Apocalipsis Capítulo 2



Las Cosas Que Son: Las Cartas a las Iglesias de Efeso, Esmirna, Pérgamo y Tiatira (2:1-29)

En Apocalipsis 1:19 se declara el bosquejo inspirado del libro. El Señor mismo hizo esa división cuando le ordenó a Juan que escribiera: (1) Las cosas que has visto (1:1-20); (2) las cosas que son (2:1-3:22); y (3) las cosas que han de ser después de estas (4:1-22:21).

Los capítulos 2 y 3 se conocen, de forma general, como «las cartas a las siete iglesias», pero estas no son tanto mensajes de un Señor ausente como juicios de un Juez presente, ocupado en el acto solemne de inspección y decisión. Las siete iglesias eran literalmente asambleas históricas que existían en tiempos de Juan y con las que probablemente el apóstol trabajó como pastor itinerante. Al mismo tiempo, dichas asambleas eran representativas y abarcaban todas las demás congregaciones locales en cualquier parte y en cualquier época. Las siete iglesias mencionadas en Apocalipsis 2 y 3 eran muestras de la totalidad del cuerpo de Cristo.

Sin embargo, no debe olvidarse ni minimizarse el hecho de que los mensajes fueron dirigidos a congregaciones locales concretas, en consideración a la condición particular de cada una de ellas, para motivarlas a una vida espiritual saludable delante de Dios y de los hombres, y para alentarlas a corregir las cosas defectuosas que prevalecían en la mayoría de ellas.

Cada una de las cartas consta de siete partes: (1) Una dedicatoria; (2) una descripción del Señor en consonancia con la visión en 1:12-16; (3) una expresión de aprobación; (4) una denuncia; (5) una exhortación; (6) una advertencia de disciplina (excepto Esmirna); y (7) una promesa al vencedor.

Algunos estudiosos del Apocalipsis opinan que además de las innegables implicaciones locales de los mensajes, hay también una relación histórica en la aplicación de los mismos. Un buen número de intérpretes opina que los siete mensajes representan siete grandes períodos en la historia de la iglesia. La carta dirigida a la iglesia de Éfeso representa el período apostólico; la de Esmirna representa el tiempo de las persecuciones; la de Pérgamo habla de la corrupción de la Iglesia; Tiatira simboliza el auge y supremacía del catolicismo; Sardis representa la era de la reforma; Filadelfia describe el período de énfasis misionero y evangelístico; y Laodicea representa el período de la apostasía de la Iglesia.

Aunque esa interpretación que ve en las cartas a las siete iglesias un cuadro del desarrollo histórico de la Iglesia cristiana tiene sus méritos, es preferible tomar dichos mensajes como comunicaciones dirigidas primordialmente a siete congregaciones locales históricas. Al mismo tiempo, dichas iglesias de manera simultánea representan condiciones que existían en aquellos tiempos y que han estado presentes en todos los periodos de la historia de la Iglesia hasta hoy día.

En resumen, hay una triple aplicación de las siete cartas. En primer lugar, hay una aplicación directa a las iglesias a las que originalmente se les dirigió (Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea). En segundo lugar, hay una aplicación universal a todas las congregaciones existentes a través de los siglos y hasta la edad presente en consonancia con su condición respectiva. Por último, hay una aplicación personal al corazón del lector hecha por el Espíritu Santo en su ministerio presente en la iglesia local. Parece no ser del todo correcto seccionar las cartas y hacer que se correspondan exclusivamente con períodos particulares de la historia de la Iglesia. Un serio peligro de dicha práctica es que muchas iglesias que se enorgullecen de ser como la iglesia de Filadelfia de los postreros días, pudieran parecerse más a la de Éfeso o a la de Sardis o incluso ser peor.

El Mensaje a la Iglesia de Éfeso (2:1-7)

Comentario

2:1


«Escribe al ángel de la iglesia en Éfeso». El imperativo «escribe» sugiere que esta parte del Apocalipsis fue dictada por el Señor al apóstol de la misma manera que Dios dictó a Moisés los Diez Mandamientos.

La primera de las siete cartas se dirige a la iglesia de «Éfeso». Hay por lo menos dos razones en cuanto al porqué Éfeso fue seleccionada en primer lugar: (1) Era la ciudad más importante en el Asia Menor, tanto comercial (por su gran puerto) como políticamente (por tener la mayor población). Además, allí estaba el templo dedicado a la gran diosa Diana. Dicho templo era una de las siete maravillas del mundo antiguo; (2) era la sede principal del ministerio del apóstol Juan y donde pasó cerca de la mitad de su vida. La iglesia de Éfeso la fundó el apóstol Pablo (véase Hch. 19) entre los años 50-55 d.C. En ella Pablo ministró durante más de tres años. La carta a la iglesia de Éfeso que Cristo ordena a Juan escribir fue enviada entre 40 a 50 años después de la fundación de dicha iglesia. Es evidente que las profecías de Pablo tocante a la entrada en Éfeso de falsos maestros se cumplieron literalmente (véanse Hch. 20:29, 30; Ap. 2:2, 6).

En el año 431 d.C. tuvo lugar el concilio de Éfeso. En aquella ocasión, los líderes de la cristiandad se reunieron en dicha ciudad por mandato imperial para combatir la enseñanza de Nestorio tocante a la persona de Cristo. Nestorio era el obispo de Constantinopla. Se opuso a la expresión «madre de Dios» respecto a María. Prefería llamarla «madre de Cristo». A Nestorio se le acusó de dividir la persona de Cristo y fue depuesto por decreto del concilio de Éfeso.

«Al ángel». El vocablo griego ángelos significa mensajero. Dicho término describe a un embajador enviado para llevar un mensaje. El sustantivo «ángel» se usa para identificar a algún ser celestial enviado por Dios (véanse Mt. 1:20; Lc. 1:11, 26, 28). El mismo vocablo, sin embargo, se usa en el Nuevo Testamento tocante a hombres (véanse Mt. 11:10; Lc. 9:52; Stg. 2:25). Descartamos de plano que «el ángel» de cada iglesia sea una referencia al pastor de ella. Debe tenerse presente que el vocablo «ángel» aparece en singular en referencia a cada una de las siete iglesias. Es decir, cada una de ellas tenía asignado un «ángel» y nada más que uno. El oficio de pastor (o anciano u obispo) jamás fue un oficio que ejecutara una sola persona en una congregación en los tiempos apostólicos. La única excepción en el Nuevo Testamento es Diótrefes (alimentado por Zeus). El apóstol Juan lo menciona en su carta a Gayo (3 Jn. 9-10). Diótrefes fue un hombre ambicioso, vanidoso, irrespetuoso hacia la autoridad apostólica, rebelde e inhospitalario. Intentó coartar el espíritu de hospitalidad que otros miembros de la congregación quisieron manifestar hacia los hermanos y hasta procuró echarlos por esa causa. Al final de la era apostólica, el espíritu de Diótrefes se había propagado de tal manera en las congregaciones cristianas, que se hizo la norma: un pastor asalariado y monárquico liderando a la grey del Señor. Pero esto no es congruente ni con la práctica ni con la doctrina apostólica. La enseñenza del Nuevo Testamento (explícitamente descrita en las epístolas paulinas) aboga por una pluralidad de pastores (o ancianos u obispos) en cada congregación. Pablo menciona que al menos dos o tres pastores (o ancianos u obispos, o hermanos dotados con el don de la palabra: profetas) deben dar el mensaje cuando la iglesia de reúne (1 Cor. 14:27, 29). Además, ni una sola de las epístolas paulinas a alguna iglesia fue jamás dirigida a un pastor, sino a la hermandad en general que componía esa iglesia. Concluimos, por lo tanto, que el «ángel» de cada una de las iglesias debe ser entendido como la palabra «ángel» se entiende a lo largo de todo el Apocalipsis: como un ser de la esfera celestial asignado a cada congregación. La postura de que «ángel» aquí es una referencia a mensajeros humanos no tiene base ni en el contexto del Apocalipsis ni en el del resto del Nuevo Testamento. Esto es aún más obvio cuando se comprende la importancia profética de cada palabra del Apocalipsis. Puesto que se trata de un mensaje que debe ser preservado íntegro hasta el fin de la presente era de la humanidad, es natural que sea un «ángel» el único que pueda realizar tal función, ya que los receptores humanos de dicho mensaje pronto pasarán de esta vida a la siguiente.

«El que tiene las siete estrellas en su diestra»
. La expresión «el que tiene» (ho kratón) es el participio presente, voz activa de kratéo, que significa «tener poder sobre», «sostener», «sostener firmemente». El presente sugiere acción continua. De manera que Cristo se identifica como aquel que «sostiene firmemente» en su diestra las siete estrellas, es decir, los ángeles o mensajeros de las iglesias.

«El que anda en medio de los siete candeleros de oro». El verbo «anda» (ho peripatón) es el participio presente de peripatéo que sugiere un movimiento constante. La idea de este participio con el artículo determinado describe la figura de alguien que se mueve vigilante y ejerce control sobre las iglesias. La descripción destaca la autoridad de Cristo sobre la iglesia de Éfeso. Al parecer, las circunstancias de la iglesia de Éfeso necesitaban la manifestación de la autoridad del Señor y al mismo tiempo, su protección. Ambas necesidades quedan plenamente satisfechas a través de Jesucristo (véase Lv. 26:12).

