Apocalipsis Capítulo 5



Las Cosas Que Han De Ser Después De Estas: El Rollo (5:1-14)

La visión del rollo sellado con siete sellos destaca un cuadro de juicio. Ha llegado la hora de separar el trigo de la cizaña, y para eso el Padre sostiene en su mano derecha un rollo con los eventos que permitirá que ocurran en la tierra con el fin de preparar a los santos creyentes para el encuentro eterno con su Creador y Salvador. «Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios; y si primero comienza por nosotros, ¿cuál será el fin de aquellos que no obedecen al evangelio de Dios?» (1 P. 4:17). La serie de eventos que se desatará sobre toda la tierra cuando se rompan los sellos del rollo afectará principalmente a la Iglesia, para «santificarla», a fin de que el Señor pueda presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tenga mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que sea santa y sin mancha (Ef. 5:26, 27). Estos eventos son descritos en detalle por el Señor Jesús en Mateo 24, Marcos 13 y Lucas 21, donde Él los llama «gran tribulación».

Pero, ¿quién es digno de permitir y controlar dichos eventos? ¿Quién es digno de tomar el rollo y romper sus sellos? Sólo el Soberano del universo puede hacerlo. Él es el tema de Apocalipsis 5. Este capítulo describe los eventos preparatorios que iniciarán la «gran tribulación», la que concluirá para los creyentes cuando el Señor regrese por ellos, evento que su vez iniciará el temido «día de Jehová» o «día del Señor», que es cuando el Señor derramará su ira sobre los incrédulos e impenitentes habitantes de la tierra. Debido a esto, es de vital importancia que el creyente entienda que el Cordero está en control, que es Él quien administra y supervisa hasta el más mínimo detalle de los acontecimientos que contiene el rollo. Quien está seguro de que es conocido por el Cordero, no tiene nada que temer porque su alma está en Su mano. El contenido del rollo sólo lo acercará aun más a su Redentor.

Comentario

5:1

«Y vi en la mano derecha del que estaba sentado en el trono un libro escrito por dentro y por fuera, sellado con siete sellos»
. Si el foco de atención en el capítulo 4 tiene que ver con el trono, en el capítulo 5 lo es el libro escrito por dentro y por fuera, que en realidad es un rollo tal como solía usarse en tiempos antiguos.

La conjunción «y» (kai) establece un nexo con el contenido del capítulo cuatro, donde aparece una escena de juicio. En el capítulo 5 aparece la figura del Cordero, quien es declarado digno de abrir o desenrollar el rollo que contiene los juicios de toda la tierra. El tema del capítulo 4 es el trono y el del capítulo 5 es el Cordero.

«Y vi» (kai eidon) se repite en los versículos 2, 6 y 11. Dicha fórmula se usa para introducir diferentes escenas del relato del capítulo. La preposición «en» (epi) significa «sobre», es decir, sencillamente descansando o reposando sobre la diestra del que estaba sentado en el trono, plenamente disponible para cualquiera que esté calificado para tomarlo. Hasta ese preciso momento, sólo el Padre tiene jurisdicción y autoridad sobre «los tiempos y las sazones» de los acontecimientos (Hch. 1:7).

«Un libro escrito por dentro y por fuera, sellado con siete sellos». Se refiere a un rollo de papiro que contiene todo el consejo de Dios, tal como lo sugiere el hecho de estar escrito «por dentro y por fuera», o sea, por delante y por detrás (de ambos lados). El vocablo «escrito» (gegramménon) es el participio perfecto, voz pasiva. El tiempo perfecto indica la acción completa y se usaba frecuentemente con referencia a documentos legales autoritativos cuya autoridad continúa. Se han hecho varias sugerencias con el fin de explicar el contenido del rollo. Hay quienes creen que representa el libro del nuevo pacto y lo relacionan con la inauguración del reino que será establecido en Apocalipsis 20. Otros creen que el rollo es un testamento o última voluntad que garantiza que Dios ha reservado la herencia para los santos. También hay quienes sugieren que el rollo representa al libro de la vida del Cordero, tan señalado a través del Apocalipsis. Otros opinan que el libro o rollo representa el plan divino de la redención profetizado en el Antiguo Testamento y cumplido en el Nuevo Testamento. Otra sugerencia es la que entiende que el rollo representa el título de propiedad o escritura que certifica al derecho de Cristo sobre el universo.

El contenido del rollo pone al descubierto los acontecimientos que conducen o desembocan en la inauguración del reinado glorioso del Mesías. La segunda venida de Cristo para establecer su reino y su soberanía en la tierra será precedida de los juicios de Dios, los que incluyen la gran tribulación primero, y la ira de Dios después. Después de los terribles juicios de la ira de Dios, Cristo tomará posesión de la tierra como Señor y Rey. Los derechos de Cristo sobre la tierra son establecidos incluso antes de romper el primero de los sellos. El derecho de Cristo se basa sobre su obra redentora (Ap. 5:9); sobre su carácter como creador de todo (Col. 1:16); y sobre su autoridad como el Hijo del Hombre (Sal. 8:3-6; He. 2:5-9). Debe recordarse, sin embargo, que a causa de la caída la creación está bajo maldición. Es propio, por lo tanto, que el derecho redentor de Cristo reciba prioridad lógica por encima de sus otros derechos. Para quienes rechazan la redención que Él ofrece, sólo les aguarda la ira contenida en las trompetas y las copas contenidas en el rollo.

Resumiendo, el rollo contiene los juicios divinos que sobrevendrán a la tierra y que culminarán con la segunda venida de Cristo en gloria.

