Apocalipsis Capítulo 4
El libro del Apocalipsis comienza con la visión del Cristo glorificado (1:9-18). Dicha visión constituye una especie de preludio que introduce las cartas o mensajes a las siete iglesias del Asia Menor (2:1-3:22). De igual manera, la visión del trono y el rollo en los capítulos 4 y 5 es preparatorio de las cosas que han de ocurrir en la tierra posteriormente.
La visión del trono del Dios Creador del universo y del rollo sellado con siete sellos destaca un cuadro de juicio. La escena que aparece en los capítulos 4 y 5 está claramente relacionada con Daniel 7:9-14, 22-27, pero Apocalipsis 4-5 la presenta desde la perspectiva de la Iglesia, mientras que Daniel 7 la presenta desde la óptica de Israel.
Apocalipsis 4-5 descorre el telón del escenario celestial y permite que Juan contemple el glorioso cuadro de la preparación divina para la intervención del Dios Soberano en los asuntos del hombre. Los capítulos 4 y 5 son preparatorios para el comienzo del «día de Jehová» o «día del Señor». El hombre ha tenido su día. La humanidad ha vivido de espaldas a Dios y en rebeldía contra su Creador. El ser humano ha actuado como si Dios no se preocupase ni interviniese en la historia. El humanismo secular y filosófico proclama que Dios no es necesario para el progreso humano. El hombre, dicen los humanistas, puede vivir sin Dios. Pero la Palabra de Dios enseña sin ambages que Dios es indispensable. Él es Señor de la historia y soberano de la humanidad. El aspecto final de la respuesta a la pregunta: «¿Quién es de verdad el soberano del universo?» se pone de manifiesto en Apocalipsis 4-5.
Comentario
4:1
«Después de esto miré, y he aquí una puerta abierta en el cielo», mejor «después de estas cosas vi y he aquí una puerta que había sido abierta y permanecía abierta en el cielo». La expresión «después de estas cosas» tiene que ver con el contenido de los capítulos 2 y 3, es decir, después de las cuestiones relacionadas con las iglesias. «Miré, y he aquí». El verbo «miré» (eídon) es el aoristo segundo, modo indicativo, voz activa de horáo, que significa «ver», «mirar». El aoristo sugiere una acción puntual y el modo indicativo señala la realidad del acontecimiento. «He aquí» (idou) es una exclamación enfática usada para llamar la atención. Juan ha estado tratando con cuestiones que suceden en la tierra. Ahora, en los capítulos 4, 5, el escenario descrito es celestial. «Una puerta abierta en el cielo» (thyra eineoigméne en toí ouranoi). La expresión «abierta» es un participio perfecto, voz pasiva. El tiempo perfecto sugiere una acción completada con resultados permanentes. Dicho participio sugiere que la puerta ha sido abierta y dejada así para la llegada de Juan. No se menciona en el texto ni cómo ni cuándo la puerta fue abierta, pero el hecho es incuestionable. La puerta abierta permite la entrada personal de Juan para recibir la revelación que aparece en la escena celestial.
«Y la primera voz que oí, como de trompeta, hablando conmigo». Se refiere a «la voz» mencionada en 1:10. La referencia es al Padre, como lo vimos en nuestro comentario de Apocalipsis 1:10, 11. Si fuera la del Señor Jesucristo no habría necesidad de decir «Y la primera voz que oí», puesto que el Señor Jesucristo ha estado hablando a lo largo de los capítulos 2 y 3 en su mensaje a las 7 iglesias de Asia Menor.
La voz es la del Padre, pero el efecto es el de una trompeta. La trompeta se usaba: (1) Para anunciar convocatorias públicas (Neh 4:20); (2) para preparar un juicio (Jl. 2:1); y (3) para producir reverencia y temor (Éx. 19:16). El sonido de la trompeta se usa aquí metafóricamente para destacar la autoridad de la voz del Señor Soberano que habla con Juan. La expresión «hablando conmigo» (laloúseis met' emou) sugiere un mensaje o instrucción dirigido personalmente a Juan.
«Sube acá, y yo te mostraré las cosas que sucederán después de estas». El verbo «sube» (anába) es el segundo aoristo imperativo, voz activa de anabaíno. Esta forma verbal sugiere acción urgente. El apóstol recibe un mandato urgente de subir y, evidentemente, entrar por la puerta que le ha sido abierta en el cielo con el fin de recibir la revelación de parte del Señor. El verbo «mostraré» (deíxo) es el futuro indicativo, voz activa de deíknumi, que significa «mostrar», «exhibir». La promesa de deíxo soi («yo te mostraré») es en ejecución del plan de Dios el Padre al otorgar a Cristo la responsabilidad de transmitir el apokálypsis («revelación») a las iglesias (véase defxai [«mostrar»], 1:1). Su acción, que cumple esta promesa, comienza en Apocalipsis 6:1, donde el Cordero inicia el proceso de romper los sellos del rollo sellado con siete sellos.
