reine sin tener que dar cuentas a Dios.

Resumen y Conclusión

El capítulo 8 del Apocalipsis pone de manifiesto la apertura del séptimo sello. El séptimo sello revela el resto del contenido de los juicios contenidos en el rollo que el Cordero ha tomado de la mano derecha del que está sentado en el trono.

El séptimo sello consiste de siete trompetas de juicio. Con ellas se da comienzo a los últimos meses de vida que tendrá la humanidad rebelde sobre la faz de la tierra. Las primeras cuatro trompetas desatan juicios que afectan a la tercera parte de los árboles, la hierba verde, el mar, los peces, las naves, las aguas potables, el sol, la luna y las estrellas.

Antes de los toques de las trompetas, las oraciones de los santos son elevadas al mismo trono de Dios. Los santos oran pidiendo a Dios que intervenga judicialmente y que ponga fin a los desmanes de los hombres. Dios contesta las oraciones de su pueblo y hace sentir su presencia mediante truenos, voces, relámpagos y un terremoto. Los seres humanos han sido advertidos a lo largo de los siglos respecto a la intervención divina, pero muchos no han querido prestar atención a la advertencia.

Dios ha hablado y sigue hablando a los hombres. Hoy día lo hace primordialmente a través del mensaje del evangelio de la gracia de Dios. El evangelio sigue siendo el poder de Dios para salvación a todo aquel que cree, ya sea judío o gentil.

Incluso a través de los juicios, la gracia de Dios sigue activa y operante. La promesa de Cristo de dar vida eterna a todo aquel que cree en Él (Jn. 6:47) estará vigente en medio del colapso que la civilización humana sufrirá en los postreros días.

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