2:2

«Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y paciencia». El verbo «conocer» (oída) no es un conocer experimental, sino que es el conocimiento de la omnisciencia divina: es decir, conocimiento completo y total (véase 2:9, 13, 19; 3:1, 8, 15).

«Tus obras» se refiere al trabajo o esfuerzo de los creyentes de Éfeso, que consistía en «arduo trabajo» (ton kópon), que significa «trabajo esforzado».Este vocablo implica «no un simple trabajo, sino realizar un esfuerzo que produce agotamiento».


«Y paciencia». Este término expresa paciencia con relación a las circunstancias mientras que su sinónimo «longanimidad» (makrothymía) es «paciencia respecto a personas». Paciencia o resistencia en medio de las circunstancias es una cualidad cristiana de alta estima y que cuando se practica, redunda en un beneficio enriquecedor en el creyente (véanse Ro. 5:3, 4; Stg. 1:3, 4). El esfuerzo de los efesios no se limitaba a lo físico, sino que se extendía al celo por la pureza doctrinal y práctica: (1) «No puedes soportar a los malos»; (2) «has probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos»; y (3) «aborreces las obras de los nicolaítas» (v. 6a).


El verbo «soportar» significa «aguantar una carga». Los efesios no toleraban el peso de la carga de los falsos maestros quienes, evidentemente, eran una carga muy pesada. Esos maestros herejes o falsos apóstoles fueron «probados» (epeírasas), con el propósito de determinar la calidad y modo de pensar de ellos. El resultado de la prueba fue que se les halló mentirosos. Eso sugiere que los líderes de Éfeso tenían el suficiente conocimiento y discernimiento espiritual para emitir tal veredicto. Entre los falsos maestros estaban los nicolaítas (v. 6). Este grupo era de origen incierto, pero es evidente que era influyente. Pudieron ser discípulos de los judaizantes o gnósticos itinerantes. De cualquier manera, su doctrina fue repudiada por la iglesia de Éfeso.

2:3

«Y has sufrido, y has tenido paciencia, y has trabajado arduamente por amor de mi nombre». Una mejor traducción del texto sería: «Y tienes paciencia, y has llevado la carga a causa de mi nombre y has trabajado hasta el agotamiento». El Señor reconoce esas características de la iglesia de Éfeso y añade que, a pesar del gran esfuerzo realizado en medio de las pruebas, «no has desmayado» (ou kekopíakes). Este verbo es el tiempo perfecto, voz activa de kopiáo. El tiempo perfecto sugiere una acción completada con resultados permanentes. Los efesios estaban firmes en su actitud de fidelidad al Señor. El desmayar no formaba parte de su actitud mental.

Quizá en Éfeso faltaba el fervor de la fe. Se habla de obras pero no se menciona la fe. Se menciona esfuerzo hasta el cansancio, pero no se dice nada del amor. Se destaca la paciencia, pero no hay referencia a la esperanza. La asamblea de Éfeso tenía el conocimiento teológico y la disposición práctica, pero parece haber perdido la perspectiva espiritual.

2:4

«Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor». Esta fuerte censura de parte del Señor es un tanto abrupta. El texto no aclara si se refiere al amor a Cristo o al amor entre los creyentes. La expresión «has dejado» (aphekes) es el aoristo, voz activa de aphíemi y se refiere a un abandono definido y triste. El aoristo señala a un momento concreto, especifico, en la vida de la asamblea de Éfeso. La idea es:

«Abandonaste tu primer amor». Ese primer amor, prueba de la nueva vida en Cristo (1 Jn. 3:13), se había enfriado a pesar de la pureza doctrinal. Habían permanecido ortodoxos, pero se habían vuelto fríos afectivamente en parte a causa de las controversias con los nicolaítas. Un caso típico en que la rutina ha suplantado a la espontaneidad; los conceptos doctrinales, han suplantado a Cristo mismo. La obra de Dios ha cobrado más importancia que el Dios de la obra; la Iglesia de Cristo, que el Cristo de la Iglesia. ¿Cómo es posible? A veces el enfriamiento es apenas perceptible; un proceso lento. Mucho trabajo, falta de tiempo para la vida devocional privada, poca oración, se deja de adorar al Padre en espíritu y en verdad, y se enfoca en contender por la verdad.

Es un hecho que el creyente puede abandonar su amor hacia el Señor, sin abandonar su trabajo en la iglesia del Señor. Este estado a veces puede no tener vuelta atrás, como le revela el Señor en el siguiente versículo («Pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar»).

2:5

«Recuerda que por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras». Esta exhortación es enfática. El verbo «recuerda» (mnemóneue) es el presente imperativo, voz activa y sugiere una acción continua, es decir, «continúa recordando» o «no dejes de recordar». El mandato es a mirar al pasado y recordar el lugar donde habían estado. La historia pone de manifiesto que la iglesia de Éfeso tuvo ricos privilegios. Por allí pasaron los mejores predicadores y maestros de la época, tales como Apolos, Timoteo, Aquila y Priscila, el mismo apóstol Juan y Pablo, quien invirtió más de tres años ministrando la Palabra de Dios en aquella congregación. La distancia de la caída era considerable. De un devoto servicio de amor a un nivel más bajo de irreprochable ortodoxia; una frialdad regular que hacía que la congregación fuera esplendorosamente ineficaz.

«Arrepiéntete» (metanóeson) es el aoristo imperativo, voz activa que denota urgencia, es decir, «arrepiéntete de inmediato». El mandato es a «recordar con urgencia la relación amorosa que sostuvo en el pasado y a realizar una ruptura completa con el presente estilo de vida». Además, la asamblea debía dar marcha atrás y «hacer las primeras obras», es decir, las obras motivadas por el amor a Cristo en lugar de seguir anclados en la fría ortodoxia.

«Pues si no» es una condición elíptica en la que el verbo no se expresa. La idea es: «Pues si no te arrepientes». La advertencia del Señor es «vendré pronto a ti» (érchomai soi). El verbo en el texto griego es un presente futurístico que sugiere inminencia, es decir, «vendré a ti en cualquier momento» (véase Jn. 14:2, 3).

La frase «vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar» se ha interpretado de diferentes maneras por los estudiosos del Apocalipsis. Hay quienes entienden que se refiere a un juicio especial sobre la iglesia de Éfeso que ya tuvo su cumplimiento. La iglesia de Éfeso se mantuvo activa durante varios siglos, pero su testimonio se enfrió y a la postre fue removido. Por lo tanto, la frase no es una referencia a la parusía, sino a una visitación inmediata para un juicio preliminar.

Muchos estudiosos del Apocalipsis pasan por alto el sentido escatológico particular inmediato de la advertencia del Señor, que se aplica a todos y a cada uno de los creyentes de todos los siglos por igual. Por «sentido escatológico particular» nos referimos al destino último del ser humano y no el del fin del mundo («sentido escatológico general»). Es decir, la vida de ultratumba: la muerte del creyente. Sabemos que el Señor no regresó el primer siglo de nuestra era. ¿Cómo puede, entonces, la advertencia «vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar» haber tenido lugar en la iglesia de Éfeso? La respuesta es: sólo puede haber ocurrido en un sentido escatológico particular. Es decir, la venida de la que habla el Señor es en juicio para los creyentes de Éfeso. Cada uno de los creyentes efesios sería juzgado por el Señor personalmente, particularmente. El que se arrepintiera, sería perdonado y recibido de vuelta por el Señor. El que no se arrepintiera, sería eliminado de la congregación de los santos: su candelero sería quitado de su lugar.

El sentido natural de la frase es: «Si no te arrepientes, cuando yo venga, quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieses arrepentido». El sentido escatológico particular es el único punto de vista que interpreta correctamente el pasaje. El Señor viene a nosotros por primera vez cuando abre nuestro corazón para creer en él y en su evangelio. El Señor también viene a nosotros cuando exhalamos nuestro último aliento y recibe nuestro espíritu. Y entre nuestra conversión inicial y salvación final, el Señor viene a nosotros muchas veces en medio de crisis y tribulaciones, disciplina y castigo, consuelo y comunión.

La iglesia de Éfeso había sido bien enseñada por una pléyade de maestros de la Palabra de Dios. Muchos de los miembros de la congregación habían sido fieles evangelistas y misioneros del Señor. Con el curso de los años, sin embargo, la congregación había dejado su primer amor. El Señor les advierte del peligro que corrían si no se arrepentían cuanto antes: no tendrían testimonio que dar al mundo y por lo tanto, no tendrían candelero.

2:6

Junto a la advertencia hay un reconocimiento del celo de la congregación de Éfeso. Este reconocimiento sirve para mitigar la severidad de la advertencia y para demostrar que el Señor no pierde ninguna oportunidad para manifestar su gracia.