El Señor promete mostrar a Juan «las cosas que sucederán después de estas». El texto griego dice: «las cosas que necesariamente sucederán después de estas». Esa declaración pone de relieve el hecho de la certeza del cumplimiento, y no habrá acción humana ni fuerza satánica que pueda impedirlo.
«Las cosas que necesariamente sucederán después de estas» completa la tercera división del bosquejo del libro que aparece en Apocalipsis 1:19. La referencia es a los acontecimientos que se describen en el resto del Apocalipsis, es decir, 4:1- 22:21. En esos capítulos se describe lo relacionado con el día del Señor, que abarca los juicios de la gran tribulación, la venida en gloria del Rey-Mesías y la creación de los nuevos cielos y la nueva tierra.
4:2
«Y al instante yo estaba en el Espíritu», mejor «inmediatamente me hallé yo mismo en espíritu». El texto griego omite la conjunción «y» lo que hace que la frase sea más dramática. También debe notarse que aunque la Reina-Valera 1960 sugiere que «en el Espíritu» se refiere al Espíritu Santo, es mejor tomar la expresión en pneúmatí como una alusión al espíritu de Juan. Tal como sucede en Apocalipsis 1:10, Juan es transportado espiritualmente hasta el mismo cielo, donde pudo contemplar las cosas que le fueron reveladas. Experimentó un segundo éxtasis que le permitió ser trasladado en su espíritu para recibir la visión que le fue dada. No existe fundamento para descubrir en este lugar un rapto de la iglesia.
«Y he aquí, un trono establecido en el cielo, y en el trono, uno sentado». «He aquí» (idou) es una interjección que se repite varias veces a través del Apocalipsis para llamar la atención respecto a una intervención divina o para señalar algún acontecimiento importante (véase 1:7, 18; 2:10, 22; 3:8, 9, 14, 20; 4:1, 2).
«Un trono establecido en el cielo». El sustantivo «trono» (thrónos) se usa 45 veces en el Apocalipsis. Aunque dicho vocablo tiene varios usos en la literatura clásica, aquí parece referirse a un trono de juicio o al estrado de un juez. Representa la absoluta soberanía de Dios y al hecho de que el Juez y Señor del universo está a punto de intervenir en la historia de la humanidad. El trono de la gracia se transformará en el trono de juicio.
Obsérvese que el trono está «establecido en el cielo» (ékeito en toi ouranoi). El verbo «establecido» (ékeito) es el imperfecto indicativo, voz media de kéimai y debe traducirse «estaba colocado», «estaba siendo puesto» o «estaba en pie». En cualquier caso, la idea es que el mencionado trono es colocado o introducido en ese momento porque antes no estaba allí. El trono es preparado para juicio (véase Sal. 9:7; también Dn. 7:9 donde se usa el plural «tronos»). La preparación de la escena de esos juicios tiene lugar en los capítulos 4 y 5 del Apocalipsis. El trono fue establecido «en el cielo», porque el Dios del cielo está a punto de manifestar su soberanía en la tierra (véase Dn. 2:44).
«Y en el trono, uno sentado». La expresión «sentado» (kathéimenos) es el participio presente, voz media de kátheimai, que significa «sentarse». El tiempo presente sugiere una acción en progreso que podría expresarse así: «Y en el trono, uno [que estaba] en el acto de sentarse» o «y en el trono, uno [que estaba] sentándose». Juan no hace ningún esfuerzo por describir concretamente o identificar dicha persona, sino que utiliza un símil para recalcar el efecto general de su percepción de aquel sentado sobre el trono. La combinación de kathéímenos («sentándose») y la preposición epí («sobre») frecuentemente designa a Dios a través del libro. La postura de estar sentado denota la actividad de reinar, no de descansar o del cese de la función sacerdotal como en Hebreos 1:3; 10:12; 12:2.
Pero lo más probable es que la expresión «sentándose sobre el trono» apunte al hecho de que Dios, como juez del universo, da comienzo a los juicios escatológicos profetizados en las Escrituras. El cuadro es el de un juez que entra en la corte judicial y toma su sitio en el estrado real porque el juicio va a comenzar.