Contiene la historia del futuro, y nos proporciona los pasos sucesivos necesarios para la inauguración del reino universal de Cristo. Dios está a punto de traer otra vez a su Primogénito al mundo en medio de la aclamación de los ángeles (He. 1:6), y el rollo sellado siete veces manifiesta cómo esto ha de suceder. El contenido del libro abarca el período desde que se rompe el primer sello (cap. 6) hasta el final del reinado y el comienzo del estado eterno (11:18).

Es importante recordar que existe una estrecha relación entre los capítulos 4 y 5 del Apocalipsis. Como se ha observado ya, el capítulo 4 presenta una visión del Dios soberano sentado en su trono de juicio preparado para llevar a cabo la consumación de su propósito eterno con relación a su creación. El capítulo 5 centra su atención en el rollo sellado que está en la mano derecha del que está sentado en el trono y en el Cordero que se dispone a romper los sellos. Cuando el Cordero rompe los sellos del rollo, no sólo hay una manifestación del contenido del rollo, sino, más bien, una activación de dicho contenido que desencadena los acontecimientos que culminan con el establecimiento del reino glorioso del Mesías.

«Sellado con siete sellos» (katesphragisménon spharagisin heptá). El vocablo «sellado» (katesphragisménon) es el participio perfecto, voz pasiva de katasphragídso. El prefijo kata enfatiza o intensifica el significado de dicho verbo. Una mejor traducción sería: «Habiendo sido sellado completa y seguramente». Los siete sellos podrían referirse al hecho de que cada uno de los sellos oculta el contenido de las diferentes porciones del rollo. De modo que se hace necesario romper cada sello para develar el contenido de cada segmento. Además, los siete sellos sugieren el carácter secreto del contenido del rollo (véase Is. 29:11 ).

El sello en un rollo lo mantenía cerrado. Simboliza un acontecimiento aún escondido en el misterio, pero decretado divinamente. Tal imagen literaria es prestada de Isaías 29:11, 12. El sello era una impronta generalmente hecha en barro, cera o algún otro material blando, que impedía que una persona no autorizada tuviese acceso a su contenido. El uso de siete sellos destaca la profundidad de los misterios escritos dentro.

De cualquier manera que se vea, la estructura del rollo está fuera de lo común. No obstante, si todo su contenido se halla dentro de los siete sellos, entonces los siete sellos deben extenderse hasta el final del rollo. La cronología, por lo tanto, se asemeja a un telescopio: Las trompetas proceden del séptimo sello y las copas surgen de la séptima trompeta.

5:2

«Y vi un ángel fuerte que pregonaba a gran voz»
. El texto no dice nada tocante a la identidad del ángel mencionado aquí. Evidentemente, el énfasis está en su función, no en su identificación. Su función es la de un heraldo o pregonero de la corte celestial. Se describe como «fuerte» (ischyron), es decir, capacitado para ejecutar una tremenda responsabilidad. Su voz es «grande» (megálei), capaz de alcanzar todo el universo. Este ángel fuerte se dispone a realizar una solemne y contundente proclamación.

«¿Quién es digno de abrir el libro y desatar sus sellos?» La pregunta del ángel fuerte implica un reto de gran magnitud. El vocablo «digno» (áxios) incluye cualidades espirituales y morales. Se trata de alguien digno en rango y carácter (véase Jn. 1:27) así como en habilidad. La búsqueda es de alguien que reúna los requisitos morales y espirituales que le permitan desenrollar el pergamino y desatar sus sellos con el fin de activar su contenido. Sólo alguien con dignidad propia está calificado para abrir el libro y desatar sus sellos. La voz potente y penetrante del ángel fuerte, como la de un minucioso escudriñador, recorre todos los rincones del universo sin encontrar a nadie que califique para la singular tarea de poner al descubierto los traumáticos acontecimientos contenidos en el rollo perfectamente sellado.

5:3

«Y ninguno, ni en el cielo ni en la tierra ni debajo de la tierra, podía abrir el libro, ni aun mirarlo»
. La pregunta del ángel produce consternación en los tres grandes ámbitos de la creación (véase Fil. 2:10). «Y ninguno» (kai oudeis), es decir, nadie dentro del ramo de todo lo creado, es hallado. «Ni en el cielo» sugiere que los ángeles no cumplen los requisitos. Los ángeles no tienen nada en común con el mundo de los seres humanos. Ni el arcángel Miguel, cuyo nombre significa «¿quién es como Dios?», ni el ángel Gabriel, que significa «el poder de Dios», poseen las cualidades requeridas para abrir el rollo y romper sus sellos.

«Ni en la tierra» señala al hecho de que nadie entre los hombres es hallado. La raza humana está bajo juicio y maldición y, por lo tanto, completamente descalificada para producir a alguien capaz de llevar a cabo el acto de romper los sellos.

«Ni debajo de la tierra» es probable que se refiera al Hades o Seol. Señala al bajo mundo y debe identificarse aquí como el lugar donde habitan los espíritus de quienes han muerto sin Cristo y también podría incluir la presencia de demonios.

«[Ninguno] podía abrir el libro, ni aun mirarlo». Al finalizar la búsqueda, el apóstol Juan llega a la conclusión de que no se ha hallado a nadie ni moral ni espiritualmente capaz de «abrir el libro, ni aun mirarlo». Si se toma en cuenta de que el rollo contiene los consejos eternos y los juicios divinos con los que Dios ha de poner fin a esta etapa presente de la historia, entonces puede comprenderse el porqué nadie puede abrir el rollo ni mirar su contenido. Sólo Jesucristo tiene toda autoridad en el cielo y en la tierra (Mt. 28:18). Cristo es quien tiene autoridad para juzgar (Jn. 5:22, 27; véase también Hch. 17:30, 31). Sólo aquel que es digno de romper los sellos con que el rollo está sellado está calificado para mirar, es decir, ejecutar el contenido del rollo. El rollo sellado contiene los juicios y las conmociones descritas por Cristo en Mateo 24. El Cristo glorificado es el único digno para iniciar, ejecutar y concluir dichos juicios.