«Que aborreces». Aborrecer el mal es una contrapartida parcial de amar lo bueno (véase Ro. 12:9). «Las obras de los nicolaítas», es decir, «las prácticas de los nicolaítas». Aquí no se censura la doctrina sino la praxis de aquel grupo (véase 2:15). El Señor también odia o aborrece la misma práctica. De modo que el aborrecer de los efesios era de origen divino, ya que se identificaba con lo que el mismo Dios repudia y que parece relacionarse con la elevación de una clase sobre otra dentro de la iglesia. El origen de los nicolaítas es oscuro. Se han sugerido dos soluciones: (1) La solución tradicional la ofrecieron lreneo e Hipólito, quienes atribuyen la fundación de la secta a Nicolás, el prosélito de Antioquía (Hch. 6:5), pero no presentan pruebas. Es posible, sin embargo, que un grupo gnóstico posterior implicado en la fundación de dicha secta haya usado el nombre de Nicolás. (2) Una segunda sugerencia tiene que ver con la etimología del nombre «nicolaítas». El vocablo griego níke significa «victoria» o «conquista» y laós significa «pueblo». De manera que «nicolaítas» significa «los que han conquistado al pueblo». Si la secta hacía honor a su hombre, entonces era un movimiento que exaltaba a los clérigos por encima de los laicos. La expresión más completa de esa práctica se encuentra con posterioridad en el episcopado y el papado.

Una tercera explicación probable es la que sostiene el hebraísta cristiano, John Lightfoot. Él argumenta que nicolaítas es un arameísmo. En este caso, «arameo» no es una palabra griega, sino una palabra «tomada prestado», que se origina en arameo pero que se deletrea en griego. La palabra aramea ניכולא (nichola) significa «¡Comamos!». Así, la palabra griega Νικολαΐτης (Nicolaítas) se formó a partir del arameo ניכולא combinado con el plural griego ίτης. El significado básico de Nicolaitas, por lo tanto, sería «comamos» o «déjanos-comer».

Esta sección del Apocalipsis nunca debe leerse aisladamente del libro de Hechos y las cartas paulinas. En Hechos 15 leemos acerca de una carta escrita por los apóstoles y los ancianos en Jerusalén. Esta carta de aliento e instrucción fue enviada a gentiles seguidores de Cristo que habían sido liberados de la esclavitud del paganismo (Hch. 15: 22-29). La conclusión de la carta dice lo siguiente:

«... por lo que le pareció bien al Espíritu Santo y a nosotros no ponerles más carga que estas reglas necesarias: que se abstengan de la carne que ha sido sacrificada a los ídolos, y de la sangre, y de lo que ha sido estrangulado, y de fornicación».

Una vez que nos damos cuenta de esta conexión etimológica entre «nicolaítas» y «comamos», no es difícil ver que este grupo aberrante de gentiles seguidores de Cristo estaba en desacuerdo con la decisión del Concilio de Jerusalén y la voluntad de Dios en Cristo. Parecen haber dejado de lado la enseñanza de los apóstoles dada en Hechos 15 y estaban volviendo a sus antiguas prácticas paganas.

2:7

«El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias»
. Obsérvese que hay, en primer lugar, una promesa individual. Había en la iglesia de Éfeso individuos que tenían sensibilidad espiritual para escuchar y distinguir la voz del Espíritu Santo. En segundo lugar, hay una aplicación universal. El mensaje para la iglesia de Éfeso debe ser escuchado por todas las demás congregaciones, puesto que las mismas verdades son aplicables cuando existen las mismas condiciones.

«Al que venciere». ¿A quién se refiere esta frase? ¿Quién es el vencedor? En Apocalipsis 21:7, 8, el vencedor se contrasta con el que se pierde, es decir, «los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas». En 1 Juan 5:4, el vencer se atribuye al acto de la fe salvífica y libra para siempre al creyente de los errores del sistema mundial. Según 1 Juan 2:14, vencer se iguala con la derrota de Satanás a través de la Palabra de Dios que habita en el creyente. En Juan 16:33 se expresa que el creyente vence en virtud del triunfo de Cristo sobre el mundo. En 1 Corintios 15:44, el creyente vence la muerte en la primera resurrección cuando Cristo venga. En Romanos 8:37, el creyente es más que vencedor en Cristo sobre todo lo que intente separarle del amor de Dios.

En conclusión, la designación de vencedor se aplica no sólo a algunos, sino a todos los verdaderos creyentes. Las cartas van dirigidas a siete iglesias de carácter mixto con creyentes fieles e infieles, e inconversos entre sus rangos. Por consiguiente, hay amenazas de juicio contra quienes sólo profesan creer y contra quienes han perdido la comunión con el Señor, en contraste con las promesas de bendición para quienes permanecen fieles en comunión con el Señor. Tanto el castigo como los galardones son autorizados y otorgados por el mismo Señor Jesucristo como el Juez y Árbitro que discierne entre la falsa profesión y la realidad. Una prueba de que el vencedor se refiere a todo creyente fiel se observa, por ejemplo, en el hecho de que todos los creyentes fieles tienen acceso a los frutos de la vida eterna (2:7). El creyente fiel nunca estará en peligro de sufrir la muerte segunda (2:11 ).

«Le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios». Esta frase habla de la gracia de Dios. «Le daré» (dose autói) sugiere un regalo hecho por decisión propia y como un acto de buena voluntad. «A comer» sugiere una relación íntima (véase Jn. 6:51-59). «Del árbol de la vida» es una designación que recuerda Génesis 2:9 y 3:22 y anticipa Apocalipsis 22:2, 14. El pecado vedó al hombre el acceso al árbol de la vida, pero el creyente recupera el disfrute de dicho árbol en virtud de vencer el mal en Cristo, en lugar de ser vencido por el mal como ocurrió en el huerto del Edén (Gn. 3:22). Una nota de interés es el hecho de que la palabra «árbol» (xylon) es el mismo vocablo que se usa en el Nuevo Testamento para designar la cruz de Cristo. Fue en el madero o árbol de la cruz donde Cristo llevó nuestra maldición para que nosotros podamos recibir la bendición de la vida eterna (véanse Hch. 5:30; 10:39; 13:29; Gá. 3:13; 1 P. 2:24).

«El cual está en medio del paraíso de Dios». El vocablo «paraíso» (paradeísoi) describe un huerto u oasis oriental, utilizado para el placer y el bienestar de los monarcas de la antigüedad. Aquí se refiere a «la habitación de Dios, un hogar permanente de los redimidos de Cristo. Lo que originalmente era un huerto de gozo ha tomado la connotación de los nuevos cielos y la nueva tierra».

Resumen

La primera de las siete cartas se dirige a la iglesia de Éfeso. La asamblea de Éfeso era notoria por su impulso hacia Dios, su fervor y su celo doctrinal. Esta congregación, evidentemente, fue una iglesia misionera durante toda una generación y se destacó en el Asia Menor. Pero a pesar de todos los privilegios, la iglesia de Éfeso abandonó su primer amor. El Señor, en su gracia y misericordia, reconoce las virtudes de la congregación y le advierte de la necesidad de regresar a su relación original con Dios. El mensaje a la iglesia de Éfeso es de vital importancia hoy para la iglesia en general y el creyente en particular. Hay muchas congregaciones y creyentes con las mismas características. Tienen celo doctrinal, trabajan arduamente, pero sufren un enfriamiento espiritual que afecta su vida diaria y que amenaza con dejarlos sin candelero.

El Mensaje de la Iglesia de Esmirna (2:8-11)

Comentario

2:8


«Y escribe el angel de la iglesia de Esmirna»
. La ciudad de «Esmirna», situada a 56 km. al norte de Éfeso, fue fundada por griegos aeólicos en el siglo XII a.C. y aún hoy se observan rastros de construcciones ciclópeas de las épocas remotas de la ciudad. Los griegos iónicos tomaron control de Esmima al comienzo del siglo VII y posteriormente la ciudad cayó bajo el control del reino de Lidia. En el siglo IV, en tiempos de Alejandro Magno, Esmirna tuvo un estupendo auge económico debido al comercio, tanto con el oriente como con el occidente. Esa prosperidad movió a Alejandro a ordenar su reconstrucción. La responsabilidad de la tarea recayó sobre Lisímaco, uno de los generales de Alejandro. La reconstrucción se efectuó en un sitio al suroeste de la antigua ciudad. La nueva ciudad fue protegida con excelentes murallas.

Durante el Imperio Romano, Esmirna alcanzó su apogeo hasta el punto de llegar a rivalizar con Éfeso y Pérgamo por la preeminencia en el Asia Menor. La belleza de sus edificios públicos y la singularidad de sus amplias y bien pavimentadas calles hicieron que fuera conocida por el sobrenombre de «La Dorada». Esmirna poseía una escuela de medicina e imprimía su propia moneda. Además, según la tradición, fue el lugar de nacimiento del poeta griego Homero.

Por su excelente situación geográfica, junto a una de las bahías más estratégicas del mundo, por su belleza y su gran actividad económica, Esmirna ocupaba un lugar estratégicamente importante en el Asia Menor. Era en realidad «el adorno de Asia».

El vocablo Esmirna significa «mirra». En tiempos del Nuevo Testamento tenía una población de cerca de 200.000 habitantes. En aquella rica ciudad nació y creció una pequeña congregación cristiana. No se sabe con exactitud cuándo y quién fundó la iglesia de Esmirna. Es probable que se debiera a la actividad evangelística y misionera de la iglesia de Éfeso, en particular durante el tiempo en que Pablo ministraba en la ciudad adoradora de Diana. Uno de los miembros principales de la iglesia de Esmirna y quizás el anciano-pastor de la congregación, fue Policarpo, amigo personal y discípulo del apóstol Juan. Policarpo fue condenado a muerte por el año 156 d.C. por rechazar negar su fe en la persona de Cristo. Esmirna fue, por lo tanto, una iglesia sufriente. Mientras que la ciudad de Esmirna era materialmente rica pero espiritualmente pobre, la iglesia cristiana en Esmirna era materialmente pobre pero espiritualmente rica. De modo que fue a esa pequeña congregación (desde el punto de vista numérico) necesitada materialmente, a la que el Señor dirige una de las siete cartas (2:8a).