4:3
«Y el aspecto del que estaba sentado era semejante a piedra de jaspe y de cornalina». Las piedras preciosas mencionadas («jaspe y cornalina») simbolizan las deslumbrantes glorias, atributos, excelencias y perfecciones de Dios el Padre. El «jaspe» posiblemente se refiere al diamante y destaca el lustre brillante de luz blanca que describe la pureza de la gloria y la santidad de Dios (véase Ap. 21:11). El sustantivo «cornalina» en el texto griego es sardíoi o sardónica, es decir, una ágata de color rojo fuego o rojo sangre, que podría sugerir una expresión de la justicia y la ira de Dios. Lo que el apóstol describe no es a Dios mismo, sino su fulgor, su esplendor, porque a Él no se le puede describir (Éx. 20:4). En la visión se le representa como rodeado del lustre resplandeciente del diamante, claro como cristal, blanco, consumidor, simbolizando la santidad de Dios, y con el carmesí del sardio, color como de sangre, indicando que este santo carácter de Jehová se expresa por medio de los juicios.
«Y había alrededor del trono un arco iris, semejante en aspecto a la esmeralda». El arco iris es un recordatorio del pacto de Dios con Noé (Gn. 9:15-16). Quizá sea una manera de traer a la memoria que Dios es misericordioso aun en medio del juicio. El arco iris parece ser un círculo completo alrededor del trono, semejante a una aureola luminosa. La «esmeralda» es de color verde y posee la cualidad de atemperar el deslumbrante brillo del jaspe de majestad y el fulgurante rojo de la cornalina de juicio.
Resumiendo, aunque Dios aparece sentado sobre un trono de juicio, manifiesta un estado de tranquilidad perfecta y majestad inefable, radiante en la refulgencia de sus infinitas perfecciones. El juicio de Dios es determinado por lo que Él es en sí mismo, condicionado por la luz y las perfecciones de su propio carácter. El arco iris, como se ha observado, evoca el pacto de Dios con Noé (Gn. 9:9-17). En Génesis 9, sin embargo, el arco iris aparece después del juicio de Dios sobre la humanidad, mientras que en Apocalipsis 4 lo precede como garantía de que no habrá una destrucción total de la civilización (véase Mt. 24:22). ¡En medio de la ira, Dios se acuerda de tener misericordia!
4:4
«Y alrededor del trono había veinticuatro tronos». Es de suponerse que el trono de Dios sobresale por encima de los veinticuatro tronos mencionados en este versículo. Estos veinticuatro tronos están situados «alrededor» (kyklóthen) del trono de Dios, probablemente doce a cada lado o, más probable aún, en otro círculo más allá de la aureola de esmeralda.
«Y vi sentados en los tronos a veinticuatro ancianos». El vocablo «sentados» (katheiménous) es el participio presente, voz media de kátheimai. Esta forma verbal es descriptiva. Juan vio a los veinticuatro ancianos mientras tomaban sus asientos en los mencionados tronos, ejerciendo conjuntamente con Dios el Padre autoridad judicial delegada y formando parte del tribunal o consejo real.
«Vestidos de ropas blancas, con coronas de oro en sus cabezas». El término «vestidos» (peribebleiménous) es el participio presente, voz pasiva de peribállo, que significa «estar vestido». El tiempo perfecto sugiere una condición permanente. Las «ropas blancas» sugieren la pureza de su carácter en el juicio. Las «coronas de oro» (stephánous chrysous) podría referirse tanto a la victoria obtenida por los que las llevan como a la condición de realeza. El vocablo stéphanos aparece ocho veces en el Apocalipsis y generalmente indica la corona de un vencedor. Dicho vocablo, sin embargo, también puede referirse a una corona real. Hay otro sustantivo griego diádeima, que significa «corona real». Este sustantivo representa autoridad real más concretamente que stéphanos. No obstante, en el contexto de Apocalipsis 4, parece ser más consonante interpretar stéphanos como emblema de realeza en lugar de otorgarle el significado común de «corona de un vencedor».
Una cuestión que se ha discutido por los comentaristas concierne a la identidad de los veinticuatro ancianos. ¿Quiénes son los mencionados ancianos o prebyterous? El vocablo «anciano» o presbyteros se usa para indicar una persona de edad avanzada (véanse Hch. 2:17; 1 Ti. 5:1), y también para referirse a alguien que ocupa una posición oficial sin tener en cuenta la edad, pero sí la madurez (véanse Mt. 16:21; Hch. 4:5, 23; 14:23; 1 Ti. 5:17). Aunque el texto no aclara por qué su número es veinticuatro ni por qué se les clasifica como ancianos, la identificación de los veinticuatro ancianos en Apocalipsis 4:4 es una tarea fácil para quien no tiene suposiciones teológicas o denominacionales que defender y deja que la Biblia interprete el texto.