5:4

«Y lloraba yo mucho, porque no se había hallado a ninguno digno de abrir el libro, ni de leerlo, ni de mirarlo»
. El apóstol Juan expresa su reacción ante la incapacidad de encontrar a alguien digno de abrir el rollo y romper sus sellos. El verbo «lloraba» (éklaion) es el imperfecto indicativo, voz activa de klaío, que significa «llorar audiblemente», «lamentarse en voz alta». La idea del verbo es muy descriptiva y podría expresarse así: «Comencé a llorar en voz alta y continué sollozando». Juan no lloraba por lástima de sí mismo, sino porque pensaba que el rollo de la visión permanecería sellado para siempre. A menos que los sellos sean rotos y el rollo del destino desenrollado, el plan de Dios para el universo será frustrado. De ahí que el vidente rompa en llanto incontrolado. Lloraba ante la posibilidad de que la acción final y decisiva de Dios fuese pospuesta indefinidamente. La cuestión es del todo clara. Si el rollo no es abierto mediante la rotura de sus siete sellos, el plan de Dios respecto a la tierra y la humanidad no podría cumplirse, pero el rollo sólo podía ser abierto por alguien que fuese digno tanto moral como espiritualmente. El hecho de no hallar a nadie con las cualidades requeridas provocó el llanto incontrolable de Juan. El lamento del apóstol es una elocuente demostración del estado caído del hombre y de su ruina espiritual. La indignidad del hombre no le permite ni siquiera mirar el contenido del rollo. El único digno es el Cristo glorificado, el Rey-Mesías, el soberano del universo. Por otro lado, nótese que la profunda congoja del anciano vidente demuestra cuánto le importa que el plan de Dios se ejecute y no sea estorbado.

5:5

«Y uno de los ancianos me dijo: No llores»
. Uno de entre los ancianos habló al apóstol Juan. Este anciano es uno de los veinticuatro seres angelicales que rodean el trono del juez celestial (Ap. 4:4, 10). Este hecho prueba que los ancianos no son un símbolo de nada, sino veinticuatro seres individuales que rodean el trono del Señor en el cielo. El apóstol recibe la orden de dejar de llorar (mei klaie) y centrar su atención en el majestuoso «León de la tribu de Judá». Esa designación señala a la profecía pronunciada por Jacob en Génesis 49:9, 10: «Cachorro de león, Judá; de la presa subiste, hijo mío. Se encorvó, se echó como león, así como león viejo: ¿quién lo despertará? No será quitado el cetro de Judá, ni el legislador de entre sus pies, hasta que venga Siloh; y a él se congregarán los pueblos». La frase «León de la tribu de Judá» es un anuncio de que viene el día en que Cristo, el Cordero, asumirá el carácter de León con relación a Israel. Como León de la tribu de Judá, el Mesías aplastará a todos los enemigos de su pueblo.

«La raíz de David» es un título que, igual que el anterior, mira al Antiguo Testamento (véase Is. 11:1-5; también Ro. 15:12 y Ap. 22:16). Cristo, como «la raíz de David», posee todos los derechos al reino mesiánico y de Él emana toda la gloria real que será exhibida cuando se siente en el trono de David y reine sobre la casa de Jacob (Lc. 1:32, 33).

La figura del león, que denota fuerza, coraje, majestad, apariencia que inspira temor y ostenta excelencia, es un símbolo bien conocido aplicado al Mesías. Este es el Gobernador político nacional de la tribu de Judá, el Mesías, el hijo de David (Gn. 49:9). La otra designación en Apocalipsis 5:5 de aquel que es digno de abrir el libro es «la raíz de David» (hei hrídsa Davíd). Esta es una referencia obvia a Isaías 11:1, 10 (véase Is. 53:2), y se refiere a los humildes comienzos del Mesías, quien regirá sobre el reino de David. La «raíz» (shereh, hrídsa) sugiere el tocón de un árbol que ha sido cortado, del cual se desarrolla una «raíz» que a la postre de nuevo se convierte en un árbol. La connotación aquí es que la nación de Israel ha sido «cortada», pero ahora hay uno de la dinastía de David que tiene el derecho de reinar y el «árbol» florecerá otra vez.

Dios concertó un pacto con David (2 S. 7) y le prometió que «su casa» y «su reino» serían afirmados para siempre y que «su trono» sería eternamente estable. Dios ha de cumplir su promesa de manera literal cuando el Rey-Mesías, la raíz de David, venga con poder y gloria para ocupar el trono de David, su padre.

«Ha vencido para abrir el libro y desatar sus siete sellos». El verbo «ha vencido» (eníkeisen) es el aoristo indicativo, voz activa de nikáo, que significa «obtener victoria», «ser victorioso», «vencer». La forma verbal contempla la realidad de un hecho histórico: «Él venció». Se refiere a la victoria de su muerte y su resurrección. Cristo derrotó al diablo, al pecado y a la muerte. Su rotunda victoria le da el derecho de ser el juez absoluto del mundo. Al mismo tiempo, su victoria ha removido todas las barreras para que fluya la gracia divina y se cumpla el propósito misericordioso de Dios, tanto para Israel como para los gentiles en la tierra.