«El primero y el postrero, el que estuvo muerto y vivió, dice esto». Esta imagen del Señor es muy apropiada para dar ánimo a quienes estaban bajo amenaza de sufrimientos y muerte. La expresión «el primero y el postrero» sugiere la eternidad del Señor. Jesucristo se identifica con una iglesia sufriente como quien sufrió el trauma de la muerte, pero venció de manera contundente. «El que estuvo muerto y vivió» sugiere que aun cuando los creyentes pudieran sufrir muerte, vivirían de nuevo en virtud de la resurrección de Cristo (véase Jn. 14:19; Ap. 1:18; 2 Ti. 2:8).

2:9

«Yo conozco tus obras, y tu tribulación, y tu pobreza». Los mejores manuscritos omiten la expresión «tus obras». La lectura correcta debe ser: «Yo conozco tu tribulación y tu pobreza». El Señor se identifica con los sufrimientos de aquella pequeña congregación y declara que conoce con conocimiento divino las tribulaciones por las que atraviesan. Las pruebas y tribulaciones tienen varios propósitos en la vida del creyente:

l. Hacer que buenos cristianos sean mejores.

2. Disciplinar a cristianos que se han apartado.

3. Manifestar el poder guardador y la gracia de Dios.

4. Dar al cristiano la oportunidad de tener comunión en los sufrimientos de Cristo (Col. 1:24).

5. Derrotar a Satanás en su propio juego.

El sustantivo «tribulación» (thlípsin) «significa un asedio, presión, cualquier cosa que carga el espíritu». El Señor conocía el asedio y la presión a que los creyentes en Esmirna eran sometidos por los enemigos del cristianismo. Pero además, conocía «la pobreza» (ptocheían), es decir, la humillante y deplorable estrechez material de los creyentes de Esmirna. No se sabe con certeza cuál era la causa de la pobreza de los cristianos de Esmirna, pero sí parece que se relacionaba con su identificación con la fe cristiana. El ambiente de antagonismo hacia la fe cristiana que evidentemente existía en Esmirna «hacía difícil que un creyente pudiera ganarse la vida y de ahí que estuvieran económicamente destituidos».

A pesar de la abyecta pobreza de los cristianos de Esmirna, el Señor les dice: «Pero tú eres rico». La riqueza del creyente es fundamentalmente espiritual (véanse Stg. 2:5; 2 Co. 6:10). El vocablo «pero» (allá) indica un contraste destacado. La frase en sí es enfática, puesto que de forma literal dice: «pero rico tú eres». Los seres humanos miden la riqueza con el criterio del valor de los bienes materiales que una persona posee. El criterio divino es diferente. Se puede ser rico materialmente y pobre delante de Dios. También se puede ser pobre en la tierra y rico con respecto al cielo (véanse Lc. 16:19-31; Mt. 6:19-21).

Un escritor del siglo pasado comenta tocante a las riquezas del cristiano de la manera siguiente:

Procuremos, por encima de todo, esas riquezas: si nuestra bolsa es pobre, podemos ser ricos en el alma; si sólo tenemos una migaja de pan en la mesa, podemos tener una herencia gloriosa; si ante los ojos del mundo estamos entre los pobres, delante de Aquel que es el Primero y el Postrero, podemos ser ricos, porque tenemos Las inescrutables riquezas del Señor Jesucristo. [John Cumming, The Cities of the Nations Fell, p.146]

«Y la blasfemia de los que se dicen ser judíos, y no lo son, sino sinagoga de Satanás»
. La oposición de los judíos a la fe cristiana es de sobra conocida. El testimonio de los evangelios, el libro de Hechos y algunas de las epístolas paulinas demuestra el antagonismo de los lideres de la nación de Israel contra Cristo y sus seguidores. El vocablo «blasfemia» puede significar «calumnia» o «vituperio».

Aunque el mismo término se usa respecto a hablar mal contra Dios, aquí parece referirse a las calumnias que se levantaban contra los cristianos. Las calumnias o falsas acusaciones provenían de gente de raza judía, primordialmente porque Cristo es la piedra de tropiezo para el israelita (véanse Mt. 21:42-44; Ro. 9:30-33). El antagonismo contra los creyentes hacía que los judíos actuasen como delatores delante de las autoridades romanas.

La expresión «se dicen ser judíos», por lo tanto, pudiera ser una referencia a: (1) Judíos de raza antagónicos al evangelio (Hch. 18:6) quienes, sin embargo, no eran verdaderos hijos espirituales de Abraham (Ro. 2:28, 29); o (2) con más probabilidad, personas con tendencias judaizantes que se oponían a los verdaderos cristianos (Hch. 15:1-11; Gá. 2:11-21; Fil. 3:2). Uno se pregunta si esa no era una manera de evadir la persecución de las autoridades romanas, las cuales extendían una tolerancia limitada a la sinagoga, pero consideraban la iglesia cristiana como una religión ilícita.

Juan llama a los susodichos judíos «sinagoga de Satanás», es decir, «lugar de reunión del adversario». Satanás es el enemigo de Dios y por consiguiente, es el adversario de los que aman y obedecen a Dios (1 P. 5:8). Los que blasfemaban de los cristianos eran personas dominadas por el diablo cuyo propósito era erradicar el testimonio cristiano de Esmirna.

2:10


«No temas en nada lo que vas a padecer»
. En esta frase el Señor exhorta a los creyentes a «dejar de temer» a pesar de los inminentes sufrimientos que les sobrevendrían. El Señor nunca esconde de los suyos el costo del servicio y el testimonio cristiano (véanse Mt. 5:10-12; 16:24, 25; Hch. 9:16; Fil. 1:29).

«He aquí, el diablo echará a algunos de vosotros en la cárcel». Los cristianos de Esmirna estaban a punto de padecer a causa de las instigaciones de Satanás. El vocablo «diablo» significa «acusador», «calumniador». El enemigo de Dios haría uso de sus instrumentos—hombres inicuos—para acusar a los cristianos delante de las autoridades romanas. Los cristianos eran acusados de ser desleales al emperador porque adoraban al Rey Jesús. También se les acusaba de ser ateos, porque adoraban a un solo Dios, en contraste con los romanos que eran politeístas. Además, se les acusaba de inmoralidad, porque celebraban ágapes o fiestas de amor cristiano a las que no se permitía la entrada de los inconversos.

«Para que seáis probados»
indica el propósito de ser echados en la cárcel. El verbo «Seáis probados» (peirasthete) está en la voz pasiva y no expresa la identidad del agente que ejecuta la prueba. Sin duda, la voluntad permisiva de Dios juega un papel importante en las pruebas de los creyentes. En este caso, aunque Satanás actúa de instigador para que los cristianos sean falsamente acusados, no puede negarse que Dios de manera soberana supervisa y controla lo que ocurre. Tal como sucedió con Sadrac, Mesac y Abeg-nego en Daniel 3, debió ocurrir con los creyentes de Esmirna.

«Y tendréis tribulación por diez días». Hay quienes alegorizan la expresión «diez días» y afirman que significa diez diferentes persecuciones imperiales. Debe observarse, sin embargo, que el texto no habla de diez persecuciones, sino de una sola. Además, el sustantivo «días» debe tomarse en el sentido literal. Por supuesto, la frase tampoco se refiere a la tribulación escatológica que ha de preceder la cristiandad poco antes de la venida de Cristo en gloria. La interpretación más sensata es la que da a la expresión «diez días» (hemeron déka) su sentido más normal. Dicha frase está en el caso genitivo de tiempo, indicando no que la persecución duraría diez días, sino que ocurriría dentro de ese espacio de tiempo. La duración no es lo importante, sino los acontecimientos que tendrían lugar dentro de ese espacio de tiempo.

«Sé fiel hasta la muerte, y yo te dará la corona de la vida». El verbo «sé» (gínou) es el presente imperativo, voz media y sugiere la idea de continuidad: «Continúa siendo fiel (incluso) hasta el punto de la muerte (violenta)». La promesa del Señor es: «Y yo te daré la corona de la vida». El Señor se refiere a un galardón o premio. «La corona de la vida» no es la vida misma. Recuérdese que la vida eterna es un regalo de Dios que se recibe sólo mediante la fe en Jesucristo (véanse Jn. 6:47; Ro. 6:23; 1 Jn. 5:12). La corona de la vida parece ser el galardón que el Señor dará a los creyentes que padecen martirio. La palabra «corona» (stéphanos) se refiere al collar de laurel con el que se premiaba al ganador de las competencias atléticas tan populares en Esmirna. Las competencias sugieren agonía y conflicto para los participantes. La promesa de «la corona de la vida» sugiere, además, que habrá grados de remuneración en el cielo. Cristo, como Juez y como el poderoso Conquistador de la muerte, está eminentemente calificado para otorgar tales galardones.

2:11

La carta a la iglesia de Esmirna termina con una promesa. En primer lugar hay una llamada de exhortación, semejante a la que aparece en 2:7. La aplicación es tanto individual como colectiva. «Aquel individuo que tiene oído, oiga ... », es decir, quien esté dispuesto a prestar atención al mensaje de manera personal. «Lo que el Espíritu dice a las iglesias», o sea, no sólo a la iglesia de Esmirna, sino a todas las asambleas cristianas en general.