Algunos expositores opinan que son hombres, mientras otros dicen que son ángeles. Los que entienden que son hombres se dividen en tres grupos: (1) Los que creen que representan a la Iglesia; (2) los que dicen que representan a los redimidos de Israel; y (3) los que opinan que representan a ambos grupos.
Quienes entienden que los veinticuatro ancianos representan a ángeles también se agrupan en tres bandos: (1) Los que creen que representan a órdenes sacerdotales del Antiguo Testamento; (2) los que piensan que simbolizan a los fieles de todos los siglos; y (3) los que interpretan que representan una clase especial de ángeles.
Supuestos argumentos a favor de la Iglesia
l. Quienes quieren creer que los ancianos representan a la Iglesia, se apoyan en Apocalipsis 5:9, 10, donde los veinticuatro ancianos junto con los cuatro seres vivientes alaban al Cordero «Y cantaban un nuevo cántico diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación; y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra». Dicen que los ancianos son redimidos por el uso del pronombre «nos» («nos has redimido») en 5:9. También el uso de «nos» en 5:10 y la frase final: «Y reinaremos sobre la tierra» Sin embargo, esa lectura del texto sólo es apoyada por la mitad de los manuscritos existentes.
La lectura del texto crítico de Apocalipsis 5:9,10 conduce a una interpretación diferente del pasaje: «Y cantaban un cántico nuevo: Eres digno de recibir el documento y abrir sus sellos, porque fuiste inmolado, y con tu sangre compraste para Dios [gente] de toda tribu, lengua, pueblo y nación, y los hiciste reino de sacerdotes para nuestro Dios, y reinarán sobre la tierra». Según el texto crítico, los veinticuatro ancianos conjuntamente con los cuatro seres vivientes alaban al Cordero por lo que ha hecho por otros, no por lo que ha hecho por ellos.
2. También se argumenta que las ropas blancas sugieren las justicias de la Iglesia. Debe recordarse, sin embargo, que los ángeles también aparecen vestidos con ropas blancas (véanse Jn. 20:12; Hch. 1:10; Ap. 6:11). Además los mártires de la tribulación también visten de blanco (Ap. 6:11; 7:9, 13). De modo que las ropas blancas no son exclusivas de los redimidos de la Iglesia.
3. Se argumenta que las coronas son los galardones de la Iglesia delante del tribunal de Cristo. Sin embargo, las coronas de los veinticuatro ancianos parecen indicar más bien el derecho de ejecutar juicio sobre la base de algún tipo de victoria. Las coronas denotan la dignidad de quienes están asociados con el trono de Dios (véanse 1 R. 22:19; Sal. 89:7).
Quienes creen que los ancianos simbolizan la Iglesia tienen que contender con las siguientes objeciones:
l. Una cuestión hermenéutica: El texto da a entender que se habla de 24 ancianos en el sentido literal del vocablo.
2. Si los 24 ancianos son simbólicos, también tendrían que serlo los cuatro seres vivientes mencionados en el versículo 6.
3. El contexto no da a entender que los 24 ancianos sean un grupo simbólico. Obsérvese que en 5:5 y en 7:13 un anciano actúa de manera individual y no el grupo colectivamente.
4. Nótese, también, que en 7:14 Juan contesta la pregunta de uno de los ancianos en particular («Señor, tú lo sabes»).
Sugerencia en cuanto a quiénes podrían ser los ancianos mencionados en 4:4
l. Los veinticuatro ancianos mencionados en Apocalipsis 4:4 son los mismos mencionados en 4:10; 5:8; 11:16 y 19:4.
2. Son veinticuatro individuos o seres que habitan en el cielo (7:11). En los Salmos 82:1 y 86:8 se nos revela que Dios juzga en medio de seres que por su alta dignidad celestial el salmista inspirado los llama dioses. El Salmo 82:1 dice así: «Dios está en la reunión de los dioses; en medio de los dioses juzga». El Salmo 86:8 dice así: «Oh Señor, ninguno hay como tú entre los dioses, ni obras que igualen tus obras». Un estudio de estos dos Salmos en contexto le demostrará al estudiante desprejuiciado que Dios juzga en los cielos acompañado de otros seres creados por Él a quienes Él les ha otorgado esta alta dignidad—exactamente como lo hacen aquí en Apocalipsis 4:4 estos veinticuatro ancianos.