5:6

«Y miré, y vi que en medio del trono y de los cuatro seres vivientes, y en medio de los ancianos, estaba en pie un Cordero como inmolado, que tenía siete cuernos, y siete ojos, los cuales son los siete espíritus de Dios enviados por toda la tierra»
. La escena debió causar una profunda sorpresa al apóstol Juan. De seguro esperaba ver a un poderoso, majestuoso, soberano y feroz león, sin embargo, su vista tropezó con un humilde, tierno y manso Cordero Salvador. Juan esperaba ver al Rey de la conquista, pero se encontró con la más humilde de las criaturas. 


El vocablo «cordero» (arníon) no es el que por lo general se utiliza en el griego para referirse a esa especie. En el Apocalipsis, sin embargo, se usa arníon 29 veces. Dicho vocablo pone de manifiesto las características siguientes:

1. Arníon es un diminutivo que sugiere la ternura del Padre hacia el Hijo. Jesucristo, como el Cordero de Dios, se sometió perfecta e incondicionalmente a la voluntad del Padre.

2. En segundo lugar, arníon denota la manera como el Mesías ha obtenido la soberanía sobre la tierra. «Lo débil de Dios es más fuerte que los hombres» (1 Co. 1:25).

3. Arníon se opone diametralmente a theríon («bestia», Ap. 13:1). La bestia representa la fuerza física dinamizada por el poder satánico. Arníon contempla al Cristo que ha triunfado sobre la muerte y todas las fuerzas del mal mediante su sacrificio y su gloriosa resurrección.

El simbolismo contempla la obra presente de Cristo (Hch. 7:56), al igual que su futuro reinado cuando reclame todos los reinos de este mundo (Ap. 11:15). En lo que respecta a su obra pasada, Cristo está sentado a la diestra de la majestad en las alturas (véase He. 1:3). Su obra de redención ha sido totalmente terminada. Su ministerio intercesor y sumosacerdotal están realizándose en la sesión presente del ministerio de Cristo. El reinado mesiánico aguarda su culminación cuando Cristo regrese a la tierra con poder y gloria (Mt. 19:28). La figura del cordero denota, además, de qué manera obtuvo soberanía sobre la tierra. Fue mediante un débil sacrificio, algo totalmente inesperado por los hombres (l Co. 1:25; 2:7-9).

«Como inmolado» habla del sacrificio realizado en la cruz del Calvario. El vocablo «inmolado» (esphagménon) es el participio perfecto, voz pasiva en función de predicado de sphádso, que significa «matar», «matar un sacrificio». El tiempo perfecto sugiere una acción completada con resultados permanentes. En la encarnación, Dios puso su sello en la humanidad, pero en el Cristo resucitado los resultados de su encarnación y redención dejan su impronta sobre la deidad eternamente. El Cordero fue ofrecido en sacrificio por el pecado del mundo, pero resucitó gloriosamente de entre los muertos y es el soberano de cielos y tierra. 

La expresión «en pie» (hesteikos) es el participio perfecto, voz activa de hísteimi. El tiempo perfecto sugiere una acción completada con resultados permanentes. Dicho participio describe al cordero como de pie en su posición viviente natural. Él no está muerto. Aunque ha sido inmolado permanece erguido y vivo en esta escena celestial. El cuadro del Cordero «en pie como inmolado» simboliza la muerte y la resurrección de Cristo. Esta nueva figura describe una muerte sacrificial y conecta al Mesías con el cordero pascual del Antiguo Testamento (Éx. 12:51; Is. 53:7; Jn. 1:29, 36; Hch. 8:32; 1 P. 1:19). Aquí Juan une al real Mesías davídico del Antiguo Testamento con el Siervo sufriente de Isaías (Is. 42-53). Ambos temas proféticos convergen en Jesús de Nazaret, el verdadero Mesías.

«Que tenía siete cuernos, y siete ojos». El número siete sugiere perfección. Los cuernos hablan de fortaleza y poder (véanse Nm. 23:22; Dt. 33:17; 1 S. 2:1, 10; 2 S. 22:3; Sal. 75:5, 10; 89:17, 24; 92:10; 112:9). La figura de los siete cuernos, por lo tanto, apunta a la omnipotencia del Cordero. Él es el Todopoderoso que, en su humillación propia, fue crucificado, pero que está «en pie» porque resucitó de entre los muertos y vive por los siglos de los siglos.

«Y siete ojos, los cuales son los siete espíritus de Dios enviados por toda la tierra». Los siete ojos del Cordero sugieren plenitud de inteligencia y sabiduría. El Cordero no sólo es omnipotente, sino que, además, es omnisciente. Tiene absoluto y total conocimiento de todo lo que ocurre en el universo y, al mismo tiempo, tiene completo control de todos los acontecimientos que transcurren.

Los «siete ojos ... son los siete espíritus de Dios». Eso significa que el Espíritu Santo, la tercera Persona de la Trinidad, ha de tener un ministerio de intensa actividad durante los días finales de la historia presente. La expresión «los siete espíritus» significa la presencia del Espíritu Santo en su plenitud. El Espíritu Santo será enviado por toda la tierra como el agente ejecutor del plan consumador del omnipotente Cordero.

Resumiendo, Apocalipsis 5:1-6 presenta un cuadro maravilloso de la dignidad del Cordero, Cristo Jesús. Él es el León de la tribu de Judá, la raíz de David, el Vencedor, quien tiene el derecho absoluto para desenrollar el rollo de los juicios y romper sus siete sellos. Su dignidad guarda relación directa con el hecho de que fue inmolado por los pecados del mundo y resucitó triunfante de entre los muertos.