La promesa al vencedor es la siguiente: «No sufrirá daño de la segunda muerte». La expresión «no sufrirá» es enfática. En el texto griego hay una doble negativa que generalmente se traduce al castellano como «nunca», «jamás» (véase Jn. 10:28). El verbo «sufrirá daño» es el aoristo subjuntivo, voz pasiva del verbo adikéo, que significa «actuar injustamente». Aquí significa «lesionar físicamente o hacer daño a alguien» (véase 6:6; 7:2, 3; 9:4, 10, 19; 11:5). De modo que el Señor promete al vencedor, de la manera más enfática posible, que «nunca sufrirá daño» concretamente «de la segunda muerte». Esa última expresión es también enfática y pudiera traducirse de la manera siguiente: «de la muerte, es decir, la segunda.» La Biblia habla de una muerte física o terrenal (Mt. 10:28) y una muerte eterna (Ap. 20:6). La muerte eterna es «la segunda muerte», que significa la separación eterna entre la persona y Dios. La segunda muerte tiene lugar en el lago de fuego (Ap. 20:14, 15).

Resumen

La iglesia de Esmirna era pequeña en número y pobre en recursos materiales, a pesar de encontrarse en un ambiente de opulencia económica y de esplendor sociopolítico. Los creyentes de Esmirna eran perseguidos y acusados ante las autoridades romanas por un grupo de susodichos judíos a quienes el Señor describe como sinagoga de Satanás.

A pesar de las limitaciones y las dificultades, los cristianos de Esmirna tenían recursos espirituales con los que hacían frente a los enemigos del cristianismo. La iglesia de Esrnirna no claudicó en medio de las persecuciones que al parecer fueron severas, ya que en el año 138 d.C. uno de sus líderes principales, Policarpo, murió en la hoguera.

La asamblea de Esmirna proporciona un ejemplo digno de imitarse. Hay en el mundo hoy día congregaciones que luchan por sobrevivir en medio de limitaciones y estrecheces semejantes a las que existieron en Esmirna. Hay congregaciones que tienen que enfrentarse hoy día al paganismo moderno, al agnosticismo y al fanatismo religioso. Todavía hay en el mundo de hoy lugares donde el testimonio cristiano se paga con la propia vida. La promesa del Señor a la iglesia de Esmirna: «Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida» tiene vigencia para el creyente hoy.

El Mensaje a la Iglesia de Pérgamo (2:12-17)

Comentario

2:12


«Y escribe al ángel de la iglesia en Pérgamo». La ciudad de Pérgamo, situada a 88 km. al norte de Esmirna, fue fundada por colonos griegos, aunque probablemente hubo un asentamiento en el mismo sitio contemporáneo con el establecimiento de Troya. El vocablo «Pérgamo» significa «matrimonio consumado». Esta ciudad llegó a ser la principal de la provincia de Misia. Uno de los generales de Alejandro Magno, Lisímaco, trasladó su fortuna de 9.000 talentos de oro a Pérgamo y nombró a su lugarteniente, Filetaero, como guardián de dicha fortuna.

Filetaero fue el fundador de la dinastía de los attálidos. Bajo la mencionada dinastía, Pérgamo prosperó en gran manera. Según Ramsey, Pérgamo era una «ciudad real», una «ciudad de autoridad». Uno de los atálidos, Eumenes II (197-159 a.C.) agrandó y embelleció la ciudad. Además construyó una biblioteca que albergaba 200.000 volúmenes. El vocablo castellano «pergamino» tiene sus raíces en Pérgamo, puesto que allí se comenzó a producir dicho artículo como material de escritura.

Pérgamo era una ciudad religiosa. En ella había más cultos y templos que en Éfeso. Entre otros, se adoraba allí al dios Esculapio, deidad de la terapéutica, cuyo símbolo era una serpiente, aborrecido por los cristianos. En la acrópolis de Pérgamo se encontraba un enorme altar en forma de trono dedicado a Zeus. Pérgamo fue la primera ciudad en el Asia que construyó un templo dedicado a la adoración de Augusto César. Además, se adoraba a Dionisio, el dios de la fertilidad, y a la diosa Atenea, guardiana y patrona de la ciudad de Atenas. El culto a Asklepio, deidad asociada con la sanidad, era importante en Pérgamo.

«El que tiene la espada aguda de dos filos dice esto». El Señor se identifica con firme y penetrante severidad. La frase es muy enfática. El articulo determinado se repite tres veces y se pudiera traducir: «Esto dice el que tiene la espada, la aguda, la de dos filos». La repetición del artículo tiene el propósito de aislar cada una de esas características. El sustantivo «espada» es rhomphalía, la espada de gran tamaño fabricada en Tracia. La espada sugiere la palabra de Cristo, activa en disciplina gubernamental. La iglesia de Pérgamo ha desertado de las filas del Señor y se ha sometido al control de la autoridad terrenal que un día será aplastada bajo el poder del Rey de reyes. Pérgamo, como iglesia, estaba implicada en un estado de bigamia espiritual (2 Co. 6:14-16). He aquí una lección importante: Cuando la iglesia no hace uso de la espada del Espíritu—la Palabra de Dios—en autojuicio, entonces Cristo vendrá y la usará por sí mismo en juicio divino contra la iglesia.

2:13

«Yo conozco tus obras, y dónde moras, donde está el trono de Satanás». El texto griego omite la expresión «tus obras, y». Por lo que la lectura sería: «Yo conozco dónde moras, donde está el trono de Satanás». El verbo «moras» significa tener una residencia permanente. Dicho verbo se usa en el Apocalipsis en un sentido moral. En repetidas ocasiones se usa para describir a quienes tienen su mente y corazón arraigados en la tierra y no demuestran interés alguno en las cosas de Dios (véase Ap. 3:10; 6:10; 8:13; 11:10; 12:12; 14:6).

Es cuestionable y censurable que la iglesia estuviera firmemente enraizada en el lugar donde estaba el «trono de Satanás». La característica de la iglesia es, más bien, la de ser peregrina en este mundo (véanse 1 P. 1:1, 17; 2:11; He. 11:9). La ciudadanía o morada permanente del creyente está en el reino del Señor (véanse Fil. 3:20; Col. 1:13).

«El trono de Satanás» se refiere a un trono de gobierno, tanto ejecutivo como judicial. Satanás es el gobernador del sistema mundial y el dios de este presente siglo malo (véanse Mt. 4:8, 9; Lc. 4:6; 2 Co. 4:4). A causa del pecado, Dios ha permitido que el mundo presente esté sometido a la autoridad de Satanás. El mundo venidero, que será inaugurado por el Mesías en su segunda venida, estará bajo la potestad del Rey de reyes.

Pero surge una pregunta importante: ¿cómo es que el trono de Satanás aparece situado en Pérgamo? Pérgamo era, en un sentido peculiar, el trono de Satanás. Entre otros títulos, Pérgamo tenía el de ser «guardián principal del templo» en Asia. En ese renglón, Pérgamo manifestaba su suprema importancia como una capital del paganismo. Prueba de esto es que cuando el culto de la magia babilónica fue expulsado de Babilonia, sus promotores buscaron y encontraron refugio en Pérgamo. Cuando en el año 133 a.C. el rey de Pérgamo Attalo III legó su reino a Roma, el título del sumo sacerdote de la magia de Pérgamo era «El principal constructor de puentes». La idea tras este título era que dicho sumo sacerdote salvaba el golfo existente entre los mortales y dios.

«Pero retienes mi nombre, y no has negado mi fe». En vista de lo dicho antes, el Señor pronuncia un doble reconocimiento a la congregación en Pérgamo: ( 1) «Sostienes con firmeza mi nombre» y lo que esto implica; y (2) «no has negado mi fe», es decir, «no te has retractado de confesar que crees en mí». Los paganos presionaban a los creyentes y los perseguían para que públicamente negaran que creían en Cristo. Los cristianos en Pérgamo se habían mantenido firmes en su fe y continuaban confesando que Cristo es el Señor.

«Ni aun en los días en que Antipas mi testigo fiel fue muerto entre vosotros, donde mora Satanás». No hay ningún dato histórico tocante a la identidad de Antipas. El nombre significa «contra todo» y el Señor lo describe como «mi testigo fiel». Al parecer, Antipas era parte de la resistencia a la presión imperial ejercida sobre los cristianos para que comprometieran su lealtad a Cristo. Antipas pagó con su vida su lealtad al Señor, y Cristo no se olvidó de su nombre. La frase «donde mora Satanás» identifica el lugar del martirio de Antipas. Sin duda, fue Pérgamo.

2:14, 15

El Señor reprocha a la iglesia de Pérgamo por tolerar en su seno dos sistemas de falsa doctrina odiados por Cristo. El verbo «tienes» (écheis) sugiere la idea de «tener en poder», y por lo tanto, poder controlar y corregir. Satanás hace uso de toda su capacidad y astucia en Pérgamo. No sólo causa la muerte de creyentes, sino que también se introduce a través de la falsa doctrina.