3. Son seres celestiales que, por su posición, reciben la clasificación de ancianos. Como ya se ha observado, el vocablo «anciano» (presbyteros) es un término que denota un oficio de gobierno, es decir, se refiere a uno que gobierna (véanse 1 Ti. 5:17; Éx. 3:16; 18:13-26; 24:9; 1 S. 8:4). Los ancianos celestiales están muy por encima de los ángeles comunes. Estos están sentados mientras que los otros ángeles permanecen de pie. Son gobernadores sobre el resto de la creación, porque la anteceden en tiempo y sobre los ángeles debido a su madurez espiritual.
4. Su responsabilidad es el ejercicio de supervisión en el ámbito celestial bajo la autoridad del Señor Dios Todopoderoso. Están sentados en tronos como demostración de su posición (véase Col. 1:16; también Dn. 4:13, 17, 23; 10:13). La Biblia da a entender la existencia de rangos dentro de las huestes celestiales.
5. El contexto presenta un cuadro de la organización de la autoridad celestial. Allí están todos los poderes o autoridades para la ejecución de juicio quienes, al echar sus coronas a los pies del León de la tribu de Judá, reconocen su derecho supremo para juzgar (Jn. 5:22, 27). Los ancianos gobiernan sobre los ángeles y a través de ellos gobiernan la tierra. Los capítulos 4 y 5 del Apocalipsis presentan la crisis final: Los reinos del sistema mundial están a punto de llegar a ser los reinos de Dios y su Mesías, parcialmente mediante la intervención angelical (Ap. 11:15) y dirigidos por los ancianos y los cuatro seres vivientes quienes están sujetos a la autoridad de Cristo.
4:5
«Y del trono salían relámpagos y truenos y voces». La expresión «del trono» (ek toa thrónou) significa «fuera del mismo trono», es decir, directamente fuera del sitio del gobierno divino. El verbo «salían» (ekporeúontai) es el presente indicativo, voz media de ekporeúómai. El presente sugiere una acción continua. La idea puede expresarse así: «Y del mismo trono proceden relámpagos y truenos y voces».
La escena presagia el inminente juicio. Una vez más, puede observarse que el trono mencionado aquí no es «el trono de la gracia» de Hebreos 4: 16, sino el trono o estrado judicial. Nótese la aparición de: (1) «Relámpagos» que aterrorizan (véanse Éx. 19:16; Ez. 1:13); (2) «truenos» señal de la ira judicial ( véanse Éx. 9:23, 28; 1 S. 7:10; 12:17, 18; Sal. 29:3); y (3) «voces», sonidos y ecos de voces que les acompañan. Durante este período que tiene que ver con el inicio de los últimos tres años y medio de la era, el trono de Dios es un lugar de juicio y sentencias de juicios. Una vez que ese tiempo se cumpla, el trono de Dios será un lugar de bendición (véase Ap. 22:1).
«Y delante del trono ardían siete lámparas de fuego, las cuales son los siete espíritus de Dios». Esta frase pone de manifiesto una segunda actividad que transcurre delante del trono, es decir, en el lugar más preeminente del cuadro contemplado por Juan. Las «siete lámparas» son en realidad «siete antorchas» (hepta lampódes) de las que se usan para el exterior. El vocablo «ardían» en realidad es el participio presente, voz pasiva con función de gerundio, kaiómenai, que debe traducirse «ardiendo». La forma de gerundio es descriptiva y expresa una acción continua. Juan vio siete antorchas de fuego ardiendo delante del trono con llama brillante y continua. El apóstol identifica dichas siete antorchas con «los siete espíritus de Dios». Sin duda, la referencia es al Espíritu Santo, quien también aparece en la perfección de su ira como miembro incuestionable del tribunal celestial. En ese tribunal celestial está la santísima Trinidad, asistida por los veinticuatro ancianos y los cuatro seres vivientes listos para ejecutar los juicios decretados por Dios con el fin de purificar la creación y preparar la tierra para el reinado glorioso del Mesías.
4:6
«Y delante del trono había como un mar de vidrio semejante al cristal». Es evidente que Juan encuentra dificultad para describir el entorno del trono. Primeramente dice que delante del trono había algo así como un mar de vidrio o cristal. Sin duda, la figura usada en la comparación trasciende la capacidad humana para describirla.
También es difícil determinar el significado de la figura del «mar». Podría referirse a un pavimento de vidrio que se asemeja a la superficie del agua. Tal vez sea algo semejante al «embaldosado de zafiro» mencionado en Éxodo 24:10 (véase también Ez. 1:26). Otra sugerencia es que se refiera a la realidad sobrenatural en el cielo que se corresponde con la fuente del tabernáculo (Éx. 40:7) o el mar de bronce del templo de Salomón (1 R. 7:23-26). Obsérvese la frase «delante del trono». Tal como en el Antiguo Testamento ningún sacerdote entraba en el tabernáculo sin antes pasar por la fuente de la purificación, así tampoco hay acercamiento al trono sin pasar antes por el mar. Debe notarse, sin embargo, que no se menciona aquí agua. Eso significa que la purificación ha ocurrido con anterioridad. El cristal mencionado no es un espejo que refleja las imperfecciones, sino que es transparente, de modo que permite ver sin restricción.