5:7

«Y vino, y tomó el libro de la mano derecha del que estaba sentado en el trono»
. Este versículo describe la entrega del rollo de los juicios al Cordero Jesucristo. El que está sentado en el trono es Dios el Padre, quien, a su vez, sostiene el rollo en su diestra. El Señor Jesucristo, designado como el Cordero, es quien viene y toma el rollo. El primer verbo, «vino», está en el tiempo aoristo, mientras que el segundo verbo «tomó», es un perfecto dramático usado para describir la conmovedora escena del traspaso del rollo de la mano del Padre a la del Hijo. ¡El Cordero inmolado y resucitado es digno de tomar el rollo!

El acto de tomar el rollo es muy significativo. El rollo que está sobre la diestra del Padre contiene todos los juicios futuros con los que Dios ha de consumar la historia tal como la conocemos ahora, con miras a inaugurar la etapa gloriosa del reino del Mesías. El hecho de que el Cordero recibe o toma el rollo, sugiere que es Él quien ejecuta los juicios contenidos en los sellos y que se corresponden con lo que ocurrirá durante los últimos tres años y medio de nuestra era (véanse Mt. 24:3-30).

5:8

«Y cuando hubo tomado el libro»
. El simple hecho de tomar el rollo (no el de abrirlo) produce un triple brote de alabanza de parte de los rangos angelicales. En primer lugar, la alabanza procede de «los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos» (véase Ap. 4:4-11). Estos seres angelicales del más elevado rango reconocen la dignidad del Cordero y su deidad, puesto que se «postraron delante» de Él, en adoración y sometimiento. El verbo «postraron» (épesan) es el aoristo indicativo de pípto, que significa «caer al suelo». Los ángeles del más elevado rango «caen al suelo» en adoración y respeto delante de la presencia del Cordero.

Cada uno (hékastos) de los que «caen al suelo» en adoración tenía un arpa y una copa de oro llena de incienso. Es probable que incluya tanto a los cuatro seres vivientes como a los veinticuatro ancianos, aunque podría limitarse sólo a los 24 ancianos. Los instrumentos usados en la adoración son:

1. Las «arpas» (kitháran). Era un instrumento parecido a la lira o, tal vez, a la guitarra. Dicho instrumento sugiere regocijo y victoria (véanse 1 Cr. 25:1, 6; 2 Cr. 29:25; Sal. 71:22; 92:3; 149:3). También se relaciona con profecía (véanse 1 S. 10:5; 1 Cr. 25:3; Sal. 49:4).

2. Las «copas de oro» (phiálas chrysas) eran, probablemente, vasijas de tamaño mediano semejante a un tazón o dulcera (Zac. 14:20). El cuadro presentado se asemeja al tabernáculo y al templo del Antiguo Testamento. Los tazones o copas de oro están «llenas de incienso» (gemoúsas thymiamátón), es decir, llenas del olor del incienso que es quemado en el acto de adoración. El humo del incienso quemado simboliza «las oraciones de los santos» ( véanse Sal. 141:2; Lc. 1:10).

Los santos referidos aquí son el conjunto de aquellos que sufren martirio durante las persecuciones de la gran tribulación. Los llamados Salmos Imprecatorios son particularmente apropiados para el uso de ellos, puesto que oran por su propia liberación y por la destrucción de sus enemigos. Los santos del Antiguo Testamento ya están en la presencia de Dios en el cielo. Aquellos cuyas oraciones son simbolizadas por el humo del incienso son los que han sufrido las persecuciones del Anticristo y han sido muertos por dar testimonio de su fe en el Mesías (véase Ap. 6:9-11; 12:17; 13:7-10). Evidentemente, los veinticuatro ancianos son quienes ofrecen el perfume del incienso que simboliza las oraciones de los santos como una demostración de simpatía e identificación con las aspiraciones de los santos, quienes sufren los embates de la tribulación en la tierra.

5:9

«Y cantaban un nuevo cántico, diciendo»
. El verbo «cantaban» (ádousin) es el presente indicativo, voz activa de aidó. El tiempo presente tiene una función histórica y debe traducirse como un pretérito imperfecto para que concuerde con la expresión «se postraron» del versículo 8. Es probable que este coro celestial esté compuesto de los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos. Son ellos quienes caen al suelo en adoración al Cordero y ahora unen sus voces para darle alabanza y reconocimiento. El canto expresa alegría, gozo y adoración. Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento se enseña que la adoración a Dios expresada a través de la música y la canción adquiere un carácter sublime y magnífico.

El «nuevo cántico» (oden kainen) cantado por este coro celestial era originalmente un canto de alabanza inspirado por la gratitud por nuevas misericordias. Un canto de esa naturaleza se menciona seis veces en los Salmos (Sal. 33:3; 40:3; 96:1, 98:1; 144:9; 149:1), pero en el «nuevo cántico» de Isaías 42:10 las palabras tienen un contenido pleno, correspondiéndose con el sentido más profundo de las «cosas nuevas» en Isaías 42:9. Ese sentido más profundo es que, sin perder de vista la grandeza de las glorias de las cosas pasadas, estas serán opacas en comparación con el esplendor de las cosas futuras.

El cántico es nuevo (kainen) no en sentido de tiempo sino que es nuevo en cuanto a forma o cualidad, de diferente naturaleza de lo que es contrastado como viejo. En el contexto, el cántico es nuevo porque es cantado por seres angelicales y porque el contenido en sí es nuevo. Además, el cántico es dedicado en honor de un gran acontecimiento, es decir, la apertura de los siete sellos con que se inauguran los juicios que preceden el comienzo del reinado glorioso del Mesías. Además, el nuevo cántico desvela nueva revelación respecto a la dignidad del Cordero.

«Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos». Así comienza la alabanza cantada por las 28 voces compuestas de los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos. El vocablo «digno» (áxios) es el mismo que aparece en 4:11. El Cordero comparte la dignidad del Padre porque Él es Dios y, por lo tanto, es digno de recibir la adoración debida a su persona. Sin embargo, la dignidad proclamada aquí se relaciona no tanto con su ser esencial como con la magnífica obra de redención efectuada por el Cordero. Mediante su sacrificio expiatorio, el Cordero ha provisto el pago completo del rescate necesario para librar al pecador de su esclavitud. El cántico, pues, reconoce que el Cordero ha provisto salvación de la siguiente manera:

l. «Porque tú fuiste inmolado» (hoti esphágeis). El verbo «fuiste inmolado» es el aoristo indicativo, voz pasiva de sphádso, que significa «inmolar», «cortar la garganta», «sesgar el cuello». La función verbal señala a un hecho histórico ocurrido de manera concreta (véanse 5:6, 9, 12; 13:8; Is. 53:7)

2. «Y con tu sangre nos has redimido para Dios». Los mejores manuscritos dicen «y con tu sangre has redimido para Dios». Lo más probable es que la declaración sea general y enfatice la provisión de la salvación en sentido universal en lugar de destacar las personas implicadas. El verbo «has redimido» (eigórasas) es el aoristo indicativo, voz activa de agorádso, que significa «comprar en el mercado», «redimir». En el Nuevo Testamento, tanto Pablo como Pedro usan dicho verbo con referencia a la salvación, considerándola como una compra (véanse 1 Co. 6:20; 7:23; Gá. 3:13; 4:5; 2 P. 2:1; 1 P. 1:18, 19). Debe recordarse que el mismo Señor Jesucristo afirmó que había venido «para dar su vida en rescate por muchos» (Mr. 10:45).

«Para Dios» indica para ser de Él, es decir, para su beneficio. La persona para cuyo beneficio la compra fue hecha no es otro sino Dios mismo, como lo indica (toi theoí) «para Dios». El precio pagado lo expresa la frase «con tu sangre» (en toí haímtí sou) o «por medio de tu sangre» (véase 1:5). La sangre representa la muerte sustitutoria del Cordero. El precio pagado por el rescate fue su propia sangre (véanse Ef. 1:6; Hch. 20:28).

«De todo linaje y lengua y pueblo y nación». Los súbditos espirituales para la esfera de soberanía del Cordero-Redentor son tomados de cada tribu y lengua y pueblo y nación de la tierra. La expresión es partitiva, es decir, sólo una parte del número total en realidad disfruta de los beneficios de esa muerte. Los beneficios de la obra redentora de Cristo tienen que ser apropiados por medio de la fe en Él. Gente de todo linaje, lengua, raza y orientación política está representada en esta amplia compañía de los beneficiarios de la redención de Cristo.

5:10

«Y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra»
. Los mejores manuscritos presentan la siguiente lectura: «Y has hecho para nuestro Dios un reino y sacerdotes, y reinarán sobre la tierra». Esta lectura armoniza mejor con el contexto y es preferible a la de la Reina-Valera 1960. Los redimidos del Cordero se han hecho un reino para Dios. El verbo «has hecho» (epoíeisas) es el aoristo indicativo, voz activa de poiéo, que significa «hacen». El tiempo aoristo tiene aquí una función profética, anticipando el resultado final de la acción. Como posesión de Dios, los redimidos no serán meramente pueblo de Dios sobre quien Él reina, sino que también compartirán el gobierno de Dios en el reino milenial venidero (véase 1 Co. 4:8; 6:3).

Además de ser un reino, los redimidos son «sacerdotes» para Dios. Como tales, los redimidos sirven a Dios y tienen libre e inmediato acceso en su presencia. Es un tributo a la gracia de Dios que hombres pecadores y rebeldes de entre todas las naciones, tribus y lenguas hayan sido redimidos, perdonados, justificados y santificados para hacer de ellos un reino y sacerdotes para Dios (véase Ap. 1:6; 20:6). A esto, sólo puede decirse: ¡Gracias a Dios por su don inefable!

«Y reinaremos sobre la tierra», o mejor, «y reinarán sobre la tierra». Los redimidos por el Cordero participarán del reinado glorioso del Mesías en la tierra y disfrutarán de las bendiciones que el Señor ha de derramar sobre ellos de manera abundante. La referencia no es al reino espiritual presente de los creyentes, sino al reino escatológico que el Mesías inaugurará con su gloriosa segunda venida (véase Ap. 20:4; 22:5). La meta de la historia es el establecimiento del reinado glorioso del Mesías. Dicho reino se caracterizará por la existencia continua de paz, justicia y santidad. Será un tiempo en que toda la tierra estará llena del conocimiento del Señor (Is. 11:9: Hab. 2:14). Dios cumplirá su propósito original tocante a la tierra y tocante al hombre (véanse Sal. 8; He. 2:5-9). Debe recordarse que el reinado del Mesías será eterno (Dn. 2:44; 7:13, 14; Ap. 11:15), pero ese reino eterno tendrá un prólogo histórico que durará mil años durante el cual la gloria del Mesías se manifestará en todo su esplendor y será reconocido entre los hombres como Rey de reyes y Señor de señores.

5:11

«Y miré, y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono, y de los seres vivientes, y de los ancianos; y su número era millones de millones»
. Este versículo introduce la segunda expresión de alabanza de parte de las «huestes celestiales». La expresión «y miré» (kai eidon) indica que Juan contempla una escena diferente de la anterior. Juan escucha la voz de muchos ángeles que forman un amplio círculo «alrededor» (kyklor) del trono pero, evidentemente, alejados del círculo de los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos. El número de los ángeles que el apóstol vio alrededor del trono es incalculable. El texto griego dice que eran: «muchos ángeles» (angélon pollón) y que su número era «diez mil de diez mil y miles de miles» (myriádes myriádón kai chiliádes chiliádón). Sin duda, esta es una manera de expresar el hecho de que es imposible determinar el número del ejército angelical.