«Los que retienen la doctrina de Balaam». «Retener» significa «sujetar con fuerza». La historia de Balaam se registra en Números 22 al 25. Este profeta se sometió a la presión de los reyes de Madián y Moab, quienes procuraban la destrucción de Israel. Durante un período prolongado de tiempo, Balaam «enseñaba» (tiempo imperfecto) a Balac a poner tropiezo ante los hijos de Israel. Las trampas consistían en hacer creer a los israelitas que su andar era correcto siempre y cuando la doctrina fuera sana. Balaam enseñaba que no era incorrecto «comer cosas sacrificadas a los ídolos ni cometer fornicación». Evidentemente, en Pérgamo había quienes enseñaban la misma doctrina que enseñó Balaam y que afectaba decisivamente la vida de la congregación (véase 1 Co. l0:19-22, 28).

El segundo reproche del Señor es la presencia de los «nicolaítas» en la congregación de Pérgamo. Como se mencionó en otro lugar (2:6), los nicolaítas eran un grupo de origen desconocido, probablemente semignóstico, que se caracterizaba por su práctica libertina y su antinomianismo. No sería incorrecto pensar que la doctrina de Balaam y la de los nicolaítas no eran antagónicas, sino que se complementaban la una a la otra. Por eso podían coexistir dentro de la iglesia de Pérgamo. La entrada de la mundanalidad en la asamblea de Pérgamo amenazaba a la congregación con tener que enfrentar el juicio de Dios de la manera que lo enfrentó Israel en el desierto.

2:16

«Por tanto, arrepiéntete» (metanóeison oun). Sobre la base del reproche expresado anteriormente, el Señor exige un arrepentimiento inmediato de parte de la iglesia de Pérgamo. El aoristo imperativo del verbo «arrepiéntete» sugiere una acción urgente como resultado de la reprensión del versículo anterior. «Pues si no» (ei de méi) es una expresión elíptica, es decir, el verbo es entendido tácitamente. La idea completa es: «Pues si no te arrepientes». El descuido de parte de la congregación a obedecer el mandato de un arrepentimiento inmediato acarrearía el juício del Señor.

«Vendré a ti pronto». El verbo «vendré» (érchomaí) está en el presente de indicativo, pero es correcto traducirlo como futuro, pues es un presente profético (véase Jn. 14:3). El sentido de esta frase ya ha sido presentado en el análisis de la expresión a la iglesia de Éfeso: se trata de una venida particular de Cristo con el fin de juzgar a la iglesia de Pérgamo, no es una referencia es a la venida escatológica del Señor puesto que Él no regresó el siglo I de nuestra era: su venida escatológica es aún futura.

«A ti» (soi) sugiere, por un lado, la responsabilidad grupal de la congregación de guiarse los unos a los otros. La responsabilidad sobre toda la asamblea, pues ya aclaramos que un solo anciano-pastor como líder no era la costumbre en el siglo I de nuestra era. En el caso de la iglesia de Pérgamo, es evidente que la asamblea como un todo toleraba la presencia de los balaamitas y los nicolaítas en el seno de la congregación. Ambos grupos poseían y enseñaban una doctrina y una ética que eran repudiadas por el Señor.

«Y pelearé contra ellos con la espada de mi boca». La metáfora de la «espada» (rhomphaía) se usa varias veces en el Apocalipsis (véase 1:16; 2:12, 16; 6:8; 19:15, 21). El verbo «pelearé» (poleméiso) significa «realizar una campaña bélica» o «una guerra total». Cristo interviene como «guerrero divino» en defensa de su evangelio (véase Éx. 15:3). «La espada de mi boca» se refiere a la palabra que pronuncia sentencia judicial contra los maestros herejes.

2:17

«Al que venciere, daré a comer del maná escondido». Esta frase contiene la primera de tres promesas que el Señor hace «al que venciere». «El maná escondido» parece referirse al hecho de que el creyente puede apropiarse del sustento espiritual a través de la comunión con Cristo. El maná es una referencia al mismo Señor Jesucristo (véanse Éx. 16:32-34; He. 9:4; Jn. 6:31-51). Ahora Cristo está «escondido» detrás del velo en el lugar santísimo (véanse He. 9:24-28; Col. 3:3), pero será revelado cuando venga por los suyos (véanse Fil. 3:20, 21; 1 Jn. 3:1-3).

«Y le daré una piedrecita blanca». La segunda promesa del Señor es dar una piedrecita blanca que, evidentemente, significa una señal de privilegio y favor peculiar. Hay algunas teorías tocante al significado de la «piedrecita blanca». Algunos opinan que se refiere al Urim y Tumim grabada con el tetragrámaton (las cuatro letras hebreas que deletrean el nombre YAVÉ). Hay quienes piensan que se refiere a Cristo (Sal. 118:22; Is. 28:16). El problema con esa teoría es que el vocablo griego psephos es una piedra de tamaño pequeño («piedrecita») y es poco probable que se refiera a Cristo. Una tercera sugerencia es que se refiere a la piedra de cuenta o piedra usada para votar (véase Hch. 26:10). Quienes sostienen esta teoría la aplican al poder judicial de los santos en conjunción con Cristo. Los santos juzgarán ángeles (1 Co. 6:23). El color blanco se asocia con la santidad recibida a través de Cristo. Lo más probable es que la «piedrecita blanca» deriva su significado de la manera como los habitantes del Imperio Romano eran admitidos gratuitamente a los espectáculos. Se les entregaban un trozo de pan y una entrada gratis con la forma de una «piedrecita blanca». También se acostumbraba a premiar a los ganadores en las competencias con el mismo regalo para que pudieran entrar a los actos de celebración. La «piedrecita blanca» pudiera ser una figura para indicar que el creyente tendrá entrada libre en la gran fiesta de celebración relacionada con la segunda venida de Cristo.

La tercera promesa hecha por el Señor al vencedor es darle «un nombre nuevo». Este será una muestra de intimidad y afecto tierno para quien lo recibe. «El cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe». Ese nombre nuevo de intimidad y comunión entrañable es usado por el Señor Jesucristo y sólo es conocido por el creyente en comunión personal con Él. El nombre indica la condición de los redimidos tal como es entendida y apreciada por Cristo.

Resumen

Aunque la iglesia de Pérgamo estaba «casada» con el mundo e implicada en prácticas que desagradaban al Señor, la misericordia de Dios obra y extiende un llamado al arrepentimiento a toda la congregación. Si bien es cierto que el Señor se dirige a la iglesia y la advierte del juicio que podía venir sobre ella, no es menos cierto que hay tres hermosas promesas para el vencedor: Sustento espiritual, favor especial y comunión íntima.

El mismo llamado que el Señor hizo a la iglesia de Pérgamo, lo hace a las congregaciones de fines del siglo XX. También hoy existen muchas asambleas cristianas en las que hay deficiencias tanto doctrinales como prácticas y necesitan regresar a una comunión íntima con Cristo.

El Mensaje a la Iglesia de Tiatira (2:18-29)

Comentario 


2:18

«Y escribe al ángel de la iglesia en Tiatira»
. La ciudad de Tiatira estaba situada a unos 64 km. al sureste de Pérgamo. Fue restablecida por Seleuco Nicator (301-281 a.C.) y formó parte del imperio de Alejandro Magno. En un principio fue establecida como una base militar y disputada por Pérgamo y por Sardis. Su importancia como base militar desapareció con el auge del Imperio Romano. Posteriormente, Tiatira se convirtió en una rica ciudad comercial, debido primordialmente a su situación geográfica. Llegó a ser un oasis de la cultura griega en un desierto oriental. Tiatira era la ciudad natal de Lidia, la vendedora de púrpura mencionada en Hechos 16:14. El nombre «Tiatira» significa «sacrificio continuo». No se sabe si dicho nombre tenía connotación religiosa. Lo que sí se sabe es que el dios pagano Apolo era la deidad principal y que era un centro de actividad de los nicolaítas.

«El Hijo de Dios». Esta frase constituye una afirmación de la Deidad de Cristo (Jn. 20:31). Jesucristo es Hijo de Dios en el sentido de que posee la misma esencia o sustancia que el Padre. En lo que respecta a su origen, Cristo nunca fue engendrado. Él es coigual, consubstancial y coeterno con el Padre. La expresión que aparece en Salmo 2:7 y que dice: «Mi hijo eres tú; yo le engendré hoy» se refiere a la resurrección de Cristo para ser entronizado como Rey-Mesías (véase Hch. 13:30-33). La identificación de Cristo como «el Hijo de Dios» sugiere la soberanía de Dios en un sitio donde una mujer quería apoderarse del control. Además, pone de manifiesto la soberanía y el carácter sobrenatural de Cristo para contrarrestar la oposición satánica.

«El que tiene ojos como llama de fuego». El carácter penetrante de los ojos de Cristo sugiere su soberanía. Sus ojos penetran las profundidades del engaño satánico (2:24), escudriñan el corazón y la mente de los hombres y fulminarán a sus adversarios cuando regrese con poder y gloria (Ap. 19:12).

«Pies semejantes al bronce bruñido». El bronce es una aleación de metales que resalta por su dureza (véase Mí. 4:13) y en este caso, posee un brillo deslumbrante. El simbolismo parece describir al Señor como el que viene victorioso, en juicio invencible y dispuesto a someter bajo su autoridad a todos sus enemigos. Ese es el Cristo que habla a la iglesia de Tiatira y a todas las otras congregaciones.