Cualquiera de las dos sugerencias que se acepte permite concluir que el cuadro presenta una realidad fija y permanente de la santidad como requisito indispensable para entrar en la presencia de Dios. Sólo quienes se han acogido a los méritos de Cristo y han sido limpiados de sus pecados pueden ser recubiertos de la justicia y la santidad que les permite entrar en la misma presencia de Dios.
«Y junto al trono, y alrededor del trono, cuatro seres vivientes llenos de ojos delante y detrás». Ha habido mucha especulación tocante a la identificación de los «cuatro seres vivientes» (téssara zoia). Los cuatro seres vivientes estaban estacionados alrededor del trono. Podría ser que uno estuviese delante (en el medio), uno a cada lado y el otro detrás. Estos seres vivientes son zoe, es decir, entes que poseen el principio de la vida que los hace adaptarse a la inmediata presencia del Dios viviente y, por lo tanto, están en armonía activa con el Creador.
La primera característica que Juan observa es que los cuatro seres vivientes estaban «llenos de ojos delante y detrás». El vocablo «llenos» (gémonta) es el participio presente, voz activa de gémo, que significa «estar lleno». Esta expresión sugiere la idea de algo completo. la frase «delante y detrás» habla de facultad comprensiva o extensa. En el versículo 8b dice: «...y alrededor y por dentro estaban llenos de ojos...». Esta expresión sugiere tanto el conocimiento intrínseco o subjetivo como el conocimiento objetivo de los cuatro seres vivientes. Los «ojos» sugieren conciencia, vigilancia y discernimiento no sólo en lo intrínseco, sino también en la vigorización espiritual que sustenta la creación.
«El primer ser viviente era semejante a un león; el segundo era semejante a un becerro; el tercero tenía rostro como de hombre; y el cuarto era semejante a un águila volando». Obsérvese que los cuatro seres vivientes poseen características propias. Dichas características permiten apreciar que cada uno de ellos es superior en su clase. Nótese, además, que sólo en el caso del tercero la característica personal se limita a su rostro:
l. León: Habla de fuerza (Pr. 30:30); ira (Pr. 19:12); majestad y realeza (2 Cr. 9:18-19).
2. Becerro: Sugiere vitalidad, sacrificio, resistencia, trabajo.
3. Hombre: Destaca personalidad, inteligencia, sensibilidad, voluntad, capacidad para ejercer autoridad.
4. Águila: Destaca visión permanente, vuelo ágil y elevado (Is. 40:31), juicio celestial (Dt. 28:49; Jer. 4:13; Os. 8:1; Hab. 1:8).
4:8a
«Y los cuatro seres vivientes tenían cada uno seis alas». Podría haber alguna relación entre estos cuatro seres vivientes y los mencionados en Ezequiel 1:16, pero no deben ser los mismos. Los seres vivientes de Ezequiel 1:16 tienen cuatro alas mientras que los de Apocalipsis 4:6-9 tienen seis. El texto no dice nada tocante a la función de sus alas. Se puede conjeturar, sin embargo, que son emblemas del continuo servicio que rinden a Dios, particularmente en lo que respecta a la adoración.
Hay quienes intentan espiritualizar el significado de los cuatro seres vivientes, pero tal acercamiento es indeseable e innecesario. Lo más sensato es entender que los cuatro seres vivientes pertenecen a una clasificación de seres vivientes semejantes a los querubines mencionados en Ezequiel 10:15, 20, pero con características diferentes: los de Ezequiel tiene cuatro alas, mientras que los de Apocalipsis tienen seis; los de Ezequiel tienen cuatro rostros, mientras que los de Apocalipsis sólo tienen uno; en Ezequiel aparecen con ojos en las ruedas, pero en Apocalipsis sólo en sus cuerpos; en Ezequiel parece ser que los seres vivientes sirven de apoyo al trono, mientras que en Apocalipsis están alrededor del trono.