5:12

«Que decían a gran voz: El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza»
. La alabanza angelical es imposible de describir. El texto no dice que los ángeles cantaron, sólo dice que «decían a gran voz» (légontes phonei megálen). Al unísono, la celebración ensordecedora del coro angelical proclama la dignidad del Cordero-Redentor. El canto de los seres vivientes y de los ancianos expresa la obra de Cristo en su muerte; ahora los ángeles cantan de las posesiones de Cristo en su gloria. Evidentemente, los ángeles se regocijan con la obra del Cordero y toman parte activa en la alabanza de su dignidad y proclaman a gran voz: «Digno es el Cordero, el que fue inmolado» (texto griego). Seguidamente, los ángeles pronuncian siete adscripciones atribuidas al Cordero. Las cuatro primeras (poder, riquezas, sabiduría y fortaleza) son cualidades que el Cordero posee y por las que es digno de ser alabado. Las tres restantes son atribuidas al Cordero en alabanza que son propias de su persona (honor, gloria y alabanza).

En el texto griego hay sólo un artículo determinado al principio de las siete adscripciones. Dicha forma gramatical ata, por así decir, los mencionados reconocimientos como si formasen una cadena indestructible. El Cordero es digno de «recibir» (labein) el poder—y riquezas—y sabiduría—y fortaleza—y honra—y gloria—y alabanza. Es importante dar consideración, aun cuando sea brevemente, a cada una de las siete adscripciones dadas al Cordero.

«Poder» (dynamin). Este vocablo significa «poder dinámico», «poder inherente». Dynamis comporta la idea de poder tanto físico como moral. El Cordero-Redentor es digno de «recibir» el poder que es suyo, puesto que lo posee de forma inherente por ser quien es: El Todopoderoso y vencedor sobre todos sus enemigos.

«Riquezas» (plouton). En su encarnación, Cristo se vació a sí mismo (Fil. 2:7), condescendió hasta las esferas más bajas delante de los hombres. «Se hizo pobre, siendo rico» (2 Co. 8:9). El Cordero-Redentor posee riquezas inagotables tanto en el ámbito espiritual como en el físico. Él ha derramado y derramará de sus riquezas sobre sus redimidos.

«Sabiduría» (sophían). Su sophían designa el atributo de Dios que se demuestra a sí mismo en la creación consciente y deliberada y en el gobierno del mundo, señalando límites y metas en la ejecución de su voluntad y la estructuración del destino. Establece el gobierno de justicia en la tierra y es el poder moral que protege y efectúa el progreso de la historia universal.

«Fortaleza» (ischyn). Este vocablo se usaba en la literatura clásica para denotar la fuerza y el poder poseído por seres vivientes o por cosas. El uso que recibe en el Nuevo Testamento es muy similar al de la literatura clásica. En Apocalipsis 5:12, los ángeles atribuyen «fortaleza» al «Cordero que fue inmolado». Por lo general, el cordero es considerado como una criatura débil y frágil. El Cordero-Redentor posee «fortaleza» inherente en su Persona divina. Él demostró esa fortaleza al llevar sobre sí la carga del pecado del mundo y resucitando de entre los muertos (véase Ef. 1:19). Al final de la historia, la demostrará cuando destruya a todos sus enemigos (véase Ap. 19:15).

«Honra» (timein). El Señor Jesucristo dijo: «Porque el Padre a nadie juzga, sino que todo juicio dio al Hijo, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo no honra al Padre que le envió» (Jn. 5:22, 23). La «honra» es propia de Cristo porque Él es Dios. Dios el Hijo es digno de la misma honra que Dios el Padre. Una de las razones teológicas que demanda el establecimiento del reino mesiánico es la necesidad de que el Mesías sea honrado en medio de los hombres dentro del tiempo y de la historia. Tal como fue históricamente humillado, será históricamente honrado (Fil. 2:5-11).


«Gloria» (dóxan). En la Biblia, «gloria» (dóxa) es una cualidad que pertenece a Dios y es reconocida por el hombre solamente en respuesta a Él. Jesucristo es la efulgencia de la gloria de Dios (He. 1:3), pero cuando se encarnó esa gloria fue velada. Sólo en raras ocasiones su gloria fue vista por los hombres (véanse Jn. 1:14; Mt. 17:1-5; 2 P. 1:17). Él es digno de recibir gloria y, en realidad, la ha de recibir cuando venga para inaugurar su reino de paz y justicia (Mt. 24:30).


«Alabanza» (eulogían). Este vocablo procede del verbo eulogéo, que significa «hablar bien» en el sentido de «dar alabanza». Él es digno de recibir alabanza como expresión de gratitud por todos los beneficios y bendiciones que ha derramado sobre los hombres, particularmente sobre sus redimidos.

5:13

Hay una tercera manifestación de alabanza, dirigida «al que está sentado en el trono, y al Cordero». El texto lo expresa así: «Y a todo lo creado que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay, oí decir .... » Esta cuádruple alabanza constituye un glorioso y estupendo clímax al cuadro de adoración que aparece en los capítulos 4, 5 del Apocalipsis.

Todas las criaturas del universo se unen para dar alabanza y rendir homenaje tanto a Dios el Padre como a Dios el Hijo (simbolizado por el Cordero). Obsérvese que hay una cuádruple división de la creación y todos los seres vivientes de cada uno de esos ámbitos honran al Padre y al Hijo por igual. Tal acción debe considerarse como una prueba de la absoluta deidad de Cristo.