2:19

«Yo conozco tus obras, y amor, y fe, y servicio, y tu paciencia». Observe la repetición de la conjunción «y» (kai). Esa es una figura literaria que tiene por finalidad concentrar la atención del lector en cada uno de los sustantivos que componen la frase. La iglesia de Tiatira recibe el reconocimiento del Señor por poseer y, evidentemente, practicar el fruto del Espíritu. Debe notarse, además, que en el texto griego cada uno de los sustantivos va acompañado del artículo determinado. El artículo tiene la función de destacar la identidad del sustantivo. Las obras de los creyentes de Tiatira eran motivadas por «el amor», originado por «la fe», dinamizadas por «el servicio» y ejecutadas con «la paciencia». El cuadro es estupendo y digno de ser imitado.

«Y que tus obras postreras son más que las primeras». Los creyentes de Tiatira habían ido a más en cuanto a las cosas que hacían para Dios. Muchas congregaciones comienzan con un nivel alto de servicio que con el tiempo disminuye. Los creyentes de Tiatira llevaban a cabo un servicio incansable que aumentaba en lugar de disminuir. Tal vez la debilidad de los cristianos en Tiatira era que sus obras carecían de un sólido fundamento bíblico y a la postre, sufrieron los embates de una mujer malvada.

2:20

«Pero tengo unas pocas cosas contra ti». El texto griego omite la expresión «unas pocas cosas» y sólo dice: «Pero tengo contra ti.» La alabanza del versículo 19 queda opacada por la censura del versículo 20.

«Que toleras que esa mujer Jezabel». El verbo «toleras» indica acción continua y constituye una falta más grave que el «tienes» de 2:14 contra Pérgamo. «Toleras» es lo opuesto de «aborreces» (2:6) que describe la actitud de los efesios contra los nicolaítas. La identidad de «Jezabel» no es fácil de determinar. Las sugerencias más comunes son:

1. Hay quienes entienden que es un término alegórico, usado simbólicamente para designar a un grupo. Es difícil armonizar dicha postura con el uso del singular «cama» (v. 22). Si Jezabel representa a un grupo: ¿Quiénes son «los que con ella adulteran»? (plural). La interpretación alegórica no resiste la prueba exegética.

2. Otros opinan que se refiere a una mujer literal, la esposa del mensajero o pastor de la iglesia (el término «mujer» también significa «esposa»). De ser así, el matrimonio del pastor no podía ser más desafortunado. Si bien es cierto que «mujer» podía significar «esposa», la interpretación normal y natural del texto no parece concederle ese significado.

3. Todavía hay otros que piensan que Jezabel era una mujer literal, pero no la esposa del pastor de la iglesia. Esta mujer tenía influencia y notoriedad en la iglesia hasta el punto de ser capaz de arrastrar por el mal camino a un sector considerable de la congregación. Si su nombre real era Jezabel o no es algo de importancia secundaria. Tal vez el uso del apelativo Jezabel se debe a que se desea recordar la vida e influencia que tuvo en la nación de Israel la Jezabel de los tiempos del profeta Elías, la esposa del rey Acab.

«Que se dice profetisa, enseñe y seduzca a mis siervos». Los pecados de Jezabel eran importantes. En primer lugar, se autoproclamaba profetisa, es decir, alguien que recibía mensaje directamente de Dios para comunicarlo a la asamblea. Jezabel se vanagloriaba de poseer un nuevo mensaje divino. El mandato del Señor a la iglesia era que retuviera lo que ya tenía (2:25). La pretensión de Jezabel era en lo absoluto falsa, seguramente producto del engaño satánico.

La segunda falta grave de Jezabel fue pretender convertirse en la maestra de la congregación, incluso la que enseñaba a los siervos del Señor. «Didáskei» («enseñe») particulariza la función del liderazgo de Jezabel a la enseñanza, un papel eclesiástico vedado mucho antes a las mujeres por Pablo (1 Ti. 2:12).

Por último, Jezabel se dedicaba a seducir a los siervos del Señor «a fornicar y a comer cosas sacrificadas a los ídolos». La expresión «mis siervos» (emous doúlous) significa «esclavos de voluntad propia», es decir, no eran asalariados sino que se habían comprometido a obedecer a Dios hasta la muerte. La trama de Jezabel era hacer que los siervos de Dios se desviaran en dos aspectos: (1) Cometer fornicación, tanto en el sentido espiritual como físico. El adulterio espiritual de la falsa religión conduce inevitablemente al pecado de la misma inmoralidad física (véase 1 R. 18:19); (2) «comer cosas sacrificadas a los ídolos». Se acostumbraba a vender en la carnicería la carne de animales que previamente habían sido ofrecidos a los ídolos (véase 1 Co. 8:1-13). Aunque Pablo afirma que «un ídolo nada es en el mundo, y que no hay más que un Dios» (1 Co. 8:4), también afirma que «lo que los gentiles sacrifican, a los demonios lo sacrifican» (1 Co. 10:20). De manera que no es de dudarse que la instigación de Jezabel resultaba en que los siervos de Dios comieran cosas sacrificadas a los ídolos tenía mucho que ver con la apostasía y con las prácticas satánicas.

2:21

«Y le he dado tiempo para que se arrepienta, pero no quiere arrepentirse de su fornicación». La expresión «le he dado» sugiere la extensión de la maravillosa gracia de Dios. «Tiempo para que se arrepienta». El arrepentimiento se dirige a Jezabel, no a la iglesia. Jezabel, sin embargo, se muestra incorregible. Se niega a cambiar de rumbo. El texto dice: «Y no quiere o no desea arrepentirse», es decir, no desea cambiar de mimera de pensar ni de actuar. El tiempo presente del verbo «no quiere» sugiere que Jezabel no mostraba ninguna disposición hacia el arrepentimiento (véanse Mt. 23:37; Jn. 5:39, 40) y por lo tanto, tendría que afrontar las consecuencias (Ro. 2:5).

2:22, 23

«He aquí, yo la arrojo en cama, y en gran tribulación a los que con ella adulteran». Estas frases declaran la ejecución de la amenaza pronunciada por el Señor contra Jezabel y sus aliados. El tiempo presente del verbo «yo la arrojo» pudiera tener función de futuro, es decir, «yo la arrojaré». Obsérvese que es el mismo Señor quien ejecuta el juicio contra Jezabel. El vocablo «cama» (klínen) sugiere la cama de un enfermo, no el lecho de adulterio. Jezabel y sus cómplices serán arrojados en lecho de angustia y aflicción en lugar de permitirles reposar en un sofá de pecado. Probablemente la idea es que Dios la entregaría para que fuera destruida por su propia locura y fatuidad (véase Ro. 1:24-26). Algunos entienden que el «arrojar en cama» pudiera significar perdición eterna en el infierno, puesto que con toda probabilidad Jezabel no era una creyente genuina. El severo juicio anunciado incluye el ser arrojada «en gran tribulación» (thlípsin megalen). La ausencia del artículo determinado destaca la naturaleza o la esencia del significado de la expresión «gran tribulación». Es como si el Señor dijera: «Yo la arrojaré hacia una situación tal cuya característica es de gran tribulación». Es probable, pues, que el versículo 22 marque una transición: (1) De fornicación física a fornicación espiritual; y (2) de enfermedad física a gran tribulación.

Por último, debe notarse que el castigo recae en tres personas o grupos: ( l) Jezabel como cerebro principal de la situación; (2) los incautos que cometieron adulterio con ella; y (3) la descendencia de Jezabel: «Y a sus hijos heriré de muerte» (2:23a).

La ejecución de la amenaza debía producir efectos concretos: «Y todas las iglesias sabrán que yo soy el que escudriña la mente y el corazón». La expresión «todas las iglesias» sugiere que las siete iglesias representan la totalidad de la iglesia. No tipifican, sino representan, puesto que ellas ya forman parte de la Iglesia.

«Sabrán» (gnósontai) es el futuro ingresivo, voz media, de ginósko. Esta forma verbal pudiera traducirse: «De sí mismos llegarán a conocer». El conocimiento mencionado aquí es el de la experiencia, es decir, «de sí mismos llegarán a conocer por experiencia». El juicio de Dios sobre Jezabel, sus cómplices y sus hijos sería de tal naturaleza que las iglesias sabrían por experiencia que lo ocurrido era por la mano de Dios.

«Escudriña» es un participio en tiempo presente que sugiere acción continua. Dicho vocablo significa «seguir la pista», «investigar». El contexto griego dice que Dios «escudriña riñones y corazón». Los riñones (nephrous) eran considerados como el asiento de las emociones mientras que el corazón lo era de la inteligencia o de la voluntad (véanse Jer. 17:10; Pr. 4:23). El Señor que tiene «ojos como llama de fuego» penetra hasta escudriñar tanto el centro moral como el espiritual del hombre. Su juicio es incisivo y completo.

«Y os daré a cada uno según vuestras obras». Las obras no se relacionan ni con la salvación ni con la perdición de una persona (véanse Jn. 3:18; Ef. 2:8-9). Pero las obras tienen relación con el grado de condenación que el inconverso ha de recibir (véase Ro. 2:6). Además, el juicio de Dios es individual (Ro. 14:12). Él dará «a cada uno», es decir, la responsabilidad delante de Dios es personal. No obstante, debe recordarse que Dios siempre se acuerda de ejercer su misericordia incluso en medio del juicio.