También podría ser que tanto los cuatro seres vivientes de Ezequiel como los de Apocalipsis pertenezcan a la misma clasificación de seres vivientes, pero con pequeñas variaciones dentro del orden mismo de los querubines. Obsérvese que algunas de las características de los seres vivientes en Apocalipsis 4 son similares a la de los serafines (por ejemplo, el mismo número de alas, Is. 6:2). Como contraste, sin embargo, debe recordarse que los serafines se asocian con la santidad del pueblo de Dios y la purificación (Is. 6), mientras que los querubines se relacionan con el gobierno y con la santidad judicial de Dios. No obstante a todo lo dicho, no es posible dogmatizar tocante a este asunto, particularmente si se toma en cuenta el hecho de la existencia de miríadas de ángeles y nuestro limitado conocimiento de ellos.
Una interpretación congruente con toda la visión del recinto real demanda que entendamos los seres vivientes como un orden elevado de seres angelicales quienes como guardianes inmediatos del trono guían al ejército celestial en adoración y alabanza a Dios.
Resumiendo, la función general de los querubines es proteger, cubrir y guardar el lugar de la inmediata manifestación de la presencia de Dios. Están particularmente activos en juicio contra cualquier cosa que sea contraria a dicha presencia (véanse Gn. 3:24; Éx. 25:18; 1 R. 6:25-35; Sal. 80:1; 99:1; Is. 37:16). Los querubines poseen mucha más autoridad que los ángeles comunes. Los querubines son los encargados de ordenar el comienzo del juicio (Ap. 6:1, 3, 5, 7) y son ellos quienes entregan las siete copas de la ira de Dios a los siete ángeles (Ap. 15:7).
4:8b
«Y no cesaban día y noche de decir: Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha de venir». He aquí una expresión de adoración sobrenatural. Los cuatro seres vivientes están concentrados en rendir alabanza incesante al Señor Dios Todopoderoso. Su actividad consiste en santificar al Soberano, autoexistente, único Dios. Hay un gran parecido con la alabanza de Isaías 6:3, aunque también hay algunas diferencias:
l. «Santo, santo, santo». Igual que la alabanza en Isaías 6, puesto que el Dios tres veces santo permanece inmutable en su esencia. Dios está perfecta y eternamente separado del pecado.
2. «Señor Dios Todopoderoso» (kyrios ho theos ho pantokrátor), literalmente, «Señor el Dios el Todopoderoso». En Isaías 6:3 sólo dice «Jehová de los ejércitos». Pero en Apocalipsis se destaca el hecho de la soberanía de Dios, puesto que se enfoca su juicio sobre la creación. El vocablo «Todopoderoso» (pantokrátor) sustituye a «ejércitos», puesto que la omnipotencia de Dios es revelada en los juicios totales sobre los malvados.
3. En lugar de la frase «toda la tierra está llena de su gloria» de Isaías 6:3, en Apocalipsis 4:8 dice: «el que era, el que es, y el que ha de venir». La tierra está llena de violencia y de iniquidad y «el Señor Dios Todopoderoso» viene para ejecutar sus juicios y preparar la tierra para que pueda ser llena de su gloria. Obsérvese el uso del concepto veterotestamentario de Jehová, el autoexistente Dios guardador del pacto:
l. «El que era» (ho eín). Expresión enfática colocada al principio de la oración. Recalca la inmutabilidad del Creador. El propósito original de la creación, glorificar a Dios, permanece inalterable.
2. «El que es» (kal ho ón). Destaca que el Dios inmutable no es afectado en lo más mínimo por la rebelión pecaminosa de la creación.
3. «Y el que ha de venir» (kal ho erchómenos), literalmente «y el que viene». Sugiere el despliegue de la próxima manifestación de Dios en juicio y la liberación de la creación de la corrupción a la libertad gloriosa de los hijos de Dios (Ro. 8:21).
En los versículos 9 al 11, los cuatro seres vivientes dirigen la alabanza a la que se unen los veinticuatro ancianos. Ambos grupos exaltan y adoran al Señor Dios Todopoderoso. Los veinticuatro ancianos elevan un cántico de gloria, reconociendo la dignidad del Señor.
4:9
«Y siempre que aquellos seres vivientes dan gloria y honra y acción de gracias al que está sentado en el trono, al que vive por los siglos de los siglos». El adverbio «siempre» (hótan), seguido del verbo «dan» (dósousin), que es el futuro indicativo, voz activa de dídómi, proporciona la idea de continuidad: «Todas las veces que dan» o «tan frecuentemente» como los cuatro seres se disponen para dar gloria, los veinticuatro ancianos «se postran» (pesountai) en adoración a Dios. Obsérvese que ambos verbos («dan» y «postran») están en el tiempo futuro de indicativo. Quizá el cuadro sugiera dos acciones simultáneas sincronizadas. La primera es la señal para que comience la segunda. En todo caso, la acción de los cuatro seres vivientes tiene precedencia sobre la de los ancianos. La adoración de los cuatro seres vivientes tiene un cuádruple aspecto:
l. «Dan gloria». Es decir, confiesan la suma total de los atributos, excelencias y perfecciones de Dios. Él es digno de adoración por ser quién es.