Es increíble que la mayoría de los comentaristas del Apocalipsis no perciban la trascendencia de la cuádruple alabanza descrita en este versículo. ¿Qué ocurrirá en la tierra cuando tal evento acontezca? Porque este es un evento que ocurrirá en el futuro, justo antes de que el Cordero rompa el primer sello del rollo. ¿Pasará desapercibido a los habitantes de la tierra el hecho de que «todo lo creado que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay» alaben a su Creador? Esto, más bien, parece ser una señal—la primera señal—universal dada por el Señor a través de la naturaleza a los habitantes de la tierra de que algo espeluznante está por ocurrir. Siendo que la rotura del primer sello trae como consecuencia la manifestación del Anticristo en el escenario mundial, y que será él quien cause la «gran tribulación» de los escogidos de Dios, los santos no debiéramos permanecer indiferentes ni menospreciar este versículo que bien puede ser una señal de advertencia para nosotros cuando se cumpla. «El que tiene oídos para oír, oiga», para que no se cumpla en él la profecía de Isaías 6:9-10.

«Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos». Esta maravillosa frase es enfática. Gramaticalmente hay un polisíndeton, es decir, la repetición de la conjunción copulativa «y». Pero, además, el artículo determinado acompaña a cada uno de los sustantivos. La conjunción se repite para que el lector dé atención a cada sustantivo y el artículo determinado obliga a individualizar cada componente de la doxología. La perfección del plan diseñado por el que está sentado en el trono y ejecutado por el Cordero es de una magnitud tal que no puede hacer menos que producir una alabanza que implique a todos los seres inteligentes de la creación. Obsérvese, además, el énfasis especial al hecho de que la exaltación del Cordero no es sólo por el milenio, sino que dura «por los siglos de los siglos» (eis tous aionas ton aiónon), es decir, por toda la eternidad.

5:14

«Los cuatro seres vivientes decían: Amén; y los veinticuatro ancianos se postraron sobre sus rostros y adoraron al que vive por los siglos de los siglos»
. Los cuatro seres vivientes, como superiores a todos los otros seres creados, apropiadamente ponen el sello de aprobación en la alabanza de la creación.

El verbo «decían» (élegon) es el imperfecto indicativo, voz activa de légo. Esa forma verbal podría traducirse: «decían continuamente», «repetían una y otra vez». Los cuatro seres vivientes fueron quienes iniciaron la alabanza delante del trono celestial y ahora no cesan de repetir «Amén». El vocablo «amén» se usa 10 veces en el Apocalipsis (1:6, 7, 18; 3:14; 5:14; 7:12; 19:4; 22:20, 21). La palabra hebrea «amén», tomada en préstamo del arameo, significa «ciertamente». Es una fórmula solemne de la que se servía ya el israelita en los tiempos del Antiguo Testamento para hacer suya una doxología, un juramento, una bendición, una maldición o una imprecación. Se trata, sin excepción, de la respuesta de asentimiento que alguien da a las palabras de otro. Así ocurre también en 1 Corintios 14:16; 2 Corintios 1:20; Apocalipsis 5:14; 7:12; 19:4; 22:20.

El «Amén» de los cuatro seres vivientes sirve de señal a los veinticuatro ancianos para postrarse en adoración delante del que está sentado en el trono (Dios Padre) y del Cordero (Dios Hijo). Obsérvese que los ancianos no pronuncian palabra alguna. Su adoración es sobrecogedoramente solemne. ¡Es una adoración que no necesita palabras! Simbólicamente reconocen su completa sujeción a ellos [Dios el Padre y el Cordero] y procuran exaltarles en alabanza y adoración.

Resumen y Conclusión

El capítulo 5 del Apocalipsis presenta la visión del rollo que contiene la totalidad de la revelación de la intervención final de Dios en los días finales de la consumación de la historia. El rollo está en la diestra de Dios el Padre. El rollo tiene que ver con juicios y es el Hijo quien tiene la responsabilidad de ejecutar juicios tanto en el ámbito terrestre como en el cósmico. Es por ello que nadie puede romper los sellos que impiden la lectura del contenido del rollo.

Sólo el «León de la tribu de Judá», «la raíz de David», es decir, el Mesías, es digno de romper los sellos con los que el rollo está sellado. Él es el Cordero, o sea, el sacrificio perfecto ofrecido por el pecado del mundo. El murió y resucitó de entre muertos y vive por los siglos de los siglos. Él toma el rollo de la mano del Padre porque el Cordero tiene la potestad para juzgar. El hecho de que el Cordero asume responsabilidad de Juez Supremo del universo produce un triple brote de alabanza. La primera procede de los seres angelicales del mayor rango (los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos). La segunda la pronuncian las miríadas de ángeles que forman un amplio círculo alrededor del trono celestial. Finalmente, hay una tercera alabanza por la totalidad de las criaturas del universo. 

El Cordero es alabado por su perfecta obra expiatoria, por haber redimido para Dios un pueblo extraído de entre todos los diferentes grupos étnicos de la tierra, por haber constituido un reino y sacerdotes para Dios, y por el hecho de que los redimidos reinarán con Él sobre la tierra.

Incuestionablemente, los creyentes de hoy día pueden y deben proclamar las verdades gloriosas contenidas en los capítulos 4 y 5 del Apocalipsis. La certeza del cumplimiento de los propósitos de Dios a pesar de que el mundo ignore al Dios soberano debe producir un singular consuelo en el corazón de todo cristiano. Cristo ha de ser alabado por la totalidad de los seres del universo (Ap. 5:13; Fil. 2:11). Mientras llega ese día, la Iglesia cristiana debe enseñar y vivir de manera que el Cordero-Redentor-Mesías sea alabado en el mundo presente.











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