2:24, 25

En los versículos 24 y 25, el Señor hace una exhortación a los creyentes en Tiatira. En el texto griego la frase «y a los demás que están en Tiatira» está en aposición y debe leerse así: «Pero a vosotros, es decir, a los demás que están en Tiatira». En Tiatira había un remanente de verdaderos creyentes que se había mantenido fiel al Señor a pesar de la influencia de Jezabel y sus seguidores. Dios nunca se queda sin testigos (Ro. 11:2-5).

«A cuantos no tienen esa doctrina»
, es decir, la doctrina de Jezabel. Esta es una aplicación a los creyentes de todas las iglesias. La expresión «esa doctrina» es enfática. En el texto griego dice: «la doctrina esa». «La doctrina esa» era tremendamente dañina para la iglesia de Tiatira, como para cualquier otra congregación.

«Y no han conocido lo que ellos llaman las profundidades de Satanás». Se refiere a los que no han seguido a Jezabel y «no han conocido» por experiencia las profundidades de la doctrina de aquella malvada mujer.

Las profundidades de Satanás pudiera ser una referencia a la creencia de que para apreciar plenamente la gracia de Dios uno primero tiene que zambullirse en las profundidades del mal. El gnosticismo posterior se vanagloriaba de que era precisamente mediante la entrada en los dominios de Satanás que los creyentes pueden aprender los límites de su poder y salir victoriosos. Es posible que Jezabel y sus seguidores constituían un grupo pre-gnóstico que practicaba la aflicción al cuerpo mediante indulgencias satánicas carnales o que tal vez consideraba que el exponerse al pecado constituía una señal de poseer una inteligencia superior.

«No os impondré otra carga» es una demostración de la inconmensurable gracia de Dios (véase Hch. 15:28, 29). De la misma manera que el concilio de Jerusalén exhortó a los creyentes gentiles a apartarse de la inmoralidad y la idolatría, así también el Señor exhorta a los creyentes de Tiatira a hacer lo mismo y no les impone ninguna otra carga. Además, el Señor exhorta al remanente de creyentes a retener con firmeza lo que tenían, es decir, que continuaran dando testimonio de su fe en Cristo sin claudicar.

«Hasta que yo venga» es una referencia a la segunda venida de Cristo. El acontecimiento de la segunda venida constituye el más pujante estimulo para que el creyente dé testimonio de su fe en el Señor en un mundo donde las tinieblas satánicas se espesan más cada día.

2:26

«Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones». Obsérvese que «vencer» en este versículo se asocia con atesorar y valorar lo que el Señor llama «mis obras» en lugar de sacrificarlas en homenaje a las obras malignas de Jezabel (véase 2:22). Seguramente las obras de Jezabel son las que se enumeran en 2:20.

«Hasta el fin». Tomando en cuenta que esta es una carta a una iglesia del siglo I, es improbable que se refiera a la venida del Señor en gloria. El cristiano es responsable de mantener una vida de fidelidad y obediencia al Señor hasta que Él venga por segunda vez a la tierra o hasta que Dios lo llame a su presencia. El fin, para un cristiano, es tanto su partida de este mundo como la venida del Señor. Como el Señor no regresó en el siglo I, el fin aquí debe ser al término de la vida cristiana en la tierra.

«Yo le daré autoridad sobre las naciones». Sin lugar a duda, hay aquí una referencia a la victoria del Mesías sobre sus enemigos, profetizada en el Salmo 2:8, 9. El Señor promete dar (dósó) al vencedor, es decir al creyente, «potestad» o «autoridad» (exousían) «sobre las naciones». Que los seguidores del Mesías participarán en su gobierno escatológico es un tema profético familiar (véase 1:6; 12:5; 19:15). Esta promesa es la primera referencia definitiva en el Apocalipsis al futuro reino milenial que Jesús ha de establecer cuando regrese a la tierra.

En resumen, el vencedor en 2:26 es una referencia a todo cristiano genuino que, a su vez, es aquel que guarda las obras del Señor hasta el fin. Debe recordarse que el hombre no es salvo por obras, pero sí para buenas obras (Éf. 2:10). Como galardón por su fidelidad, el Señor promete «dar» al vencedor autoridad o potestad sobre las naciones. Esa promesa tendrá su cumplimiento cuando el Mesías establezca su reinado glorioso en la tierra cuando regrese con poder y majestad (Mt. 19:28; Dn. 7:14, 18).

2:27

«Y las regirá con vara de hierro». El verbo «regirá» (poimaneí) se traduce en algunos pasajes como «pastorear» (véanse Mt. 2:6 donde la Reina-Valera 1960 usa «apacentará»; Hch. 20:28; 1 P. 5:2; Ap. 7:17, donde el mismo vocablo se traduce «pastoreará»). Sin embargo, la idea en Apocalipsis 2:27; 12:5 y 19:15 es más bien la de gobernar o regir. Sin duda, el uso de dicho verbo en Apocalipsis 2:27 guarda relación directa con el Salmo 2:8, 9. En el Salmo 2:9, hablando de los poderes gentiles en la tierra, dice: «Los quebrantarás con vara de hierro; como vasija de alfarero los desmenuzarás». Cuando Cristo vino a la tierra la primera vez lo hizo como «el buen pastor» y como tal, dio su vida por las ovejas. Su segunda venida será diferente. No viene para salvar, sino para juzgar. No esgrime la vara de pastor, sino la de juez. Las naciones rebeldes «serán quebradas como vaso de alfarero» (2:27) por la vara del que viene como Rey de reyes y Señor de señores y «el vencedor se unirá a Cristo para destruir las naciones que se oponen a Él».

El símil «y serán quebradas como vaso de alfarero» describe una acción violenta. El verbo «serán quebradas» es el presente indicativo, voz pasiva, de syntríbo, que significa «estrellar», «hacer añicos», «triturar». Las naciones rebeldes se comparan con el frágil barro de la tierra que será completamente pulverizado por el poder irresistible del Mesías triunfante.

«Como yo también la he recibido de mi Padre». La fuente de poder del Rey-Mesías se origina en el Padre celestial, quien ha dado al Hijo toda autoridad para juzgar (Jn. 5:22; Sal. 2:7, 8). La expresión «he recibido» es un tiempo perfecto que indica una acción completada cuyos resultados perduran. La autoridad que el Hijo posee permanentemente es la misma que Él ha derramado sobre el vencedor que compartirá con el Rey-Mesías la victoria sobre las naciones rebeldes.

2:28

«Y le daré la estrella de la mañana». Algunos expositores entienden que «la estrella de la mañana» mencionada aquí se refiere a la misma persona de Cristo. Quienes así piensan se apoyan primordialmente en el hecho de que Jesús se identifica a sí mismo como «...la estrella resplandeciente de la mañana» (Ap. 22:16).

Quizá sea mejor, sin embargo, entender dicha frase como una referencia a la gloria de los redimidos en el reino mesiánico. La estrella de la mañana se caracteriza por su brillante resplandor que la distingue de los demás astros del firmamento. Hay una promesa del Señor en Daniel 12:3 que tiene una proyección similar: «Los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad». La misma idea surge en el Evangelio según San Mateo, donde dice: «Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre» (Mt. 13:43). Ambos versículos contemplan la realidad del reinado glorioso del Mesías. De modo que es preferible entender que la estrella de la mañana es la promesa de que en el reino mesiánico los justos han de brillar como estrellas. De ser así, habría aquí un gran contraste. Los redimidos del Señor han sido ignorados, despreciados y perseguidos por el mundo. En el mundo venidero la gloria de los redimidos se manifestará universalmente y brillarán con la gloria que proviene del Señor Jesucristo (véase Col. 3:4).

2:29

«El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias». Este mismo llamado aparece en las cartas a las tres iglesias anteriores (Éfeso, Esmirna y Pérgamo). En el caso de Tiatira, el llamado a oír aparece después de la promesa dada al vencedor. Tal vez ese cambio en el orden sugiera que la situación en aquella congregación era tan deplorable que sólo el vencedor prestaría atención a dicho llamado, mientras que el resto de la asamblea de Tiatira tendría que enfrentarse al juicio del Señor.

Resumen y Conclusión

La iglesia de Tiatira poseía ciertas excelencias envidiables, tales como amor, fe, servicio y paciencia. Era una congregación que había crecido en la cantidad de sus obras aunque, evidentemente, no en la calidad de las mismas. Es reprochada por la tolerancia moral y por la falta de celo espiritual. La congregación de Tiatira había dado cabida en su seno al error teológico, a la falsedad eclesial y a la idolatría. Todo eso había desembocado en prácticas repudiables.

La apostasía practicada en Tiatira era capitaneada por una mujer que, al parecer, estaba implicada en actividades de ocultismo. El Señor hace un llamado al arrepentimiento a los culpables de aquella confusión y les advierte del juicio inminente que les sobrevendría si se negaban a arrepentirse. Dentro de la iglesia de Tiatira el Señor tenía un remanente fiel al que le promete ricas bendiciones como recompensa por su fidelidad. Entre esas bendiciones está la de disfrutar de la gloria de su reino mesiánico.

El mensaje a la iglesia de Tiatira constituye un llamado a todas las congregaciones cristianas, incluso las de hoy día, a mantener tanto la limpieza doctrinal como la fidelidad práctica al Señor Jesucristo. El mensaje del Señor no es sólo eclesial, sino también personal. El vencedor será galardonado y bendecido mientras que el rebelde será castigado.









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