2. «Dan honor». O sea, rinden respeto, reverencia y temor reverencial debido a su gloria.
3. «Dan gracias». Es decir, gratitud por los dones de la gracia manifestados en la providencia y en la creación. Dan gracias también en aprecio por los beneficios divinos y alaban a Dios por su bondad en dar. Debe observarse que la alabanza de los ancianos tiene que ver primordialmente con la dignidad de Dios como Creador para tomar su gran poder en juicio. Hay, por lo tanto, un contraste entre la alabanza de los cuatro seres vivientes y la de los veinticuatro ancianos.
4. Dan reconocimiento «al que vive por los siglos de los siglos» (toí zónti eis toits aiónas ton aionon). En el transcurso de la alabanza, los cuatro seres vivientes reconocen su inferioridad delante de Aquel quien es autosuficiente y de quien ellos derivan su vida. La eternidad de Dios es contrastada con la temporalidad de las criaturas.
4:10
«Los veinticuatro ancianos se postran delante del que está sentado en el trono, y adoran al que vive por lo siglos de los siglos, y echan sus coronas delante del trono». Los veinticuatro ancianos abandonan sus tronos para postrarse delante del trono del Soberano, y confiesan su condición de criaturas delante del «que vive por los siglos de los siglos». Los ancianos también «echan sus coronas delante del trono» como señal de sumisión delante de Aquel que es Rey de reyes y Señor de señores.
4:11
«Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas». En el texto griego aparece una lectura algo diferente: «Digno eres, el Señor y el Dios nuestro, de recibir la gloria y la honra y el poder porque tú creaste todas las cosas y por causa de tu voluntad fueron y fueron creadas». Obsérvese, en primer lugar, la causa por la cual los ancianos ofrecen adoración inteligente al Señor Soberano: «Porque tú creaste todas las cosas». Dios es responsable de la creación en todos sus aspectos. El apóstol Juan declara que el Verbo es el creador de todo lo que ha sido creado (Jn. 1:1-3). Pablo hace la misma afirmación (Col. 1:15, 16; véase también He. 1:3). Nótense los siguientes aspectos:
l. El plan de Dios es total: «Todas las cosas».
2. El propósito supremo: «Por tu voluntad».
3. La potencialidad: Todas las cosas «fueron» o «vinieron a existir». Una probable referencia a la existencia potencial de todas las cosas en la mente y el propósito de Dios.
4. El poder: «Fueron creadas» (ektístheisan) es el aoristo primero, voz pasiva de ktídso («crear»). El aoristo contempla la realidad histórica del acontecimiento de la creación. Además, sugiere que la creación no tuvo lugar a través de un largo proceso de millones de años, sino mediante el acto sobrenatural e instantáneo ejecutado por la palabra potente del Dios Creador.
Resumen y Conclusión
El capítulo cuatro de Apocalipsis presenta la sublime visión del trono glorioso del Señor Soberano Juez del universo. El trono es el estrado de un juez que está preparado para ejecutar su juicio. En este caso particular, se refiere a los juicios relacionados con los últimos tres años y medio de la era. El apóstol Juan pudo contemplar el aspecto del glorioso personaje que estaba sentado en el trono. Para poder describirlo, Juan tiene que usar una serie de símiles tales como «piedra de jaspe» y «cornalina».
El trono mismo está rodeado de un arco iris semejante a una esmeralda. Luego Juan ve a veinticuatro ancianos sentados en tronos y vestidos con ropas blancas. Muchos piensan que esos veinticuatro ancianos son hombres glorificados que representan, tal vez, a los santos de todas las edades, a los santos del Antiguo Testamento o quizá sólo a los santos de la dispensación de la Iglesia. Sin embargo, es claro que dichos ancianos son un grupo de seres angelicales de alto rango que comparten con el Señor la responsabilidad de ejecutar juicios.
Delante del trono hay un mar de vidrio que podría representar la transparencia de los juicios de Dios o el hecho de que Dios demanda santidad para que alguien se acerque a su presencia. Allí están también cuatro seres vivientes o querubines. Estos son seres especiales encargados de dirigir la alabanza y la adoración al que está sentado en el trono. De manera sincronizada, los veinticuatro ancianos siguen a los cuatro seres vivientes y adoran a Aquel que es digno de recibir toda la honra y la alabanza por ser el Creador de todo lo creado y el Soberano absoluto del universo.